Una de las importantes características de la
poética del uruguayo Fernando Chelle es la intensa cercanía que el lector
siente, apenas incursiona en sus versos, acerca de los postulados y la forma
misma en la que el poeta se expresa. Esta abolición del límite entre autor y
lector no es un logro mediano, sino mucho más que llamativo. A través de sus
poemas, Chelle nos acerca no solamente a su universo propio, sino que colabora
a que tengamos una visión mucho más nítida del nuestro. Un lenguaje llano, por momentos
casi coloquial –donde sin embargo no falta la apelación a la referencia culta–
anima estos logros que nos permiten edificar, desde nuestro papel de lectores
de sus poemas, el paisaje de nuestra propia memoria sensible, merced a la
evocación de estados y percepciones que compartimos con el poeta. Poesía visual
y fuertemente corpórea, la de Chelle se apoya en sensaciones conocidas por el
lector y que vuelven a su conciencia gracias a la habilidad del autor para
devolverles su vigencia inmediata.
Luis Benítez
(Poeta, narrador y ensayista argentino)
El
tiempo es el ahora
Este es el tiempo de mi poesía
voz de todos los tiempos que me
habitan
y a su vez
palabra cómplice de todos mis
hermanos.
A lo lejos, suena dulce una
guitarra
y me trae el recuerdo de ese oboe
verde como pradera
como el silencio de los campos.
Este es el tiempo de Homero y
también el de Bécquer
porque el himno gigante y extraño
siempre es presente
ya que todas las voces se vuelven
un ahora.
¿Será
que todas las infancias son recuerdos de un patio
basto
como la noche y más largo que la vida?
En
mi verde infancia,
los
patios de la memoria se continúan
y
llegan hasta esta página
como
los robles de la cabaña del monte
hasta
el terciopelo de aquel alto sillón.
Son
largas extensiones de flores y conejos
con
horizontes de perros y
sombras
que picotean la tierra
hasta
perderse en un pino inclinado donde viven los pájaros.
Todos
los patios de mi niño son un gran patio
soy
testigo de enredaderas, de enanos de jardín
de
naranjos que al evocarlos adquieren color y movimiento.
¿Será
que todas las infancias son recuerdos de un patio
basto
como la noche y más largo que la vida?
El jazmín
Esperanza
blanca de los patios
vertida
en una gloria perfumada
que
asombra los viejos paredones.
Eres el cándido silencio matutino de la brisa
y
la nocturna fragancia de las sombras.
Quien
pudiera con justicia cantar tu blanco destino
tu
frescura antigua de manso río en los salones
y
alzar temblando una corona alba de palabras
para
nombrarte a ti fragante melodía del silencio
el
rey de los jardines.
Oda
a la página en blanco
La página
en blanco es generalmente blanca
y el
blanco alude a su vacío
a la nada
que contiene
a la
posibilidad infinita de discursos
a la
ausencia de letras, de palabras.
La página
en blanco
es una
invitación a la fiesta del lenguaje
quiere
que la violen
pide que
la transgredan
que la
irrespeten
para
dejar definitivamente de ser
ese vacío
infinito del universo
ese
material poroso sin corazón
ese desdichado
fragmento de la nada.
Pedazo
de papel que me regaló el viento
Todavía
en el patio las hojas murmuran con el viento
algunas,
al desprenderse de las ramas,
caen
arrítmicas y silenciosas, esquivando invisibles,
como
esas mariposas que entregan al río su tiempo de serpentina.
Todavía
en la falda del cerro mi abuelo toma mate silencioso como una sombra
bajo
el árbol donde viven los pájaros
donde
sus manos viejas de animal manso, rugosas como los troncos,
se
encaprichan en componer las mañanas.
Todavía
remonto las casas del barrio en esa cometa que construyó mi padre
desde
donde veo el lomo brillante y sin ramas del tiempo
disiparse
lleno de luz, lleno de ojos, lleno de gritos.
Todavía
al invierno lo bebo con el vino de la amistad
alrededor
de una mesa con pan, humo y carcajadas
donde
la belleza natural de lo trivial y de lo corriente hace su imperio.
Todavía
los plátanos cabecean en la plaza
cubren
el banco donde me miro en sus ojos
donde
escribo esta página,
amarilla.
Carne asada
La
nave en llamas del horizonte
con
su hoguera de pájaros y de peces
es
un réquiem por la luz en la isla,
espejo
celestial de los fuegos mortales
que
los hombres levantan en la arena
como
alto tributo a la amistad.
El
sueño de la temprana noche
crece
entre los eucaliptus
que
danzantes sombrean
en
el altar de hierro
la
carne colocada.
Lejos,
la ciudad con sus perros
ajena
al noctámbulo culto
de vinos y de estrellas
comienza
a descansar.
Arrepentimiento
Lo confieso,
he asesinado mariposas.
Solía salir junto a mi hermano
cuando el sol calcinaba la siesta
armado de una rama,
cuanto más frondosa mejor.
El día, que caía
cuesta abajo
a morir en el río
se fragmentaba en mariposas
las había amarillas
naranjas en su mayoría
y otras
que parecían tener un reloj entre las alas.
Venían volando por la claridad
esquivando invisibles
como si supieran
de la existencia del gigante
que las esperaba.
Venían zigzagueando
su tiempo de serpentina
regalando su frágil belleza
sin prever
la precipitación de rama
de naturaleza violentada.
Venían con el sol de las chicharras
en su baile arrítmico y silencioso
a morir a plena luz
en lúdico asesinato.
¡Qué pena da confesarlo!
he asesinado mariposas
he sido un vil soldado
que levantó sus armas
contra la belleza.
Cosmos, 1984
Una luz dulce de mandarina en otoño
calienta el viejo patio de mi niñez,
la fantasía es un colchón de hojas en el suelo
murmurando con un viento de lenguas invisibles,
lo poético ya está allí
es el silencio de ese patio a plena luz
ese niño amando su soledad
absorto en el diamante
que deja al pasar un caracol,
lo mágico es ese lugar sin mar
sin pantalones blancos
sin perfumes corrompidos,
la felicidad,
es la sombra de un árbol
donde viven los pájaros
la sombra que se arrastra en silencio
con olor a mandarinas
para comunicarse
con el viento
las hojas
y las ramas de diamante.
Variaciones del instante
Eres tú; te conozco
porque es igual la tarde
José García Nieto
Aunque no sepa de este llamado de palabras,
de esta resurrección apócrifa de roídas imágenes
con la que reconstruyo la vida que más quiero
¡Qué fácil has venido
a mi voz, y en qué instante!
Me recuerdas, verso mío,
que todo es lo mismo y no,
que estas madreselvas del jardín,
en flor, como en el tango, y
tupidas, como en las rimas,
son, en cambio, las de la vida.
Son otras y las mismas,
porque es igual y otra la pared
y yo también soy otro siendo el mismo.
Están bajo ese eterno cielo
con su luna, su estrella y su misterio.
¡Qué fácil has venido a recordarme, verso mío,
Que todo es lo mismo y no…
Muelles de la palabra
La evanescencia de la palabra me salva del mundanal
ruido,
las hay sentimentales, impresionistas, pintoras,
son muelles del verbo eterno
que nos roza en la garganta,
en los pulmones.
El himno gigante sigue anunciando
y corre, se ramifica y como siempre
se dilata en nuevas sombras.
Las páginas brillan,
ahora resplandecen y se modifican,
pero son páginas,
no humo, perfume, sonido o viento.
La palabra
cabalga sus nuevos corceles,
compañeros del poeta
que sigue cantando, gritando, viviendo,
ahora despojado del métrico corsé
y de la rima represora,
ahora lejos del mármol y las escalinatas
camina por las calles con todo el pecho al viento.
La palabra ya no quiere ser el queso de las ratas,
quiere estar ahí, inmediata y cotidiana,
enamorada de los guantes, las calles,
la sopa y las colmenas.
Preferí beber tus ismos,
zurcirte, engarzarte y presentarte
pura, directa y palpitante,
con un verbo libre que viaje
hacia asideros que lo terminen de nacer,
donde habitan mis cómplices,
mis hermanos.
Las entrañas y el tiempo
Bajo el lomo de brillante pez nocturno
más allá del pecho líquido y sin ramas
tiembla el espejo del tiempo.
Sumergido en un devenir de ondulante luz
renace como dama de la noche ante mis ojos
y allí permanece, en su intermitente presencia
de panóptico eterno.
Cada noche, el brillante pez nocturno
serpentea el tiempo y se disipa
con un embrión de la luz en las entrañas.
En estos días
En el antiguo andamio
de la lengua
en el aire, sonando
sola, se soporta la palabra
lo demás es el encierro
del hombre el necesario
yugo
que la somete
el imperioso triunfo a
la memoria
donde descansa la
literatura.
Más allá del papel y la
anquilosada tradición
de las pantallas y las
conservadoras resistencias
lo inaprensible de esta
vida canta.
Así que, nada de perros
del hortelano
ni de volver con la
frente marchita,
porque, cual la
generación de los hombres
así las de las hojas,
en estos días
digitales.
ÆREA. Revista Hispanoamericana de
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