viernes, 4 de noviembre de 2016

La piqueta fatal del progreso




(Ejercicio sobre los lugares olvidados)
Por: Fernando Chelle

Los lugares, como los hombres, tienen marcas, cicatrices que el paso del tiempo y los acontecimientos imprimen en su apariencia. Qué sucede cuando un hombre vive o vivió, y por ende recuerda, y puede contar las marcas de un lugar, de un sitio, de un otro cuerpo que lo contiene o lo contuvo, donde él habita o habitó. Lo que sucede es que ese sitio, ese lugar, pasa a ser parte de la vida del hombre. Y si de repente sucede algo que provoca que el sitio y el hombre se separen, este último queda despojado de una parte de su ser. 
Los lugares inevitablemente contienen a los hombres, pero hay muchos de estos que no se sienten contenidos. Son los que nunca echarán de menos el suelo que pisaron, las paredes a las que se recostaron, o los vidrios en que se vieron reflejados.
Conocí un hombre, no importa aquí su nombre, no es relevante, que no lo despojó el tiempo, el dinero, los cambios, ni la piqueta fatal del progreso. Cuando todo se terminó en su continente se reusó a dejar de ser contenido.
Se siguió levantando todas las mañanas a la misma hora. Desayunaba conversando con su mujer, con la que generalmente planificaba las salidas del fin de semana, y se iba a trabajar. Ella nunca supo de su jubilación, ni mucho menos del cierre de la fábrica. Alrededor de las siete y media, llegaba al barrio de su trabajo, compraba el diario en el quiosco de la esquina y se encaminaba a desempeñar sus funciones. Estas consistían únicamente en desafiar la muerte, en fusionarse en un espacio que ya nadie necesitaba ni usaba, un lugar que todos habían abandonado, todos menos él, quien no lo abandonó por no abandonarse.
Algunos vecinos que lo veían llegar pensaban que estaba loco, otros, los que sabían de su lucha cotidiana por permanecer en un ayer eterno, trataban, de la forma más sutil, de hacerlo entrar en razón. Que ese tiempo ya pasó, que mire por su familia y por las cosas buenas que le ha regalado la vida, que pronto el lugar desaparecerá y que allí se construirá otro sitio, que así evolucionan las sociedades. Qué forma tan irracional de evolucionar respondía, hacer desaparecer lo que ya existe, causándole dolor a las personas que ya existen para construir cosas que no existen más que en la imaginación, también para personas imaginadas, los locos son ustedes concluía. 

 El ser y la nada
(Poema reflexivo, que surgió tras el ejercicio acerca de los lugares olvidados)

Por: Fernando Chelle

Cargamos en nuestros hombros el olvido que seremos
los girones del recuerdo que nos habita
y la falsa certeza de lo que nunca fue.

Somos al mismo tiempo, semilla, flor y fruto
en camino a la nada, o a la única salvación
la del recuerdo,
ese sitio que construirán los otros
donde finalmente habitará lo que nunca fuimos.

 # PUENTEMIAU
Narraciones breves del laboratorio literario debajo del puente
GATO MALTRECHO EDITORIAL
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