8ª unidad
Planificación
textual
La
planificación de un texto constituye la parte del proceso de elaboración donde
nos planteamos y nos respondemos los objetivos que perseguimos al ponernos a
escribir. Debemos pensar en el emisor y
en el receptor, en la selección y orden que queremos dar a nuestras ideas, también
en el género en que vamos a escribir, entre otros aspectos fundamentales que
estudiaremos en este capítulo.
Aprendiendo a escribir
Con respecto al ejercicio de la escritura, veamos lo
que nos dice Graciela Reyes, en su libro “Cómo
escribir bien en español”:
“El
manido tópico de que el arte o la creación son algo que no puede ser enseñado
ni aprendido pierde validez ante la realidad de la evidencia. Ni los grandes
lingüistas son necesariamente buenos escritores, ni todos los escritores
prestigiosos apoyan su arte sobre una formación de base academicista. Tampoco
la facilidad para llenar páginas puede ser considerada una garantía de saber
escribir bien… existe un método preciso y lógico para aprender a dominar el
proceso de redacción, sea cual sea nuestro objetivo a la hora de escribir;
cartas, cuentos, novelas, tesis, informes, guiones cinematográficos, poesía o
una simple invitación… Aprender a escribir textos exige más que dominar algunas
técnicas de redacción y algunas normas gramaticales. Aprender a escribir es,
sobre todo, aprender a reflexionar sobre el lenguaje. Para escribir bien,
debemos considerar el lenguaje como medio y como fin para cumplir determinada
función; debemos sopesar críticamente nuestros recursos lingüísticos, calcular
el espacio de comunicación que abrimos con nuestro escrito, meditar sobre el
tema del que queremos hablar y sobre las personas a las que nos dirigimos.
Escribir es examinar la realidad y examinar, simultáneamente, cómo la
simbolizamos con palabras y cómo transmitimos sus contenidos. Escribiendo,
elaboramos críticamente nuestras experiencias y ejercitamos nuestra capacidad
de comunicarnos.” (Graciela Reyes (1998), Cómo
escribir bien en español, Madrid: Arco/Libros, p. 11)
Este apartado del libro pretende dotar de los
elementos, conceptos, ideas y reflexiones básicas para abordar con éxito la
expresión oral y/o escrita en la mayor gama posible de contextos comunicativos.
En primer lugar y antes de abordar estos temas
debemos acotar nuestro objetivo, estableciendo
qué es lo que entendemos por texto así como por escribir o expresarse
por escrito.
¿Qué entendemos por texto?
Un texto es un conjunto de signos lingüísticos
usados por una persona para construir un significado. La finalidad de un texto
es comunicar algo a alguien.
De acuerdo con esta definición de texto, que nos
resultaría difícil rebatir, no parece existir ninguna razón para distinguir
entre "comunicaciones escritas" y "comunicaciones orales":
en los dos casos usamos signos lingüísticos para construir un significado, esto
es, crear un mensaje, que dirigimos a alguien. Así pues, coherentes con la
descripción propuesta, debemos considerar que tanto los mensajes orales como
los escritos constituyen textos.
Ahora bien, no podemos pasar por alto una diferencia
esencial entre uno y otro tipo de textos. Nos referimos al hecho de que los
textos orales, en general, constituyen comunicaciones "presenciales o
virtuales”, esto es, el emisor y el receptor comparten el mismo espacio y el
mismo tiempo (en el caso de las comunicaciones virtuales el espacio no suele
ser el mismo); los textos escritos, en cambio, no.
Esta diferencia no niega que unos y otros sean
textos, pero para compensar esta falta de coincidencia espacio-temporal entre
emisor y receptor, la comunicación escrita está sujeta a reglas más elaboradas
que los textos orales. No olvidemos que los principios y reglas de escritura
existen para asegurar que el mensaje transmitido y la intención del autor se
mantengan en el texto y se transmitan sin ambigüedades.
Tras esta pequeña introducción, veremos que estamos
en disposición de aportar una definición de texto más acorde con nuestra
experiencia:
Un texto
es una transacción lingüística entre emisor (autor) y receptor (oyente o
lector). Cada texto construye un diálogo entre autor y lector. La expresión de
las intenciones del autor y las interpretaciones.
Los textos en la sociedad
A lo largo de nuestra vida, estamos en contacto con
una gran cantidad de textos de diferentes tipos: desde programaciones de
televisión hasta novelas, pasando por artículos de revistas, correos
electrónicos, multas, horarios, carteles, facturas, etc. Y lo que es más
importante, ante cualquier mensaje, todos reconocemos de forma inmediata de qué
tipo de texto se trata: nadie confunde una multa de tránsito o la factura del
Teléfono con una carta de amor. Este hecho, que creemos innegable, supone lo
siguiente:
-
Que,
consciente o inconscientemente, todos estamos familiarizados con los distintos
tipos de textos y
-
Que
establecer los rasgos distintivos de los distintos tipos de textos existentes
no sólo es posible sino que ser consciente de ellos constituye un conocimiento
imprescindible para escribir textos con éxito, esto es, que alcancen el
objetivo para el que fueron creados. En definitiva, para ser buenos escritores.
Es importante que tengamos en cuenta que clasificar
un texto es esencial para interpretar el mensaje o, incluso, de las palabras
que lo componen.
Por ejemplo, fuera de contexto, la referencia a un
estudiante como "es un estudiante aplicado" es bastante positiva; no
obstante, si se encuentra en una carta de recomendación, donde se deben
exagerar las virtudes del "recomendado", se convierte en algo
negativo, dado que lo interpretamos como que, a pesar del interés en entender
las cosas y de las horas que dedica a ello, el estudiante no entiende
fácilmente las cosas, es decir, no es muy inteligente.
Este ejemplo pone de manifiesto la importancia de
las convenciones textuales a la hora de interpretar el mensaje de un texto.
La composición de un texto
Escribir en forma correcta y
eficaz es una tarea nuestra, dependemos exclusivamente de nosotros, no de la
ayuda de las musas u otros seres sobrenaturales. Es nuestra capacidad para elaborar un producto (el texto) lo que
vamos a medir. Así como quien elabora un plato que le agrada, como quien cose
un botón, como quien maneja el taladro para colgar un cuadro o quién se atreve
a “montar” un mueble, tareas que implican el manejo de una técnica, así es la escritura.
Y es que
escribir bien es componer / elaborar por escrito textos
correctos, adecuados, no ambiguos, que cumplan los objetivos para los que
fueron pensados. La desventaja de esta idea es que, si no alcanzamos nuestro
objetivo, no podemos pasar la culpa a nadie, si acaso a nuestra pereza; la ventaja, que escribir se convierte en una habilidad alcanzable por todos tras
un periodo de formación de escritura y de práctica.
La práctica hace al
maestro
No sólo
todos podemos escribir, sino que podemos hacerlo bien. En este sentido,
pretendemos que este apartado del libro sobre escritura o, lo que es lo mismo,
sobre elaboración y composición de textos escritos constituya una ayuda para
los interesados en convertirse en expertos en el manejo (interpretación y
producción) de textos escritos.
Nos hemos
propuesto exponer algunas ideas generales acerca del proceso de elaboración de
escritos, de estrategias y mecanismos lingüísticos implicados en la composición
de textos eficaces, esto es, “con éxito”, que alcanzan el objetivo por el que
se diseñaron.
Proceso de composición
de un texto
La página en blanco
El terror
al papel en blanco constituye una de las experiencias que afecta tanto a
escritores profesionales como a escritores esporádicos de cualquier tipo de
texto. La experiencia universal que subyace a este tópico puede evitarse.
En las
siguientes líneas, proponemos algunos mecanismos para evitar dicha experiencia
y planteamos algunos principios que nos facilitaran las cosas como escritores.
Veamos
estas tres técnicas:
Una forma
clásica de empezar a escribir es la que se conoce como tormenta de ideas. Ésta consiste en poner por escrito todo lo que
se nos ocurre, sin censurarnos, y, del resultado que obtengamos, rescataremos
las ideas más interesantes. Escriba palabras o ideas que pasen por su mente y
en una etapa posterior trabájelas adecuadamente.
Otra técnica
efectiva para comenzar a escribir es la conocida como la estrella de ocho puntas. En el periodismo se aconseja que todo
artículo, nota, reseña, etcétera, responda a las preguntas quién, qué, cuándo, dónde, cómo y por qué. La técnica de la
estrella de ocho puntas toma esta estrategia y le agrega dos puntos más: cuántos y para qué. Trace una estrella
de ocho puntas y busque la respuesta adecuada, haciendo esto ya tendrá un
montón de ideas para superar el papel en blanco.
Existe otra
técnica similar a la tormenta de ideas que se denomina escritura automática y
es de gran utilidad para superar el miedo a la página en blanco. La técnica
consiste simplemente en escribir, así es, la idea es escribir prácticamente sin
pensar todo lo que se nos ocurre sobre el tema que hayamos elegido. No importa
en una primera instancia la sintaxis ni la gramática pues se trata de escribir
sin parar. Es lógico que muchas de las ideas que se escriban bajo esta técnica
no se utilizarán en el texto definitivo pero algunas otras si, esto es lo
positivo.
Una vez
realizadas algunas de estas técnicas, o solamente una de ellas, ya que lo que
buscamos es superar el estancamiento del comienzo podemos plantearnos los pasos a seguir.
El
siguiente paso, una vez superada la página en blanco, es la planificación del
texto.
Independientemente
del texto que vayamos a escribir, ya sea
una simple nota a un
familiar, una novela, o un escrito
administrativo, una noticia, un artículo de opinión, un trabajo de clase o un
examen, entre otros, hay que planificar.
La planificación de un texto
La
planificación de un texto constituye la etapa del proceso que precede a la
escritura. Dicha etapa del proceso de creación de un texto, sin duda, es la
menos considerada, en la medida en que es la que los escritores noveles omiten
de forma más habitual. Y probablemente ello es así porque se suele considerar
una pérdida de tiempo. No obstante, nada más lejos de la verdad práctica que
esta consideración tan generalizada.
Nuestro
propósito es mostrar que la planificación constituye una parte esencial en la
elaboración de cualquier texto. Gracias a ella, no sólo evitaremos el “terror al papel en blanco” sino que,
además, sin lugar a dudas, constituye la mejor garantía de éxito en nuestra
empresa: la creación de un texto eficaz, eficiente (esto es, que consiga su
propósito).
En efecto,
la planificación es el mejor recurso para evitar un texto desorganizado, en el
que se exponen las ideas del escritor de acuerdo con el orden en el que le
llegan a la mente; un texto que bloquea la transmisión fluida de ideas entre el
autor y el receptor (oyente o lector) por desatenderse la necesaria presencia
de éste; un texto que ofrece una imagen no deseada del autor, etc., etc.; en
definitiva, un texto fracasado.
El éxito de un texto
De acuerdo
con lo expuesto, parece claro que para que las cosas nos salgan bien es
imprescindible tener en cuenta que un texto no existe en el vacío, sino que
adquiere sentido en un contexto comunicativo. De acuerdo con ello, es
imprescindible que antes de escribir nos planteemos las circunstancias
comunicativas en las que se inserta nuestro texto. En otras palabras, componer
un texto que se adecue a nuestros objetivos equivale a elaborar textos
apropiados para la situación comunicativa en las que se insertan.
Un texto
con éxito es aquél que alcanza el / los propósito (s) u objetivo (s) que se
fija y ello sólo es posible si se planea (planifica) el escrito o, dicho de
otra forma, si el autor escribe teniendo respuestas a la mayoría de cuestiones
relacionadas con las circunstancias comunicativas que rodean el resultado
final.
Fases de la
planificación de un texto
De acuerdo
con las ideas expuestas hasta aquí, la planificación constituye la parte del
proceso de elaboración de un texto que dedicamos a plantearnos y respondernos
cuestiones esenciales como las siguientes:
-
Objetivos
de un texto.
-
Relación
entre el emisor y el receptor.
-
Producción
y organización de las ideas: documentación, selección y ordenación.
-
Género(s) y
secuencias textuales apropiadas para la transmisión de las ideas.
La
reflexión sobre estas cuatro cuestiones permite contar con respuestas tan
esenciales para configurar el contexto comunicativo del texto como
-
¿Para qué
vamos a escribir el texto?, ¿qué objetivos debemos alcanzar con él?;
-
¿A quién
dirigimos el texto (destinatario real o imaginado)? ¿Sabemos algo del
destinatario?, si es así, ¿con qué información sobre él / ellos contamos?, y si
no, ¿qué previsiones podemos formularnos? Debemos establecer también ¿qué
imagen queremos dar de nosotros como autores al receptor? o, en otros términos,
¿cómo queremos presentarnos en cuanto escritores?;
-
¿Qué
información(es) queremos transmitir al lector a través del texto? Y, sin
olvidarnos de cómo vamos a organizar la mucha o poca información (ideas, datos,
impresiones, etc.) con el fin de que la transmisión sea lo más fluida posible
y, por lo tanto, lo más eficaz posible.
-
Debemos,
además, decidir el formato textual y sus convenciones (género), y qué
secuencias textuales básicas (esto es, qué partes específicas: argumentación,
exposición, descripción, narración) será el mejor vehículo para elaborar el
texto.
-
A
continuación, nos proponemos plantear algunas ideas en relación con los cuatro
puntos anteriores, con la esperanza de que sirvan de “pistas” para dar con la
respuesta más adecuada a cada una de las fases de la planificación.
Objetivos de un texto
Sin duda,
la respuesta espontánea a la cuestión acerca de qué pretendemos conseguir
cuando escribimos un texto es, transmitir información. Ahora bien, dicha
respuesta carece de precisión, probablemente a causa de la espontaneidad. En
efecto, si pensamos en los textos (escritos u orales) que mantenemos a lo largo
de un día, nos daríamos cuenta que con la mayoría de ellos no pretendemos
transmitir información: pensemos por ejemplo en esas conversaciones vacías de
encuentros casuales en un sitio de espera o esas palabras repetidas cuando
llegamos al lugar de trabajo, imprescindibles para mantener las buenas
relaciones sociales, pero no para transmitir
información.
Aclaremos
este punto. Con un texto podemos perseguir diversas finalidades. Podemos, por
ejemplo: Pedir algo al destinatario, advertir al lector de algo, felicitar al
receptor del mensaje, invitar a alguien a algún sitio, etc., etc.
Ahora bien,
no podemos perder de vista que incluso los textos cuyo objetivo es informar a
sus lectores sobre algo también tienen otros intereses, es decir, se proponen
algo más que simplemente informar. Por ejemplo: una noticia acerca de una reunión
en Buenos Aires de los gobiernos
latinoamericanos, aparecida en cualquier medio de comunicación, transmite
información acerca del día, el motivo, los asistentes, etc. a dicha reunión; a
quien lo escribe, no obstante, no basta con que el lector tenga esta
información, sino que, por cuestiones sin duda partidistas, puede pretender
además exaltar o descalificar la
elección del sujeto elegido por el Gobierno de su país para representarlo en la
reunión latinoamericana, o valorar negativamente su intervención, u opinar
sobre el motivo de la reunión, o incluso, valorar la apuesta latinoamericana,
etc.
Los textos
del mundo real, incluso los que se marcan objetivos informativos, satisfacen
diversas funciones comunicativas; es más, lo difícil es encontrar un texto
puro, esto es, con un único objetivo.
Los textos científicos
y sus objetivos
De acuerdo
con lo expuesto hasta aquí, la mayoría de textos de la vida real se escriben
marcados con el objetivo de alcanzar varias funciones comunicativas. No ocurre
así, con los textos científicos, que reducen considerablemente el
abanico de objetivos comunicativos posibles, sin que ello signifique que dichos
textos persigan un solo objetivo monolítico, lo que sí parece claro es que un texto
científico debe renunciar a "expresar los sentimientos" del
escritor, a "provocar ciertos comportamientos en el lector" (como en
los textos de instrucciones), a "provocar emociones estéticas", a
"invitar al receptor", etc.
Los textos
científicos se suelen fijar como primer objetivo exponer una información,
mostrarla, enseñarla al lector. Es decir, el carácter de los textos científicos
es eminentemente expositivo, dado que su objetivo es mostrar o enseñar
al lector, información, datos, situaciones nuevas para éste. Ahora bien, en
ocasiones, estos textos también intentan convencer al lector del punto de vista
del autor en relación con el tema que presenta, lo que supone que también son
argumentativos.
En
definitiva, las funciones comunicativas eminentes de los textos científicos son
Informar y convencer en este estricto orden.
Los textos académicos
Son textos
que forman parte de la situación comunicativa directamente relacionada con la
formación o educación. Informar y convencer, en este orden, constituyen también
las dos características básicas de los textos académicos. En este sentido, los
textos académicos se igualan con los científicos. Esta inicial igualdad se
convierte, no obstante, en simple similitud cuando valoramos la situación
comunicativa de los textos académicos, a lo cual dedicamos las líneas
siguientes.
En
cualquiera de los textos que se dan en una situación comunicativa académica
(libros de texto básicos, artículos especializados, clases, apuntes, resúmenes,
exámenes, libros de divulgación, etc., etc.) la información constituye el
primer objetivo: presentar información fidedigna acerca de un tema determinado.
Ahora bien,
estos textos, todos ellos académicos, divergen entre ellos respecto al efecto
que quieren provocar sobre el lector: un libro de texto básico pretende que el
lector entienda y aprenda información nueva; un artículo especializado, en
muchas ocasiones, se fija como meta convencer al lector de lo acertado de su
punto de vista en relación con el tema tratado; un examen no sólo consiste en
presentar información, que se supone conocida por el lector (el profesor, en su
faceta de evaluador), sino que se propone demostrar el alto nivel alcanzado,
para aprobar; por último, en un libro o artículo de divulgación el objetivo
fijado es interesar al lector.
Es importante
tener en cuenta que las características de estilo y de estructura de un texto
vienen determinadas por los objetivos para los que se componen: si bien es
bueno que cualquier texto sea ameno, en algunos casos, como, por ejemplo, los
artículos de divulgación, dicha característica es imprescindible para poder
alcanzar la meta que lo caracteriza: interesar al lector. Siguiendo con esta
idea, sin olvidar en la medida de lo posible la amenidad, la característica
imprescindible de los artículos especializados radica en la exhaustividad y
precisión de los datos presentados, rasgos que pueden ser contraproducentes en
un texto de divulgación por la pesadez y la oscuridad que en ocasiones suponen
dichos rasgos.
Perfil del lector
En la mayoría de los casos,
el autor no conoce personalmente a los lectores. Ante ello, la necesidad de
tener en cuenta el destinatario, lo que puede, y debe, hacer el escritor es
imaginar cómo será el hipotético lector.
Imaginemos que vamos a
componer el guion de un programa televisivo de entretenimiento: para ello,
deberíamos plantearnos alguna hipótesis en relación con el público medio al que
queremos apuntar, dado que el contenido de nuestro programa determinará los
posibles televidentes.
De acuerdo con ello, por lo
tanto, es necesario diseñar un retrato hipotético de los lectores potenciales
del texto; este retrato debe plantearse cuestiones como cuáles son sus
conocimientos en relación con el tema, qué franja de edad tienen, cuál es su
ideología, sus intereses, su nivel cultural, su clase social, etc.
Si bien uno de los objetivos
del escritor es "gustar" a sus lectores (de ahí la necesidad de
valorar cómo es el posible lector), no podemos suponer que no tiene nada que
decir. Debemos distinguir, no obstante, dos tipos de situaciones: aquellas en
las que el escritor está "obligado" a gustar a los lectores, porque
si no el editor de la publicación descarta la propuesta del autor, por ejemplo;
y aquellas en las que el escritor elige el lector para el que escribe el texto
(este sería el caso no sólo de los escritos personales, sino también de
lectores "anónimos" de una publicación determinada). Una forma de
seleccionar a los lectores es el uso de jergas, de lenguas especializadas,
lenguajes en clave, etc.
Intereses
del lector
Aparte de valorar qué
información sobre el tema tiene el lector, es importante conocer (o imaginar)
sus intereses, su “perfil psicológico”, lo que nos ayudará a escribir de forma
que le demos motivos para acercarse al texto. Visto desde esta perspectiva,
podemos pensar en la composición de un texto como un reclamo publicitario, en
la medida en que el texto tiene que autovenderse, y, en consecuencia, la
seducción constituye un calificativo importante para cualquier tipo de texto.
Cabe comentar que divertir
no constituye el objetivo principal de la mayoría de los textos, pero es
importante ser consciente de que constituye un objetivo secundario, que
favorece la comunicación entre el autor y el receptor. Por otra parte, es
necesario tener en cuenta que, en ningún caso, divertir puede convertirse en un
objetivo que anule u oscurezca el objetivo de informar, argumentar, exponer,
describir; en otros términos, la amenidad constituye una cualidad que, sólo
para determinados textos, es el primer objetivo y, en los otros, es un rasgo
aconsejable.
Por último, las estrategias
(técnicas) que escojamos para conseguir “divertir” al lector o amenizar el
texto deben estar acordes con el tipo de texto: no es lo mismo amenizar un
texto de física con la finalidad de exponer la teoría del caos que amenizar un
examen, un texto de opinión política o de opinión social.
La planificación de un texto
Como vimos en el apartado anterior, antes de
comenzar a escribir un texto, cualquiera sea su tipo, debemos pensar que es lo
que queremos transmitir, cual fue nuestro objetivo al ponernos a escribir. Si
bien es cierto que hay textos que pueden tener más de un objetivo, debemos
tener en claro cuál es el objetivo primario de lo que vamos a expresar.
Cada tipo de texto tiene una estructura que lo define
y lo diferencia de otras tipologías textuales. Un texto argumentativo puede
tener también una función descriptiva, si con la descripción quiere reforzar un
argumento. En las manifestaciones literarias es común ver como se mezclan los
distintos tipos de textos. Sería muy raro que en una novela por ejemplo
existiera un solo tipo de texto, ya que lo que caracteriza a esta manifestación
literaria es la mezcla, o la alternancia de pasajes narrativos, descriptivos,
argumentativos, retóricos, etcétera.
Generalmente la estructura básica de gran cantidad
de textos, es la que implica una presentación
del tema a trabajar, el desarrollo de
dicho tema y la conclusión a la que
se llega.
Fernando Chelle
· Editorial: CreateSpace Plataforma Independent Publishing; 1 edición (24 de enero de 2014)
· ISBN-10: 1495244679
· ISBN-13: 978 a 1495244674
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