(Ejercicio sobre los
lugares olvidados)
Por: Fernando Chelle
Los lugares, como los hombres, tienen marcas,
cicatrices que el paso del tiempo y los acontecimientos imprimen en su
apariencia. Qué sucede cuando un hombre vive o vivió, y por ende recuerda, y
puede contar las marcas de un lugar, de un sitio, de un otro cuerpo que lo contiene
o lo contuvo, donde él habita o habitó. Lo que sucede es que ese sitio, ese
lugar, pasa a ser parte de la vida del hombre. Y si de repente sucede algo que
provoca que el sitio y el hombre se separen, este último queda despojado de una
parte de su ser.
Los lugares inevitablemente contienen a los
hombres, pero hay muchos de estos que no se sienten contenidos. Son los que
nunca echarán de menos el suelo que pisaron, las paredes a las que se
recostaron, o los vidrios en que se vieron reflejados.
Conocí un hombre, no importa aquí su nombre,
no es relevante, que no lo despojó el tiempo, el dinero, los cambios, ni la
piqueta fatal del progreso. Cuando todo se terminó en su continente se reusó a
dejar de ser contenido.
Se siguió levantando todas las mañanas a la
misma hora. Desayunaba conversando con su mujer, con la que generalmente
planificaba las salidas del fin de semana, y se iba a trabajar. Ella nunca supo
de su jubilación, ni mucho menos del cierre de la fábrica. Alrededor de las
siete y media, llegaba al barrio de su trabajo, compraba el diario en el
quiosco de la esquina y se encaminaba a desempeñar sus funciones. Estas
consistían únicamente en desafiar la muerte, en fusionarse en un espacio que ya
nadie necesitaba ni usaba, un lugar que todos habían abandonado, todos menos
él, quien no lo abandonó por no abandonarse.
Algunos vecinos que lo veían llegar pensaban
que estaba loco, otros, los que sabían de su lucha cotidiana por permanecer en
un ayer eterno, trataban, de la forma más sutil, de hacerlo entrar en razón.
Que ese tiempo ya pasó, que mire por su familia y por las cosas buenas que le
ha regalado la vida, que pronto el lugar desaparecerá y que allí se construirá
otro sitio, que así evolucionan las sociedades. Qué forma tan irracional de
evolucionar respondía, hacer desaparecer lo que ya existe, causándole dolor a
las personas que ya existen para construir cosas que no existen más que en la
imaginación, también para personas imaginadas, los locos son ustedes
concluía.
(Poema
reflexivo, que surgió tras el ejercicio acerca de los lugares olvidados)
Por: Fernando Chelle
Cargamos
en nuestros hombros el olvido que seremos
los
girones del recuerdo que nos habita
y la
falsa certeza de lo que nunca fue.
Somos
al mismo tiempo, semilla, flor y fruto
en
camino a la nada, o a la única salvación
la del
recuerdo,
ese
sitio que construirán los otros
donde
finalmente habitará lo que nunca fuimos.
# PUENTEMIAU
Narraciones breves del laboratorio literario debajo del puente
GATO MALTRECHO EDITORIAL
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