martes, 16 de abril de 2019

Entrevista del diario Acción, de Mercedes, Uruguay (16 de abril de 2019)


DESDE SU MERCEDES NATAL AL PAÍS CAFETERO
Escritor Fernando Chelle: Pasión por la literatura


Acción en la REGIÓN. Con asiduidad publicamos colaboraciones del escritor mercedario FERNANDO CHELLE, quien reside en Cúcuta (Colombia). Debió ser lo primero, presentar de quién se trata. Hoy la tecnología nos permite un contacto directo con Fernando, él allá en tierras cafeteras, nosotros en Mercedes, su solar natal.
- Contanos, Fernando, para comenzar, sobre tu vida en Mercedes antes de radicarte en Colombia.
Nací allí en Mercedes, el 14 de noviembre de 1976. El primer lugar donde viví fue en la calle Cerrito 260, que fue el primer domicilio que tuvieron mis padres después de casarse. Allí viví hasta los cinco años y luego me mudé, también dentro del Barrio Oeste, a la casa que está ubicada en De Castro y Careaga y 21 de septiembre, donde pasé gran parte de mi vida y donde viven mis padres hasta el día de hoy. Mi existencia en Mercedes transcurrió dentro de los parámetros de la normalidad. Como tantos niños mercedarios, comencé a socializarme con otros desde el jardín. Hoy en día hay una diversidad de instituciones que brindan esa formación prescolar, en la época de mi infancia creo que estaba únicamente el Jardín de Infantes N.º 109, y allí fue donde concurrí. En el transcurso de mi vida allí, hice un montón de actividades, que creo fueron y son comunes a muchos mercedarios contemporáneos y de diferentes épocas; jugué al futbol y al basquetbol en el Club Atlético Racing (los partidos de futbol eran todos los domingos en el Parque Don Bosco), practiqué judo en el Instituto Samurái,  jugué a la paleta en el Centro Pelotaris, fui a clases de guitarra, de dactilografía, de computación, fui a ver futbol a las distintas canchas, basquetbol, en alguna oportunidad fui al Velódromo Leonel Rocca, al SADAM a mirar alguna carrera, al Hipódromo Viera y Benavidez, al Mauá, a la Biblioteca Eusebio Giménez, paseé por la rambla, por el centro y por los distintos barrios, me bañé en las distintas playas, pesqué en diferentes escolleras, bailé en los distintos clubes y discotecas, fui al carnaval, en fin, actividades todas de nuestra idiosincrasia. La educación primaria la cursé en la Escuela N° 4, la secundaria en el Liceo N° 2 Luis Alberto Zanzi y luego viajé a Montevideo para cursar la educación terciaria en el Instituto de Profesores Artigas. El último lugar donde trabajé no fue precisamente en Mercedes, aunque sí en Soriano, esto fue en el año 2010, cuando trabajé en la ciudad de Dolores, en el Liceo Dr. Roberto Taruselli. Desde el año 1998, que cubrí una suplencia en el Liceo N° 3 Prof. Gregorio Cardozo, mi vida en Mercedes estuvo vinculada al dictado de las clases de literatura, aunque también en algún momento trabajé en el comercio de mis padres, en el Kiosco Bariloche. Trabajé, además de en esos lugares que referí; en el liceo José María Campos, en el liceo de la ciudad de Cardona y en el de José Enrique Rodó. También trabajé en otros liceos en Canelones y en Montevideo, como también estudié en otros lugares aquí en Colombia, pero bueno, ese ya sería otro tema, de forma muy resumida, lo más importante referente a mi vida en Mercedes, antes de venirme a Colombia, es lo referido a acción
- ¿Cómo se originó tu vínculo con Colombia?
Nunca existió, en mi vida en Uruguay, ningún vínculo con Colombia. Claro que conocía algunos escritores colombianos y estaba enterado, a grandes rasgos, de las principales características de la cultura colombiana, pero no existía nada que me uniera, ligara o conectara a este país. Esto fue así, hasta que conocí allá por el año 2010, a la que hoy en día es mi esposa. En abril de 2011, yo viajé a Bogotá, luego me trasladé a Cúcuta y aquí finalmente me casé y me terminé radicando”.  
- ¿Cómo fueron tus inicios en el mundo de la literatura? 
A la edad en que uno va abandonando la niñez y va entrando a la adolescencia yo comencé a leer ávidamente. No es algo muy común en los individuos verse seducidos por la lectura en esa etapa de la vida, pero en el caso mío fue así. En mi familia no hubo escritores, pero sí lectores y artistas. Antes de convertirme en lector y por supuesto en escritor, los libros ya me inquietaban. Mi bisabuela paterna, Ester Larrea, fue una gran lectora. Siendo niño, yo la veía leer, comprar libros, intercambiarlos con sus amigas, y me imaginaba que efectivamente algo atrapante tenía que haber en esas páginas para que formaran una parte tan importante de su vida. Ella fue la que me indujo a la lectura cuando yo ya comenzaba a abandonar el terreno de la niñez, primero con su ejemplo y luego con gran cantidad de préstamos y regalos literarios. Pero, antes de convertirme en escritor, o al menos antes de pretender una finalidad estética o artística con la palabra, no solo estuvo presente en mi vida la lectura, sino que también disfruté de la literatura a partir de la oralidad. Mi abuelo materno, Jorge Eusebio Pujolar, en su juventud fue murguista. Las letras de murga, que recordaba y me cantaba mi abuelo, fueron quizá el primer acercamiento que yo tuve al lenguaje con una finalidad artística. De manera que cuando me acerco a la literatura escrita, cuando comienzo a leer los libros de mi abuela, empiezo a reconocer en los textos ese tratamiento diferencial, no cotidiano, estético, que se le daba a la palabra en las canciones que me cantaba mi abuelo.  Y así fue, si bien es cierto que, en la escuela, uno conoce una gran cantidad de autores, sobre todo uruguayos, mi entrada de lleno al mundo literario se da a través de la lectura de los libros de mi bisabuela. En esa época, con poco más de doce años, comencé a leer autores como García Márquez, Dostoievski, Vargas Llosa, Quiroga, Cervantes y muchos más. De ahí en adelante, la pasión por la literatura no me abandonó.
Como escritor, mis primeros textos relativamente serios, donde yo sabía que estaba haciendo un trabajo literario, son del año 1994. De manera que por lo menos pasé seis años de ser un lector constante de mucha literatura, antes de incursionar en el terreno de la escritura. De ahí en más no he dejado de escribir, tampoco de leer, pero realmente tomé conciencia de mi función como escritor hace unos seis años, cuando finalmente me decidí a publicar. Antes, mi vínculo con la escritura era muy esporádico, ni siquiera pensaba en que mis textos iban a ser publicados y que la gente me iba a leer. A partir de la publicación del 2013, fue cuando comencé a escribir de forma más sistemática, cuando experimenté un cambio psicológico en lo que respecta a mi vínculo con la escritura”. 
- ¿Qué condiciones prefieres o necesitas para escribir?
Nada fuera de lo normal. Simplemente estar tranquilo y en lo posible no tener interrupciones. Suelo escribir bien temprano en la mañana y bien tarde en la noche, que son los momentos del día donde generalmente está todo más calmo y donde no estoy ocupado en otros compromisos laborales. Prefiero escribir en el patio de mi casa, en el corredor, ese es mi lugar preferido, porque aquí el clima es muy caluroso todo el año, y ese es un lugar fresco. Pero trato de no imponerme condicionamientos, si tengo que escribir a otras horas diferentes a las que referí, como también en otro sitio diferente al patio, lo hago sin dificultad.
- ¿Cuáles son los libros que has publicado?
Tengo nueve libros publicados, Poesía de los pájaros pintados (2013); Curso general de lectoescritura y corrección de estilo (2014); El cuento fantástico en el Río de la Plata (2015); Muelles de la palabra (2015); Las otras realidades de la ficción (2016); El cuento latinoamericano en el siglo XX (2016); SPAM (2017); Las flores del tiempo (2018) y Cadencias que el aire dilata en la sombra (2018).
- Fernando, tú escribes poesía, cuentos, ensayos y también te dedicas a la crítica literaria ¿Por qué tantos géneros diferentes?
Yo personalmente me considero un escritor, no un poeta, un narrador o un crítico literario. Un escritor, que ha escrito poesía, cuentos y también ensayos literarios. Alguien al que le gusta experimentar en los distintos terrenos de la literatura. Mi primer vínculo con la escritura fue con la poesía, después surgieron los cuentos y también los ensayos. Esos análisis y comentarios literarios, en un principio surgieron de mi pasión como lector, los escribía casi como una necesidad imperiosa de decir algo sobre lo leído, ahora los sigo escribiendo para difundirlos en diferentes medios y después los publico en forma de libro. La génesis de obras como El cuento fantástico en el Río de la Plata, Las otras realidades de la ficción, El cuento latinoamericano en el siglo XX y Cadencias que el aire dilata en la sombra, ha sido esa.  Todos son libros que contienen artículos, en principio difundidos en revistas y portales literarios de diferentes países.
- ¿Cómo crees que inciden las redes sociales en la literatura? ¿Juegan a favor o en contra?
Juegan, definitivamente, a favor. No pasa lo mismo con la escritura corriente, la escritura que tiene una finalidad meramente comunicativa. Porque allí lo que se ven son respuestas rápidas, prácticas, donde la parte estilística del lenguaje, la sintaxis e incluso la ortografía pasan a segundo plano. Los usuarios de las distintas redes sociales, pero sobre todo Facebook y Twitter, no se detienen a corregir lo escrito, y así es frecuente encontrar en los textos, todo tipo de anomalías, incluso en textos de personas con un nivel de alfabetización superior, que nunca se hubieran permitido escribir así en una carta manuscrita. En los chats, por ejemplo, es frecuente que las personas mantengan una comunicación con cuatro contactos a la vez, lo que exige leer rápido y contestar rápido, transgrediendo constantemente las normas básicas de la escritura. Esta rapidez exigida, también lleva a que el lenguaje se abrevie, o el escritor recurra a emoticones, que no son otra cosa que íconos que transmiten estados de ánimo sin tener la necesidad de escribir. Pero en lo que respecta a la literatura, las redes sociales inciden de forma positiva. Sirven como un medio de difusión valiosísimo, son muchos los autores que han aprovechado las redes sociales para promocionar sus libros. En mi caso, a esto lo he hecho desde mi página de autor, no tanto desde mi Facebook personal, porque no quiero resultar apabullante ante muchos contactos que no están vinculados al mundo literario. Pero es indudable que las redes sociales, son plataformas que permiten, no solo la promoción, sino también la interacción con los lectores de todos los rincones del mundo. Son sitios donde confluyen autores, lectores, críticos literarios y editores. Se comentan y critican las obras, se intercambian recomendaciones, lo que lleva a que se descubran nuevos títulos y autores y esto es positivo por donde se lo mire. No nos podemos olvidar del papel trascendental que juega en la actualidad la blogosfera, en lo que respecta a la difusión literaria. Un blog, es una herramienta digital formidable para los escritores. Es un espacio público y privado a la vez, donde se pueden difundir no solo materiales textuales, sino que se pueden incluir fotos, audios y videos. También la crítica literaria, en la actualidad ha encontrado un espacio cada vez mayor en la blogosfera, que se ha convertido en un espacio alternativo real a los suplementos y medios periodísticos tradicionales. Yo tengo mi propio blog, se llama PALABRA ESCRITA. Allí se encuentra todo mi trabajo.
- ¿Para qué sirve la poesía?
Si vinculamos el verbo servir, a lo meramente utilitario o práctico, seguramente tendría que responder que la poesía no sirve para nada. Pero en la vida no solo “sirve”, lo que tiene una finalidad práctica dentro de concepciones materialistas. Están aquellos aspectos que se vinculan con lo que verdaderamente mueve a los seres humanos: la expresión de las emociones, los sentimientos, el conocimiento o el deslumbramiento ante la belleza, el horror, lo maravilloso, en fin, una cantidad de aspectos con que la poesía trabaja, y que son el material fundamental de su contenido. Claro que esta expresión de aspectos, vinculados a la intimidad del hombre, no son solo propiedad de la poesía, se ven también en otras manifestaciones artísticas. Pero la poesía, creo yo, penetra en territorios de la intimidad del individuo como ninguna otra manifestación artística.  Desde esta perspectiva, la poesía, abre puertas al conocimiento e intensifica la conciencia, transitando por caminos artísticos, alternos a los de la racionalidad o la lógica. Creo que la poesía en ocasiones tiene aspectos casi mágicos, y expresa cosas que el poeta ni siquiera intuía. La poesía, si bien comparte con otras manifestaciones literarias el estar hecha de palabras, suele trascender las meras palabras. Esto ya es algo que se tiene que sentir, que no es fácil de explicar y que por supuesto hay gente que no lo siente. Esto último me lleva a decir que la poesía, no es un lenguaje que le “sirva”, para usar el verbo de la pregunta, a todas las personas, pero para algunas, entre las que me incluyo, suele ser como un bálsamo que nos ayuda a vivir y a tratar de ser mejores.
- Contanos sobre los premios y reconocimientos que has obtenido.
He tenido la dicha de recibir unos cuantos premios, ya van cerca de veinte, entre cuento, poesía y ensayo. Entre ellos podría destacar: el Premio Nacional de Ensayo Literario, recibido en Colombia en el 2017, del mismo año, el VIII Premio Internacional de Poesía Caños Dorados, que se otorga en Córdoba, España; el Premio Internacional a la Investigación, que recibí el año pasado en Argentina por un estudio sobre Julio Cortázar, el mismo que se publicó aquí en acción; el Premio a la Excelencia en Periodismo Cultural, recibido también el año pasado, en Colombia, y finalmente, el más reciente, el Premio Internacional Sacra Leal de Poesía 2018, que me lo otorgaron en Alicante, España, el 23 de febrero de este año.
- ¿Cuál es el mayor tesoro de tu biblioteca?
Tesoros como primeras ediciones de obras importantes, o algún libro firmado por un autor como Jorge Luis Borges, por ejemplo, no tengo ninguno. Mis tesoros literarios, están vinculados a lo puramente afectivo y no tienen un valor monetario. Tengo unos cuantos, pero si me tuviera que quedar solamente con uno, elegiría el Diario de viaje de Montevideo a Paysandú, de Dámaso Antonio Larrañaga. Es un libro que leí junto a mi abuelo y por esa razón tiene para mí un alto valor afectivo.
- ¿Estás trabajando en una nueva obra?
Sí, estoy trabajando en tres proyectos. En el segundo libro de cuentos, que va a ser muy diferente al primero, en lo que respecta a las temáticas y al estilo; el cuarto poemario, que de alguna manera va a ser una continuidad temática del anterior; y finalmente, estoy trabajando en mi quinto libro de ensayos, que creo que será el primero de estos tres proyectos en concretarse, una obra sobre la poesía de Antonio Machado que llevará por título Palabra en el tiempo.
- Muchas gracias, Fernando, por entender nuestra intención y comunicarte con acción a través de la distancia
El agradecido soy yo con acción, un medio de comunicación histórico, que ha sido un pilar en la información y en la comunicación de nuestra ciudad. Un diario en el cual, desde hace un tiempo, también, tengo la fortuna de participar como columnista. Saludos cordiales a la distancia.


miércoles, 3 de abril de 2019

ESTUDIO CRÍTICO Y ANALÍTICO DE LA POESÍA DE ANTONIO MACHADO IV


Orillas del Duero

Cuarto análisis literario, de una serie de seis, del gran poeta del tiempo.

Por Fernando Chelle  

De Campos de Castilla (1912), tercer libro de poesía de Antonio Machado, estudiaré, continuando con los análisis literarios del poeta del tiempo, el poema CII, texto titulado “Orillas del Duero”.

CII
Orillas del Duero

humilde, como el sueño de un bendito,
de un pobre caminante que durmiera
de cansancio en un páramo infinito!

como tosco sayal de campesina,
pradera de velludo polvoriento
donde pace la escuálida merina!

de tierra dura y fría,
donde apuntan centenos y trigales
que el pan moreno nos darán un día!

desnudos y pelados serrijones,
la tierra de las águilas caudales,
malezas y jarales,
hierbas monteses, zarzas y cambrones.

¡Castilla, tus decrépitas ciudades!
¡La agria melancolía
que puebla tus sombrías soledades! 

Castilla del desdén contra la suerte,
Castilla del dolor y de la guerra,
tierra inmortal, Castilla de la muerte!

Era una tarde, cuando el campo huía
del sol, y en el asombro del planeta,
como un globo morado aparecía
la hermosa luna, amada del poeta.

En el cárdeno cielo violeta
alguna clara estrella fulguraba.
El aire ensombrecido
oreaba mis sienes, y acercaba
el murmullo del agua hasta mi oído.

Entre cerros de plomo y de ceniza
manchados de roídos encinares
y entre calvas roquedas de caliza,
iba a embestir los ocho tajamares
del puente el padre río,
que surca de Castilla el yermo frío.

y correrá mientras las nieves blancas
de enero el sol de mayo
haga fluir por hoces y barrancas,
mientras tengan las sierras su turbante
de nieve y de tormenta,
y brille el olifante
del sol, tras de la nube cenicienta!...

¿Y el viejo romancero
fue el sueño de un juglar junto a tu orilla?
¿Acaso como tú y por siempre, Duero,
irá corriendo hacia la mar Castilla? 

Desde el punto de vista formal, este poema es una silva, una composición poética que consta de un número indeterminado de versos heptasílabos y endecasílabos, combinados y rimados a criterio del poeta. En este caso, los versos son cincuenta y dos, están divididos en once estrofas irregulares (siete de cuatro versos, dos de cinco y dos de seis), y la rima es consonante, fundamentalmente de forma alternada. Esta sería una “silva grave”, si tomamos en cuenta la distinción que hizo el filólogo y lingüista español, Tomás Navarro Tomás, porque en ella predominan los versos endecasílabos, si predominaran los versos heptasílabos, siguiendo el mismo criterio, la podríamos calificar como “silva viva”.
Internamente, el texto presenta dos grandes momentos: el primero va desde la primera estrofa hasta la sexta, y el segundo, desde la séptima estrofa hasta el final. En el primer momento, donde predominan las exclamaciones, encontramos la descripción del paisaje soriano y una reflexión sobre Castilla. A partir de la séptima estrofa, el yo se va a introducir en el paisaje y se va a desplazar en él. Al final recién aparecerá el río que le da título al poema, el Duero, y regresan al texto las reflexiones del yo lírico sobre la realidad histórica y literaria de ese lugar de España.


Primera estrofa

humilde, como el sueño de un bendito,
de un pobre caminante que durmiera
de cansancio en un páramo infinito!

Comienza el poema con signos de exclamación. Las tres primeras estrofas, que muestran la efusión lírica del poeta y su arrebato anímico frente a la primavera, son exclamativas. La repetición enfática de la palabra “primavera” en el primer verso, deja la sensación de que la estación de los primeros verdores está por todos los lugares de esa tierra. El adjetivo “soriana”, es un ancla, que fija la descripción emocionada únicamente en Soria. Y esto es algo muy importante, porque la primavera es una estación del año, que parecería no admitir un adjetivo como “humilde”, todo lo contrario, es un tiempo de exuberancia natural. Pero esta no es cualquier primavera, es la de una tierra seca, áspera, con poca vegetación, por eso es humilde. El yo lírico machadiano no suele conmoverse, ni entusiasmarse, con paisajes fértiles y frondosos, es este tipo de primavera, atípica, lo que parece emocionarlo. Por eso compara la primavera soriana con el sueño de un bendito, porque lo que se ven en ella son paisajes sencillos, humildes, paisajes incambiables, incluso, en la estación que todo lo cambia. Más que una simple comparación, lo que encontramos en el segundo verso es el comienzo de un símil que se desarrolla en los dos versos finales, donde comienzan a aparecer esas imágenes que no sugieren otra cosa sino modestia, humildad y desolación.  


¡Campillo amarillento,
como tosco sayal de campesina,
pradera de velludo polvoriento
donde pace la escuálida merina!

Continúa la exaltación frente a un paisaje que pareciera no poder ser transformado por la vida, un entorno humilde, que no aparenta ser merecedor de tanto entusiasmo. El primer verso, compuesto por el sustantivo en forma de diminutivo “campillo” y el adjetivo que lo acompaña “amarillento”, podría ser interpretado, en otro contexto, hasta de forma negativa, peyorativa, pero aquí, es un verso que tiene una connotación positiva, llena de afectividad. Amarillento, no es un color que solamos asociar con la primavera y lo cierto es que la renovación de la vida que supone esta estación del año, no se ve por ningún lado en el paisaje descrito. Este paisaje, si bien se presenta como algo independiente del poeta, no deja de estar teñido por su subjetividad. Machado elije exaltarlo porque lo emociona, y así como hace de Castilla un símbolo de España, hace de la zona árida y desolada de Soria un símbolo de Castilla, porque en realidad Soria no es toda Castilla y tampoco Castilla es toda España. El poeta se vale de comparaciones que incluyen términos comparantes del mismo ambiente que pretende describir, lo que permite imaginarnos el paisaje. A ese campillo amarillento, lo compara con un “tosco sayal de campesina”, lo que es casi un pleonasmo, porque un sayal es algo de por sí tosco, rústico. En el tercer verso aparece un adjetivo que se siente como más primaveral “pradera”, pero sin embargo enseguida es opacado, atenuado, por la metáfora “de velludo polvoriento”, que apunta a mostrar lo mínima que es allí la vegetación. Este es un paisaje en el que parece faltar la vida, es más, el polvo que cubre esa tela ordinaria que es el campo, nos sugiere más una desintegración que una renovación primaveral. Incluso en el último verso, cuando se incluye un ser vivo “la merina”, se nos dice que es “escuálida”, lo que también, si bien miramos, está relacionado con el paisaje, porque seguramente poco es lo que puede pacer el pobre animal en medio de esa aridez.  


¡Aquellos diminutos peguajales
de tierra dura y fría,
donde apuntan centenos y trigales
que el pan moreno nos darán un día!

En los dos primeros versos siguen acumulándose elementos que parecerían mostrar la resistencia de esta tierra en generar vida. Aparecen sí los peguajales, pero son “diminutos”, no vemos en este paisaje primaveral algo pródigo y fértil, sino una mínima producción, propia de una tierra dura y fría. En lugar de encontrar un trigal, lo que hay allí son apenas unas plantas creciendo con dificultad, luchando por sobrevivir. Esos cereales, dice el poeta utilizando un futuro más cargado de esperanza que de certeza, “darán” un pan moreno, un sustento humilde, tosco y de poca calidad, como esa naturaleza que tanto lo emociona. Machado lo que suele mostrar en este tipo de descripciones es la esencia misma, la sustancia del paisaje. En estos versos parece no haber tiempo, porque a este lo marcan los verbos y aquí lo que encontramos son sintagmas nominales sin verbo principal, los pocos que hay están todos en las subordinadas.


Y otra vez roca y roca, pedregales
desnudos y pelados serrijones,
la tierra de las águilas caudales,
malezas y jarales,
hierbas monteses, zarzas y cambrones.

Lo primero que notamos en esta estrofa es que han desaparecido los signos de exclamación que caracterizaban a las estrofas anteriores y que contribuían a expresar la reacción anímica del yo lírico. Aquí, si bien se sigue exaltando al paisaje, hay como una especie de fatiga del yo al enfrentarse siempre a lo mismo, quizá por eso eligió no continuar con las exclamaciones. El poeta sigue enumerando elementos que muestran lo árido y hostil de la tierra soriana, pero sin comparaciones y de forma mucho más objetiva. La hostilidad del paisaje se mantiene hasta en la presencia de las aves de rapiña, de las “águilas caudales”.

Quinta estrofa

¡Oh tierra ingrata y fuerte, tierra mía!
¡Castilla, tus decrépitas ciudades!
¡La agria melancolía
que puebla tus sombrías soledades! 

Los ocho versos que componen esta estrofa junto con la siguiente son un apóstrofe lírico, donde el yo deja de hablar de Castilla para hablarle a Castilla. Esta Soria, generalizada como Castilla, deja de ser un él para convertirse en un tú. Regresan las exclamaciones al poema para mostrar la afectividad y la identificación del yo lírico con el lugar. Hay una inmediatez en el discurso, como si Castilla pudiera escuchar todo eso que le dice. Es una tierra con dos cualidades inseparables “ingrata y fuerte”, pero incluso, a pesar de esa ingratitud, que ya pudimos ver en las descripciones de las estrofas anteriores, provoca una gran pasión en el alma del poeta. Este paisaje es para él lo esencial de España y lo acepta como es. Es un lugar poblado por una melancolía que no solo es sentida espiritual sino también físicamente, a eso parece apuntar la adjetivación en la sinestesia “La agria melancolía”. No se trata de un entorno consolador, el paisaje es hostil y las ciudades son viejas, decrépitas. Tan intensa es la melancolía de estas tierras castellanas, que el poeta se vale de una metonimia y la independiza de la gente, la presenta como la verdadera pobladora de ese paisaje compuesto de “sombrías soledades”.

Sexta estrofa

¡Castilla varonil, adusta tierra.
Castilla del desdén contra la suerte,
Castilla del dolor y de la guerra,
tierra inmortal, Castilla de la muerte!

Hay en esta estrofa una repetición anafórica tendiente a realzar el nombre de Castilla, donde podemos ver el amor que siente el yo lírico por ese lugar. Una tierra que aparece personificada con una personalidad seria, ruda, fuerte, e incambiable, como el carácter español. Una tierra que lucha contra las dificultades y parece rechazar lo pasajero, lo casual “Castilla del desdén contra la suerte”. Al espacio físico de esa geografía se le suma ahora la importancia histórica. Se trata de un lugar cuya esencia está marcada por el dolor, la guerra y la muerte. Parece paradójico que esta tierra inmortal sea la tierra de la muerte, pero es que todo lo que Castilla ha forjado, parece decirnos el poeta, lo ha hecho a través de la guerra y de la muerte, este ha sido su papel en la historia de España. No hay en la estrofa notas de alegría, de todas maneras, a pesar de la geografía hostil y una historia de dolor y muerte, el poeta admira a Castilla y se identifica con ella.

Segundo momento


Era una tarde, cuando el campo huía
del sol, y en el asombro del planeta,
como un globo morado aparecía
la hermosa luna, amada del poeta.

En el cárdeno cielo violeta
alguna clara estrella fulguraba.
El aire ensombrecido
oreaba mis sienes, y acercaba
el murmullo del agua hasta mi oído.

Entre cerros de plomo y de ceniza
manchados de roídos encinares
y entre calvas roquedas de caliza,
iba a embestir los ocho tajamares
del puente el padre río,
que surca de Castilla el yermo frío.

En el comienzo del segundo momento del poema se dejan de lado las exclamaciones, hay un aplacamiento de la efusividad. Es el momento en el que el yo se va a incluir en el paisaje y se va a desplazar en él. Con la presencia del poeta en el paisaje se introduce la temporalidad. El momento del día es el favorito de Antonio Machado, el que prevalece en su obra poética, el de la tarde. Son las horas de la jornada propicias para la melancolía, donde la plenitud del día ha pasado y todo va camino al ocaso, a la noche, al fin. Hay en estos versos un retorno a lo descriptivo, pero esta vez con un tono impresionista. En realidad, lo que se aleja de la tierra es el sol, pero el poeta describe esa situación a la inversa, recurre a una animación del paisaje y hace que sea el campo el que emprende la retirada. Y cuando aparece la luna, es el planeta el que se animiza y se asombra, ante esa belleza pintada de colores propios del atardecer. Estas estrofas son de una subjetividad vivencial riquísima. Más allá de que ese asombro sea el del poeta y él se lo extienda al planeta, hay una descripción abarcadora de sensaciones, donde se contemplan los diferentes sentidos. Las sensaciones visuales están en esa magnífica luna, las táctiles, las encontramos en esas suaves caricias del viento que unifican al poeta con el paisaje, mientras que las auditivas se aprecian en el suave murmullo del agua. Además de orear las sienes del poeta, el aire trae el murmullo de un río que aparecerá recién en las estrofas finales. Esto es una muestra de que el poeta, que se ha ido trasladando por el paisaje, ya se encuentra más cerca del río Duero. La utilización de verbos en imperfecto hace que la descripción se haga lenta, acorde con ese momento del día. La novena estrofa es un extenso hipérbaton muy expresivo, donde aparecen las notas más duras y ásperas del paisaje. En todos esos complementos circunstanciales que se encuentran antes del sujeto, que aparecerá recién en el quinto verso, se muestra el ambiente difícil por donde el río pasa. La repetición de la preposición “entre” nos da la sensación de que el río tiene que abrirse paso por una tierra hostil. Porque, por ejemplo, el plomo y la ceniza que caracterizan a los cerros puede aludir tanto a su coloración como a la falta de vida. Vemos que las encinas van disminuyendo de a poco, esto está expresado de forma magistral con ese adjetivo metafórico impresionista, con que el poeta se refiere a los encinares, “roídos”. En este contexto el río aparece prácticamente mitificado, humanizado con el adjetivo “padre”, es el generador, el protector de ese yermo frío, de esa tierra estéril castellana.

Estrofas: décima y decimoprimera

¡Oh Duero, tu agua corre
y correrá mientras las nieves blancas
de enero el sol de mayo
haga fluir por hoces y barrancas,
mientras tengan las sierras su turbante
de nieve y de tormenta,
y brille el olifante
del sol, tras de la nube cenicienta!...

¿Y el viejo romancero
fue el sueño de un juglar junto a tu orilla?
¿Acaso como tú y por siempre, Duero,
irá corriendo hacia la mar Castilla? 

Al aparecer el río sube nuevamente el tono en el poema y retornan las exclamaciones. Vemos como el yo lírico, que había calificado al río como “padre”, ahora le habla directamente como si se tratase de un ser superior. La sintaxis en la décima estrofa tiene una fluidez semejante a la de esas aguas que corren y correrán por siempre. Los cuatro primeros versos están encabalgados, y la alternancia de versos cortos y largos también es un aspecto que contribuye con esa sensación del fluir sinuoso de las aguas. Todos los elementos del planeta, ese mismo que se asombra con la belleza de la luna, son funcionales y colaboradores para que el paisaje sea. El sol es quien derrite la nieve, y esta a su vez se convierte en agua que alimenta un río que fluirá por siempre. Hay dos metáforas épicas e históricas, “turbante” y “olifante”. El turbante, esa prenda que sin dudas hace referencia a la presencia histórica de los moros por esas tierras, es algo que contribuye a fundir lo espacial con lo temporal. Y la metáfora cinestésica del olifante, aparte de tener connotaciones históricas, nos recuerda el poema épico del Cantar de Roldan. La décima estrofa es la que abona el terreno para las preguntas de la estrofa final. El poeta nos llevó a un territorio legendario y épico para terminar sugiriendo con sus preguntas, que fue ese paisaje, con sus características, el verdadero autor del romancero, el generador de la poesía española más representativa, porque fue en sus orillas donde tuvo lugar el sueño del juglar.  El poema se cierra con un clima de intimidad, donde el río parece guardar el secreto de la identidad de Castilla. El destino de esta zona de España ha sido ser dueña de un imperio ultramarino, y el río Duero, símbolo del lugar, corre hacia el mar, como lo ha hecho Castilla en su historia de conquista.

Artículo publicado en la Revista digital Vadenuevo  https://new.vadenuevo.com.uy. Montevideo, Uruguay.