Una incesante y romántica lucha por obtener lo
inalcanzable
Por Fernando Chelle
El presente texto es una continuación del trabajo
comenzado hace unos meses, sobre las Rimas de Gustavo Adolfo
Bécquer. Luego de un estudio general, introductorio, de las características de
la lírica becqueriana, me detuve en la Rima
I, luego en la VII y hoy es el
turno de la XV.
XV
rizada
cinta de blanca espuma,
rumor
sonoro
de
arpa de oro,
beso
del aura, onda de luz:
eso
eres tú.
voy a
tocarte te desvaneces
¡como
la llama, como el sonido,
como
la niebla, como el gemido
del
lago azul!
en el
vacío cometa errante,
largo
lamento
del
ronco viento,
ansia
perpetua de algo mejor,
¡eso
soy yo!
los ojos vuelvo de noche y día;
yo, que incansable corro y demente
¡tras una sombra, tras la hija ardiente
de una visión!
Si
quisiéramos hacer una estructura interna del libro de las Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer, lo podríamos dividir en cuatro
partes bien diferenciadas por las temáticas tratadas. La primera parte estaría
comprendida por las rimas I a IX, que es donde el poeta sevillano se
centra en el tema de la poesía misma, de la relación del poeta con el lenguaje,
del hacer poético. De esta primera parte son los dos textos que he estudiado
hasta el momento, la Rima I y la VII, poemas que, como hemos visto,
reflexionan sobre el hecho poético. La segunda parte, que es donde se encuentra
el poema con el que voy a trabajar en el presente estudio, contiene las rimas
vinculadas con el tema amoroso, esta parte iría de la Rima X a la XXIX. En la
tercera parte, que abarcaría las rimas que van de la XXX a la LIV, también se aborda
el tema amoroso, pero aquí se encuentran las rimas que están más bien
vinculadas al desencanto, a la pérdida del amor. Es como si el tema del amor
apareciera luminoso en la segunda parte y comenzara a oscurecerse en la
tercera, para dejar el camino allanado para que el poeta se centre en el tema
de la soledad y la angustia, que es lo que vemos en el cuarto y último momento,
en las rimas que van desde la LV a la
LXXXIV.
Este
poema presenta una estructura externa muy particular. Es una composición de
cuatro estrofas, la primera presenta la misma métrica que la tercera y la
segunda la misma que la cuarta. Las estrofas uno y tres son de seis versos,
tres de ellos decasílabos (primero, segundo y quinto) y los otros tres
pentasílabos (tercero, cuarto y sexto), los dos últimos versos de cada estrofa
son agudos, esto ayuda a la musicalidad. En estas estrofas riman entre sí en
consonante el primer verso con el segundo y el tercero con el cuarto y en
asonante el verso quinto con el sexto. Las estrofas dos y cuatro son de cinco
versos, los cuatro primeros decasílabos y el quinto pentasílabo y también
agudo. Los cuatro primeros versos de estas estrofas riman en consonante, el
primero con el segundo y el tercero con el cuarto, y el quinto verso, rima en
asonante con el último verso de la estrofa inmediatamente anterior. El ritmo
del poema es trocaico, ya que el acento estrófico recae en sílaba impar y hay
un acento que se repite en la cuarta sílaba de cada verso.
Al
reparar en la estructura Interna del poema, vemos que lo podemos dividir,
claramente, en dos partes simétricas entre las cuales se establece un
paralelismo antitético. La primera parte está constituida por las dos primeras
estrofas (versos uno a once) y se centra en la caracterización de un tú
femenino. Lo primero que tendemos a pensar como lectores, es que el yo lírico
se está refiriendo a una mujer y, por la descripción que hace de ella, a una
mujer imposible, a un amor imposible. Independientemente de que esto pueda
llegar a ser así, creo que tendríamos que recordar lo que ya he referido en
artículos anteriores sobre la identificación que hace el poeta de las rimas, de
la mujer con la poesía. Para Bécquer la mujer es la encarnación de los
sentimientos, y la poesía es sentimiento, de manera que cuando dice “poesía eres
tú” en la conocidísima Rima XXI está
haciendo mucho más que un cumplido, está dando su visión poética. En este
sentido, ese tú femenino inaprensible al que se refiere en las dos primeras
estrofas podría llegar a ser, desde mi punto de vista, tanto una mujer amada,
como la poesía misma, como el hecho poético mismo. La segunda parte de la
estructura interna está constituida por las dos últimas estrofas (versos doce a
veintidós). Aquí el poeta caracteriza el “yo” como un
buscador incansable de ese ideal inalcanzable.
La
primera estrofa, que como indiqué tiene la misma estructura que la tercera, es
un gran hipérbaton, que hace que todas las características que se describen en
los cinco primeros versos, todas las imágenes que se acumulan converjan en el
verso final, en el “eso eres tú”. Aquí se caracteriza al “tú” y en la tercera
se hace lo propio con el “yo”. A su vez, toda la estrofa es una gran metáfora
impura, porque están presentes los dos términos, o sea está mencionado el
objeto que se metaforiza, encontramos en la estrofa una serie de metáforas que
convergen en el “ese eres tú”. Las imágenes son de una enorme variedad, tanto
en lo visual como en lo sonoro, pero, como es típico en Bécquer, todo es muy
vago, muy etéreo, carente de materialidad. El sonido del arpa es un “rumor
sonoro”, un sonido suave, apagado. Las imágenes que podrían sugerir algo de
materialidad, están atenuadas. Por ejemplo, el cendal se diluye, porque no es
un cendal real sino de bruma, no es un verdadero tejido, es un cendal
metafórico. Lo mismo sucede con la cinta, que es de blanca espuma. Los versos
quinto y sexto podrían dar la sensación de materialidad con el beso, pero es un
beso del aura. Aquí se ve claramente algo que expresé en el primer artículo que
publiqué sobre Bécquer, me refiero a ese estilo que hace pensar en la pintura
impresionista. Aquí todo parece inmaterial, incorpóreo, etéreo, fantasmal,
donde no hay contornos definidos. La combinación de versos de arte mayor y arte
menor, de un modo distinto a como lo hace en las estrofas pares le da a esta
estrofa, lo mismo que a la tercera, una variedad rítmica que le sirve para
caracterizar a ese “tú”, que como referí puede hacer referencia a una mujer, un
amor, pero también se puede referir a la poesía.
En la
segunda estrofa, aparte del cambio métrico ya señalado en la referencia a la
estructura externa, aparece un elemento novedoso que no estaba en la primera,
el yo. Aquí se muestra esa incesante lucha con la intención de alcanzar el
ideal. El intento del yo parece ser imposible, porque el verbo tocar, alude al
sentido del tacto y él intenta tocar algo inmaterial. La comparación, que
aparece con la reiteración del nexo “como”, tiende a resaltar la forma en cómo
ella se desvanece, (llama, sonido, niebla, gemido). Estos versos de estructura
paralelística, se encuentran divididos por una coma en dos hemistiquios. Hay
una correspondencia entre los hemistiquios, los dos primeros se refieren a lo
visual y los dos segundos a lo sonoro. El final de esta segunda estrofa remite
al final de la primera, refiriendo un color que, en los románticos, y después
en los simbolistas, va a ser tomado como el color ideal.
Lo
primero que notamos al entrar a la segunda parte del poema, a las estrofas que
se centrarán en caracterizar al “yo”, es una sonoridad muy fuerte que contrasta
con lo que se decía del tú. Las imágenes de diversos elementos naturales con
que se identifica al yo son más violentas. Son imágenes dinámicas, en
movimiento. Esa “ansia perpetua de algo mejor”, es una buena caracterización
del romántico en general, de la inconformidad romántica. Este yo es un ser
incompleto que carece totalmente de destino. Es una onda sonante en un mar sin
playas, no tiene límites, ni sitios donde aferrarse. Es un cometa errante, pero
en el vacío, no hay nada concreto, porque lo concreto sería la realidad y eso
no es para el romántico. Lo que es propio del romántico es el dolor
inconsolable, expresado aquí en ese “largo lamento del ronco viento”.
En el
primer verso de la última estrofa hay un elemento que parece dejar en claro que
el poeta se está refiriendo a una mujer, los ojos. Y seguramente sea así, a mí simplemente me pareció importante recordar la identificación que hace este
poeta, entre la poesía y la mujer amada. Si aceptamos que esta identificación
existe dentro de su poética, como de hecho existe, también es posible que el tú
que aquí se ha referenciado sea la poesía, el hecho poético como tal, que para
Bécquer es inalcanzable e inexpresable, como pudimos ver claramente en el
análisis literario de la Rima I. Ese
“volver los ojos noche y día”, está relacionado con el “ansia perpetua” de la
estrofa anterior. Hay un intento en esa mirada de intensa súplica, de encontrar
algo mejor, de encontrar ese tú que él aspira. En el tercer verso vemos que el
poeta interpuso el verbo “corro” entre los dos elementos coordinantes,
“incansable” y “demente”, pareciera como si hasta sintácticamente se expresara
esa demencia que sufre, porque es un verso cuyos elementos se encuentran
desordenados. Se cierra el poema haciendo referencia a que ese “tú” es una
visión. Ella es la “hija ardiente” de lo que lleva el romántico consigo en su
interior. Lo ardiente es el anhelo del yo.
Artículo publicado en la revista digital Vadenuevo www.vadenuevo.com.uy . Enero de 2018.
A esa rima, el puertorriqueño Ángel Mislán le puso música y la convirtió en una de las danzas mas musicales y poétics que existen. Él tituló la danza "Tú y Yo."
ResponderEliminarMuchísimas gracias por ese dato, Dorati, no lo sabía. Ya mismo me pongo a buscarla. Un abrazo grande.
ResponderEliminarDa la sensación que esa imagen que el crea y sueña, quiere mantenerla viva en esa inspiración, poruqe al tocarla y hacerla realidad, desaparece y aunque piensa que puede ser la materialización de ese sueño, nunca la verá, así la mantiene viva. Un gran romántico
ResponderEliminar¡Abrazo María Cecilia! Gracias por tu comentario.
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