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viernes, 18 de abril de 2025

Caminando hacia la poesía de Federico García Lorca

Caminando hacia la poesía de Federico García Lorca. Pasos previos al encuentro con el gran poeta de la generación del 27. Federico García Lorca, el poeta culto y popular, el tradicional y vanguardista. En este primer artículo, comienzo de un camino que nos conducirá al estudio de algunas de sus poesías más representativas, se revisa el concepto de generación y también se repara en algunos aspectos fundamentales de la generación del 27.



Fernando Chelle


miércoles, 4 de diciembre de 2019

POÉTICA DE FEDERICO GARCÍA LORCA


Encuentro con el gran poeta de la generación del 27

Federico García Lorca, el poeta español más conocido y leído de todos los tiempos. Este segundo artículo, previo al estudio de varias de sus poesías más representativas, revisa algunas características de su obra poética.

Por Fernando Chelle  

En el artículo anterior, con el estudio de algunos aspectos fundamentales de la Generación del 27, comencé lo que denominé como “una caminata” hacia la poesía de Federico García Lorca, el poeta español más conocido y leído de todos los tiempos. Y especifico que la caminata fue hacia la poesía, porque tratándose de este autor, podría haber sido hacia la dramaturgia, hacia sus obras mayores (tragedias y dramas), o hacia su teatro breve (farsas y comedias). También podría haber sido una caminata hacia su obra en prosa, ya fuera que me detuviera en su primer libro Impresiones y paisajes (1918) o en alguna de sus conferencias. Pero no, me detendré únicamente en su poesía. Tampoco estudiaré en profundidad todos sus libros de poemas, ni hablaré del contexto histórico y biográfico en que se produjeron. No, con este artículo, lo que pretendo es dar una visión muy general de su poesía y a su vez allanar el camino que me llevará a lo que realmente me interesa, el análisis literario de algunos poemas concretos.
La poesía de Federico García Lorca es muy diversa, difiere considerablemente entre un libro y otro. Y si bien es cierto que hay obras muy cercanas temáticamente, como es el caso de Poema del cante Jondo (1921) y el Romancero Gitano (1927), la verdad es que podemos encontrar diferencias temáticas y estilísticas muy considerables, si comparamos esas obras de impronta netamente andaluza, por ejemplo, con su inicial obra juvenil, modernista y neorromántica Libro de poemas (1920), o con una obra de madurez, claramente influenciada por las vanguardias, como Poeta en Nueva York (1930). Aunque claro, en realidad nunca sabremos cuál hubiera sido la verdadera madurez poética de este autor si su vida no hubiera sido segada tan prematuramente, con apenas 38 años. Pero bueno, no tenemos más alternativa que trabajar y establecer las posibles etapas poéticas de Federico García Lorca con las obras que nos dejó. Hay tres etapas poéticas en la vida del autor. La primera está compuesta por los primeros poemarios (utilizo las fechas de composición), a saber: Libro de poemas (1920), Poema del cante jondo (1921), Primeras canciones (1922) y Canciones (1924). Libro de poemas es una antología de poesía juvenil donde ya podemos encontrar versos muy bien logrados. Son textos, por lo general, marcados por la tristeza, por el amor sin esperanza, donde se puede ver la influencia de autores como el nicaragüense Rubén Darío y los españoles Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez. Poema del cante jondo es una obra de inspiración folclórica muy importante, con una clara unidad temática. Con ella García Lorca comienza la línea neopopularista que culminará en el Romancero Gitano. Los libros Primeras canciones y Canciones son obras muy versátiles, allí el autor experimenta con algunas formas populares como el romance, y también con composiciones que tienen origen en los juegos, en la música, en las canciones infantiles y en las danzas andaluzas.
El Romancero gitano (1927), es una obra que comprende por sí sola la segunda etapa de la poesía de Federico García Lorca, ya que se trata de su poemario más importante. Lo fecho en 1927, que es el año en que se terminó de componer, porque este es el criterio que he utilizado con todos los trabajos, ya que siempre existe una distancia en las obras de García Lorca, entre las fechas de composición y las de publicación. En esta obra concretamente, si establecemos una comparación con otras, la distancia es menor, ya que fue escrita entre los años 1922 y 1927, y se publicó en la Revista de Occidente en abril de 1928, casi inmediatamente después de haber sido terminada. Se trata de dieciocho poemas, donde se sintetiza la tradición poética popular española con la poesía culta, a través de la utilización del romance tradicional de verso octosílabo. Del viejo Romancero, Federico García Lorca hereda el fuerte componente narrativo, lo dialógico y, si se quiere, hasta lo dramático, mientras que del romance culto del Siglo de Oro hereda un estilo lingüístico depurado, enriquecido estéticamente. Pero quizás lo más singular de García Lorca en la obra es que utiliza el romance para expresar una temática vinculada estrictamente al mundo andaluz, concretamente, la de la cultura gitana. Él se sintió seducido por lo mítico del mundo gitano, una visión mítica sincrética, que mezcla elementos de distintas culturas por el simple hecho de que proviene de un pueblo errante. Se trata de una visión que está muy vinculada con lo poético, porque no es racional y ve al mundo como un verdadero tejido unitario, donde todo es solidario y donde no se establecen distinciones entre lo real y lo imaginario, ni entre lo natural y lo sobrenatural. Pero si bien es cierto que la visión mítica gitana es fruto de una tradición antigua y errante, los gitanos descritos en la obra forman parte de un pueblo sedentario. Viven en las orillas de las ciudades andaluzas, al margen de la sociedad, perseguidos por quienes defienden un orden completamente ajeno al de su cultura. Se trata de un pueblo consciente y orgulloso de su particularidad, que defiende sus tradiciones culturales y artísticas, pero que sufre. Ese dolor antiguo, la “pena gitana” es otro de los elementos de esa cultura que también fascinó a Federico García Lorca. Esa pena, una especie de fatalidad trascendental que nace y muere con el gitano, aparece representada de forma magistral en un personaje como Soledad Montoya, protagonista del “Romance de la pena negra”, uno de los textos que analizaré literariamente en un artículo posterior.
La tercera etapa en la poesía de Federico García Lorca está compuesta por sus últimos trabajos poéticos, a saber: Poeta en Nueva York (1930), Llanto por Ignacio Sánchez Mejías (1934), Seis poemas gallegos (1935), Diván del Tamarit (1936) y Sonetos del amor oscuro (1936). Poeta en Nueva York es una obra vanguardista, fruto del impacto que le produjo al poeta conocer la imponente ciudad estadounidense, una metrópolis moderna completamente alejada de la naturaleza. Hay aquí una toma de conciencia, y a su vez un rechazo a la deshumanización de la gran ciudad capitalista, a la alienación en la que viven los individuos, y también al trato injusto y discriminatorio que se les da a las minorías sociales. Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías es una sentida elegía compuesta de cuatro poemas, escrita como homenaje al torero y escritor sevillano Ignacio Sánchez Mejía, quien murió en agosto de 1934, dos días después de haber recibido una cornada en la plaza de toros de Manzanares. Seis poemas gallegos, como bien lo señala el título, son seis textos escritos en lengua gallega, con los que el poeta andaluz pretende homenajear a una cultura que tanto lo sedujo. Diván del Tamarit es una obra en donde García Lorca estéticamente continúa lo comenzado en Poeta en Nueva York, pero donde de alguna manera regresa a su Andalucía, aunque ya no con lo mítico del mundo gitano, sino más bien mostrando algunos aspectos del mundo arábico. La temática de la obra gira fundamentalmente en torno al tema del amor, de un amor vinculado estrechamente con el dolor, con la frustración y también con la muerte. Los Sonetos del amor oscuro son once poemas de tono amoroso, donde volvemos a encontrarnos, como en la obra anterior, con un amor que, si bien no está exento de deseo y de erotismo tampoco lo está de dolor, de violencia y de frustración.
Para finalizar. Como ya señalé, la poesía de Federico García Lorca es diversa, la experiencia estética es muy distinta entre una obra y otra. Sin embargo, y esto es algo que lo podremos comprobar a partir del próximo artículo en los análisis literarios, hay algunos símbolos recurrentes, como el agua, la sangre, la luna, el caballo, los metales. También suelen repetirse algunos temas, como la vida, la muerte, el amor, la esterilidad, entre otros.

Artículo publicado en la Revista digital Vadenuevo  https://new.vadenuevo.com.uy. Montevideo, Uruguay.

jueves, 8 de agosto de 2019

CAMINANDO HACIA LA POESÍA DE FEDERICO GARCÍA LORCA


Pasos previos al encuentro con el gran poeta de la generación del 27

Federico García Lorca, el poeta culto y popular, el tradicional y vanguardista. En este primer artículo, comienzo de un camino que nos conducirá al estudio de algunas de sus poesías más representativas, se revisa el concepto de generación y también se repara en algunos aspectos fundamentales de la generación del 27.

Por Fernando Chelle  

En este artículo, primer paso que me llevará al estudio de la poesía de Federico García Lorca, me referiré a algunos aspectos vinculados a la poesía de la generación del 27. No estudiaré en profundidad a ese grupo de escritores españoles de la década del 20 del siglo pasado, que se reunió en el Ateneo de Sevilla en 1927, para homenajear al poeta cordobés Luis de Góngora, a los trecientos años de su muerte. Primero haré una revisión del concepto de generación, y luego algunas señalizaciones puntuales al servicio de mi interés.

Revisión del concepto de generación
El problema con la generación del 27 es que se la reduce a posturas muy arbitrarias y también estáticas. Esto lo podemos apreciar también con respecto a la generación del 98, algo a lo que ya me referí en Palabra en el tiempo (Colombia 2019), la obra donde estudio la poesía de Antonio Machado. Porque parece como si únicamente cuatro o cinco rasgos definieran a la generación, cuando los procesos artísticos suelen ser más complejos y menos simplificadores. En primer lugar, se vincula al grupo de escritores con una fecha representativa de la historia nacional, el referido homenaje a Góngora, como lo fue la pérdida de las colonias españolas en el caso de la generación del 98, y esto es algo que tiende a inmovilizar un proceso que de por sí es dinámico. Es como si quisieran hacernos ver que todo lo que respecta a una generación estuviera vinculado a una fecha y no es así. Por el contrario, el concepto de generación es a-histórico y a-cultural porque tiende a separar a la generación de todos los procesos culturales que aparecen a su alrededor. Como las generaciones son propias de un solo país, se dejan de lado procesos culturales más amplios, por ejemplo, lo que pasa en otros lugares. Esta postura aislacionista no hizo más que favorecer al nacionalismo, y sirvan como ejemplo para corroborarlo las posturas de defensa de la generación del 98 que tuvo el franquismo. A estos elementos tendríamos que sumarle que el concepto de generación no toma en cuenta la evolución del grupo, ni de cada uno de los autores que integran el grupo, porque indudablemente cada uno de ellos continuó con su propia producción. Además, si únicamente vinculamos autores por lo que sucedió en determinada fecha, tendríamos que detenernos sólo en los aspectos de las obras de esos autores que están influenciados o se refieren al hecho histórico, lo que termina siendo empobrecedor, porque no se repara en la totalidad de la producción. También el hecho de incluir a los autores dentro de una generación por la presencia de determinados rasgos en sus obras es un juicio, no sólo reductor, sino que lleva a valoraciones erróneas, porque se tiende a infravalorar a las producciones que no se condicen con los rasgos que se supone deben tener las obras de la generación. Pero quizás uno de los criterios más ilógicos para incluir a los autores dentro de una generación, si es que esta se define por las obras surgidas en torno a un hecho histórico concreto, es el de la fecha de nacimiento. Si los autores escriben influenciados por una figura como la de Góngora, como es el caso de los hombres del 27, o lo hacen por el clima intelectual que supuso la pérdida de las colonias españolas, como es el caso de los hombres del 98, qué importancia puede tener el hecho de que existan menos o más de quince años de diferencia entre el nacimiento de uno y otro. Además de que la temática de una obra no tiene por qué estar relacionada con la fecha de nacimiento del autor, este último criterio extraliterario es el que deja afuera de las generaciones a autores como Juan Ramón Jiménez, porque no nació dentro de determinadas fechas. Finalmente, volviendo a lo literario, las generaciones se han caracterizado por encerrar dentro de ellas a autores que cultivan determinado género. Por ejemplo, los hombres de la generación del 27 son poetas, cabe preguntarse, entonces, qué pasó con los novelistas que nacieron por esos años. En fin, parece que los que sí han estado de acuerdo con el término “generación”, y con la creación de numerosas generaciones, han sido los marketineros de las editoriales. A partir de los años 60, las editoriales comenzaron a formar generaciones de forma indiscriminada, por supuesto que, con un criterio comercial, no académico. Sólo bastaba juntar un grupo de poetas, que como sabemos son los que menos venden, hacer una antología, publicarlos con el nombre de generación y no correr riesgos económicos.

La generación del 27
Con todo, y tomando en consideración cada una de las palabras del apartado anterior, cabe decir que el grupo de poetas conocido como generación del 27, es bastante compacto. Casi todos se conocieron en la residencia de estudiantes de Madrid y nacieron dentro de ese arbitrario período de tiempo de quince años (1891, Pedro Salinas - 1905 Manuel Altolaguirre). Podría hacer referencia a muchísimos nombres, pero baste decir que entre los poetas más citados de la generación se encuentran Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre, Federico García Lorca, Luis Cernuda, Rafael Alberti y Manuel Altolaguirre.
Se trata de un grupo de poetas que vio en la figura de Góngora, un escritor que había sido excluido, o subvalorado por la literatura académica, alguien a seguir, a imitar. Vieron en él a un representante de la historia poética española con una gran capacidad metafórica, y esto es algo que les interesa mucho. Los hombres del 27 no se caracterizan por creer en la inspiración, sino por trabajar concienzudamente con la palabra, por llevar el lenguaje a una dimensión estética superior, y Góngora, en ese sentido, fue un maestro. En realidad, estos poetas bebieron fundamentalmente de dos fuentes, la que les ofrecía la tradición española, y allí está como uno de los tantos ejemplos el Romancero gitano (obra a la que me referiré en un artículo posterior), que se nutre del romancero tradicional, y la fuente vanguardista (futurismo, dadaísmo, surrealismo, cubismo, creacionismo, expresionismo, ultraísmo), de donde recogen esa liberación metafórica, que es también lo que a su vez exaltan de Góngora. Todos los poetas de la generación del 27 conciben a la poesía como una aventura del conocimiento, que a su vez implica un trabajo con el lenguaje. Pedro Salinas dijo: “la poesía es una aventura hacia lo absoluto”, una forma de conocer a través del lenguaje, no lo aparente, sino el significado profundo, verdadero, de las cosas. Federico García Lorca, dijo: “si es verdad que soy poeta por la gracia de Dios —o del demonio—, también lo es que lo soy por la gracia de la técnica y del esfuerzo, y de darme cuenta en absoluto de lo que es un poema”. Vicente Aleixandre, dirá que la poesía es una “clarividente fusión del hombre con lo creado”. Por su parte Dámaso Alonso, dijo que la poesía “es una frenética búsqueda de ordenación y de ancla”, o sea, una especie de asidero con el entorno. El yo lírico que utilizan estos poetas, por lo general, no es anecdótico. No conocemos a través de las poesías del 27 las circunstancias existenciales, o los sentimientos de los poetas, sino que se trata de textos despersonalizados que trascienden las circunstancias puntuales. Es lo que Ortega y Gasset calificó como arte deshumanizado, refiriéndose a las vanguardias, un arte que elimina los ingredientes humanos, y se detiene en lo puramente artístico. Todos fueron poetas que trataron de expresar una realidad esencial, no la cotidianeidad, sino la realidad trascendente, las conductas y sentimientos que terminan siendo permanentes. Tomemos como ejemplo para mostrar lo que quiero decir, los siguientes versos de Rafael Alberti:

Una bala y dos metros de tierra solamente
— les dieron.
Y el campo
dio en vez de trigo cruces.

Vemos, en los versos citados, como el poeta trata de captar lo universal y permanente por encima de lo puntual. Allí no nos enteramos de los detalles de la guerra civil española, sino que, a través de una imagen, llegamos a percibir lo esencial, lo que es común a todas las guerras.
La generación del 27 supuso una especie de síntesis entre lo tradicional y lo vanguardista y también entre lo popular y lo culto. En su interés por renovar el trabajo con el lenguaje, tendríamos que resaltar la importancia, fundamentalmente de dos escritores: la del padre de las greguerías, el gran escritor vanguardista, Ramón Gómez de la Serna, y la del padre de la poesía pura, el magnífico Juan Ramón Jiménez. La importancia del primero fue ser en España un gran difusor, a través de revistas, de las diferentes vanguardias, fundamentalmente del futurismo. En tanto la importancia de Juan Ramón radicó en ser un precursor, dentro de la poesía española, de muchos de los aspectos que fueron tomados como fundamentales por los hombres del 27, como por ejemplo el uso de un lenguaje escueto, reducido, donde la poesía se presenta como algo esencial, despojada de todos los elementos anecdóticos. Esa poesía intelectual, desnuda, prácticamente sin referencias al mundo exterior, es la poesía pura juanramoniana, la de sus libros Diario de un poeta recién casado (1916) y Eternidades (1918).
Federico García Lorca es el poeta más conocido de la generación del 27, y no sólo eso, es el poeta español más conocido y leído de todos los tiempos. De su poesía y de sus estilos poéticos, me ocuparé en el siguiente artículo.  

Artículo publicado en la Revista digital Vadenuevo  https://new.vadenuevo.com.uy. Montevideo, Uruguay.