miércoles, 19 de septiembre de 2018

Poesía: El pasado



(Poema tomado del libro Las flores del tiempo)




El pasado

El pasado no sólo es otro tiempo,
es otro espacio,
a veces llega en un perfume
un falso pretérito
a veces interpretamos en una foto
un instante ficticio,
el pasado es lo que creo que fue
y eso vive en mi mente,
una ficción de fugas voluntarias e involuntarias
una lectura arbitraria y subjetiva.

Fernando Chelle


   
·         Editorial: CreateSpace Plataforma Independent Publishing; 1 edición (20 de febrero de 2018)
·         ISBN-10: 1985749335
·         ISBN-13: 978-1985749337

Las flores del tiempo (Colombia 2018). 
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Foto: tomada de aquí

lunes, 17 de septiembre de 2018

Prólogo al libro de Jesús Urbina "La hora del olvido"



EL TIEMPO DE LA PALABRA

El tiempo que a los hombres
trae el amor o el oro, a mí apenas me deja
esta rosa apagada, esta vana madeja
de calles que repiten los pretéritos nombres
Jorge Luis Borges

A lo largo de la historia de la cultura, la poesía, como manifestación artística particular, ha sido hija del tiempo en el que se ha gestado. Ya sea que ponga el énfasis en la divinidad como en la Edad Media, o en el hombre como lo hizo en el Renacimiento, ya sea que se someta a la razón y a las reglas como en la Ilustración, o que se revele frente a lo establecido poniendo de manifiesto la pasión como lo hizo el Romanticismo, la manifestación poética, la expresión artística con la palabra a la que llamamos poesía, a excepción de la popular y la épica, ha sido siempre una empresa rigurosamente individual. En ese sentido, cuando nos enfrentamos a un trabajo poético, de alguna manera estamos ingresando en la intimidad de una individualidad, independientemente de la época en la que la obra se gestó. Claro que hay trabajos poéticos, pienso fundamentalmente en algunos de las vanguardias, donde la individualidad parece difuminarse, donde la intención de ruptura, de creación de nuevas formas expresivas es lo que prevalece. Pero al leer, Más allá del silencio, primera obra poética (publicada) de Jesús Urbina, sí sentimos que nos estamos enfrentando a un trabajo individual, original, íntimo, con un tono casi confesional. Si bien está claro, que debemos diferenciar al sujeto lírico del biográfico, que la voz poética no deja de ser una creación, así como lo es la voz del narrador en una novela, pareciera como si a medida que nos vamos adentrando en el libro de Urbina, vamos siendo testigos de una confesión, de una poesía que funciona como una especie de catarsis, donde el poeta a partir del hecho estético da cuenta de sus experiencias vitales.
Es una obra que está atravesada por el tema de la imposibilidad. Hay una constante reflexión existencial por parte de una voz lírica que, desde la decadencia, desde la consciencia de la dificultad de la concreción artística y vivencial, mira y recrea el pasado con que se termina construyendo la poesía. Esa imposibilidad a la que se enfrentaba Bécquer, al querer expresar el himno gigante y extraño con un lenguaje rebelde y mezquino, es comparable a la que se enfrenta Urbina cuando quiere expresar el canto de ese pájaro herido que ha sido presa del olvido. El poeta sabe que su palabra es “una raíz sin tierra”, pero lo intenta, aunque “la llaga arde”. Hay otro tema en el que podríamos comparar a este poeta con el del autor de las Rimas, y es la presencia constante del “tú” amoroso. Porque si bien, la poesía de Urbina pareciera que fuera una confesión del “yo”, está directamente vinculada con la presencia de un “tú”, que al igual que el “yo” es presente, pero, sobre todo, evocación de un pasado luminoso. El contraste con ese pasado, la impotencia del yo lírico al querer expresar el condicionamiento de lo que se ha deteriorado, lo lleva a utilizar en distintos poemas, algunos símbolos con los que su poesía se universaliza. No hay en la voz lírica un tono elegíaco, melancólico o angustiado acerca de lo que se ha perdido en la vida y de lo que implica entrar a vivir los años maduros. Sin embargo, el ir creciendo, el ir poniéndose viejo, tampoco está visto por este poeta con ese prestigio asociado con la experiencia, con la plenitud del saber, con que ha gozado esta etapa de la vida en nuestra cultura. La vejez aquí es el tiempo de los “cuchillos en el alma”, es el tiempo donde se carga una cruz, pero sin fe. También, este tiempo en el que parece ir ingresando el yo lírico, atalaya desde donde mira y siembra la palabra, parece ser el tiempo del olvido. Un olvido que se resiste a ser completamente, que es penumbra, que es vestigios de un montón de recuerdos con que el poeta recrea una ficción que lo atormenta.
No he querido comentar específicamente los poemas en este prólogo, sino dar una visión general de lo que usted, querido lector, leerá en el libro una vez que yo me calle definitivamente y se lo permita. Pero antes de hacerlo, me resulta imperioso referirme brevemente al papel que juega la poesía en la concepción de esta obra. En el texto titulado “Epitafio” el poeta dice, entre otras cosas, “Aquí yace … aquél que creyó en el verso”. Durante toda la obra, la voz lírica es consciente de la dificultad de la expresión, del paso del tiempo, del olvido, pero cree en el verso. Cree aun cuando sabe que “hay algo en el poema que no escapa de la muerte”. Y es precisamente esa creencia la que posibilita que el poeta nos regale su voz, una voz profunda, con hondura poética.
Tuvo que pasar mucho tiempo, para que Jesús Urbina, “Más allá del silencio” en el que estaba sumido se presentara en el escenario de las letras colombianas, con una voz que el tiempo seguramente recordará como digna representante de la gran literatura nortesantandereana.

Fernando Chelle
San José de Cúcuta, 7 de agosto de 2018 



Prólogo al libro de Jesús Ovallos "Mártir"




PRÓLOGO
Jesús Daniel Ovallos, un aire puro más allá de los estoraques

Es común escuchar, cuando se habla de literatura escrita por nortesantandereanos (para no usar el discutible término de literatura nortesantandereana), nombres como los del escritor y político José Eusebio Caro, como el del escritor y periodista Jorge Gaitán Durán y como el del poeta Eduardo Cote Lamus, sólo por nombrar los tres más destacados. Claro que hay muchos otros, y con obras que sin duda disputarían el podio de privilegio que ocupan los mencionados, pero tristemente, en ocasiones la historia de la literatura se encuentra aparejada con la historia política o nace de la pluma oficial de algún intelectual de turno, que se encarga de exaltar ciertos nombres y pasarlos a la posteridad en letras de molde. Afortunadamente nos ha tocado vivir un momento histórico donde la visibilidad de los artistas, no hablo sólo de los escritores, es mucho más evidente, una época donde definitivamente se han alterado los rígidos mecanismos tradicionales de difusión cultural. Digo todo esto, precisamente porque me voy a referir a un libro escrito por un nortesantandereano contemporáneo, por Jesús Daniel Ovallos, un joven ocañero que con “El mártir”, un conjunto de relatos breves que conforman su ópera prima se presenta como una bocanada de aire puro, dentro de la literatura escrita en el nororiente colombiano. El libro está compuesto por seis relatos cortos, con temáticas diferentes, pero con un buen manejo del material narrativo todos ellos. Es destacable como Ovallos, recurriendo a la economía verbal, logra manejar la tensión narrativa y atrapar al lector con historias que siempre guardan una dosis de suspenso.  Cuando digo economía verbal, no me refiero a la evasión de la descripción del detalle, que muchas veces está presente cuando el texto la demanda, sino que quiero decir, que hay una voluntad explícita del autor de alejarse de un lenguaje recargado, amanerado, anacrónico. Veamos como en el cuento “El mártir”, por ejemplo, como con unas pocas pinceladas precisas, el autor nos pinta narrativamente un tipo ideológico reconocible en la figura del capitán Matallana, cuando este se refiere a los rojos:
–Recientemente– retomó el capitán –han conseguido muchos adeptos entre los colegiales, entre los poetas borrachos y los degenerados disfrazados de intelectuales. Los estudiantes se están dejando ensuciar los oídos con las patrañas liberadoras, que no son sino depravación deprimida, señor Obispo…

El lector se encontrará en este libro, en primer lugar, con la soledad del samaritano en Tanatocracia. En principio, un espectador de la barbarie irracional impulsada por una secta fantasmagórica que incita a la autoeliminación de los habitantes del pueblo, luego, víctima también él de ese estado de cosas.
Cándido Can, si se quiere título emblemático, porque llama la atención sobre el perro, de manera que, como lectores, sólo con leer el título, esperamos que, en el desarrollo de la acción del relato, el perro juegue un papel fundamental. Pero como en toda buena narración aparecen allí diversos aspectos del mundo que rodean y a su vez contienen el hecho narrativo. En este sentido es interesante el punto de vista que elige el autor, porque pareciera como si los hechos que narra fueran vistos por los habitantes de esa vecindad a la que se mudan los dueños de Karenin, el cándido can. Ellos son testigos de los cambios que experimenta la pareja, los que ven al camión de mudanzas y a Karenin tirarse del auto en movimiento. Son los que reparan en los cambios de hábitos, tanto del dueño del perro, como de la mascota. Finalmente, son los que llaman a la policía, para que estos se encuentren con esa escena entre previsible y sorpresiva.
Premio Internacional de Poesía de Los Infiernos, es un cuento que por momentos me recordó a Sensini, ese gran relato de Roberto Bolaño. Quizá porque su temática sea un concurso literario, que es a su vez el disparador del texto del chileno, pero además tienen ambos relatos otra cosa en común, el cuestionamiento implícito a la poca rigurosidad y falta de profesionalismo por parte de quienes convocan a ese tipo de justas literarias. El relato, recoge la accidentada comunicación de Nicolás Bustillo Parra, un joven bogotano, con los murcianos organizadores del concurso.
Manuel Jacinto Palomo, máximo hombre de letras de la ciudad, es el relato más extenso del libro. Una crónica que comienza cuando el personaje narrador, siendo niño, conoce al autor del himno de su colegio, un candidato a alcalde frustrado que termina convirtiéndose muchos años después en su mentor.  Siguiendo la voz de un ingenuo narrador protagonista, veremos cómo ciertos personajes con experticia en mover los hilos burocráticos pueden ascender en distintas esferas y hacer un culto de la personalidad.
Martir, el cuento que da título al libro es un relato muy bien logrado que deja al descubierto algunos de los intereses que están presentes en momentos de conflicto armado y político, incluso entre personas del mismo bando. Más allá del proceso psicológico del capitán Matallana y de la tensión que se apodera del discurso cuando este está haciendo su confesión de tintes reaccionarios, es un relato si se quiere costumbrista, que tiene como telón de fondo los aconteceres de una sociedad.
En, Y solo yo sabía por qué, el cuento que cierra el libro, Ernesto, el narrador protagonista de la historia, nos cuenta los pormenores de un triángulo amoroso con  final fatal.
Resumiendo, El mártir, es un libro que he comparado con una brisa de aire puro que viene desde más allá de los estoraques, porque creo que es una muestra valiosa, un trabajo juicioso y cuidado de la nueva narrativa colombiana. Jesús Daniel Ovallos, supo mostrar en estas páginas, no sólo el dominio de la técnica narrativa, sino también, el conocimiento de la compleja condición humana.

Fernando Chelle
San José de Cúcuta, 9 de julio de 2018

martes, 11 de septiembre de 2018

Poesía: A vuelo de pájaro II


(Poema tomado del libro Las flores del tiempo)





A vuelo de pájaro II

Siempre es bueno que el pájaro me encuentre trabajando
que observe con sus nerviosos ojos
mis torpes romances
y mis improvisados sonetos
fechos al itálico modo.
Cuando él llega
el que debe volar soy yo
elevarme desde mi rústico escritorio
sobrepasar los falsos tejados 
planear sobre las antiguas catedrales de la palabra
y crear por fin un nuevo verbo
con que expresar
la poiesis. 


Fernando Chelle


   
·         Editorial: CreateSpace Plataforma Independent Publishing; 1 edición (20 de febrero de 2018)
·         ISBN-10: 1985749335
·         ISBN-13: 978-1985749337

Las flores del tiempo (Colombia 2018). 
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Pintura: Pablo Picasso, Paloma de la paz con flores.

miércoles, 5 de septiembre de 2018

Caminando hacia la poesía de Antonio Machado


Pasos previos al encuentro con el gran poeta de la generación del 98

Antonio Machado, el gran poeta del tiempo. En este primer artículo, comienzo de un camino que nos conducirá al estudio de algunas de sus poesías más representativas, se revisa el concepto de generación y también se repara en algunos aspectos fundamentales de la generación del 98.

Por Fernando Chelle  

Revisión del concepto de generación
Parece inevitable el hecho de que, si alguien se va a referir a la figura de Antonio Machado, antes tenga que hacerlo a la generación del 98, ese grupo de escritores rotulado con el número del año en el que España perdió sus últimas colonias. Yo lo haré de forma muy breve, porque creo que lo más representativo de Antonio Machado, los poemas del comienzo de su carrera, los de Soledades galerías y otros poemas, son textos que responden más a una estética modernista que noventayochista, aunque paradójicamente el modernismo haya sido una corriente con la que no simpatizó la generación del 98. Pero aparte de este aspecto discutible, porque en diversos textos del autor podemos encontrar elementos comunes a los atribuidos a los hombres del 98, me referiré brevemente a este grupo de escritores que constituyeron la primera generación de la literatura española, fundamentalmente porque lo cuestionable es el propio concepto de “generación”, que los nuclea. El problema con la generación del 98, y luego con la del 27 y las que le siguieron, es que se la reduce a posturas muy arbitrarias y también estáticas. Parece como si únicamente cuatro o cinco rasgos la definieran, cuando los procesos artísticos suelen ser más complejos y menos simplificadores. En primer lugar, se vincula al grupo de escritores con una fecha representativa de la historia nacional, la pérdida de las colonias en el caso de los del 98, el homenaje a Góngora en el caso de los del 27 y esto es algo que tiende a inmovilizar un proceso que de por sí es dinámico. Es como si quisieran hacernos ver que todo lo que respecta a una generación estuviera vinculado a una fecha y no es así. Por el contrario, el concepto de generación es a-histórico y a-cultural porque tiende a separar a la generación de todos los procesos culturales que aparecen a su alrededor. Como las generaciones son propias de un solo país, se dejan de lado procesos culturales más amplios, por ejemplo, lo que pasa en otros lugares. Esta postura aislacionista no hizo más que favorecer al nacionalismo, y sirva como ejemplo para corroborarlo las posturas de defensa de la generación del 98 que tuvo el franquismo. A estos elementos tendríamos que sumarle que el concepto de generación no toma en cuenta la evolución del grupo, ni de cada uno de los autores que integran el grupo, porque indudablemente cada uno de ellos continuó con su propia producción. Además, si únicamente vinculamos autores por lo que sucedió en determinada fecha, tendríamos que detenernos sólo en los aspectos de las obras de esos autores que están influenciados o se refieren al hecho histórico, lo que termina siendo empobrecedor, porque no se repara en la totalidad de la producción. También el hecho de incluir a los autores dentro de una generación por la presencia de determinados rasgos en sus obras es un juicio, no sólo reductor, sino que lleva a valoraciones erróneas, porque se tiende a infravalorar a las producciones que no se condicen con los rasgos que se supone tienen que tener las obras de la generación. Pero quizás uno de los criterios más ilógicos para incluir a los autores dentro de una generación, si es que esta se define por las obras surgidas en torno a un hecho histórico concreto, es el de la fecha de nacimiento. Si los autores escriben influenciados por el clima intelectual que supuso la pérdida de las colonias españolas, para usar el ejemplo de la generación del 98, qué importancia puede tener el hecho de que existan menos o más de quince años de diferencia entre el nacimiento de uno y otro. Además de que la temática de una obra no tiene por qué estar relacionada con la fecha de nacimiento del autor, este último criterio extraliterario es el que deja afuera de las generaciones a autores como Juan Ramón Jiménez, porque no nació dentro de determinadas fechas. Finalmente, volviendo a lo literario, las generaciones se han caracterizado por encerrar dentro de ellas a autores que cultivan determinado género literario. Por ejemplo, los hombres de la generación del 27 son poetas, cabe preguntarse, entonces, qué pasó con los novelistas que nacieron por esos años. En fin, parece que los que sí han estado de acuerdo con el término “generación”, y con la creación de numerosas generaciones, han sido los marketineros de las editoriales. A partir de los años 60, las editoriales comenzaron a formar generaciones de forma indiscriminada, por supuesto que con un criterio comercial, no académico. Sólo bastaba juntar un grupo de poetas, que como sabemos son los que menos venden, hacer una antología, publicarlos con el nombre de generación y no correr riesgos económicos.

La generación del 98
Lo curioso es que el acontecimiento al cual quedó atada la generación del 98, la pérdida española de las colonias, si bien tuvo un impacto importante dentro de los intelectuales, pasó casi inadvertido para el común de la población. Fue un hecho que sólo vino a confirmar la decadencia de una España que se seguía creyendo una potencia imperial, cuando incluso internamente tenía unas carencias tremendas. El país, junto con Portugal y con Rusia, era uno de los más atrasados de Europa, en todos los planos. El campo, atado al latifundio, estaba sumido en una crisis tremenda. Los terratenientes no invertían en el país y lógicamente tenían un buen pasar con el solo hecho de vivir de sus rentas, pero el grueso del campesinado trabajaba en condiciones muy duras, en una situación casi feudal. A esto hay que sumarle dos aspectos fundamentales, por un lado, el atraso educativo, porque recordemos que al comienzo del siglo XX España tenía el 52% de su población analfabeta y, por otro lado, también tenemos que considerar el desastroso papel que jugaba la conservadora y corrupta iglesia española en esa época. Estos aspectos no estaban separados, porque era precisamente la iglesia, apoyada por la clase política, la que controlaba la educación; indudablemente esto llevó a que existieran numerosos choques ideológicos con los pensadores liberales entre los que se encontraban algunos de los hombres del 98. Ellos no fueron antirreligiosos, pero sí anticlericales, porque no podían dejar de vincular a la iglesia con aspectos como la ignorancia, el atraso y el fanatismo. Entre los intelectuales, con Joaquín Costa a la cabeza, surgió un movimiento llamado regeneracionismo, que de alguna manera pretendía una regeneración de España en lo educativo, en lo económico y en lo social. Muchos de los autores del 98 coincidieron con el regeneracionismo. La generación del 98 básicamente estuvo compuesta por hombres de clase media con una fuerte formación literaria, que veían la solución a los problemas del país en el terreno de la educación. Pertenecían a una burguesía que no encontraba su lugar en esa España de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, y por ende eran hombres que estaban deseosos de cambios. Se oponían firmemente al caciquismo y a la corrupción política de la España de la restauración. Criticaban a una clase política dividida en partidos sólo diferentes en apariencia que, desde Madrid, divorciada de la realidad del país profundo, digitaba los candidatos. Es que esa España era una gran farsa, nada era auténtico, todo era un gran fingimiento, Antonio Machado se referirá a ella como “La España de charanga y pandereta, …”. Los hombres de la generación del 98 criticaron también a ciertas figuras literarias consagradas en la España de la época, al poeta Ramón de Campoamor, por hacer una poesía pretenciosa y a su vez anticuada y también al dramaturgo y premio nobel José Echegaray a quien denostaron por encarnar una España, según ellos, corroída por los prejuicios y la superchería. La generación del 98 se caracterizó por un marcado individualismo que fácilmente se puede apreciar en algunos personajes de diferentes novelas y obras de teatro. El propio Antonio Machado escribió, junto con su hermano, algunas obras de teatro, pero podríamos decir que fue, junto con Unamuno el gran poeta de la generación del 98. Precisamente de eso, de la poesía de Antonio Machado y de su estilo poético, me ocuparé en el siguiente artículo.  


Artículo publicado en la Revista digital Vadenuevo  https://new.vadenuevo.com.uy Año 10 Nº 120. Miércoles 05 de setiembre de 2018. Montevideo, Uruguay 


lunes, 3 de septiembre de 2018

Prólogo al libro de Pablo Causa "Laberinto íntimo"





La obra será presentada el próximo miércoles 12 de septiembre, en la Sala Maestro Julio Castro de la Biblioteca Nacional (Montevideo), a la hora 19.  



Prólogo

El hombre y el camino

Escribir unas palabras preliminares, una presentación o un prólogo a un libro de poesía, suele ser, a su vez honroso y complicado. Honroso por la gentileza que el autor del libro deposita en el prologuista, y complicado porque uno se debe meter en el alma, en el espíritu del escritor, para poder opinar sobre su obra. Debo confesar que esta última tarea, generó en mí, al leer este libro, un profundo placer. Porque independientemente de factores estéticos, corroboré en estas páginas, que la poesía es la mejor prueba de la existencia del hombre. Me reencontré en la lectura, con la existencia de Pablo Causa, un hombre que yo conozco muy bien, que sé de su trabajo intelectual y de su sensibilidad artística.
Pablo Causa, hombre acostumbrado a caminar por las grandes avenidas de la filosofía, y a veces también a meterse por sus suburbios, ha decidido visitar el barrio de la poesía, se ha metido en su Laberinto íntimo, pero felizmente ha salido airoso. Usted podrá comprobar por sí mismo, querido lector, que hay en estas páginas una voz lírica completamente consciente de su trabajo poético. Una voz que sabe que la palabra es su herramienta fundamental y la presenta inmediata y cotidiana. Pablo Causa es un poeta que vuelca en sus versos su universo cultural. Son innumerables las intertextualidades que podemos encontrar en esta obra, ya sean del mundo de la música, de la literatura, de la filosofía y hasta tienen cabida algunos dichos y sentencias populares. Usted se encontrará, lector, con un escritor humanista, que como todo buen filósofo reflexiona sobre diversos aspectos de la existencia. Un escritor que hizo que entraran en su Laberinto íntimo, cantos al amor, al erotismo, a las distintas pasiones, a la música, a la naturaleza, a la belleza, a los paraísos artificiales, a los momentos históricos, a los lugares, en fin. Pero repito, salió airoso, en su primer libro, Pablo Causa demostró que es un poeta. Ya sea que utilice el verso libre o la prosa poética, hay en las páginas de este libro un escritor que piensa en imágenes, que utiliza símbolos, que tiene hondura de pensamiento, y por momentos, hasta una cadencia musical. He preferido, amable lector, no citar en estas breves palabras ningún texto de los que están presentes en el libro que usted tiene en sus manos y desea, seguramente, que yo me calle para empezar a leer. Hágalo, se lo recomiendo.

                                                                                                                              
                                                                                                                             Fernando Chelle
San José de Cúcuta, 28 de octubre de 2017