“Un poeta en Cartagena
de Indias” (II)
de Indias” (II)
Segunda parte de la evocación del XIII Parlamento Nacional de Escritores de Colombia. A ese encuentro asistieron escritores de todas las regiones de Colombia y también representantes de diferentes países.
Por Fernando Chelle
El jueves 13 de agosto amaneció radiante en el corralito de piedra. Lo primero que hice fue abrir la ventana de mi habitación y dejar que la claridad de la mañana la invadiera. Me detuve a mirar por un instante el ir y venir de los cartageneros por la antiguamente llamada plazoleta Telecom, hoy denominada plazoleta Benkos Biohó, en honor a ese gran líder cimarrón que luchó por la liberación del yugo esclavista. Desde el séptimo piso del hotel Stil Cartagena, gozaba de una visión amplia de la plazoleta y sus alrededores. Todo en esta ciudad parecía traerme recuerdos literarios, ya les conté cuando me sentí como el joven Ernesto de Los ríos profundos, al enfrentarme a las murallas centenarias. En ese momento, desde la ventana del hotel, no pude dejar de sentirme como el personaje del escritor Holly Martins, el protagonista de El tercer hombre, la famosa novela de Graham Greene. La imagen que evoqué de la novela de Green fue aquella del parque de diversiones, cuando desde lo más alto de una rueda gigante, Harry Lime le muestra a su amigo Martins como los habitantes de Viena, vistos desde allí, parecían simplemente puntitos movedizos. Aquí no parecían puntitos, porque seguramente la altura era menor, pero uno no elige los recuerdos ni las imágenes que le vienen a la mente, simplemente llegan y ya, y a mí me llegó esa del novelista británico. La vista era magnífica, hacia la izquierda podía divisar claramente el Castillo San Felipe de Barajas, una fortificación construida por los españoles en el siglo XVI, ubicada sobre el cerro San Lázaro. Casualmente, yo me había referido a este castillo en un artículo que escribí sobre la casa del General Francisco de Paula Santander, ubicada en el municipio de Villa del Rosario. Porque cuentan que las piedras de esta última edificación fueron unidas con argamasa de cal, arena del río y sangre de res, la misma técnica que se empleó en algunas partes del castillo, aunque también se dice, y hoy parece estar confirmado, que en la construcción cartagenera la sangre no fue solo de res sino también de personas. Pero dejando de lado esa triste historia, yo me sentía contento que el castillo siguiera en pie, y celebraba el estar viéndolo en el siglo XXI, después de los diversos ataques ingleses y franceses que tuvo que soportar. Allí estaba, con su bandera colombiana flameante, como un testimonio histórico, ahora visitado por turistas de todos los rincones del mundo, que se acercan hasta el lugar para contemplar una de las obras arquitectónicas más grandes de todo el continente americano.
Ese jueves estuve descompuesto durante todo el día, de manera que recién salí del hotel para la actividad que teníamos en la noche. Lamento haberme perdido las conferencias referentes a José Benito Barros Palomino y a Giovanni Quessep, como también la presentación de numerosas obras que se hicieron en esa jornada. Mi compañero de habitación, el escritor loriquero Alexis Jattin Torralvo, autor deHaten ‑ Jattin. Una familia libanesa en el mundo, atribuyó mi mal a una virosis que por esos días había copado Cartagena. Sea como fuere, lo cierto es que ese día, hasta la noche, no me moví de mi habitación.
La actividad nocturna se llevaría a cabo en el Club Unión de Cartagena, el primer lugar alejado del hotel donde nos alojábamos los escritores, de manera que para llegar allí había que tomar transporte. De forma similar a lo que me había sucedido el día anterior, cuando me encontré por casualidad en la puerta del hotel con la poeta yopaleña Pilar León Martínez, con quien fui caminando hasta la Universidad Jorge Tadeo Lozano, me encontré ese jueves con dos poetas amigas, la argentina Antonia Russo y la bogotana Alejandra Nieto, a quienes había conocido la noche anterior en la gala blanca. Con estas amigas tomamos un taxi y nos dirigimos al lugar donde se realizaría la actividad. El viaje me sirvió para conocer una zona de la ciudad que todavía no había visto. El Club Unión de Cartagena está ubicado en el barrio llamado Castillo Grande, localizado al sur de la ciudad amurallada. Para llegar allí, debimos atravesar el barrio Bocagrande, que al igual que Castillo Grande, es un barrio turístico y comercial. Independientemente de las bellas casas modernas y de los imponentes edificios, en lo personal estos barrios no me resultaron tan atractivos como la ciudad amurallada. Además de carecer de la magia que tiene el barrio histórico, esta zona de Cartagena de Indias es una repetición arquitectónica y comercial de lo que uno puede llegar a ver en muchos sitios. Un hotel Holiday o una tienda de Nike no se diferencian mucho en Cartagena, Buenos Aires o Paris, es algo así como los centros comerciales, el que vio uno los vio todos. Llegamos al club alrededor de las 7 de la tarde, hora a la que se había previsto el comienzo de la actividad, pero como el número de asistentes todavía era escaso, decidimos cruzar la calle y tomarnos unas fotos en la playa con la ciudad de fondo. Cuando vimos que los distintos escritores comenzaban a llegar, cruzamos y nos integramos al evento. El Club Unión es una edificación de dos pisos, con una entrada principal en forma de arcada y una puerta de vidrio en la cual está grabado el logo de la institución, una C y una U enlazadas. El agasajo fue en el salón principal del club, donde se encontraban distribuidas numerosas mesas adornadas para la ocasión, y un atril principal, donde su ubicó un pendón oficial del XIII Parlamento Nacional de Escritores de Colombia. La velada fue un homenaje a la cultura colombo-árabe, donde pudimos disfrutar del arte de la danza, la gastronomía y por supuesto la literatura. Comenzó con unas palabras de bienvenida, a cargo del presidente del club, el Dr. Miguel Raad Hernández. El espectáculo dancístico consistió en una Belly Dance (danza del vientre) que contribuyó a darle color arábico a la noche cartagenera. Estuvo a cargo de la escritora sogamoseña Milena Barrera, quien además de presentar en el Parlamento su trabajo titulado La danza del recuerdo, nos deleitó esa noche con una presentación impactante. La recuerdo desplazándose por el salón del club, con su atuendo azul y su pelo rojo mientras daba vueltas moviendo los brazos y la cadera. Las lecturas de esa noche las podríamos dividir en tres representaciones. No es que esto estuviera pensado así por los organizadores, es algo que yo hago ahora por una finalidad práctica, sobre todo para recordar, aunque estoy seguro que, aunque no es mi deseo, de algún escritor me voy a olvidar. La representación más numerosa de esa noche, fue la de los escritores anfitriones, los cartageneros. Recuerdo la intervención de Lidia Carcione, la de Alicia Haydar Ghisays, la del profesor y poeta Argemiro Menco Mendoza y la de la escritora representante de la “Generación fallida” Nilva Galbán. En segundo lugar, estarían los escritores colombianos de otros lugares, este es el caso del escritor monteriano Félix Manzur Jattin (Presidente Honorario del próximo Parlamento) y de la poeta bogotana Alejandra Nieto. Finalmente, también tuvimos el gusto de escuchar lecturas poéticas de algunos escritores extranjeros. Entre ellos, la representante mexicana del Parlamento Joven, la poeta Francia Perales, a quien ya habíamos tenido el placer de escucharla en la gala blanca, con la que se inauguró oficialmente el Parlamento. También escuchamos la comprometida poesía de la poeta hondureña Lety Elvir. Finalmente, la delegación argentina estuvo representada por el cálido verso de la poeta Antonia Russo y la lectura de un texto en prosa, del querido poeta Héctor de León. Como no podía ser de otra manera, la cena brindada consistió en un plato típico de la gastronomía árabe, repollitos rellenos, hojitas de parra, berenjena rellena y arroz de almendras. La velada culminó aproximadamente a las diez de la noche. Para retornar al hotel, una gran cantidad de escritores tuvimos la suerte de poder tomar una buseta que estaba vacía, porque ya había terminado su recorrido. El trayecto estuvo marcado por la risa y como no podía ser menos entre una mayoría de colombianos, por el canto. Allí estuvieron presentes los vallenatos que tanto le gustaban a Gabriel García Márquez. Nadie más indicado que el poeta vallenato Adalin Aldana Misath, para entonar las canciones de Rafael Escalona. Adalin cantaba, “¡Ay! El que no vuela no sube” y la muchedumbre en la buseta le contestaba, “a ver a Ada Luz en las nubes”. Adalin continuaba, “¡Ay! El que no vuela no llega allá” y la muchedumbre volvía a responder, “a ver a Ada Luz en la inmensidad”.
El viernes 14 de agosto llegó por fin. Era el día de mi lectura, nada más y nada menos que en la Plaza de la Trinidad, corazón del barrio Getsemaní. Me encontraba totalmente recuperado de mis males y dispuesto a disfrutar de un día de mucha literatura, como realmente terminó siéndolo. La actividad matinal se desarrollaría en la Institución tecnológica, Colegio Mayor de Bolívar, y hasta allí me dirigí en compañía del poeta vallenato Adalin Aldana Misath y del poeta mexicano Francis Mestries Benquet, quien presentaría en esa instancia, su poemario Remedios para el mal de ojo: visiones de Remedios Varo. Hasta las 11 de la mañana se fueron sucediendo las conferencias referidas a Andrés Elías Flores Brum, y a La Metamorfosis de Franz Kafka. Disertó la escritora y docente universitaria bogotana, Carolina Mayorga Rodríguez; el escritor y docente universitario loriquero, José Hipólito Palomo Zurique; el escritor envigadeño Edgar Trejos Velásquez; la poeta y gestora cultural porteña Astrid Sofía Pedraza; el gran novelista, poeta y pintor nacido en Huila, pero radicado en Ibagué, el señor Benhur Sánchez Suárez; el poeta argentino Jorge Alberto Giordano; el escritor itagüiseño José Rafael Aguirre Sepúlveda; el escritor loriquero Antonio Dumett Sevilla; el gran poeta monteriano Galo Alarcón Contreras, quien tuvo la gentileza de obsequiarme con una dedicatoria su obra en homenaje a Franz Kafka Huellas de la palabra alucinada, y finalmente, se cerró esta etapa de conferencias con la brillante exposición sobreLa Metamorfosis que hizo el también monteriano, el escritor y docente universitario Nelson Castillo Pérez. Una vez terminada la parte de las conferencias, se continuó con la presentación de obras literarias. La primera obra que se presentó, se titula Urbanos, Humanos, extraños, de la actriz y productora cultural brasilera, María Prado de Oliveira. Seguidamente, fue el turno de Remedios para el mal de ojo: visiones de Remedios Varo, del poeta mexicano Francis Mestries Benquet. Finalmente, la última presentación antes del receso del almuerzo, fue la del escritor brasilero Valdeck Almeida De Jesus Lotado, quien leyó algunos poemas seleccionados.
El Colegio Mayor de Bolívar también está ubicado dentro de la ciudad amurallada, de manera que el regreso al hotel es un paseo más que agradable. En esa oportunidad, un tramo de la caminata lo compartí con el poeta ecuatoriano Marcos Rivadaneira y otro con la poeta de Medellín, Anna Francisca Rodas Iglesias. No recuerdo el motivo por el cual caminé conversando un tramo con cada uno, pero así fue. La jornada vespertina comenzaría a las 2 y 20 de la tarde, de manera que el tiempo para almorzar, darse una ducha y descansar un poco no era mucho. Ese día, en el restaurante del hotel, almorcé con quienes serían, junto con el poeta vallenato Adalin Aldana Misath y la poeta bogotana Alejandra Nieto, mis compinches hasta el final del Parlamento, los escritores argentinos Antonia Russo, Elizabeth Bustos y Jorge Alacevich. Después de almorzar, subí a mi habitación con la intención de ducharme y descansar un poco, no de dormir, porque no quería perderme ninguna presentación. Me despedí de mi compañero Alexis Jattin Torralvo, que regresó a Lorica, y me quede disfrutando del fresco de la habitación, hojeando el Magazín del Caribe, un periódico de la asociación de escritores del Caribe, que me había regalado el historiador y crítico literario Roberto Montes Mathieu. También aproveché para leer el primer número deEco Literario, una publicación de la Asociación de Escritores de Aguachica, que había tenido la gentileza de obsequiarme el escritor aguachiquense José Orlando Blanco Toscano. Pasadas las 2 de la tarde, retorné al Colegio Mayor de Bolívar para presenciar las distintas presentaciones de libros que estaban estipuladas. La jornada vespertina comenzó con el último miembro de la delegación brasilera, el señor Luis Menezes Miranda. No hizo la presentación de una obra, sino que se refirió al nacimiento del colectivo literario brasilero Sarau da Onça. Le siguió el escritor monteriano Félix Manzur Jattin, que presentó su poemario Infierno y Paraíso, a quien también debo agradecerle la gentileza de haberme obsequiado un trabajo discográfico que contiene, además del poemario mencionado, las obras Poemas Malditos y Rompiendo Cadenas. El poeta ecuatoriano Marcos Rivadeneira presentó su obra Los días de la aldaba. El poeta peruano Johnny Barbieri presentó su último poemario, titulado Bandera de herejes. La poeta caleña radicada en Alemania Sonia Solarte Orejuela presentó su obra La orfandad de los espejos. El maestro Antonio Mora Vélez, de quien acabo de leer uno de sus últimos cuentos, Trasplante de cabeza, presentó su poemario Los jinetes del recuerdo. La poeta pamplonesa Johanna Marcela Rozo, quien recientemente ha sido seleccionada como jurado del Concurso Nacional de Cuento MEN- RCN, presentó su trabajo La sombra y el relámpago. El poeta doradense Néstor Augusto Esquivel Donato declamó, con acompañamiento de guitarra, algunos poemas de su libro Poemas soñados en un mar de ilusiones. El escritor monteriano Serafín Velásquez Acosta, representante del “Bocachico letrado”, leyó uno de sus relatos inspirados en la defensa de la naturaleza. La poeta caleña Mónica Patricia Ossa Grain se refirió a ese gran proyecto cultural llamado “Lecturas Urgentes de Poesía”. La escritora sogamoseña Milena Barrera presentó su trabajo titulado La danza del recuerdo. Finalmente, la escritora mexicana Celeste Alba Iris presentó un ensayo titulado Proximidades y distancia a la poesía tamaulipeca.
La actividad siguiente, de ese viernes 14 de agosto de 2015, sería el encuentro nocturno en la Plaza de la Trinidad del Barrio Getsemaní, donde por fin me tocaría leer una selección poética de mi primer libro Poesía de los pájaros pintados. Getsemaní es un barrio cercano al centro, contiguo a la ciudad amurallada, de manera que la distancia desde el hotel a la Plaza de la Trinidad no es mucha y se puede hacer caminando. Así lo hice y fue como seguir viajando en el tiempo. El barrio, uno de los más representativos de la ciudad, donde se dio el grito de independencia en 1811, es una fiesta para los sentidos, al menos para los míos, porque en esto de los gustos hay para todos. Allí, donde vivían los esclavos en la época de la Colonia, hoy se nuclea lo más colorido de la vida bohemia cartagenera. Hoteles de arquitectura colonial con sus balcones floridos, tiendas de distintas artesanías, lugares donde se alquilan bicicletas, bares, restaurantes y sitios donde se desarrollan numerosas actividades culturales, hacen que este barrio sea el elegido por viajeros jóvenes de diferentes lugares del mundo. El sitio donde se desarrolló la actividad del Parlamento, la Plaza de la Trinidad, es el corazón del barrio. Se encuentra situada frente a la Parroquia de la Santísima Trinidad, una edificación del siglo XVI, hoy pintada completamente de color amarillo. Allí aproveché para tomarme una foto en el monumento, compuesto de tres estatuas, en homenaje al mulato cubano Pedro Romero, líder del movimiento de los lanceros de Getsemaní, ese grupo de artesanos que combatieron por la independencia de Cartagena, allá por 1811. Como en la gran mayoría de las actividades del Parlamento, el presentador fue el periodista y escritor cienaguero Delfín Sierra Tejada. El primero en leer fue el poeta vallenato, conocido entre los amigos como el “Poeta Bardo”, el señor Adalin Aldana Misath. Tomó el micrófono, se apartó del atril, bajó los escalones que lo separaban del público y desde allí recitó su poesía. En segundo lugar, leyó otro poeta amigo, que como ustedes recordarán se tomó una foto tocándole los senos a Gertrudis, me refiero al poeta Ibaguereño Alirio Quimbayo Durán. Y así se fueron sucediendo las distintas intervenciones: el poeta vallenato, Álvaro Maestre García; la escritora argentina Antonia Russo; el profesor y poeta cartagenero Argemiro Menco Mendoza; el poeta argentino Héctor de León; la poeta y gestora cultural porteña Astrid Sofía Pedraza; el poeta momilero, representante del Parlamento Joven, el señor Naiver Urango; el poeta envigadeño Omar Darío Gallo Quintero; la poeta cartagenera Rosemary Macía, representante de la “Generación Fallida”, el taller literario que lidera el poeta cartagenero Gonzalo Alvarino; la poeta envigadeña Xiomara García, también perteneciente al Parlamento Joven; la poeta y artista textil argentina Elizabeth Bustos, y luego me tocó a mí. Hasta el momento había permanecido sentado, muy atento a las distintas intervenciones. Tenía en las manos mi libro Poesía de los pájaros pintados con una nota en un papel suelto que decía: Yo lírico, página 1; Nervios, página 2; Al gran Sol, página 5; Caeré en tu pecho, página 25; Recuérdame, página 42; Una tarde en La Coqueta, página 66. Aparte de esta nota, tenía también dentro del libro una hoja con el poema Muelles de la palabra, texto que abre el poemario homónimo, todavía inédito en aquel mes de agosto. Sabía que no podía leer esa cantidad de poemas, pero no importaba, me decidiría por alguno de ellos una vez en el atril. Saludé al público presente, y agradecí a los miembros de la directiva del Parlamento. Esa noche se encontraban sentados, en una mesa exquisitamente adornada con las obras de la poeta y artista textil argentina Elizabeth Bustos, el profesor Juan Gutiérrez Magallanes, la poetisa Guiomar Cuesta Escobar, el escritor Andrés Elías Flórez Brum y el escritor Antonio Mora Vélez. Me decidí por la lectura de Yo lírico, texto con que se abre Poesía de los pájaros pintados, y por Muelles de la palabra, texto con que se abre el poemario del mismo nombre. No quise leer más, porque los textos elegidos son relativamente extensos y quedaban todavía bastantes poetas por intervenir. Yo quedé completamente conforme, en primer lugar porque sentí la aceptación del público y en segundo término porque tuve la oportunidad de presentar, al menos un texto de cada uno de mis poemarios. Después de mí, leyeron: el poeta cartagenero Gonzalo Alvarino; el poeta argentino Jorge Alacevich, que entre otras cosas, acaba de publicar su obra Desde el alma; la poeta hondureña Lety Elvir; la poeta de Medellín, Lina María Gómez Ramírez; el representante del Parlamento Joven, también de Medellín, el señor Cristian Camilo Hidalgo; la barranquillera Laura Luz Ballestas Gil, también del Parlamento Joven; la cartagenera Ruth Patricia Diado y finalmente el gran poeta cartagenero, el señor Pedro Blas Julio Romero.
Al finalizar la actividad en la Plaza de la Trinidad, todos los escritores nos dirigimos a “Las Indias Boutique Gourmet”, un restaurante ubicado también en el barrio Getsemaní, a escasos metros de la plazoleta del pozo, otro de los lugares emblemáticos de esta maravillosa ciudad. El restaurante tiene un salón principal, que da a la calle, y luego un largo patio adornado con diferentes plantas, que fue donde nos ubicamos para cenar los escritores. Fue una noche fantástica, ideal para confraternizar y hacer amigos. En ese lugar surgió la representación nortesantandereana de “Lecturas Urgentes de Poesía”, y por ahí anda la foto de ese casual encuentro entre el escritor ocañero Luis Eduardo Páez García, la poeta pamplonesa Johanna Marcela Rozo y quien escribe, con la poeta caleña Mónica Patricia Ossa Grain, directora de ese movimiento literario. La noche estaba demasiado linda para retirarnos al hotel. Junto a mis compinches, los ya referidos: Adalin Aldana Misath, Antonia Russo, Elizabeth Bustos y Jorge Alacevich hicimos una primera escala en la plazoleta del pozo. Allí nos tomamos fotos con las distintas esculturas de hierro forjado que adornan el lugar. Todas representan actos que podríamos llamar cotidianos; un niño que escapa de un perro que le muerde el pantalón; un hombre que golpea a otro; un borracho que orina contra el poste de un farol, acompañado por un perro que también está orinando. Enfrente de la plazoleta también hay una escultura, se trata de un hombre tocando la guitarra. Seguimos caminando, estuvimos en otro de los pintorescos bares que se multiplican en el lugar y finalmente terminamos aquel maravilloso día charlando enfrente del hotel, hasta que nos comenzó a ganar el sueño.
Así llegó el sábado 15 de agosto de 2015, último día del XIII Parlamento Nacional de Escritores de Colombia. Ya había leído mis poesías, ahora había llegado el día de hacer la presentación de mi último libro publicado hasta ese momento, El cuento fantástico en el Río de la Plata. La actividad se realizaría en la Casa Museo Rafael Núñez, donde antiguamente vivió ese ilustre cartagenero que ocupó la presidencia de Colombia en cuatro ocasiones. La residencia está situada en el antiguo barrio de pescadores llamado El Cabrero, hasta allí fui caminando junto con mis compinches. La casa es una edificación de dos pisos, con techos de tejas, con mucha madera, ya sea en sus múltiples ventanales como en el balcón que la rodea. Es más, el segundo piso es todo de madera, tiene un amplio patio, con muchas flores y palmeras, y en su interior se pueden ver los muebles de época, que pertenecieron a Rafael Núñez. En esa última jornada, se presentaron libros, hubo algunas lecturas y se cerró el Parlamento 2015 con una evaluación general y una declaración pública. Comenzó la jornada con la presentación del libro Kanú, el hijo de la selva profunda, del escritor cartagenero ganador del premio Gauchupe de Oro 2015, el señor Antonio Prada Fortul. Le siguió la presentación de Sigilos paralelos, último poemario del también cartagenero, Argemiro Menco Mendoza. Leyeron los miembros de la Asociación de Literatura Duitama, el escritor Elkin Jiménez Jaimes y la poeta Elizabeth Córdova Pérez, y después de ellos me tocó a mí. Quién me presentó y acompañó en la mesa, fue el escritor Joce G. Daniels G (Marqués de la Taruya), Presidente del Parlamento Nacional de Escritores de Colombia. Mi exposición consistió en la lectura del prólogo del libro El cuento fantástico en el Río de la Plata. Comencé contando, como el libro es la reunión de cinco artículos de carácter literario, donde comento y analizo las principales características de cuatro cuentistas rioplatenses. Referí también que en un principio los artículos se habían difundido en revistas y que posteriormente decidí juntarlos, escribir un prólogo, que de alguna manera los nucleara, y publicarlos en forma de libro. Hecho este comentario, pasé a leer el prólogo del libro, que fue lo que constituyó el núcleo de mi presentación. Me sucedió la poeta de Medellín Anna Francisca Rodas Iglesias, que dio lectura a un ensayo titulado Medellín, ciudad tomada por el fuego de la palabra. Con la intervención de Anna, culminaron las presentaciones y se pasó a hacer una evaluación general del Parlamento Nacional de Escritores de Colombia 2015. También se pusieron a consideración de los escritores presentes dos propuestas: el rechazo público a las actuaciones del “Pacificador” Pablo Morillo, durante el sitio de Cartagena, y una proclama con respecto al proceso de paz en Colombia que se viene desarrollando en la ciudad de La Habana, Cuba. Las dos propuestas fueron aprobadas por unanimidad.
Después de aquí, solo queda la despedida, pero esa no la cuento. Prefiero pensar que pronto he de volver a esta ciudad maravillosa, llena de poesía. Hablando de poesía, Cartagena de Indias, te debo una.
Artículo publicado en la revista digital Vadenuevo www.vadenuevo.com.uy . Octubre de 2015. Disponible: Aquí
No hay comentarios:
Publicar un comentario