Seis poemas de Fernando
Chelle: dos, de Poesía de los pájaros
pintados (Colombia, 2013); dos, de Muelles
de la palabra (Colombia, 2015); dos, inéditos
Dos poemas de: Poesía de los pájaros pintados (Colombia, 2013)
Farolito de papel
Excepcional
exilio voluntario y voluptuoso
solitaria
rebeldía
pasionalmente
anárquica
sueño
ensoñado de belleza
subjetiva,
idílica,
terreno
exquisitamente melancólico
en
la naturaleza apacible,
divina
místicamente
enamorada del poeta
llama
de la eternidad.
Yo lírico
Poeta
de la espuma circunstancial
cazador
de recuerdos
de
fragancias pasadas
avaro
de ese cofre
donde
descansa tu nombre
tallado
a punta de diamante.
Poeta
de un río, negro
como
el abismo
y
dulce como el oboe
alfarero
de esa bohemia
hechicera
de paso lento
ojos
de fuego y manos de tierra.
Poeta
del humo
cobijo
del amor
que
duerme y sueña,
descansa
en
su nervio de ceniza alada.
Dos
poemas de: Muelles de la palabra
(Colombia, 2015)
Oda a la
página en blanco
La página en blanco es generalmente blanca
y el blanco alude a su vacío
a la nada que contiene
a la posibilidad infinita de discursos
a la ausencia de letras, de palabras.
La página en blanco
es una invitación a la fiesta del lenguaje
quiere que la violen
pide que la transgredan
que la irrespeten
para dejar definitivamente de ser
ese vacío infinito del universo
ese material poroso sin corazón
ese desdichado fragmento de la nada.
Muelles
de la palabra
La evanescencia de la palabra me salva del
mundanal ruido,
las hay sentimentales, impresionistas,
pintoras,
son muelles del verbo eterno
que nos roza en la garganta,
en los pulmones.
El himno gigante sigue anunciando
y corre, se ramifica y como siempre
se dilata en nuevas sombras.
Las páginas brillan,
ahora resplandecen y se modifican,
pero son páginas,
no humo, perfume, sonido o viento.
La palabra
cabalga sus nuevos corceles,
compañeros del poeta
que sigue cantando, gritando, viviendo,
ahora despojado del métrico corsé
y de la rima represora,
ahora lejos del mármol y las escalinatas
camina por las calles con todo el pecho al
viento.
La palabra ya no quiere ser el queso de las
ratas,
quiere estar ahí, inmediata y cotidiana,
enamorada de los guantes, las calles,
la sopa y las colmenas.
Preferí beber tus ismos,
zurcirte, engarzarte y presentarte
pura, directa y palpitante,
con un verbo libre que viaje
hacia asideros que lo terminen de nacer,
donde habitan mis cómplices,
mis hermanos.
Dos
poemas inéditos
Cosmos,
1984
Una luz dulce de mandarina en otoño
calienta el viejo patio de mi niñez,
la fantasía es un colchón de hojas en el suelo
murmurando con un viento de lenguas
invisibles,
lo poético ya está allí
es el silencio de ese patio a plena luz
ese niño amando su soledad
absorto en el diamante
que deja al pasar un caracol,
lo mágico es ese lugar sin mar
sin pantalones blancos
sin perfumes corrompidos,
la felicidad,
es la sombra de un árbol
donde viven los pájaros
la sombra que se arrastra en silencio
con olor a mandarinas
para comunicarse
con el viento
las hojas
y las ramas de diamante.
La hora intempestiva
Siento
desierta la siesta de enero
todo
es sol y chicharra
sequedad,
polvo y silencio.
Será
que seré el único
con
los ojos abiertos
en
medio de las llamas
de
estas calles resecas.
Tal
vez yo sea el sueño
de
una almohada en el suelo
junto
una cama grande
al
pie de la simiente.
Fernando Chelle
uuuuuuuuuf
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