Retrato
(pasaje, ficcionalizado, de un punto de nuestra biografía)
Por: Fernando Chelle
Carlos,
querido Carlos, amigo tan cercano hoy tan lejos de aquí. Decidí escribirte
estas líneas, porque tú compartiste conmigo los momentos de mi vida, cuando era
feliz y aún no lo sabía. En aquel tiempo de docente itinerante, cuando escribí
el poema de los liceos, nunca hubiera pensado que años más tarde estaría de
regreso de esta guerra cruel, sucia, triste, profundamente triste como todas
las guerras. Los caballos, los hermosos caballos que veíamos en Maroñas, un
cruel destino los terminó cargando de hombres con fusiles, como aquellos de la
maldición de Malinche, como aquellos que venían cubiertos de metal. Sí, Carlos,
los años en que fuimos docentes, éramos tan felices y jóvenes, soñábamos con
cambiar el mundo a través de la palabra, y ya vez, aquí estoy, curando las
heridas recientes, en medio del silencio, del despojo, y de esta inercia en el vivir
que ni siquiera es rabia. Tal vez trato al escribirte, de recuperar lo que fue,
de darle vida. Me alivia transitoriamente este dolor que ha dejado el despojo,
el saber que reíamos, que amanecíamos tomando vino, fumando, hablando de
política y literatura. Llego a ensayar una leve sonrisa al recordar cuando
tropezaste con la mesa de vinos en la exposición de Marito ¡Qué grande Marito!,
y vos y Raúl y Silvia, en fin, aquel grupo tan unido del liceo 13. Nunca
cobramos gran cosa, éramos conscientes de que el sueldo solo nos alcanzaba para
lo indispensable. De lo que no éramos conscientes Carlos, querido Carlos, es
que éramos felices.
# PUENTEMIAU
Narraciones breves del laboratorio literario debajo del puente
GATO MALTRECHO EDITORIAL
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