miércoles, 5 de mayo de 2021

CUERPO VIVO QUE VA CANTANDO Y OTROS POEMAS, EL NUEVO POEMARIO DE FERNANDO CHELLE

 


Un paseo vespertino por los jardines del Sur

 

En esta ocasión voy a  hablar de un libro de poesía, Cuerpo vivo que va cantando y otros poemas, de Fernando Chelle, editorial PALABRA ESCRITA, Cúcuta, Colombia, 2021.

 

Por Jorge Meléndez Sánchez

 

A este escritor lo conocí por sus trabajos lingüísticos, sus análisis literarios, en los cuales entré a terciar como prologuista, a plena satisfacción suya y mía. Sólo nos conocemos por medio de esa clase de emanación que se produce en Internet y en la hermandad de la búsqueda de la felicidad por la palabra.

Fernando, ferviente buscador de mundos en el Caribe colombiano, se ha dado a conocer, no sólo en la Costa Caribe, sino en las diferentes regiones del país, donde, con su lucidez, ha dado lustre a distintos eventos literarios.

Es el autor de las obras de carácter ensayístico: El cuento fantástico en el Río de la Plata (2015), Las otras realidades de la ficción (2016), El cuento latinoamericano en el siglo XX (2016), Cadencias que el aire dilata en la sombra (2018), Palabra en el tiempo (2019) y Algo así como un misterio (2020). A estas obras deben sumárseles, un libro de cuentos titulado SPAM (2017), y Curso general de lectoescritura y corrección de estilo (2014), una obra de carácter didáctico.

En el terreno de la poesía, le preceden al poemario que acaba de publicar, los libros Poesía de los pájaros pintados (2013), Muelles de la palabra (2015) y Las flores del tiempo (2018).

Su último trabajo poético, Cuerpo vivo que va cantando y otros poemas (2021), es una obra que contiene el poemario más reciente (Cuerpo vivo que va cantando), acompañado de una selección de textos de todos los poemarios anteriores, de ahí el complemento del título “y otros poemas”.

Como prologuista de dos libros de Fernando Chelle, uno sobre la poesía de Antonio Machado, Palabra en el tiempo (2019), y otro sobre la poesía de Federico García Lorca, Algo así como un misterio (2020), no puedo dejar de percibir la marcada influencia en el uruguayo de estos dos poetas españoles. A Antonio Machado lo veo ya desde ese título vital y esperanzador que tiene el poemario. Lorca también está presente en algunas imágenes, aunque en menor medida. Pero sí hay algo que Chelle comparte, de alguna manera, con estos poetas protagónicos de las dos generaciones poéticas más importantes de la literatura española, el carácter anfibio en las temáticas de muchas de sus poesías. Porque de alguna manera están corriendo por los versos de Chelle, las aguas, no sólo de su Río Negro y de su Río de la Plata, sino también las del caudal hídrico del Río Guadalquivir, y del Río Duero. Pero claro, a estas aguas deberíamos sumarles también las de la Depresión momposina, las del Río Zulia y también las del Pamplonita. Ríos, estos últimos, de frontera, porque este es un poeta que parece destinado a vivir cercano a las fronteras, ya sea en Uruguay como en Colombia, y esto, que puede ser interpretado como un simple accidente vital, en la obra de un poeta puede estar marcando una impronta distintiva.

Entonces, pasamos a referenciar la doble circunstancia del hombre y la naturaleza, para la mirada poética, expresión que en todo momento se cumple como regularidad esencial. Ser y naturaleza son condiciones básicas, tal como las descubrió el Romanticismo y tal como las proyecta la experiencia ajena, la de los antecesores. En el caso de este último poemario de Chelle, la naturaleza es una constante, uno de los grandes motivos recurrentes que está presente en una gran diversidad de textos. Comenzando por las referencias ya aludidas al Río Negro, el que aparece casi siempre acompañado de la luna, un elemento que podría tener reminiscencias lorquianas, aunque la luna de Chelle no tiene nada de mítica ni de flamenca. Sirvan como ejemplo textos como Fascinación nocturna:

 

Como una misteriosa ofrenda de plata

fluyendo en el oscuro rumor del agua viva

allí, donde se mese el secreto de los juncos

en una geometría anárquica de sombras,

viertes la blanca ambrosía de las ranas.

 

O como Luna sentimental:

 

Sobre el lago azul de los misterios

tiemblan lejanos el silencio y la luz

y el tiempo y el espacio de lo bello

es el alma de plata de lo eterno.

 

También es el caso de Las entrañas y el tiempo:

 

Bajo el lomo de brillante pez nocturno

más allá del pecho líquido y sin ramas

tiembla el espejo del tiempo.

 

Y de Poeta en la noche junto al Río Negro:

 

Este tajo de luz donde igual se mecen la noche y las chalanas

y en sus entrañas líquidas tiemblan de frío las estrellas

es un verso celestial, aunque sea Negro.

En su cuna de tiempo, de rayo que no cesa en las orillas

duerme llena la luna, con su caracol de plata

y su huella de espejo destrozado.

 

Es muy significativa la presencia del río, casi únicamente en la noche. Porque contrario a estos cantos nocturnos, se podría decir con certeza que gran parte de la poesía de Chelle es más que nada una poesía del día, la suya, como la de Machado, es una poética de la tarde y del atardecer. Veamos algunos poemas que así nos lo muestran, como, por ejemplo, el titulado Sueños del atardecer:

 

Los últimos arreboles son aquí una promesa de descanso

un gris desde el celeste sobre el arte nuevo de algunas casas…

Melancólicas huellas de una luz que se marcha

que se esconde en el sueño de las ventanas…

 

Miremos el titulado Ocaso en los jardines:

 

La ebriedad del día en los jardines

es la bruma morada del crepúsculo

un instante de gloria fugitiva

desde lo alto cayendo entre las hojas,

una pacífica guerra de color hacia la sombra ´

hacia el sueño final que supone la noche.

 

El que lleva por título Tarde mística:

 

La ebriedad del firmamento sin estrellas

hoy ha caído con todos sus colores,

tiembla sobre los árboles dormidos

y arrastra perfumada su silencio

sobre el suspiro de las flores calmas.

Hay un lenguaje vespertino confundido

sintonizado extrañamente con el alma

un cortejo puro y armónico hacia la noche

hacia el encuentro divino de las llamas.

 

El que se titula, tan significativamente, La hora de las chicharras:

 

Mi sombra no es más que un grito silencioso

escapando de la tarde que me habita

una delgada imagen que se arrastra sin rostro

crece y se dilata como el poema que contengo

como el verso que vive en plena tarde.

 

En fin, los ejemplos se podrían multiplicar. Es en las tardes, y es en los patios, donde transcurre fundamentalmente la poesía de Cuerpo vivo que va cantando. Un patio que no es único, y que quizá ni si quiera se trate de un patio verdadero, sino de los patios continuados de la infancia, como parece quedar claro en el texto Continuidad de los patios:

 

¿Será que todas las infancias son recuerdos de un patio

vasto como la noche y más largo que la vida?

En mi verde infancia,

los patios de la memoria se continúan

y llegan hasta esta página…

 

De más está decir que esta evocación de los solares, con sus tardes cargadas de flores y de colores está atravesada por la melancolía. Por eso indiqué al comienzo de este estudio que Chelle tiene mucho más de Machado que de Lorca. Y por supuesto que las posibles influencias no debemos reducirlas únicamente a estos dos autores, pero este es el enfoque que yo he decidido darle al escrito, porque es una forma de dialogar con lo que ya expresé en otros trabajos, donde el poeta se ocupa de los vates mencionados.

De Machado, decía, es también esa reconstrucción melancólica que hace la voz poética utilizada por Chelle de un pasado, que bien podríamos comparar con lo que el poeta nacido en Sevilla calificó como “pasado apócrifo”, ese pasado que no necesariamente se corresponde con los hechos reales sino que tiene más que ver con la poetización (de más está decir que subjetiva) que hace el poeta de sus recuerdos. Dentro de estas poesías de carácter, llamémosle, melancólico o, si se quiere nostálgico, encontramos textos como el titulado, precisamente, Pasado apócrifo:

 

En una patria azul partida por un río

con jardines floridos y tardes embriagadas

 hay una falsa casa donde habita mi infancia.

 Es una construcción de la nostalgia

una ficción con algo de verdad

 donde todos los patios continuados

 son el mismo gran patio del misterio.

 

O el poema Calles de mi barrio:

 

Las arterias de piedra de la Italia chica

brillantes como los peces 

siempre desembocan en el río.

Allí, entre verdes islas

de chalanas mecidas en la orilla

nunca he sido profeta.

Sin embargo,

los altos pinos al final del pueblo

donde se hamaca la postrera sombra

sabrán un día de mis cansados huesos,

como los eucaliptus hoy saben de mis versos

y yo de su fragancia que no tiene fronteras.

Nunca he podido irme de la piel

que sujeta pecho, sueño y palabra

de un poeta del Sur.  

 

Para cerrar, creo que el otro gran pilar sobre el que se sostiene esta obra es el metapoético, es decir, el constituido por esos textos que reflexionan sobre el propio acto poético. Entre ellos podríamos citar al que lleva por título Atrevimiento:

 

No sé de este llamado de palabras,

de esta resurrección apócrifa de roídas imágenes

con la que reconstruyo la vida que más quiero…

 

También al que se titula El tiempo es el ahora:

 

Este es el tiempo de Homero y también el de Bécquer

porque el himno gigante y extraño

siempre es presente

ya que todas las voces se vuelven un ahora.

 

El significativo y diciente Alumbramiento:

 

Hay que tener buena mano

y estar dispuesto a la gracia

dejarse seducir por el misterio

guardado en la caída de una hoja

porque así es el secreto

del hijo que te engendra.

Hay que guardar la calma

cuando todavía es sueño

y vive en los ocultos

dominios de la sangre

hasta que sea una forma

compuesta de palabras

descansando en un verso

gozando de la luz.

 

O el bello poema que lleva por título El ruiseñor:

 

Sólo busco encausar las olas bajo el cielo

en noches estrelladas o a plena luz del día.

Cuando la espuma estalla al fondo de mi pecho

y no existe en el mundo dique que la contenga

canto como los pájaros y hablo como las hojas

siempre en un verso libre

porque soy como el viento.

 

Celebro la publicación de este poemario e invito a su lectura. Se trata de una obra esencial, muy bien escrita, con una voz lírica que parece venir de otros tiempos y que evoca también la presencia de otros lugares y otros seres humanos, esos que han quedado prisioneros en la memoria y en los terrenos misteriosos de la literatura.

 

 

 

 

 

  


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