Gustavo Adolfo Bécquer
hacia 1864, retratado por J. Laurent
El milagro de la poesía
El genio poético. Del olvido, al despertar del
sueño; del polvo, a la resurrección.
Por Fernando Chelle
Después
del estudio introductorio al libro de las Rimas
de Gustavo Adolfo Bécquer, y del análisis literario de la Rima I, continúo mi recorrido analítico, con la número VII.
VII
Del
salón en el ángulo oscuro,
de su
dueña tal vez olvidada,
silenciosa
y cubierta de polvo
veíase
el arpa.
¡Cuánta
nota dormía en sus cuerdas
como
el pájaro duerme en las ramas,
esperando
la mano de nieve
que
sabe arrancarlas!
¡Ay!
pensé; ¡cuántas veces el genio
así
duerme en el fondo del alma,
y una
voz, como Lázaro, espera
que le
diga: «¡Levántate y anda!
Esta
poesía, que aparece en la primera parte del libro de las “Rimas” de Gustavo Adolfo Bécquer, está vinculada a la reflexión
sobre el hecho poético. En cuanto a la estructura externa, está compuesta por
tres estrofas de cuatro versos. Las dos primeras estrofas presentan tres versos
decasílabos y un cuarto de pie quebrado, que es un hexasílabo, mientras que la
tercera estrofa, si bien repite los tres primeros versos decasílabos, se cierra
con un eneasílabo. La rima es asonante en los versos pares, mientras que los
impares quedan libres. El ritmo es trocaico, ya que el acento estrófico recae
siempre en sílaba impar. El tema de la rima aparece explicitado recién en la
tercera estrofa. Comienza el texto hablando de un arpa, pero al final, nos
enteramos de que ese arpa es la expresión simbólica del genio poético. En este
texto está invertido el punto de partida, comienza con la imagen del arpa, la
que se va a ir cargando de valor subjetivo y simbólico. Lo que hace aquí
Bécquer es lo que T.S Eliot llamó “correlato objetivo” es decir, habla de una
cosa, pero está aludiendo a otra. El arpa, es un instrumento musical que por sí
solo no cumple ninguna funcionalidad, necesita de alguien que lo ejecute, así
como el genio poético necesita de la inspiración del poeta para manifestarse.
El genio poético está latente, en silencio como el arpa, sólo le basta el
estímulo para poder surgir. Existe en
este poema una correspondencia de la estructura externa con la interna, ya que
los tres momentos de esta última coinciden con la división en estrofas. La
primera estrofa es de una gran tranquilidad, encontramos la descripción
impersonal del instrumento y su ubicación. En la segunda aparece lo subjetivo y
se alude a las posibilidades creativas que están dormidas, latentes, esperando
ser despertadas. La tercera estrofa es la de la
intensificación de la subjetividad, es donde aparece el “yo”.
Toda
la primera estrofa es un gran hipérbaton, donde el arpa aparece al final. Hay
una larga descripción, que va generando expectativas, porque como lectores no
sabemos a qué se está refiriendo el texto, hasta que finalmente aparece el
objeto. Primero se refiere la situación y el estado, (olvidada, silenciosa y
cubierta de polvo), se anteponen todos los elementos circunstanciales, antes de
que aparezca el verbo y el sustantivo. El arpa está arrinconada, sola, en un
salón, que es un ámbito que por lo general se utiliza para la comunicación. Ese
ángulo oscuro del salón marca el estado del alma del poeta, un estado donde
está latente la posibilidad de comunicación. En la expresión “de su dueña tal
vez olvidada”, no hay una negación rotunda del olvido. Está sí cubierta de
polvo, que es una muestra de que al menos desde hace un buen tiempo nadie se ha
ocupado de ella. Lo que sucede con el arpa es lo que pasa con el genio poético
cuando está carente de estímulo, se llena de polvo. Se cierra la estrofa de forma impersonal
“veíase el arpa”, todavía el poeta no se involucra en el texto. Pero, de todas
maneras, el cierre de la primera estrofa no es completamente negativo, porque
si bien el arpa está en un ángulo oscuro, se ve, está abierta a posibilidades,
está a la espera de que la toquen.
La
segunda estrofa, en su totalidad, es una exclamación. Comienza con una
prosopopeya, donde las notas duermen en las cuerdas, y a su vez ese dormir es
comparado con el del pájaro en las ramas. Las cuerdas del arpa, al igual que
los pájaros dormidos, guardan en potencia el canto, la música, el genio
poético. Sólo se necesita la mano del artista, la mano inspirada, que arranque
de lo dormido, de lo quieto, de lo que está en reposo, la creación, la
poesía.
Dije,
cuando hablé de la estructura, que en la tercera estrofa es donde se
intensifica la subjetividad, porque es donde aparece el “yo”. Aquí sí se alude
directamente al genio poético y se repite nuevamente el verbo dormir, que es un
verbo esperanzador, porque implica un posible despertar. Finalmente, la
inspiración es para el poeta, lo que es Jesucristo para Lázaro. Es muy
significativo el ejemplo, porque lo de Lázaro no es un simple despertar, es una
resurrección, con lo que podríamos llegar a pensar, que la inspiración en el poeta
tiene un carácter divino, milagroso.
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