“El
ensayo de corte literario”. Conversatorio de Fernando Chelle en la “Institución
Educativa Santa Fe” de Santiago de Cali (Colombia). Viernes 27 de noviembre de
2020. Campo comunicativo 2020. Ciclo 3 y 4.
domingo, 20 de diciembre de 2020
“El ensayo de corte literario”. Fernando Chelle en la “Institución Educativa Santa Fe”
sábado, 5 de diciembre de 2020
Fernando Chelle en la presentación del libro “Sueños y lágrimas”, del poeta Édison Peralta
Intervenciones de Fernando Chelle en la presentación del libro “Sueños y lágrimas”, del poeta Édison Peralta, (sábado 24 de octubre de 2020). Editorial “Los sueños de Ícaro”. Presentó, por la editorial, el poeta Alonso Quintin Gutiérrez Rivero. Estuvo en el master y en la organización del evento, la poeta María Francia Blanco Pedroza. Leyeron sus textos, los poetas: Lilia Gutiérrez Riveros, Carlos Mario Uribe, Laureano León Barrera, Marcela Cingolani, Fernando Chelle, Julio Cesar Arciniegas y Édison Peralta.
Poética del pensamiento, el arte de poetizar la filosofía
Una respuesta desde la crítica literaria, al estudio
Lírica y Filosofía en Antonio Machado, de Rafael Gutiérrez Girardot
Por
Fernando Chelle
Me
une a la figura del escritor boyacense Rafael Gutiérrez Girardot la pasión por
la creación de ensayos de temas literarios. Comparto también con él, el interés
por algunos autores, sobre los cuales han corrido ríos de tinta por parte de la
crítica especializada, como es el caso, por ejemplo, de Antonio Machado. Esto
para mí no es ningún impedimento, porque yo cuento con la certeza, con respecto
a mi trabajo crítico, de ofrecer siempre a los lectores un abordaje literario
estrictamente personal e irrepetible. Lo mismo se podría decir de la obra
crítica de Rafael Gutiérrez Girardot, más inclinada a la filosofía que la mía,
con una intención si se quiere más pedagógica, pero marcada, indiscutiblemente,
con un sello personal que es intransferible. Yo suelo realizar una crítica
textual, un comentario interpretativo y valorativo de las obras a partir del
análisis literario de los propios textos. Por supuesto que me sirvo, siempre
que sea necesario, de disciplinas como la psicología, la sociología o la
historia, pero mi forma preferida de abordar una obra pasa, fundamentalmente,
por la parte estética. Rafael Gutiérrez Girardot en cambio, es un crítico
literario que utiliza como herramienta fundamental el abordaje filosófico de
los textos, y estos siempre se abren a diferentes lecturas que amplían, que
enriquecen considerablemente el objeto de estudio.
Luego
de leer el ensayo Lírica y Filosofía en Antonio Machado, de Rafael Gutiérrez Girardot, se me ocurrió que sería
muy interesante establecer una especie de diálogo, donde yo, desde la crítica
literaria, pudiera responder a algunas ideas fundamentales desarrolladas allí por el autor nacido en Sogamoso. Y esto es lo que
haré, llevado de mi pasión por la poesía machadiana, iré comentando,
complementando, creando a partir de lo creado por Gutiérrez Girardot. Una
especie de crítica de la crítica, podríamos decir.
En
el ensayo referido, un texto perteneciente al libro Antonio Machado hoy
(1989), publicado por la institución cultural francesa Casa de Velázquez,
Rafael Gutiérrez Girardot, se detiene, fundamentalmente, en el pensamiento
filosófico de Antonio Machado. Para eso comienza citando un fragmento del
prólogo de la edición de 1917 de Campos de Castilla (1912), que yo
también citaré, porque evidentemente en el tercero de sus poemarios el gran
poeta de la generación del 98, comienza una nueva etapa en su poesía:
Somos víctimas—pensaba yo— de un doble espejismo. Si
miramos afuera y procuramos penetrar en las cosas, nuestro mundo externo pierde
en solidez, y acaba por disipársenos cuando llegamos a creer, que no existe por
sí, sino por nosotros. Pero si, convencidos de la íntima realidad, miramos
adentro, entonces todo nos parece venir de fuera, y es nuestro mundo interior,
nosotros mismos, lo que se desvanece. ¿Qué hacer
entonces? Tejer el hilo que nos dan, soñar nuestro sueño, vivir; sólo así
podremos obrar el milagro de la generación. Un hombre atento a sí mismo y
procurando auscultarse, ahoga la única voz que podría escuchar; la suya; pero
le aturden los ruidos extraños. ¿Seremos, pues, meros espectadores del mundo?
El
fragmento anterior le sirve a Rafael Gutiérrez Girardot, para decir que los dos
primeros poemarios de Machado; Soledades (1903) y Soledades, galerías
y otros poemas (1907), se caracterizaron por expresar la interioridad del
poeta, lo que aparece en el fragmento como “íntima realidad”, mientras que, a
partir de la publicación de Campos de Castilla, el poeta comenzará a
crear poemas en los que el mundo exterior “exista por sí mismo”.
En
general estoy de acuerdo con las palabras de Gutiérrez Girardot. En Campos
de Castilla, si nos detenemos, por ejemplo, en el estudio de la relación
del poeta con el paisaje, veremos que este se presenta de forma mucho más
objetiva e independiente del yo lírico, con respecto a los dos primeros poemarios,
a la etapa modernista machadiana. En Campos de Castilla, aunque el
paisaje exterior en algún momento se confunda con la interioridad del poeta, lo
que encontramos es la expresión emotiva del yo frente a la naturaleza. Lo que
no comparto de la visión de Gutiérrez Girardot, es considerar a Campos de
Castilla como una obra en la que se ha perdido la subjetividad del poeta,
porque la visión de la realidad en este poemario, si bien es cierto es mucho
más objetiva que en los anteriores, nunca es independiente de la mirada emotiva
del poeta. Basta detenernos en poemas como Orillas del Duero, por
ejemplo, para darnos cuenta que lo que ha cambiado en Campos de Castilla
son las temáticas, más que la visión interior del poeta.
El
móvil del estudio de Gutiérrez Girardot es filosófico y lo que intenta
demostrar con su escrito es que, atrás de esa búsqueda interna o externa,
subjetiva u objetiva de Machado, según el poemario en el que nos fijemos, se
esconde el problema fundamental de la teoría del conocimiento, a saber, la relación
entre el sujeto, en este caso el poeta, y el objeto del conocimiento. De manera
que, siguiendo esta idea, podríamos calificar a los poemarios Soledades
y Soledades, galerías y otros poemas, como obras idealistas, en tanto
intimistas, y al poemario Campos de Castilla, como una obra realista en
tanto que concibe al mundo exterior como algo independiente del sujeto. Pero si
bien miramos en el fragmento que ha servido como disparador de estos análisis,
Machado no se inclinará por ninguna de las dos posturas filosóficas para la creación,
sino que dice que hay que “soñar nuestro sueño”. Entiende que es en el sueño donde
logrará realizarse el poeta.
Es
necesario que me refiera aquí al tema fundamental de la poesía de Antonio
Machado, “el tiempo”, para vincularlo luego con el tema del sueño, porque no
gratuitamente el poeta habla en el fragmento de “soñar nuestro sueño”.
Para
Antonio Machado la poesía es “palabra en el tiempo”, por esto es por lo que su
yo lírico se introduce en el problema de la temporalidad y desde allí extrae la
temática fundamental de su poesía. La suya es una poética meditativa, que
reflexiona sobre el sentido de la existencia. “Vivir es devorar tiempo” dirá su
heterónimo Juan de Mairena. El poeta es consciente de la fugacidad del tiempo,
y esto le genera angustia existencial. En la preocupación por, de alguna
manera, recuperar el tiempo perdido, la memoria juega un papel importantísimo.
Pero hay un modo fundamental dentro de la poesía de Antonio Machado para luchar
contra el paso inexorable del tiempo, es el del sueño, más específicamente el
de la ensoñación (el hecho de soñar despierto). Allí el yo lírico es capaz de
inventar un pasado, lo que el propio Machado llamó el pasado apócrifo. Se trata
de un pasado que en realidad no existió, que es una invención del poeta, pero
que en el fondo resulta siendo el más auténtico, porque es justamente la
posibilidad de soñar la que hace que el poeta sea libre y pueda expresar lo más
auténtico de sí mismo. El paso del tiempo es algo que también afecta a la
memoria, borra los recuerdos de lo vivido, por eso es por lo que es tan
importante la creación del pasado apócrifo, porque es un pasado que está afuera
del tiempo de los relojes. Lo esencial entonces, es lo soñado, no lo vivido,
porque en ocasiones el individuo no logra protagonizar el tiempo. La memoria le
sirve al poeta entonces, tanto para recordar como para evocar los sueños.
Pero
volvamos ahora a las palabras, quizás más conocidas, de Antonio Machado, esas
que sostienen que la poesía es “palabra en el tiempo”, porque también en ellas
se detiene Rafael Gutiérrez Girardot. Él sostiene que la búsqueda de Machado
pasa por tratar de captar la fluidez temporal sin petrificarla, y esto es algo
que de por sí es bastante difícil, ya que el pensamiento y las percepciones no
sólo que son simultaneas, sino que fluyen, algo que no sucede con el lenguaje.
Este
es un inconveniente al cuál se han enfrentado desde siempre los poetas, incluso
algunos han creado obras significativas sobre el asunto. Ya me referiré a algunas
de ellas, pero antes citaré a Ferdinand de Saussure quien, desde el terreno de
la lingüística, teorizó sobre este tema de forma cristalina. Dice el lingüista
suizo, en el capítulo uno de su Curso de lingüística general, al
referirse a la naturaleza del signo lingüístico, específicamente, a su segundo
principio, el del carácter lineal del significante:
El significante, por ser de naturaleza auditiva, se
desarrolla sólo en el tiempo y tiene los caracteres que toma del tiempo: a) representa
una extensión, y b) esa extensión es mensurable en una sola dimensión:
es una línea… los significantes acústicos no disponen más que de la línea del
tiempo; sus elementos se presentan uno tras otro; forman una cadena. Este
carácter aparece inmediatamente cuando se los representa mediante la escritura
y se substituye la sucesión en el tiempo por la línea espacial de los signos
gráficos.
De
manera que el poeta no tiene otra posibilidad al expresarse que caer en la
intrínseca linealidad y temporalidad del signo lingüístico, independientemente
de que sus percepciones, incluso sus emociones, sean simultaneas. Gutiérrez
Girardot se pregunta entonces, cómo un escritor puede llegar a solucionar este
problema y lograr una expresión integral que capte la fluidez sin petrificarla
y a su vez transmita una simultaneidad que no esté sometida a la sucesividad. De
forma muy inteligente recurre al ejemplo del cuento El Aleph de Jorge
Luis Borges, donde el protagonista llega a ver la “simultaneidad de todos los
tiempos y totalidad de infinitas cosas en mínimo espacio”. Es un buen ejemplo
el de Borges, pero que no viene a ofrecer una alternativa, sino que viene a
corroborar la gran verdad dicha por Saussure. Porque a la hora de describir la
multiplicidad y la simultaneidad de las cosas del universo que refleja el
Aleph, el narrador se enfrenta a la imposibilidad de hacerlo de forma completa
mediante un instrumento tan limitado como el lenguaje humano y por esa razón
acude a enumeraciones caóticas que de alguna manera lo acercan a una sucesión
interminable. Pero nunca se aparta de la linealidad del lenguaje, simplemente porque
es imposible.
Este
conflicto que supone tener que recurrir a la mezquina linealidad del lenguaje
para la expresión poética supo verlo John Keats en su Oda a una urna griega,
donde le da más valor comunicativo a la plasticidad de las imágenes talladas en
la urna, que a su comunicación lingüística. Quizá quién mejor se ocupó de
teorizar sobre este conflicto fue Gustavo Adolfo Bécquer en su Rima I,
donde el yo lírico refiere que lo gigante y extraño, que precede a la
manifestación artística, debe ser expresado con un lenguaje rebelde y mezquino.
La obra resultante termina siendo un pálido reflejo de aquello que la inspiró. Son
maravillosos al respecto los versos que cierran la segunda estrofa de la Rima
I:
con palabras que fuesen a un tiempo
suspiros y risas, colores y notas
Aquí
el poeta le pide al lenguaje, algo que de por sí es lineal, que sea simultaneo.
Hay un esfuerzo en el uso del polisíndeton por superar la linealidad, pero
nosotros como lectores sabemos que eso no es posible y percibimos el fracaso.
El yo lírico quisiera que el lenguaje fuera una especie de quintaescencia de
los sentidos, pero cuando se refiere a eso no tiene otra alternativa que
enumerar linealmente cuáles son sus pretensiones.
Yo
creo que en el poema Correspondencias, Charles Baudelaire, de alguna
manera, con el uso de la sinestesia, logra acercarse a ese lenguaje pretendido
por Bécquer, a esa especie de quintaescencia de los sentidos.
Es
algo sabido, constatable, que las distintas interpretaciones que se puedan
llegar a tener de una misma obra por parte de diferentes críticos, dependen de
muchas cosas, pero, sobre todo, del tipo de abordaje que se haga de la misma, y
dicho abordaje, indudablemente, va a estar relacionado con los intereses que
mueven al crítico. Lo que sedujo a Rafael Gutiérrez Girardot de la poesía de
Antonio Machado fue, indudablemente, la poetización de algunos temas
filosóficos que este realizó. De manera que el estudio de la lírica del poeta
del 98, le sirvió para mostrar el carácter poético que se esconde detrás de
algunos pensamientos y viceversa.
A mí
lo que me interesa de Antonio Machado es la belleza estética de su poesía. La
profundidad en la claridad, la aparente sencillez de uno de los más grandes
poetas de nuestra lengua. Todo lo demás que pueda agregar sobre la poesía de
Machado, excede a este ensayo y de alguna manera está ya recogido en otros
textos que he publicado con anterioridad. Mi intención aquí fue dialogar un
poco, desde la intelectualidad, con uno de los críticos literarios más importantes
de Colombia y de Latinoamérica, con Rafael Gutiérrez Girardot, sobre
literatura, sobre filosofía, teniendo como principal invitada, una de las voces
poéticas más importantes de todos los tiempos, la de don Antonio Machado.
Conversatorio sobre la obra de Rafael Gutiérrez Girardot
Conversatorio
sobre la obra de Rafael Gutiérrez Girardot. Elizabeth Córdoba Pérez, Camilo
Forero, Darío Rodríguez y Fernando Chelle.
Conversación sobre el cuento "Muebles: El canario" de Felisberto Hernández, en Radio Uruguay 1050 AM
A
continuación les dejo el audio de la conversación que mantuve con la periodista
Daina Rodríguez y el escritor Alberto Gallo, sobre el cuento "Muebles: El
canario" del escritor uruguayo, Felisberto Hernández. El encuentro fue a
través de Radio Uruguay 1050 AM, el día jueves 30 de junio de 2016.
miércoles, 2 de diciembre de 2020
El monstruo de la historia
(Acercamiento crítico a Extrañas mutaciones de Marco Antonio Valencia Calle)
Por: Fernando Chelle
Huele a quemado. Durante cuatro
semanas ya
ha estado ardiendo el pozo seco de
la huerta.
Los pájaros ni siquiera han cantado
hoy
y el álamo ha dejado de crujir y
silbar.
Anna
Ajmátova
El
tema de la violencia armada, de la guerra, ha estado presente en la literatura
de todos los tiempos. En la Ilíada, en el Antiguo testamento, en los diferentes
relatos mitológicos (griegos, nórdicos, egipcios, o de los pueblos de nuestra
américa). En fin, en diferentes y múltiples obras, de todas las épocas y
geografías, el arte en general y la literatura en particular, se han ocupado de
abordar el tema bélico.
De
más está decir que los escritores colombianos no han sido una excepción en el
tratamiento del tema. Todo lo contrario, nacieron en un país en donde la
violencia ha estado presente a lo largo de toda su historia. Comenzando desde
la conquista española y el exterminio que supuso, y siguiendo por la Guerra de
independencia, la Guerra de los Mil Días, la masacre de las bananeras, el
asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, la Operación Marquetalia, la guerra de los
narcos, los paramilitares, el sicariato y el accionar violento de diferentes
grupos delincuenciales, ningún colombiano ha podido vivir en una etapa de paz
social absoluta dentro de su país. De manera que el tratamiento temático de la
violencia armada ha sido una constante a lo largo de toda la historia de la
literatura colombiana. Se podrían citar muchos ejemplos, de distintas épocas y
de diferentes géneros literarios, pero como ese no es el tema fundamental de
este estudio, repararé únicamente en el comienzo de las dos obras más
destacadas de la literatura de esta región del mundo: en La vorágine (1924), de José Eustasio Rivera y en Cien años de soledad (1967), de Gabriel
García Márquez. La magistral novela del huilense comienza con las palabras de
su protagonista, el poeta Arturo Cova, quien sostiene que: “Antes que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al
azar y me lo ganó la violencia”. Y la novela del nobel, comienza con ese
conocido y tan citado recuerdo del coronel Aureliano Buendía cuando se
encontraba próximo a ser ejecutado: “Muchos
años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía
había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el
hielo”.
Pero
si bien el tema de la violencia ha sido una constante dentro de las letras
colombianas, los textos se han diferenciado por las maneras de enfrentarse a
esta temática. Es en este último aspecto, donde la obra Extrañas mutaciones (2016), del escritor Marco Antonio Valencia
Calle (Popayán, 1967), supone una novedad extraordinaria dentro de las letras
colombianas, y me animaría a decir también, dentro de las obras que
históricamente se han ocupado de las sociedades que han padecido conflictos
violentos. Una novedad que pasa por lo formal, por lo estilístico, y también
por el manejo del punto de vista, o mejor, de los puntos de vista
lírico-narrativos (más narrativos que líricos) que encontramos en cada una de
las composiciones que integran la obra.
Comenzaré
refiriéndome a la parte formal de la obra, a su estructura externa. Está
compuesta por ochentaicinco poemas en prosa (casi todos de la misma extensión),
divididos en tres apartados. Cada uno de estos apartados lleva por título
algunas de las palabras de la canción Razón
de vivir, del cantautor argentino Víctor Heredia. Por ejemplo, el primer
apartado, compuesto de doce poemas, se titula “Sol y tinieblas”; el segundo, de
veinticuatro poemas, lleva por título, “Islas perdidas”; y el último apartado,
el más extenso, con cuarentainueve poemas, “Sangre en tierra”. A su vez,
también, algunos versos de la canción de Heredia, funcionan como epígrafes, uno
de ellos como epígrafe de la obra en general, y otros como epígrafes de los
apartados.
Los poemas, como señalé, están escritos en prosa,
género híbrido con el que de inmediato podemos recordar a Charles Baudelaire y sus Pequeños poemas
en prosa, a Arthur Rimbaud y sus Iluminaciones, a Isidore Ducasse (El Conde de Lautreamont) y
sus Cantos de Maldoror, y también a dos grandes exponentes de nuestra
lengua, me refiero a Gustavo Adolfo Bécquer en El caudillo de las manos
rojas y a Juan Ramón Jiménez en su obra Espacio.
Es
interesante detenernos un poco en la parte formal de esta obra, porque, como
sabemos, esa clásica división genérica que viene desde la Poética de Aristóteles, no es más que eso, una división que muestra
las características propias de cada género literario, y que tiene en el fondo
una intención más que todo didáctica, ilustrativa. Esto es algo que los escritores sabemos que podemos
transgredir. Marco Antonio Valencia Calle lo hace en Extrañas mutaciones y le sale muy bien. Porque no solo en lo
estrictamente formal logra derribar las barreras genéricas (poema en prosa),
sino que el manejo del discurso, como ya dije, más narrativo que lírico, es
presentado con una absoluta y novedosa libertad. Porque, veamos esto, el mismo
autor sostiene en la contraportada de la obra, de forma muy desafiante, que Extrañas mutaciones es una novela, y que
la obra puede ser catalogada “como los efectos de la violencia colombiana en la
psiquis de un novelista que escribe crónicas a modo casi de poemas”. Bien, no podríamos
decir que esta obra se trata estrictamente de una novela. Pero sí, que hay una
historia fragmentada en varios capítulos (poemas), una historia que se
desarrolla en un tiempo y un espacio determinado, una historia con argumento y
con un gran personaje sufriente, que no es otro que el pueblo. De manera que
algo de novelesco hay. Veamos ahora eso de “crónicas a modo casi de poemas”. No
podríamos decir que los textos que integran la obra son estrictamente crónicas.
Pero sí que son textos donde la voz lírica-narrativa se refiere a
acontecimientos conocidos por los lectores y a su vez tiene una opinión
personal, valorativa, sobre esos acontecimientos. De manera que algo de crónica
hay. Y son “casi poemas”, porque se encuentran en ese lugar intermedio entre lo
lírico y lo narrativo, lugar tan propio de la prosa poética, de esa prosa que
quiere contar una historia, pero para hacerlo se viste con los más bellos
atuendos de la poesía lírica. Entonces, en definitiva, Extrañas mutaciones, más que una novela, un libro de crónicas, una
serie de relatos, o un poemario, es una magnífica obra literaria con un poquito
de todos esos ingredientes.
Antes de
hablar de la temática de la obra, me detendré en algo que señalé al pasar en el
párrafo anterior y que me servirá para continuar con el estudio: hay en la obra
un gran personaje sufriente, el pueblo. Creo que adelantarnos y detenernos en
este aspecto es fundamental porque, independientemente de lo que ya dije de la
parte formal y genérica del texto, Extrañas
mutaciones pretende ser, fundamentalmente, un libro de poesía. Y como
sabemos, a lo largo de la historia de la cultura, la poesía, como manifestación
artística particular, ya sea que haya puesto el énfasis en la divinidad como en
la Edad Media, o en el hombre como lo hizo en el Renacimiento, ya sea que se
haya sometido a la razón y a las reglas como en la Ilustración, o que se haya
revelado frente a lo establecido poniendo de manifiesto la pasión como lo hizo
el Romanticismo, la manifestación poética, la expresión artística con la
palabra a la que llamamos poesía, ha sido siempre una empresa rigurosamente
individual. Y en ese sentido, cuando nos enfrentamos a un trabajo poético, de
alguna manera estamos ingresando en la intimidad de una individualidad, aunque
claro está, debemos diferenciar al sujeto lírico del biográfico, porque la voz
poética no deja de ser una creación, así como lo es la voz del narrador en una
novela. Digo todo lo anterior, porque justamente eso es algo que no sentimos al
leer Extrañas mutaciones. La obra de
Marco Antonio Valencia Calle, comparte con cierta poesía popular un yo
colectivo, no la voz de un individuo particular. Se me dirá que en muchos
textos aparece la voz de un poeta, y yo les diré que sí, pero que ese no deja
de ser otro recurso, desde la enunciación, para mostrar cuál es el verdadero
sentir de la colectividad. Los textos de la obra están narrados casi de forma
impersonal, ya sea en primera persona del plural, en menor medida en tercera
persona del singular y con muchísima menos frecuencia en primera persona del
singular.
El
dolor de la sociedad común, del hombre corriente, frente a la tragedia de la
guerra, es el gran tema de la obra. Un dolor que el poeta pinta de forma magistral desde el primer apartado. Con un
adecuado manejo del lenguaje nos presenta el horror en la cotidianidad social.
La muerte de inocentes, los temores de los más vulnerables, las mujeres solas,
los huérfanos, los desvalidos, las tragedias familiares, los desaparecidos, en
fin, las distintas formas de injusticia,
van desfilando a lo largo de los poemas. No son textos contados desde
las trincheras ni panfletos que intenten glorificar a alguno de los bandos
enfrentados. No, son textos que cuentan la tragedia de los que sin tener nada
que ver, se ven afectados por el mundo de la violencia.
Es
muy significativo que en los textos no aparezca la palabra Colombia, ni la
referencia a puntos geográficos específicos. Este es un aspecto que
universaliza la obra, porque el dolor de los inocentes frente a las injusticias
que suponen las guerras es algo universal. Por lo general el poeta parte de
anécdotas, o de noticias de la realidad y desde allí hace que surja la poesía.
Los lectores somos testigos de cómo el discurso narrativo se bifurca, va y viene, por momentos comienza a
transitar el camino de la lírica y luego regresa a la anécdota del relato.
A
partir del segundo apartado “Islas perdidas” comenzamos a ver una voz más
íntima, más filosófica. Una voz que se pregunta por Dios, la verdad, la razón,
la vida, la muerte, la historia, la cultura, la poesía, que se pregunta por el
futuro y por el transitar de la vida en medio del dolor y la crueldad. Es la
voz del poeta que, como testigo de su tiempo, de su entorno, se transforma en
una voz popular, en la voz de los que viven una pesadilla colectiva. No es la
voz de un yo lírico individual, es la voz de los sobrevivientes.
Esta
es una obra que canta (y llora) la
tragedia de los ajenos al conflicto, de las víctimas más sufridas, de los que
sin estar involucrados en el enfrentamiento, se han visto históricamente afectados
por la violencia. El poeta sabe que la “fogata de amor y vida” está en el arte,
la poesía y el amor creador, pero a su vez es consciente que su campana es de
palo, en medio de un mundo violento, que lo ha olvidado y que no parece
necesitarlo. No hay odio en el poeta, pero tampoco una alternativa para tanto
dolor. Hay muchas preguntas, pero no hay respuestas. En definitiva, la obra es
una muestra de un universo tormentoso donde no hay esperanza, sólo un refugio
ante el monstruo de la historia, el de la palabra.
Siete poemas del libro Extrañas
mutaciones
22
Desfigurado
de tanto llamar a los otros, en esa guerra donde todos los poetas fueron
asesinados con la espada del olvido, y el analfabetismo se induce para combatir
su legado. Con el rostro herido de tanto defender las ideas, las palabras y los
libros, el poeta cae de rodillas frente a una biblioteca en ruinas, tan vacía como
una iglesia. La memoria era el tesoro de su pueblo y de todos los pueblos, pero
los recuerdos se transfiguraron en libros quemados. El olvido que lo corroe todo,
se lo come todo, ya se come incluso la poesía.
La
guerra es una bestia que suele enviar a matar a quien la mira de frente y
relata sus hazañas. Un monstruo que destruye todo para borrar las paradojas del
espíritu. Y muchos, frente a la bestia de la guerra, respiran hondo para llenar
los pulmones de silencio, e ir caminando despacio hacia el infierno.
El
poeta no es la respuesta, ni la poesía la pregunta. Es un simple testigo, uno
más de tantos que están allí afuera queriendo entender el porvenir sin testigos.
Los poetas que no han sido asesinados, ni sus bocas silenciadas por el miedo,
ni han puesto su lengua al servicio de los cuervos y la miseria, emergen de un zumbido
sobre la tierra para sembrarla de esperanzas.
Si
los muertos hablaran, hablarían desde los poetas y el río de versos que hay en
sus ojos. Si los poetas hablaran como los muertos, lo dirían todo de esta guerra
resumida en una sola palabra: crueldad.
26
Esa
capacidad de imaginar, de soñar, de decir… crece desde la madrugada cuando
acuden las ideas o las visiones como pájaros en busca de alimentos a voz en
cuello; y una euforia personal, como viento fresco, ilumina o llena de señales
el corazón del artista. El reloj puede pasar de una hora a otra danzando o
martillando, al tiempo que llegan al cielo los que creen en el cielo o aceptan
la verdad de lo finito, los que dudan de la muerte.
A
veces no hay respuesta en las manos del hombre, porque todo lo que llega es
como cartas de los espíritus dentro de una botella lanzada al mar, difíciles de
intuir, que se queman en un instante o se pierden en la nada, en el espanto de
la nada, o en esos talleres donde se juega a ser Dios cuando se dibuja una
línea para representar un hechizo, y a escribir una frase para enseñar los
respiros del universo, o hilar la vida con melodías amarradas a los sueños.
A
veces hay una serpiente en la memoria, un animal y una estatua que impiden
movernos, la vida es así. Pero la vida misma envía flores para la fama de los
que matan la serpiente y hacen de sus miedos una montaña. A veces también envía
pompones funerarios para los que no perciben ni entienden los susurros de la
belleza que burbujea como pájaros en la ventana cada mañana de sus días.
A
cada quien, y a cada uno, le suele llegar un mensaje o carta del destino. A
unos, impreso en tinta negra y entre las páginas del periódico, como una noticia
cualquiera; a otros, les llega un balbuceo en jeroglíficos que nadie entiende
ni motiva; pero hay a quienes el mensaje les llega laboriosamente confeccionado
con todos los argumentos y explicaciones posibles para que todo les sea fácil.
Son mensajes que pueden venir del más allá, de la cotidianidad, de una mirada,
del cielo mismo.
36
Tengo
el corazón de piedra seca y las lágrimas ausentes del dolor. Nadie me ha
matado, ni me han robado el cariño de los amados. No fui guerrero, ni me sumé a
la plaza, ni disparé, ni odié a nadie por pensar distinto, por disentir.
Pero
ahora me ha entrado la nostalgia: crecí entre los rumores de una guerra, y he
vivido entre las entrañas de la batalla misma y la zozobra.
Temo
a la incertidumbre surgida tras las conciliaciones. Y desconfío de la verborrea
frágil de la paz y del espontáneo amor de los sobrevivientes.
Dicen
que habrá armisticio.
Es
un eco, un grito de miedo allá en el fondo de mis pesadillas.
46
En
un país donde la poesía no es tan esencial como el pan, ni tan cotidiana como
el ruido de la metralla; donde el hambre ronda por las calles en busca de un
dolor más lírico y menos perfumado que el alba.
Y
las metáforas del malestar se olvidan con las imágenes de bellas mujeres en la
televisión. En un país así, a uno le dan ganas de distraer el horror con campañas
de resistencia en contra de la cacería de ballenas, o la tala de árboles de guayacán.
Vivir
en el extranjero, mitigar con himnos la carne viva del miedo y el dolor
punzantes; sembrar con cuidado las ilusiones en los jardines, acaso estériles, de
un poema. Ser menos metafísico, más esencial, menos oral, más valiente, menos
distante, más lúcido, más digno.
Pero
el miedo, el miedo que no es fantasma y galopa entre nosotros como un ser de
carne y hueso, no deja lugar para el anhelo.
53
La
nostalgia me arredra con el peso de una losa, de una luna que arde, como el
desamor, como una vida de vagabundo en los muros de una catedral. La risa de
los días azules de la infancia mudó en habitaciones sórdidas, sacudidas por
balas y explosiones.
Los
sobrevivientes del barrio me describen cada noche una antología de angustias.
Ellos, que sin ser mis amigos, son mi familia. Y si algún día me visitó la
alegría de la paz, no me di cuenta porque estaba dormido o, tal vez, obnubilado
por el miedo.
Esta
nostalgia me pesa como una mujer anónima, sentada y llorando en un parque a
donde ya no vienen a jugar los niños.
73
En
cada lugar, en cada amigo, en cada cosa, se van dejando huellas. Pero ¿sabe
alguien dónde, o cómo terminará su aventura de vivir? ¿Cuándo acribillarán
sus
huesos?
País
de tiros sórdidos y lutos insospechados, balas perdidas, promiscuas o impunes,
constitucionales y voluntarias sobrepasan lo inimaginable.
Y
no hay testimonios ni procesos de guerra, ni cuerpos velados, rupturas o
discordias, protestas y denuncias, sólo tiros que desgarran el silencio de la noche,
y gente que desaparece un día y aparece otro distante bajo las piedras
cubiertas de musgo, como si tal cosa. Como de costumbre…
84
Hay
una zozobra en el aire, en la memoria un vuelo de palomas vencidas. En la calle
una lágrima viva, enorme. Siempre hay un llanto amargo en la historia de este
país.
Calla
la muerte y grita la fiesta. Se desdibuja la realidad. Calla el aleteo de las
palomas y se pierde el miedo en una noche de carnaval.
Un
niño eleva sus manos hacia el cielo, y pide limosna con hambre en sus días, no
le importa una fiesta más en la faz de la tierra.
Con
licor nos perdemos en palabras. Nos perdemos hablando de cenizas, cementerios y
utopías. En noches de miedo y amaneceres con promesas. El licor todo lo disuelve:
al miedo, las flores y los cielos azules. Incluso la ilusión de ver la sonrisa
de un niño con hambre en la puerta de la iglesia.
Cabalgamos
a casa en potros de miedo. Esquivamos miradas con escenas de miedo. No hacemos
nada contra la violencia por miedo. El miedo nos ilumina. El silencio ha sido el
escondite. Hacernos los ciegos ha sido la solución. Quejarnos, el escape.
Embriagado.
Ebrio. Con la mirada escondida. Sin sueños, triste por el pasado, por el
presente, por el futuro. Mi alma está en la jaula de un país en guerra y no
puede volar.
Somos
ciegos con esperanzas, pero el fantasma del miedo vuela sobre nuestra historia.
Somos indiferentes, pero los huesos de nuestros muertos están allí.
No
nos alcanza la sonrisa para vislumbrar días de paz. Somos niños amamantados por
noticias de violencia, con bastones de viejos, ciegos.
Nuestro
miedo no tiene boca para decir. Nuestras manos no tienen ilusiones para sembrar
un árbol más.
domingo, 22 de noviembre de 2020
Fernando Chelle 𝑬𝒏𝒄𝒖𝒆𝒏𝒕𝒓𝒐 𝒄𝒐𝒏 𝒍𝒂 𝑷𝒂𝒍𝒂𝒃𝒓𝒂 (Recital poético para la Fundación Cultural Jetón Ferro, de Chiquinquirá)
Recital de Chiquinquirá
Sábado 21 de noviembre de 2020
De Poesía de
los pájaros pintados (2013)
Yo lírico
Poeta de la espuma circunstancial
cazador de recuerdos
de fragancias pasadas
avaro de ese cofre
donde descansa tu nombre
tallado a punta de diamante.
Poeta de un río, negro
como el abismo
y dulce como el oboe
alfarero de esa bohemia
hechicera de paso lento
ojos de fuego y manos de tierra.
Poeta del humo
cobijo del amor
que duerme y sueña,
descansa
en su nervio de ceniza alada.
Una tarde en La Coqueta
Me fui cazando los recuerdos y alguna fragancia al pasar.
Me suele suceder cuando miro brillar los adoquines del barrio.
Llego al río,
al único,
a ese que es Negro como el abismo pero dulce como el oboe.
Encallo en el puerto y me convierto en humo,
eso sí,
como ellos están atrás echo sobre mí un manto,
el manto de la vida,
el manto de los sueños,
ese que seguro no verán jamás.
Y ahí descanso, al menos hoy,
como descansa mi cigarro,
en su nervio de ceniza,
alada.
De Muelles de la palabra
(2015)
Muelles de la palabra
La evanescencia de la palabra
me salva del mundanal ruido,
las hay
sentimentales, impresionistas, pintoras,
son muelles del verbo
eterno
que nos roza en la
garganta,
en los pulmones.
El himno gigante
sigue anunciando
y corre, se ramifica
y como siempre
se dilata en nuevas
sombras.
Las páginas brillan,
ahora resplandecen y
se modifican,
pero son páginas,
no humo, perfume,
sonido o viento.
La palabra
cabalga sus nuevos
corceles,
compañeros del poeta
que sigue cantando,
gritando, viviendo,
ahora despojado del
métrico corsé
y de la rima
represora,
ahora lejos del
mármol y las escalinatas
camina por las calles
con todo el pecho al viento.
La palabra ya no
quiere ser el queso de las ratas,
quiere estar ahí,
inmediata y cotidiana,
enamorada de los
guantes, las calles,
la sopa y las
colmenas.
Preferí beber tus
ismos,
zurcirte, engarzarte
y presentarte
pura, directa y
palpitante,
con un verbo libre
que viaje
hacia asideros que lo
terminen de nacer,
donde habitan mis
cómplices,
mis hermanos.
En el principio será
la luz, entre otras cosas
Es un lindo día para
nacer
para ver la luz
filtrarse entre las hojas de los árboles
y sentir como el
viento sopla y muerde las ventanas.
Quien naciera en este
día
podría observar un
cuerpo que escribe
tapado en una cama,
un brazo solitario y
hacendoso fuera del abrigo
trasladando el
pensamiento
transmutando las
ideas
plasmando mundos en
un viejo cuaderno.
Pero hay más,
si alguien naciera en
este día,
al menos en este
sitio sin bombas ni lamentos,
podría oler el café y
la tierra mojada.
Quizá nazca llorando
por el impacto
por la violencia del
cambio,
pero al ver,
la luz filtrarse
entre las hojas de los árboles
al sentir,
el viento soplar y
morder las ventanas
al contemplar,
el cuerpo de un
hombre que escribe tapado en una cama
y oler,
el café y la tierra
mojada
pensaría,
¡qué lindo día para
nacer!
Oda a la página en
blanco
La página en blanco
es generalmente blanca
y el blanco alude a
su vacío
a la nada que
contiene
a la posibilidad
infinita de discursos
a la ausencia de letras,
de palabras.
La página en blanco
es una invitación a
la fiesta del lenguaje
quiere que la violen
pide que la
transgredan
que la irrespeten
para dejar
definitivamente de ser
ese vacío infinito
del universo
ese material poroso
sin corazón
ese desdichado
fragmento de la nada.
De Las flores del tiempo (2018)
La madeja
En la punta del ovillo estaba el
llanto,
dormido, agazapado en las tinieblas del
todo.
En ese lío a disiparse por calles
grises y ríos negros
se escondía, el primer acorde del
suspiro.
El sol en lo alto,
engendrado por el balbuceo sur de una
vieja guitarra
y el grito verde y llano de la pradera,
fue luz original de la poesía.
El después es el ahora,
el tiempo donde devano los sueños
donde las palabras,
cada vez más precisas,
no intentan llegar a la otra punta.
Arrepentimiento
Lo confieso,
he asesinado mariposas.
Solía salir junto a mi hermano
cuando el sol calcinaba la siesta
armado de una rama,
cuanto más frondosa mejor.
El día, que caía
cuesta abajo
a morir en el río
se fragmentaba en mariposas
las había amarillas
naranjas en su mayoría
y otras
que parecían tener un reloj entre las
alas.
Venían volando por la claridad
esquivando invisibles
como si supieran
de la existencia del gigante
que las esperaba.
Venían zigzagueando
su tiempo de serpentina
regalando su frágil belleza
sin prever
la precipitación de rama
de naturaleza violentada.
Venían con el sol de las chicharras
en su baile arrítmico y silencioso
a morir a plena luz
en lúdico asesinato.
¡Qué pena da confesarlo!
he asesinado mariposas
he sido un vil soldado
que levantó sus armas
contra la belleza.
Cosmos, 1984
Una luz dulce de mandarina en otoño
calienta el viejo patio de mi niñez,
la fantasía es un colchón de hojas en
el suelo
murmurando con un viento de lenguas
invisibles,
lo poético ya está allí
es el silencio de ese patio a plena luz
ese niño amando su soledad
absorto en el diamante
que deja al pasar un caracol,
lo mágico es ese lugar sin mar
sin pantalones blancos
sin perfumes corrompidos,
la felicidad,
es la sombra de un árbol
donde viven los pájaros
la sombra que se arrastra en silencio
con olor a mandarinas
para comunicarse
con el viento
las hojas
y las ramas de diamante.
Del mismo barro
A la memoria del pintor Carlos Federico
Sáez 1878 – 1901
Un 14 de noviembre,
noventaiocho años antes
de mi 14 de noviembre
naciste allí, igual que yo,
a orillas del Hum,
en la ciudad coqueta
del pequeño país.
Hoy estoy lejos de allí
como lo estuviste tú
y te recuerdo.
Las cosas de la vida, Federico,
tú pintando a la sombra del Coliseo
y yo escribiendo desde esta muralla
centenaria,
otros tiempos y otros espacios
para dos llamas de diferentes tiempos
encendidas en el mismo espacio.
Qué lindo sería manipular estos
conceptos
y encontrarnos de pronto
en un fantástico bar de cualquier país,
porque nuestra conversación, nuestro
diálogo,
nuestro vino compartido, sabría igual
en cualquier lugar,
porque la geografía se reduciría a
alguna mesa de madera.
Vernos por ejemplo en 1950,
un año sin nosotros,
sin un hombre
que cincuentaisiete años antes
se retrató con una flor en el ojal
y sin un hombre
que sesentaicinco años después
escribió sobre una muralla
hecha a punta de dolor ajeno.
Hablar de mi futura poesía
y de tu pasada pintura
de tus escasos y nerviosos trazos
y de mis pequeños poemas surrealistas.
Quizá te sirva para pintar
tu “cabeza de viejo”
y yo te use para escribir
y crear,
“del mismo barro”
ese que es fruto
de la tierra antigua
y del Río Negro
que sin ser el mismo nunca,
siempre será nuestro.
De Luna en el agua (inédito [2020?])
Cuerpo vivo que va
cantando II
Yo me celebro y yo me
canto
Walt Whitman
Este canto apócrifo y
antiguo
es la existencia de un
niño en soledad
la voz de un patio
soleado lleno de plantas y árboles frutales
donde palpita gozoso
el universo
y hace danzar las
flores con su brisa lejana.
Hay tanto silencio en
el suspenso,
en este asombro
aristotélico ante las cosas,
que el amor se reduce
al cobijo de los árboles
y al diamante que deja
al pasar un caracol.
Yo soy el niño que
está vivo y se canta
con esta lengua amada
de mis antepasados
que no fueron raíz de
este sueño de versos,
pero sí el justo barro
donde sopla la vida.
Poeta de un Río Negro,
donde pintados pájaros
nacidos para volar
hasta la muerte
se detienen, a veces,
en muelles de palabras
y en las flores del
tiempo de un patio interminable.
La soledad buscada,
necesaria, del niño a plena luz
la del lenguaje
cósmico donde lee el poeta
vive conmigo, incluso,
en medio de la noche
y lleva por el mundo
sus perfumes de siesta
cuando ya nadie duerme
y tiemblan las estrellas.
Soy un poeta con los
sueños intactos
y con la certeza, de
que su canto apócrifo y antiguo
es la existencia de un
niño en soledad.
Tul
Más allá del hierro forjado del zaguán
y del tul de la puerta cancel
tras el viejo escritorio de roble
con su Quijote, su Sancho y sus cuadernos
el aroma atemporal de los jazmines
en un patio de conejos y de pájaros
con enanos roídos por el tiempo.
Allí, ahora lo sé,
en esas tierras de la memoria
germinaba sin saberlo la poesía.
El
tiempo es el ahora
Este es el tiempo de mi poesía
voz de todos los tiempos que me
habitan
y a su vez
palabra cómplice de todos mis
hermanos.
A lo lejos, suena dulce una
guitarra
y me trae el recuerdo de ese oboe
verde como pradera
como el silencio de los campos.
Este es el tiempo de Homero y
también el de Bécquer
porque el himno gigante y extraño
siempre es presente
ya que todas las voces se vuelven
un ahora.
Sobre la faz de las aguas
Como
esos gritos que habitan
la
desolada vastedad del mar
son
mis recuerdos,
y
el mar, como la rosa, es sin porqué
renace
porque renace
es
porque es
y
esa es la cuestión
el
origen
la
poesía
renace
porque renace.
Las entrañas y el tiempo
Bajo el lomo de
brillante pez nocturno
más allá del pecho
líquido y sin ramas
tiembla el espejo del
tiempo.
Sumergido en un devenir
de ondulante luz
renace como dama de la
noche ante mis ojos
y allí permanece, en su
intermitente presencia
de panóptico eterno.
Cada noche, el brillante
pez nocturno
serpentea el tiempo y
se disipa
con un embrión de luz en las entrañas.
Poeta
en la noche junto al Río negro
“la
belleza es la verdad, la verdad belleza”; esto es todo
lo que sabes de la tierra, y todo lo que saber
necesitas.
John
Keats
Este
tajo de luz donde igual se mecen la noche y las chalanas
y
en sus entrañas líquidas tiemblan de frío las estrellas
es
un verso celestial, aunque sea Negro.
En
su cuna de tiempo, de rayo que no cesa en las orillas
duerme
llena la luna, con su caracol de plata
y
su huella de espejo destrozado.
Junto
al tajo de luz, como un cuchillo entre los eucaliptus,
cercano
a los arbustos donde anidan las garzas
está
el poeta con los ojos abiertos, brillante
como
los camalotes, y eterno como el arte.
Jazmín
del Cabo
Esperanza blanca de los
patios
vertida en una gloria
perfumada
que asombra los viejos
paredones.
Eres el cándido silencio matutino de la brisa
y la nocturna fragancia
de las sombras.
Quien pudiera con
justicia cantar tu blanco destino
tu frescura antigua de
manso río en los salones
y alzar temblando una
corona alba de palabras
para nombrarte a ti
fragante melodía del silencio
Lluvia
de enero
La lluvia es un repique de tiempo,
como un agua de barrio que
cae sobre la tierra de la memoria
y encharca los recuerdos
con su canto líquido y de altura.
Es un pincel celeste en las
paredes,
un látigo de vidrio sobre las hojas
que se desprenden y caen
sorprendidas
cargadas de misterio y de poesía.
Es un río caudaloso con los barcos
de la infancia
donde la triste realidad de los
periódicos
naufraga, en el milagro danzante de
las aguas.
Ceremonias de interior para una
tarde lluviosa de invierno
Todos los fuegos son el fuego de
esta sala
las mismas olas, las mismas lenguas
y hasta la misma madera desgarrada
con su abraso cálido y crepitar
antiguo.
Atrás de las ventanas y sus
cortinas de agua
en el patio, intemporal,
persistente,
sobre las baldosas que me
precedieron y me sucederán
y los maduros limoneros, como los
de Sevilla,
cae la misma lluvia.
El ingenioso hidalgo, el olor de
los jazmines
y una cresta ardiente en la
chimenea
sostienen un mundo que cede paso al
sueño.
El fuego en los troncos
la lluvia sobre los techos
el perfume del jazmín
siempre igual
lo mismo siempre
el sueño
siempre.
Continuidad
de los patios
¿Será
que todas las infancias son recuerdos de un patio
vasto
como la noche y más largo que la vida?
En
mi verde infancia,
los
patios de la memoria se continúan
y
llegan hasta esta página
como
los robles de la cabaña del monte
hasta
el terciopelo de aquel alto sillón.
Son
largas extensiones de flores y conejos
con
horizontes de perros y
sombras
que picotean la tierra
hasta
perderse en un pino inclinado donde viven los pájaros.
Todos
los patios de mi niño son un gran patio
soy
testigo de enredaderas, de enanos de jardín
de
naranjos que al evocarlos adquieren color y movimiento.
¿Será
que todas las infancias son recuerdos de un patio
vasto
como la noche y más largo que la vida?
Carne asada
La nave en llamas del horizonte
con su hoguera de pájaros y de
peces
es un réquiem por la luz en la
isla,
espejo celestial de los fuegos
mortales
que los hombres levantan en la
arena
como alto tributo a la amistad.
El sueño de la temprana noche
crece entre los eucaliptus
que danzantes sombrean
en el altar de hierro
la carne colocada.
Lejos, la ciudad con sus perros
ajena al noctámbulo culto
de vinos y de estrellas
comienza a descansar.
Campo
En
el naufragio verde y primitivo de la pradera
silvestre
galopa la poesía
el
árbol canta su copla de enramada
y
hay en el aire un perfume
de
pájaros que trovan las mañanas.
En
el silencio verde y remoto de los campos,
brillantes
como un río, relinchan las ancas de los caballos
y
todo es hondo, solo y profundo
como
la boca antigua de una guitarra.
Desafíos
del intelecto
Nombraré
el silencio para que sea eterno
la
tarde, el sol sobre las cosas y la vida
la
soledad, el asombro,
este
deslumbramiento que me habita.
Diré
pájaro y todo será plumas
canto
de viento entre las ramas.
Siempre
será esta tarde en que respiro
un
gerundio de los días y las cosas
un
perpetuo canto del arte de los hombres.
Variaciones del instante
Eres tú; te conozco
porque es igual la tarde
José García Nieto
Aunque no sepa de este llamado de palabras,
de esta resurrección apócrifa de roídas imágenes
con la que reconstruyo la vida que más quiero
¡Qué fácil has venido
a mi voz, y en qué instante!
Me recuerdas, verso mío,
que todo es lo mismo y no,
que estas madreselvas del jardín,
en flor, como en el tango, y
tupidas, como en las rimas,
son, en cambio, las de la vida.
Son otras y las mismas,
porque es igual y otra la pared
y yo también soy otro siendo el mismo.
Están bajo ese eterno cielo
con su luna, su estrella y su misterio.
¡Qué fácil has venido a recordarme, verso mío!
que todo es lo mismo y no…
El poema
A los antepasados de mi sangre y a los antepasados
de mis sueños he exaltado y
cantado.
Jorge Luis Borges
La tarde con su imperio de luz y de silencio
en el eterno patio de la infancia,
los cipreses danzantes de ese vecino
que era sordo y pintaba,
el palo borracho de mi abuela
la socialista, la costurera,
todos los paraísos del cerro y
hasta los sauces que lloran a la orilla del río.
El pino inclinado donde viven los pájaros
el de las sombras y los picos,
El naranjo que ha visto pasar al caracol
con su diamante y su espiral,
el limonero melancólico y
hasta la higuera que da a la vieja escuela.
La tarde con su imperio de luz y de silencio
bajo el reinado albo del fragante jazmín
y de la roja rosa de todos los poetas,
el estallido de pétalos que supone la dalia
en los canteros del fondo,
las hojas en el suelo de los otoños
y la nobleza de todos los perros que me han visto
pasar.
La tarde con su imperio de luz y de silencio,
las bibliotecas, los escritores queridos y admirados
y hasta los altos hombres que sé me precedieron,
viven en estos versos.
En estos días
En el antiguo andamio
de la lengua
en el aire, sonando
sola, se soporta la palabra
lo demás es el encierro
del hombre el necesario
yugo
que la somete
el imperioso triunfo a
la memoria
donde descansa la
literatura.
Más allá del papel y la
anquilosada tradición
de las pantallas y las
conservadoras resistencias
lo inaprensible de esta
vida canta.
Así que, nada de perros
del hortelano
ni de volver con la
frente marchita,
porque, cual la
generación de los hombres
así la de las hojas,
en estos días
digitales.