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miércoles, 11 de junio de 2025

PALABRA ESCRITA RADIO Las cuitas del joven Werther IV

En la segunda mitad del siglo XVIII, cuando las ideas de la ilustración y la estética neoclásica comenzaban a perder fuerza frente al advenimiento de ideas revolucionarias y concepciones estéticas que priorizaban los sentimientos y la individualidad, se publicó en Alemania, Las cuitas del Joven Werther, una novela epistolar que asentó los pilares sobre los que descansó el sueño del Romanticismo.



Fernando Chelle


PALABRA ESCRITA RADIO Las cuitas del Joven Werther III

En la segunda mitad del siglo XVIII, cuando las ideas de la ilustración y la estética neoclásica comenzaban a perder fuerza frente al advenimiento de ideas revolucionarias y concepciones estéticas que priorizaban los sentimientos y la individualidad, se publicó en Alemania, Las cuitas del Joven Werther, una novela epistolar que asentó los pilares sobre los que descansó el sueño del Romanticismo.



Fernando Chelle

PALABRA ESCRITA RADIO Las cuitas del Joven Werther II

En la segunda mitad del siglo XVIII, cuando las ideas de la ilustración y la estética neoclásica comenzaban a perder fuerza frente al advenimiento de ideas revolucionarias y concepciones estéticas que priorizaban los sentimientos y la individualidad, se publicó en Alemania, Las cuitas del Joven Werther, una novela epistolar que asentó los pilares sobre los que descansó el sueño del Romanticismo.



Fernando Chelle


PALABRA ESCRITA RADIO Las cuitas del Joven Werther I

En la segunda mitad del siglo XVIII, cuando las ideas de la ilustración y la estética neoclásica comenzaban a perder fuerza frente al advenimiento de ideas revolucionarias y concepciones estéticas que priorizaban los sentimientos y la individualidad, se publicó en Alemania, Las cuitas del Joven Werther, una novela epistolar que asentó los pilares sobre los que descansó el sueño del Romanticismo.



Fernando Chelle


lunes, 23 de septiembre de 2024

Lectura de la primera parte del estudio "Goethe, el joven Werther y el comienzo de un sueño"

Lectura de la primera parte del estudio titulado "Goethe, el joven Werther y el comienzo de un sueño", perteneciente al libro "Cadencias que el aire dilata en la sombra" (2018).



Fernando Chelle


viernes, 26 de julio de 2024

Estudio completo de "Las cuitas del joven Werther", de Johann Wolfgang von Goethe

En la segunda mitad del siglo XVIII, cuando las ideas de la ilustración y la estética neoclásica comenzaban a perder fuerza frente al advenimiento de ideas revolucionarias y concepciones estéticas que priorizaban los sentimientos y la individualidad, se publicó en Alemania, Las cuitas del Joven Werther, una novela epistolar que asentó los pilares sobre los que descansó el sueño del Romanticismo.



Fernando Chelle


domingo, 7 de julio de 2024

Goethe, el joven Werther y el comienzo de un sueño (CUARTA PARTE)

En la segunda mitad del siglo XVIII, cuando las ideas de la ilustración y la estética neoclásica comenzaban a perder fuerza frente al advenimiento de ideas revolucionarias y concepciones estéticas que priorizaban los sentimientos y la individualidad, se publicó en Alemania, Las cuitas del Joven Werther, una novela epistolar que asentó los pilares sobre los que descansó el sueño del Romanticismo.



Fernando Chelle



PALABRA ESCRITA RADIO Las cuitas del Joven Werther III

En la segunda mitad del siglo XVIII, cuando las ideas de la ilustración y la estética neoclásica comenzaban a perder fuerza frente al advenimiento de ideas revolucionarias y concepciones estéticas que priorizaban los sentimientos y la individualidad, se publicó en Alemania, Las cuitas del Joven Werther, una novela epistolar que asentó los pilares sobre los que descansó el sueño del Romanticismo.



Fernando Chelle


Goethe, el joven Werther y el comienzo de un sueño (TERCERA PARTE)

En la segunda mitad del siglo XVIII, cuando las ideas de la ilustración y la estética neoclásica comenzaban a perder fuerza frente al advenimiento de ideas revolucionarias y concepciones estéticas que priorizaban los sentimientos y la individualidad, se publicó en Alemania, Las cuitas del Joven Werther, una novela epistolar que asentó los pilares sobre los que descansó el sueño del Romanticismo.



Fernando Chelle


domingo, 23 de junio de 2024

PALABRA ESCRITA RADIO Las cuitas del Joven Werther II

En la segunda mitad del siglo XVIII, cuando las ideas de la ilustración y la estética neoclásica comenzaban a perder fuerza frente al advenimiento de ideas revolucionarias y concepciones estéticas que priorizaban los sentimientos y la individualidad, se publicó en Alemania, Las cuitas del Joven Werther, una novela epistolar que asentó los pilares sobre los que descansó el sueño del romanticismo.



Fernando Chelle


lunes, 17 de junio de 2024

PALABRA ESCRITA RADIO Las cuitas del Joven Werther I

En la segunda mitad del siglo XVIII, cuando las ideas de la ilustración y la estética neoclásica comenzaban a perder fuerza frente al advenimiento de ideas revolucionarias y concepciones estéticas que priorizaban los sentimientos y la individualidad, se publicó en Alemania, Las cuitas del Joven Werther, una novela epistolar que asentó los pilares sobre los que descansó el sueño del romanticismo. 



Fernando Chelle


jueves, 23 de mayo de 2024

Goethe, el joven Werther y el comienzo de un sueño (PRIMERA PARTE)

GOETHE, EL JOVEN WERTHER Y EL COMIENZO DE UN SUEÑO (I)

 

Un pilar en que descansó el sueño del Romanticismo

 

En la segunda mitad del siglo XVIII, cuando las ideas de la ilustración y la estética neoclásica comenzaban a perder fuerza frente al advenimiento de ideas revolucionarias y concepciones estéticas que priorizaban los sentimientos y la individualidad, se publicó en Alemania, Las cuitas del Joven Werther, una novela epistolar que asentó los pilares sobre los que descansó el sueño del romanticismo.



Fernando Chelle


jueves, 15 de febrero de 2018

Colección LETRAS CLÁSICAS, N° 3 "Las cuitas del joven Werther" de Johann Wolfgang von Goethe

III

Johann Wolfgang von Goethe

Las cuitas del joven Werther



  • Editorial: CreateSpace Plataforma Independent Publishing; 1 edición (13 de agosto de 2017)
  • ISBN-10: 1974558282
  • ISBN-13: 978-1974558285


             Las cuitas del joven Werther (Colombia 2017) 
            
Edición en papel (US$):: adquirir AQUI
Edición en Kindle (US$):: adquirir AQUÍ 

Edición en papel (EUR):: adquirir AQUÍ 
Edición en Kindle (EUR): adquirir AQUÍ

Fernando Chelle

miércoles, 30 de agosto de 2017

PALABRA ESCRITA 31

A continuación, les dejo el enlace al programa número 31 de “Diáspora” (jueves 17 de agosto de 2017). Tema central, quinta entrega del estudio de la obra "Las cuitas del joven Werther", de Johann Wolfgang von Goethe.


Fernando Chelle

miércoles, 16 de agosto de 2017

PALABRA ESCRITA 29

A continuación, les dejo el enlace al programa número 29 de “Diáspora” (jueves 22 de junio de 2017). Tema central, cuarta entrega del estudio de la obra "Las cuitas del joven Werther", de Johann Wolfgang von Goethe.


Fernando Chelle

viernes, 30 de junio de 2017

PALABRA ESCRITA 28

A continuación, les dejo el enlace al programa número 28 de “Diáspora” (jueves 15 de junio de 2017). Tema central, tercera entrega del estudio de la obra "Las cuitas del joven Werther", de Johann Wolfgang von Goethe.


Fernando Chelle

viernes, 23 de junio de 2017

PALABRA ESCRITA 27

A continuación, les dejo el enlace al programa número 27 de “Diáspora” (jueves 08 de junio de 2017). Tema central, segunda entrega del estudio de la obra "Las cuitas del joven Werther", de Johann Wolfgang von Goethe.




Fernando Chelle

miércoles, 21 de junio de 2017

PALABRA ESCRITA 26

A continuación, les dejo el enlace al programa número 26 de “Diáspora” (jueves 01 de junio de 2017). Tema central, "Las cuitas del joven Werther", de Johann Wolfgang von Goethe.


Fernando Chelle

miércoles, 3 de mayo de 2017

GOETHE, EL JOVEN WERTHER Y EL COMIENZO DE UN SUEÑO (III)






Un pilar en que descansó
el sueño del Romanticismo

En la segunda mitad del siglo XVIII, cuando las ideas de la ilustración y la estética neoclásica comenzaban a perder fuerza frente al advenimiento de ideas revolucionarias y concepciones estéticas que priorizaban los sentimientos y la individualidad, se publicó en Alemania, Las cuitas del Joven Werther, una novela epistolar que asentó los pilares sobre los que descansó el sueño del Romanticismo.

Por Fernando Chelle


En esta tercera entrega del estudio que vengo realizando de Las cuitas del joven Werther, la novela juvenil de Johann Wolfgang von Goethe (1774), me detendré, como lo indiqué en el artículo anterior, en la carta del 16 de junio, para analizarla literariamente.
Análisis literario de la carta del 16 de junio
Esta es una carta que, al igual que la ya trabajada (10 de mayo), pertenece al Libro Primero. Es un texto que va a marcar un antes y un después dentro de la obra, porque aquí es cuando Werther conoce a Carlota y se enamora perdidamente de ella. Es un texto mucho más extenso que el del 10 de mayo y se podría dividir internamente, por el tratamiento de su temática, en cinco momentos bien diferenciados. En un primer momento, encontramos las vacilaciones de Werther antes de referirle a Guillermo la anécdota que le quiere contar. A continuación, encontramos la parte fundamental de la carta, la narración en sí, que podríamos dividirla en cuatro momentos o secuencias. La primera incluiría los momentos previos al conocimiento de Carlota y las primeras impresiones. La segunda el viaje en el coche, la tercera es la secuencia del baile y la tormenta y finalmente, el cierre de la epístola, con la pareja a solas.
Las vacilaciones de Werther antes de referir la anécdota que quiere contar, quedan explícitas en una especie de diálogo virtual que el joven protagonista establece con su amigo Guillermo. El texto presenta una relación dialógica, aunque Werther no tenga presente a su interlocutor. Lo que hace es desdoblarse, apelar e interrogar a una segunda persona virtual y contestar él mismo suponiendo una posible respuesta de su amigo-receptor. Esto ya lo vemos desde el comienzo de la carta, donde Werther empieza suponiendo una posible pregunta de Guillermo ¿Por qué no le escribe?
La vacilación, los silencios, las pausas del joven artista, están marcadas sintácticamente por puntos suspensivos y se deben a ese nuevo estado que embarga su corazón, a partir del conocimiento de la mujer amada. La alteración emocional que siente, es lo que imposibilita que sea un buen historiador. De todas maneras, Werther, está interesado en contar lo que le ha sucedido. Comienza refiriéndose al conocimiento de Carlota, y lo hace, en primer lugar, resaltando las cualidades de la muchacha. Es alguien que lo ha enamorado, tanto por su personalidad como por su apariencia. Los sentimientos que han nacido en el joven artista, la felicidad que siente por el despertar del amor en su vida, es lo que obstaculiza la expresión, algo similar a lo que le ocurría en la carta del 10 de mayo, que era tal el arrobamiento y la experiencia mística que estaba viviendo en medio de la naturaleza que se sentía incapaz de trazar la menor línea.  Ahora, cuando pretende hablar de Carlota, tampoco puede hacerlo. A esto se le suma el hecho de que la necesidad de ver a su enamorada es más fuerte que la necesidad de escribir, por eso es que decide dejar la pluma y tomar el caballo. Recién al regresar, después de haberla visto nuevamente rodeada de sus pequeños hermanos, es que toma nuevamente la pluma y se pone a escribir.
El segundo momento de la estructura interna comienza con una analepsis, (retrospectiva, salto hacia atrás en el tiempo). Werther, contextualiza a su receptor Guillermo, para que comprenda cómo llegó a conocer a Carlota. Antes de presentar, a la que a la postre terminará siendo su enamorada, el joven artista, se refiere al entorno que la rodea. Hay un pasaje muy significativo antes de que Werther vea por primera vez a Carlota, el del diálogo que se establece en el coche. El joven artista se había comprometido a asistir a un baile campestre con una señorita, que le parecía muy amable, aunque no lo atraía, y con la prima de esta. En un momento previo a la llegada a la casa de Carlota, a quien pasarían a recoger, la señorita pareja de Werther, le informa que va a conocer a una mujer muy hermosa, pero a su vez le advierte que ella está comprometida. Del hombre con quien está comprometida le dice que es honrado y que se encuentra ausente por asuntos de negocios. Por esa breve conversación, ya podemos conocer las diferencias que tiene ese personaje ausente con el joven protagonista y escritor de las cartas. El ausente puede llegar a ofrecer a Carlota un futuro social y económico muy diferente al que le podría ofrecer el joven artista, es, lo que comúnmente se denomina, un mejor partido. A todo esto, llegan a la puerta de la casa de Carlota en medio de una tormenta claramente previsible, que las palabras de Werther tratan de minimizar, con la única intención de tranquilizar a sus acompañantes. Finalmente, Werther, entra a la casa y al ingresar, también estará accediendo, por lo que allí encontrará, a una dimensión emocional de la que ya no volverá. El encuentro es casi teatral y la casa funciona como el gran escenario sobre el que se mueven los personajes, un escenario que tiene mucho de onírico, de celestial. La narración se centra en el impacto visual que le produce a Werther la imagen de Carlota. Se describe la vestimenta de la muchacha, la gestualidad. No hay indicios de que en ese instante Carlota sea consciente de que la están mirando, no hay una actuación por parte de ella, quién convierte en una actuación extraordinaria una escena doméstica, es la mirada de Werther. Si analizamos la disposición escénica de los personajes la joven ocupa el lugar central y alrededor de ella hay seis niños de entre dos y once años. La sencillez de Carlota, se apoya sobre todo en la gestualidad. Hay belleza y armonía entre los movimientos y su accionar. En el hecho de que Carlota de a cada niño un pedazo de pan según su edad y apetito, también está presente la justicia, además de ser una clara alusión a una eucaristía. Con el comportamiento de los niños vuelve a entrar a la escena el sonido ambiente y es como un retorno a la realidad.
En el diálogo que se establece entre Werther y Carlota, seguiremos descubriendo rasgos de la muchacha, como, por ejemplo, la elocuencia al hablar. Werther parece escucharla dentro de un sueño, está completamente obnubilado ante esa presencia, es como un niño más de los que allí participan. La descripción de la vestimenta de Carlota se cierra con los guantes y el abanico, dos elementos femeninos, pero vinculados a lo mundano, no a lo angelical. Carlota, para acercar a uno de los niños con ese extraño personaje que acaba de llegar a la casa, se refiere a Werther como “primo”. Trata, con esa expresión, de que Werther no se sienta como un extraño en esa casa, pero el joven artista, no deja de ver en ese término una muestra de complicidad. En cuanto al parentesco, se estaría tratando de un pariente lejano y esto no sería una imposibilidad para que entre ellos pueda llegar a pasar algo. En las palabras de Carlota, cuando dice, hasta de forma divertida, que lo que ella lamentaría sería que Werther terminara siendo el peor de la familia, hay una anticipación. Werther, al suicidarse, se convertirá en el peor de la familia y esto es algo que Carlota va a lamentar. En las recomendaciones que Carlota da a los niños aparece otro rasgo de su personalidad, la firmeza de su carácter, algo que va a contrastar con el carácter dubitativo de Werther.
La tercera secuencia narrativa en la estructura interna de esta carta, se da dentro del coche en que los personajes viajan a la fiesta. Aquí el narrador va a alternar el estilo directo con el indirecto, ya que, aparte de las reflexiones de Werther, encontramos diálogos, donde Carlota primero conversa con una de las mujeres, luego lo hace con Werther y finalmente se dirige a sus dos compañeras de viaje. Con este pasaje Goethe muestra cuales eran las lecturas predilectas de las mujeres de la época, por ejemplo, Miss Jenny Glanvill, una novela sentimental de Marie Jeanne Riccoboni. Encontramos una nota a pie de página, que implica una ruptura del plano ficcional, que deja en claro que hay un narrador omnisciente. Allí, una voz editorial, interviene, con la excusa de no querer perjudicar a nadie. Con esta nota, Goethe, parece querer decirles a sus contemporáneos, miren que, si yo quisiera hacer una crítica acérrima sobre determinados autores, podría hacerla. Por otro lado, Goethe, al poner a dialogar a sus personajes sobre literatura, sobre autores reales y obras existentes, le da verosimilitud a la obra que nos está presentando. Carlota, que representa un lector medio de la época, tiene una concepción protorromanticista, busca en la literatura sentirse identificada, busca que las obras sean un reflejo de su mundo y es justamente eso lo que está haciendo Goethe en la obra que la contiene. A todo esto, Werther se encuentra extasiado escuchando hablar a Carlota, tanto es así de que se olvida por completo que otras mujeres los acompañan en el coche y se percata de la presencia de ellas, solo cuando Carlota les dirige la palabra. El otro placer referido por Carlota, además de la lectura, es el de la danza, una pasión prohibida. Esto lleva a que el joven artista vea a la muchacha como a alguien apasionado, alguien capaz de transgredir las normas de comportamiento que las mujeres de su clase social deben tener. Esto no será así, y si bien la danza será la protagonista en la escena del baile que se dará a continuación, Carlota, en la novela, no será una transgresora, se adecuará a las normas de conducta consagradas por su clase social. El éxtasis en que se encuentra Werther, lo lleva a reparar, únicamente, en el rostro de Carlota, todo lo demás se difumina, incluso, hasta los sonidos desaparecen de la escena. En este estado de obnubilación es que el personaje desciende del coche y se dirige hasta la casa donde se desarrolla la fiesta, así se lo hace saber nuevamente, de forma explícita, a su amigo y receptor de estas cartas, a Guillermo.
El cuarto momento, o secuencia, de la estructura interna de esta carta del 16 de junio va a tener lugar dentro de la casa. Es un nuevo escenario, para seguir con la metáfora de la representación teatral, con un nuevo decorado y una nueva música de fondo, donde los personajes se van a exponer. Este momento es otro aporte a la presentación de Carlota, ya que la vemos en un ámbito muy distinto al familiar. La danza y la tormenta son los elementos fundamentales de esta secuencia, donde hay momentos de orden y también de caos. Desde el comienzo de la danza, Werther está pendiente de Carlota, lo seducen su forma de bailar, sus movimientos armónicos, su naturalidad, que la diferencia de las otras mujeres que adoptan una actitud artificiosa. Hay una conversación en medio de la contradanza entre Werther y Carlota, donde esta, propone cambiar de pareja y bailar con el joven artista las alemanadas, esto es una muestra de complicidad entre los personajes. Al bailar con Carlota, Werther se siente como trasportado a otra dimensión, se siente potenciado, más ágil, más poderoso, por el simple hecho de tener entre sus brazos a esa mujer, de la que se terminará enamorando profundamente. Lo maravilloso del baile de estos personajes radica en el encuentro de sus cuerpos, en la empatía que sienten al danzar. Quizás las sensaciones que siente Werther al bailar con Carlota sean las que lo hacen ser consciente de la transgresión social en la que están incurriendo con su pareja de baile. El joven reflexiona, se pone por un momento en el lugar del novio de la muchacha y piensa que no le gustaría ser el ausente. Carlota, al bailar con él, está rompiendo una regla social establecida, porque él no es su pareja. El breve pasaje del descanso, en que Werther ofrece dos naranjas a Carlota, muestra claramente los celos del joven artista, él pretende que la joven estime con más valor ese cumplido y cada vez que ésta convida con un gajo a una vecina, él siente como si le dieran una puñalada en el corazón. Cuando retornan a bailar la tercera contradanza inglesa, el estado onírico que viene embargando al protagonista se rompe definitivamente, cuando una mujer, sonriente y amenazadora, le recuerda a Carlota, por dos veces, el nombre de Alberto.
Si reparamos en la presentación que hace Carlota de Alberto, cuando Werther le pregunta por él, notamos que la muchacha resalta de su pareja la formalidad, lo buena persona que es, pero no se refiere al ausente como a alguien a quien ama. Esto es una muestra de que no sólo la pasión se despertó en Werther, sino también en la muchacha. De todas maneras, la referencia a Alberto, supone para Werther un regreso a la realidad, es como si se despertara de ese mundo de ensueño en el que estaba viviendo. Él ya estaba enterado de la presencia de Alberto en la vida de Carlota, se lo habían comentado incluso antes de que conociera a la muchacha, pero ahora la realidad es diferente, porque le basta lo poco que ha vivido junto a ella para ilusionarse. Werther al escuchar el nombre no puede disimular su afectación y el orden que había reinado hasta el momento se resquebraja definitivamente. Justo en este instante es cuando comienza la tormenta, se establece nuevamente en la obra, como ya vimos en la carta estudiada anteriormente, un paralelismo psicocósmico. La tormenta exterior, climática, se corresponde con la tormenta que se desata en el interior del protagonista. Lo que más llama la atención de la tormenta es el sonido de los truenos, que predomina ante la música. El caos se apodera del lugar, muchas mujeres dejan de bailar y son seguidas por sus parejas, hasta que finalmente la música desaparece de la escena. Desde el punto de vista del discurso, vemos como Werther detiene la secuencia narrativa para introducir una reflexión argumentativa en tercera persona. Allí reflexiona sobre el hecho de que la percepción de un acontecimiento infortunado, cuando sucede en medio de un contexto placentero, es mayor.
Frente a los acontecimientos que se dan en el momento, mujeres que se esconden, o lloran y se desesperan, Werther, observa atentamente, pero de forma distante. Esta pasividad, parece más propia de las costumbres femeninas que masculinas, en cambio Carlota, va a jugar un papel mucho más activo que el del joven artista, es como si los roles tradicionales que ocupan los sexos, en estos personajes, estuvieran alterados. Carlota es la encargada de restablecer el orden perdido y para eso propone un juego. Pasamos de una escena trágica (el cuadro de las tres mujeres), a una escena cómica, agradable (la del juego). Esto se da gracias al liderazgo de Carlota, que es el puente entre lo trágico y lo cómico. Werther se encuentra cada vez más seducido por la muchacha y hasta le causa placer, satisfacción, recibir las cachetadas más fuertes de manos de su enamorada. Luego, cuando pasa la tormenta, Werther sigue a Carlota hasta la sala donde habían bailado. Volvemos a ver como siempre la iniciativa es de la muchacha, nunca del joven pintor. Aquí entramos en el quinto y último momento de la estructura interna de la carta.
En la conversación en el camino, Carlota le descubre a Werther su interior, ella había sentido miedo, pero no lo demostró. Carlota es una mujer con una actitud heroica, que puede controlarse y actuar cuando lo cree necesario. Cuando se acercan a la ventana, la percepción del fenómeno climático cambia radicalmente, el sonido de la tormenta deja de ser negativo y se escucha a lo lejos, como un telón de fondo propicio para el encuentro. El clima pasa a ser placentero y los sentidos se agudizan para percibir, fundamentalmente, las imágenes acústicas y olfativas. El retrato de Carlota se detiene en la mirada, lo poético está presente en ese momento, es algo que invade ese instante de silencio, y que reúne a los personajes en el encuentro de sus ojos. De pronto la muchacha pronuncia una palabra, “Klopstock”, haciendo referencia al poeta alemán Friedrich Gottlieb Klopstock (1724-1803) y hay un nuevo encuentro, una nueva empatía, porque Werther al momento interpreta que Carlota se refiere a la oda “El Piadoso” (1759), la que en un fragmento expresa:
“Calla el trueno, se extingue la tormenta, se apagan sus ecos,
mas la voz de los hombres resuena a través de los siglos
y a cada instante anuncia
lo que ha dicho Jehová!”
Hay una intensidad en la expresión de los sentimientos de Werther, aflora su aspecto lacrimógeno. La carta termina con un interlocutor que no es Guillermo, sino Klopstock. Werther, se pone en el lugar del poeta e imagina que podría encontrar lo más apoteósico de su poesía en la mirada de Carlota.


Artículo publicado en la revista digital Vadenuevo www.vadenuevo.com.uy . Mayo de 2017. 

miércoles, 1 de marzo de 2017

GOETHE, EL JOVEN WERTHER Y EL COMIENZO DE UN SUEÑO (II)



Un pilar en que descansó
el sueño del Romanticismo

En la segunda mitad del siglo XVIII, cuando las ideas de la ilustración y la estética neoclásica comenzaban a perder fuerza frente al advenimiento de ideas revolucionarias y concepciones estéticas que priorizaban los sentimientos y la individualidad, se publicó en Alemania, Las cuitas del Joven Werther, una novela epistolar que asentó los pilares sobre los que descansó el sueño del Romanticismo.

Por Fernando Chelle


En el artículo anterior, me detuve en el estudio de las características del movimiento prerromántico europeo y fundamentalmente en Alemania y en el Sturm und Drang. Mi interés fue mostrar el clima intelectual que generó la publicación en el año 1774 de Las cuitas del joven Werther, la novela juvenil de Johann Wolfgang von Goethe, que funcionó como un pilar sobre el que luego descansó el sueño del Romanticismo. Ese artículo se cierra con la síntesis argumental de la novela. En el presente escrito comenzaré a estudiar la obra de forma más pormenorizada, deteniéndome en su estructura, en las fases del enamoramiento del personaje protagónico y en el análisis literario de una de las cartas que contiene, la del 10 de mayo. El estudio de la obra se completará en el próximo artículo, donde me detendré, a mi entender, en la carta más importante, la del 16 de junio.
La novela se encuentra dividida en dos partes, tituladas: Libro Primero (que transcurre en primavera) y Libro Segundo (que transcurre en invierno).
Como ya referí en el artículo anterior, la obra es una novela epistolar. Está compuesta por cartas que van del 4 de mayo de 1771 al 20 de diciembre de 1772. Aparte de esas cartas, que son las que están escritas por el personaje protagonista y van dirigidas a su amigo Guillermo, debemos sumar los textos escritos por el editor, un personaje ficticio, que escribe unas palabras a los lectores al comienzo de la obra, luego un breve texto que titula “Del editor al lector”, que se encuentra después de la carta del 6 de diciembre, y luego, se encargará de continuar refiriendo los hechos sucedidos posteriormente a la carta del 20 de diciembre, hechos que culminan con la sepultura del joven Werther.
En la primera parte, encontramos el traslado de Werther al pueblo de Wahlheim, donde se dedicará a la pintura y a la poesía. Aquí es donde conocerá a Carlota, de quien se enamorará perdidamente y con quien compartirá paseos y conversaciones.
La segunda parte, presenta la llegada de Alberto, prometido de Carlota, al pueblo de Wahlheim y la partida, transitoria, de Werther. Aquí sucederán los cambios trascendentales, entre ellos el casamiento de Carlota y Alberto, que llevarán al suicidio del personaje protagónico.
Varios son los temas que podemos encontrar en la novela, quizá los fundamentales sean: el arte, la naturaleza, el amor (en algunas de sus variantes), lo espiritual, entre otros. Incluso, hay ciertas cartas, lo veremos más detenidamente en los comentarios, en que predomina uno de esos temas enumerados, pero puede aparecer algún otro, casi siempre es así, como tema secundario o complementario del principal. El arte, que es el tema principal de la carta del 10 de mayo, también es el fundamental en la carta del 26 de mayo. El tema de la naturaleza es importantísimo, sobre todo en el Libro Primero, pero está presente en toda la obra. Como referí en el artículo anterior, la naturaleza, en esta obra precursora del Romanticismo, deja de ser un lugar estático y equilibrado y se la ve como un gran organismo que es a su vez origen e inspiración artística. El paralelismo psicocósmico, recuso que se caracteriza por establecer una similitud, una analogía, entre el estado de ánimo de un personaje y ciertos fenómenos de la naturaleza, recurso que tanto utilizó el Romanticismo, ya se encuentra aquí, en Las cuitas del joven Werther. El amor, quizá el tema fundamental de la obra, también está presente en una diversidad de cartas, tanto del Libro Primero, como del Segundo. La carta fundamental donde se desarrolla este tema es la del 16 de junio. Pero el amor es un sentimiento que irá sufriendo variantes en lo que respecta a la relación de Werther con Carlota y esto se ve reflejado en las cartas. La carta del 16 de junio está centrada en el momento en que Werther conoce a su amada, pero luego vendrán las visitas y los paseos, luego los celos y la distancia y finalmente el regreso al pueblo, la no correspondencia en el amor y el suicidio. Todos esos cambios, que conllevan emociones diferentes en la vida del protagonista están reflejados en las cartas. Por ejemplo, y sin irnos del tema del amor, en el Libro Primero, aparte de la carta del 16 de junio, encontramos la del 8 de julio donde el protagonista expresa la incertidumbre acerca de si es correspondido su amor o no y la carta del 18 de julio, que contiene una extensa reflexión acerca del amor. En el Libro Segundo, la breve carta del 3 de septiembre, donde Werther se refiere a su amor y repara en el hecho de que Carlota también es amada por otro. El 4 de septiembre, envía la carta donde cuenta la historia de un muchacho del pueblo que está perdidamente enamorado de su ama y compara esa situación con la suya. Podríamos referirnos también a la carta del 21 de noviembre, donde vemos esa confusión, esas falsas ilusiones, tan normales por otra parte, que se hace el protagonista por el simple hecho de que Carlota le dice “querido”. En fin, el tema del amor está de alguna manera en prácticamente la mayoría de las cartas que componen la obra. Pero específicamente en el libro segundo, que comienza con Werther alejado de Carlota, en una especie de exilio amoroso, y que prosigue con su regreso, la vuelta a la soledad y finalmente el suicidio, se suman a los temas ya referidos, el de la Locura, el de los malos espíritus y, por supuesto, el del suicidio.

Análisis literario de la carta del 10 de mayo
Esta es una carta que pertenece al Libro Primero, es la segunda epístola que el joven protagonista le envía a su amigo Guillermo. El tema predominante en el texto es el artístico, el conflicto que se establece entre la vivencia y la creación artística, pero la naturaleza, vista como un lugar de soledad, inocencia, refugio, es un tema secundario que viene a complementar el principal. Se trata de un relato muy breve, dividido en cuatro párrafos. Los dos primeros párrafos funcionan como una introducción donde encontramos la presentación del conflicto fundamental de la carta, la imposibilidad de la creación artística, en medio de una experiencia mística, una vivencia placentera y absoluta. El tercer párrafo encierra lo que denominaré cuadro verbal, por tratarse de una pintura, pero a través de la palabra, donde el personaje está incluido y a su vez funciona como un transmisor, un traductor, de la creación, que bien podríamos llamar, divina. Por último, en el párrafo con que se cierra la carta, encontramos un desdoblamiento del narrador, donde el Werther que vive la experiencia mística le habla al Werther artista.
La carta comienza con esta introducción:
Semejante a una de esas suaves mañanas de primavera que dilatan mi corazón, priva en mi espíritu una gran serenidad. Estoy solo y gozo y me regocijo de vivir en estos sitios, creados para almas como yo. 
Me siento tan feliz, amigo mío, estoy tan absorto en el sentimiento de una plácida vida, que hasta mi talento resiente su efecto. Mi pincel y mi lápiz no podrían trazar hoy la menor línea, dibujar el menor rasgo, y no obstante, jamás me he sentido tan gran pintor como hoy. 

En el primer enunciado de la carta encontramos el estado de ánimo, la vivencia de Werther. La expresión de ese estado de ánimo se da a través de una comparación, específicamente, de un símil. Generalmente en una comparación, la primera parte, hace referencia a aquello de lo que se habla y las segunda, se refiere a aquello con lo que se lo compara, pero en este símil de Goethe, este orden está invertido. De manera que estamos frente a una comparación, que encierra un hipérbaton, o sea, una alteración en el orden lógico de la frase, y el nexo comparante, en lugar de encontrarse en el centro de los elementos comparados, se encuentra al comienzo del enunciado. Más allá de mostrar el estado de gratitud de Werther, el símil muestra lo gozosa que resulta ser la primavera para el joven artista. Es que la carta transcurre en primavera y nos muestra un personaje en estado de felicidad, ya que en la novela se va a establecer un paralelismo psicocósmico, donde va a existir una correspondencia entre el estado de ánimo del personaje y la estación del año que está viviendo.
En el segundo enunciado, el que cierra el primer párrafo de la carta, encontramos una confesión directa del personaje. Está solo, en medio de la naturaleza y se encuentra feliz. Se halla en un lugar que le permite encontrarse con sí mismo y a su vez comunicarse directamente, con lo que podríamos denominar, desde un punto de vista panteísta, la divinidad. Ese deleite por los lugares intactos, no contaminados, va a ser una característica inequívoca de los escritores románticos, que al igual que como sucede con Werther en este pasaje, verán en la naturaleza un refugio, una muestra de la divinidad, un lugar que no se encuentra contaminado por el mercado de las grandes ciudades.
En el segundo párrafo, Werther continúa reparando en su estado de ánimo y hace referencia a cómo este repercute en su obra. La dicha que lo embarga afecta su quehacer artístico, pero no al artista, su sentir sigue intacto, y el quehacer artístico no desaparece de su horizonte de expectativas. Se establece allí un conflicto, entre la creación artística y la vivencia artística y se da la paradoja, que Werther, incluso no realizando nada, se siente un gran pintor.
El tercer párrafo de la carta constituye lo que he denominado, cuadro verbal.
Cuando los vapores de mi querido valle suben hasta mí y me rodean, y el sol en la cima lanza sus abrasadores rayos sobre las puntas del bosque oscuro e impenetrable, y tan sólo algún dardo de fuego puede penetrar en el santuario, tendido cerca de la cascada del arroyo, sobre el menudo y espeso césped, descubro otras mil hierbas desconocidas; cuando mi corazón siente más cerca ese numeroso y diminuto mundo que vive y se desliza entre las plantas, ese hormigueo de seres, de gusanos e insectos de especies tan diversas de formas y colores, siento la presencia del todopoderoso que nos creó a su imagen, y el hálito del amor divino que nos sostiene, flotando en un océano de eternas delicias. 
Este joven pintor, que se encuentra imposibilitado de trazar la menor línea y de dibujar el menor rasgo, le da paso al artista verbal, al escritor, quien logra la pintura, a través de la palabra. En ese cuadro, el artista está contenido, es parte de la pintura, pero a diferencia del arte pictórico, que es estático, aquí nos enfrentamos a un cuadro viviente. Esta obra de arte pictórica-verbal, donde los elementos son referenciados de forma descendente, ya que del sol se desciende hasta las hierbas más mínimas, es posible por la consustanciación del artista con la naturaleza. El sistema de percepción es agudo y contempla diferentes sentidos; el tacto, en el espeso césped; el oído, en el sonido de la cascada del arroyo y finalmente lo visual, que va desde lo más notorio hasta ese diminuto mundo que vive y se desliza entre las plantas. En esa vivencia placentera y absoluta de Werther en medio de la naturaleza hay una experiencia mística, no solo desde un punto de vista panteísta, donde la presencia divina estaría en todos los elementos de la naturaleza misma, sino también en el sentir del personaje, que refiere a la presencia de un dios al que llama todopoderoso, concepción deísta, donde Dios es el creador y está separado de la naturaleza humana. De manera que, en esta experiencia hay una convergencia, un sincretismo de concepciones espirituales, elemento este, que será característico del pensamiento romántico.
¡Oh, amigo! Cuando ante mis ojos aparece lo infinito sintiendo el mundo reposar a mi alrededor, y tengo en mi corazón el cielo, como la imagen de una mujer querida, dando un gran suspiro, exclamo: “¡Ah, si pudieras expresar, estampar con un soplo sobre el papel lo que vive en ti con vida tan poderosa y tan ardiente; si tu obra pudiera reflejar tu alma, como ésta es el espejo de un Dios infinito…” Pero, ¡ay, querido amigo! Me pierdo, me extravío y sucumbo bajo la imponente majestuosidad de esta visión. 
Este es el párrafo con que se cierra la carta, donde encontramos un desdoblamiento del narrador, donde el Werther que vive la experiencia le habla al Werther artista. La experiencia mística es tan maravillosa, que despierta, en el Werther que la vive, la necesidad de decirle al Werther artista lo fantástico que sería poder llegar a plasmar y perpetuar, tanta belleza y tanta dicha. Es una vivencia “poderosa” y “ardiente”, y la expresión artística de una vivencia tal, sería el espejo del alma del artista, que a su vez es el espejo de la divinidad. Este juego especular, muestra, en última instancia, que la obra plasmada con el poder y el ardor necesario por parte del artista, es una muestra de la divinidad.
En el final de la carta, Werther se dirige nuevamente a Guillermo, el receptor, para expresarle que se siente gozosamente derrotado ante la experiencia mística. Es el Werther artista, el que se pierde y se extravía ante la imponencia y la majestuosidad.[1]




[1] En el próximo artículo, analizaré literariamente la carta del 16 de junio, finalizando de esa forma el estudio de la novela epistolar de Johann Wolfgang von Goethe, “Las cuitas del joven Werther”.

Artículo publicado en la revista digital Vadenuevo www.vadenuevo.com.uy . Marzo de 2017. 

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