No
solo una distopía
Jack
London, el escritor norteamericano más leído a comienzos del siglo XX, no
escribió únicamente novelas de aventuras. Este artículo se centra en el estudio
de “El talón de hierro”, una de las
obras más representativas de su literatura política y social, quizá su línea
más importante y extrañamente más desconocida.
Por
Fernando Chelle
A
modo de prólogo
En el mes de noviembre, se
estarán cumpliendo cien años de la muerte del escritor norteamericano Jack
London. Con respecto a esa fecha, el próximo mes de agosto, entre los días 24 y
27, el Parlamento Nacional de Escritores de Colombia, en su XIV edición, estará
homenajeando la figura del autor de Colmillo
blanco. Como miembro coordinador del parlamento y participante del
encuentro que se realizará, estaré presentando en esa ocasión una ponencia
sobre la literatura política de Jack London. Mucho se ha escrito del London
aventurero, de sus cuentos de la lejana Alaska, de novelas como La llamada de lo salvaje, El lobo de mar o la referida, Colmillo Blanco. Sin embargo, su
literatura de características políticas y sociales, quizá la parte más
importante de su obra, ha sido poco estudiada, llegando a ser prácticamente
desconocida por el lector corriente. El presente artículo, centrado en la
novela El talón de hierro,
constituirá una parte de ese trabajo más extenso que tendré el placer de
presentar en la ciudad de Cartagena de Indias.
El artículo comienza haciendo
referencia a la recepción que tuvo la obra de Jack London, fundamentalmente la
novela en cuestión, por parte de diferentes personalidades del mundo político y
también del literario. Elegí estructurar el artículo de esta manera poco
corriente, para que el lector tome consciencia desde el primer momento de la
lectura, de la importancia histórica que presenta este texto prácticamente hoy
desconocido. El escrito continúa con un apartado titulado “El hombre y su mundo”,
donde se resaltan algunos aspectos relevantes de la vida de London. Como mi
interés era centrarme en el estudio de El
talón de hierro, me pareció importante ir marcando un camino que
desembocara en la publicación de la obra. Pensando en esto, excluí de los datos
biográficos, la condición de militante socialista de London y me referí a este
tema por separado. Esto me sirvió para hablar de su doble condición, de
militante socialista y de escritor, y referirme específicamente, dentro de la
literatura londoniana, a aquellas obras que presentan temas sociales y
políticos. Después de pasar ese preámbulo, extenso pero necesario, el artículo
se centra en la novela El talón de hierro.
Aparte de referirme a la estructura, los temas, los personajes y otros aspectos
característicos de la obra, quise cerrar el estudio con una serie de citas,
para que los lectores pudieran tener un acceso directo al texto de London. Por
último, el artículo finaliza con un apartado titulado “No solo una distopía”,
donde se resaltan, además de las características evidentemente distópicas de la
obra, las características utópicas y también las ucrónicas.
Una
recepción revolucionaria
En el año 1929, la revista norteamericana
de tendencia marxista New Masses, escribió sobre Jack London:
“Un
verdadero escritor proletario, no sólo debe escribir para la clase trabajadora,
sino que debe ser leído por la clase trabajadora. Un verdadero escritor
proletario no sólo debe usar su vida proletaria como material para sus libros:
en estos debe arder el espíritu de la rebeldía. Jack London era un auténtico
escritor proletario; el primero y, hasta ahora, el único escritor proletario de
genio de los Estados Unidos. Los obreros que leen, leen a Jack London. Es el
único escritor al que han leído todos, es la sola experiencia literaria que
tienen en común. Los obreros de las fábricas, los peones del campo, los
marinos, los mineros, los vendedores de diarios, lo leen y lo releen. Es el
escritor más popular entre la clase obrera de los EE.UU.”.
Esto se escribió, cuando ya
habían pasado trece años de la muerte del autor, y veintiún años de la
publicación de El talón de hierro,
obra con la que se trabajará en el presente estudio, por ser una de las más
representativas de la literatura política del autor norteamericano. En el mismo
sentido de la revista, Irvin Stone, su principal biógrafo, refirió:
“El
relato de London “Los favoritos de Midas” fue la primera narración proletaria
que tuvo repercusión nacional en los EE.UU. A ella siguió “El sueño del
socialista Debs”, que predijo la huelga general de San Francisco de 1934, y El
talón de hierro que vaticinó el sistema de terror del fascismo. Después de su
muerte, los críticos pudieron disentir sobre diversos aspectos de su labor,
pero hubo un punto incontrovertible: Jack London fue el padre de la literatura
proletaria de los EE.UU.”.
El
talón de hierro, fue un libro celebrado tanto por hombres de
la literatura como por intelectuales revolucionarios de diferentes países. Nikolái
Bujarin, editor de Pravda (periódico del
Partido Comunista de la Unión Soviética) y teórico oficial de la URSS en la
década del 20, destacó, dentro de la literatura norteamericana, únicamente a El talón de hierro. En la URSS, se
llegaron a publicar cincuenta y seis ediciones de las obras de London, cifra
que superó los seis millones de ejemplares.
Sobre El talón de hierro, conocida es la carta que León Trotsky envía en
1937, a Joan London, hija del escritor. Allí expresaba:
“Hay
que destacar muy particularmente el papel que Jack London atribuye en la
evolución de la Humanidad a la burocracia y la aristocracia obrera. Gracias a
su apoyo, la plutocracia americana logrará aplastar el levantamiento de los
obreros y mantener su dictadura de hierro en los tres siglos venideros. (…) No
es difícil imaginar la incredulidad condescendiente con la que el pensamiento
socialista oficial de entonces acogió las previsiones terribles de Jack London.
(…) Se puede afirmar con certeza que, en 1907, no había un marxista
revolucionario, sin exceptuar a Lenin y Rosa Luxemburgo, que se representara
con tal plenitud la perspectiva funesta de la unión entre el capital financiero
y la aristocracia obrera. Esto basta para definir el valor especifico de la
novela”.
Continuando con las
apreciaciones soviéticas sobre la obra de London, no solo de El talón de hierro, se cuenta que el
propio Lenin poseía en el Kremlin varios libros del autor norteamericano. Para
el líder de la Revolución de Octubre, lo más importante de la obra de London
fue la crítica que realizó sobre el revisionismo y oportunismo del Partido
Socialista de los EE.UU. Se cuenta también, que hacia el final de los días del
líder soviético, cuando ya había sufrido varios ataques cerebrales y no podía
hablar, su mujer, Nadezhda Krupskaia, solía leerle a London. Parece ser, que
dos días antes de su muerte, Lenin escuchó en la voz de su mujer, la lectura de
Amor a la vida, su cuento preferido
del autor de El talón de hierro.
Sobre la obra de Jack
London, también podemos mencionar un recuerdo de Ernesto Che Guevara, que
aparece en La sierra y el llano, en
el año 1961. Cuenta el revolucionario argentino–cubano, que tras ser herido en
una balacera en el desembarco del Gramna, recordó un cuento de London, aunque
no especifica de qué relato se trata. Allí dice Guevara:
“Inmediatamente
me puse a pensar en la mejor manera de morir en ese minuto en el que parecía
todo perdido. Recordé un viejo cuento de Jack London, donde el protagonista
apoyado en el tronco de un árbol se dispone a acabar con dignidad su vida, al
saberse condenado a muerte, por congelación, en las zonas heladas de Alaska. Es
la única imagen que recuerdo”.
El cuento de London, que
transcurre en la helada Alaska, se titula Encender
una hoguera, dice concretamente:
“Cuando
hubo recobrado el aliento y el control, se sentó y recreó en su mente la
concepción de afrontar la muerte con dignidad”.
Un fragmento del texto de
Guevara, concretamente: “Recordé un viejo
cuento de Jack London, donde el protagonista apoyado en el tronco de un árbol
se dispone a acabar con dignidad su vida”, es rescatado en el año 1966 por
Julio Cortázar, quien lo utiliza como epígrafe en su cuento Reunión (Todos los fuegos el fuego).
Antes de terminar esta
primera parte del trabajo y pasar a estudiar algunos aspectos de la biografía y
de la época en que vivió Jack London, veamos algunas otras recepciones y
calificaciones de su obra, pero ya no de hombres vinculados al terreno
político, sino al mundo de la literatura. Comencemos por lo que dijo al final
de su trabajo biográfico, el ya citado escritor norteamericano Irvin Stone:
“con
la desaparición de Jack London el mundo perdió una llama”.
El poeta y crítico literario
norteamericano Edwin Markhan, sostuvo que Jack London fue:
”una
parte de la juventud y el coraje heroico del mundo”.
El novelista norteamericano Henry
Miller, dijo de London:
“No
hallo otro escritor americano de igual coraje y de más fiera energía en
América”.
El escritor y dramaturgo
ruso Leónidas Andreiev, manifestó:
“Estimo
yo en Jack London su vigor sereno, su talento firme, su hombría. Jack London es
un escritor admirable, un bellísimo dechado de capacidad y voluntad orientados
a la afirmación de la vida (…) ¡Talento prodigioso! Con ese don de observación
que es patrimonio exclusivo de los escritores auténticos y sinceros, lleva al
lector con mano amiga y fuerte a lo largo del camino y al terminar este viaje
en su compañía duele separarse de él y se siente ya el ansia de mayores
encuentros”.
El Premio Nobel de Literatura
Anatole France, resaltó de London:
“Ese
peculiar genio que percibe lo que permanece oculto para la mayoría de los
mortales”.
Finalmente, para terminar
estas citas que se podrían multiplicar, recordemos que George Orwell,
consideraba a El talón de hierro,
como una obra premonitoria que le influyó en la creación de 1984.
El
hombre y su mundo
Jack London (San Francisco,
Estados Unidos, 12 de enero de 1876 - Glen Ellen, Estados Unidos, 22 de
noviembre de 1916). La corta y fructífera vida de Jack London, cuyo nombre verdadero era
John Griffith London, podría ser comparada con una de sus novelas de aventuras.
No fue un escritor rodeado únicamente por libros, su vida estuvo plagada de los
más diversos trabajos y de las más coloridas aventuras, donde no faltaron
ladrones, piratas y paisajes extravagantes de lugares remotos. En el terreno
literario, fue uno de los dichosos creadores que pudo gozar en vida de su
éxito. A comienzos del siglo XX era el escritor norteamericano más leído fuera
de los Estados Unidos, el más famoso y el mejor pago.
Algunos estudiosos de la
vida de London, sostienen que fue un hijo ilegítimo de William Chaney, un
astrólogo itinerante que nunca reconoció su paternidad. El apellido “London”,
se lo dio el hombre que se casó con su madre y lo adoptó como hijo, un veterano
de la guerra civil llamado John London. Vivió su infancia en la ciudad de
Oakland en medio de dificultades económicas. Su padrastro no gozaba de un
trabajo fijo, y su madre, Flora Wellman, una mujer de origen adinerado, tenía
una salud muy precaria, padecía de neurosis y era aficionada al espiritismo.
Debido a estas dificultades, Jack fue criado por una antigua esclava, Virginia
Prentiss, quien fue como su segunda madre. Además de asistir a la escuela, el
joven London, se vio en la necesidad de vender periódicos en la calle para
ayudar a su familia. Esta condición de buscavida desde muy pequeño lo condujo
en los primeros años de su juventud hacia el puerto de Oakland, donde conoció
ciertos personajes picarescos y se aficionó con la bebida y con el mundo del
mar. Pronto se transformó en ladrón de ostras y en navegante de la bahía de San
Francisco. A los diecisiete años se enroló en
un barco y se fue a cazar focas a las costas japonesas. Al regresar, se
ocupó en diferentes empleos que le aportaron un escaso salario. Trabajó en una
fábrica de yute, en una lavandería, en una fábrica de enlatados y en una mina
de carbón. En el año 1894, London se unió a una columna de desempleados que
marchó desde California hasta Washington a pedir empleo. Esta experiencia no
tuvo un final grato para London, terminó en la prisión de Niagara Falls pagando
una condena de un mes por vagabundeo. De todas formas, este fue un evento
trascendental en la vida del futuro escritor, que lo llevó a sumarse a las
filas del partido socialista de Oakland y a involucrarse en las luchas sociales
y políticas que se estaban dando en el país. Por esta época ingresó a la
universidad, pero la abandonó rápidamente, por presiones económicas y por
sentirse desilusionado con la educación recibida.
En 1897, Jack London se
embarcó rumbo a Alaska a buscar oro. La suerte no lo acompañó en esa travesía y
regresó mucho más débil, con algunas dolencias y tan pobre como se fue. A
partir de ese momento de su vida, London decide dedicarse a la escritura.
Antes de convertirse en
escritor, Jack London había sido un gran lector. Durante su niñez y primera
juventud leyó cientos de novelas en la biblioteca pública de Oakland. Más
adelante en su vida, llegarían las lecturas de los autores que más lo
influenciarían en su labor como escritor, entre ellos, podríamos nombrar a
Marx, Kipling, Spencer, Stevenson, Malthus, Poe, H. G. Wells y Nietzsche. La
primera referencia que se tiene de London como escritor, es de cuando el joven
contaba tan solo con diecisiete años. A esa edad ganó el primer premio de un
concurso periodístico con la descripción de un tifón, una de las tantas
experiencias que había vivido en su labor de marinero. Pero es tras su regreso
de Alaska cuando London alquila una máquina de escribir y se propone seriamente
convertirse en escritor. En su autobiografía novelada Martín Eden, London se refiere a este momento de su vida de la
siguiente forma:
“Y
entonces, restrellante de luz, brotó la idea. Escribiría. Sería uno de los ojos
del mundo, uno de los corazones a través de los cuales siente ese mundo y uno
de los oídos a través de los cuales el mundo oye. (…) En prosa y en verso,
sobre hechos reales e imaginarios (…) escribiría. (…)
Escribía torrentosa e intensamente, de la mañana a la noche y bien entrada la
noche (…) Era el suyo un continuo estado febril. La gloria de crear, que se
suponía atributo exclusivo de los dioses, era suya”
En un principio las cosas no
le fueron fáciles, sufrió sistemáticos rechazos y enfrentó muchas dificultades
antes de poder publicar. Pero poco a poco las puertas se le fueron abriendo,
comenzó publicando artículos y cuentos en revistas, sobre sus aventuras en
Alaska y en los mares del pacífico. Luego llegaron los primeros triunfos y
rápidamente el éxito con obras como: La
llamada de la selva, El lobo de mar, Colmillo Blanco, El silencio blanco,
La expedición del pirata, Cuentos de los Mares del Sur, entre otras. Sin embargo, el éxito literario no significó
para London la superación de sus problemas existenciales. Si bien se pudo
dedicar a navegar por la Bahía de San Francisco, comprar un rancho de 1.000
acres y hacer algunos viajes fuera del
país, su adicción al alcohol junto a sus problemas renales y hepáticos, lo fueron diezmando física y psicológicamente. Poco a poco la morfina y la heroína comenzaron
a suplantar al alcohol y a los analgésicos. Comenzó a pensar que se estaba
volviendo loco y se obsesionó con la idea de suicidarse. Finalmente, el 22 de
noviembre de 1916, en Glen Ellen (California), con apenas 40 años de edad dejó
de existir. Si bien el certificado de defunción escrito por sus médicos dice
que la causa de su muerte fue una uremia, diferentes biógrafos aseguran que se
trató de un suicidio. Se habla de una sobredosis de morfina, combinada con
otras drogas que el escritor solía utilizar para calmar sus dolores renales. Los
médicos intentaron salvarle la vida, pero tras una agonía de doce horas,
falleció.
El
militante socialista
Un capítulo aparte en la
vida de este autor lo ocupa la militancia política. Es importante que nos detengamos
en esta faceta de London, porque encontraremos ideas y temas, que se
desarrollarán en gran parte de sus obras. Ya vimos en el apartado anterior,
como en el año 1894, London marchó junto a un grupo de trabajadores a
Washington en reclamo de empleo, ocasión en la que terminó preso durante un
mes, y que lo llevó a tomar la decisión de sumarse al partido socialista e
involucrarse en las luchas sociales. Como trabajador, le tocó ser testigo del
tratamiento degradante que se les daba en Nueva York a los trabajadores, sobre
todo a los inmigrantes. Cuando estuvo en Londres como periodista, quiso conocer
el East End, una zona de la ciudad donde vivían las clases populares. Allí
convivió con los más pobres y plasmó la sacrificada vida de esas personas en un
trabajo investigativo que tituló El
pueblo del abismo. En los primeros años del siglo XX, en Estados Unidos,
los movimientos sociales y sindicales comenzaron a hacerse sentir. Los abusos
frecuentes de la clase empresarial y las condiciones infrahumanas en las que se
debía trabajar provocaron un fuerte descontento en las masas trabajadoras. A
los abusos, los trabajadores respondían con huelgas, pero estas eran
aplastadas, ya sea por la fuerza pública o por ejércitos de matones privados al
servicio de los empresarios. Esto llevó a que en el año 1904, el Partido
Socialista consiguiera un avance sustancial en las elecciones presidenciales, y
a que en el año 1905, naciera el Industrial Workers of the World, un sindicato
radical, opuesto a las posiciones conciliadoras de la American Federation of
Labor. Fue precisamente en ese año de 1905 cuando London comenzó a recorrer el
país dando conferencias. Sus charlas, de fuerte contenido social y político, le
servían para promocionar sus libros y al mismo tiempo difundir las ideas socialistas.
En un artículo de 1906, titulado Yo he
nacido en la clase obrera, London plasma una serie de argumentaciones,
seguramente muy similares a las que expresaba en esas conferencias referidas.
Allí dice:
“Ya
antes de mi nacimiento, otros espíritus más desarrollados que el mío, habían
expresado todo lo que yo pensaba y se habían adelantado a su tiempo. Fue
entonces cuando descubrí que era socialista. Los socialistas eran
revolucionarios, en la medida en que luchaban para transformar la sociedad tal
como existe actualmente, y con otros materiales, construir una nueva sociedad.
Yo también era socialista revolucionario. (…) Estas son mis perspectivas.
Aspiro al nacimiento de una nueva época donde el hombre realizará el mayor
progreso, un progreso más elevado que el de su vientre, y en el que el aura
para animarlos para nuevas acciones será mucho más estimulante que la actual
derivada de su estómago. Guardo intacta mi confianza en la nobleza y excelencia
de la especie humana. Creo que la delicadeza espiritual y el altruismo
triunfaran sobre la glotonería grosera que reina hoy en día. En último lugar
quiero hacer constar mi confianza hacia la clase obrera. Como ha dicho un
francés: En la escalera del tiempo resuenan sin cesar el ruido de los zuecos
que suben, y de los zapatos barnizados que descienden”.
Los salones de diferentes
ciudades se llenaban de trabajadores que escuchaban atentamente hablar a London
de una revolución purificadora y del final del capitalismo. Pero a pesar de que
su éxito popular era incuestionable, los líderes socialistas del momento, no
veían con demasiada simpatía las propuestas radicales del escritor y se
mostraban más afines con la idea de tumbar el capitalismo por la vía
democrática. Consciente de su posición menos optimista de la realidad y
desilusionado de la clase dirigente del movimiento social, es que London decide
escribir la obra que estudiaremos en profundidad, El talón de hierro.
Una
literatura, para la revolución
Ese conferencista
incendiario que recorría el país hablando de la revolución, ese extraño híbrido
de obrero, militante revolucionario, aventurero y escritor, no se conformó
solamente con recrear en sus libros sus aventuras por diferentes tierras,
también quiso hablar de su condición de revolucionario, de sus sueños de crear
una sociedad más justa. Así fue que concibió obras donde los principales
protagonistas son los trabajadores y donde la explotación capitalista y la
lucha por la liberación social, representa la temática principal. Al abordar
estos temas, London presagió muchos de los conflictos sociales que se vivieron
en las décadas posteriores a su muerte. Se refirió, tanto a la expansión del
capital financiero como a la burocratización sindical y los
conflictos en el interior del movimiento obrero. Entre las obras más destacadas
de este tipo de literatura londoniana, podemos nombrar a: La lucha de clases, Suyo por la Revolución, Tiempos malditos, Historia
de los siglos futuros, La huelga general, El talón de Hierro, El pueblo del
abismo, Guerra
de clases, Los favoritos de Midas, Revolución y otros ensayos, Goliah, La
fuerza de los fuertes y Estado de Guerra.
El
talón de hierro
Publicada en 1908, El talón de hierro es una de las novelas
más representativas de la literatura política de Jack London.
La novela cuenta una parte
fundamental de la vida del revolucionario norteamericano Ernest Everhard, capturado
y ejecutado en el año 1932 por parte del gobierno oligárquico (El talón de
hierro), tras haber formado parte de un levantamiento revolucionario. Comienza
con un prólogo, escrito desde un futuro socialista, fechado en el año 2600,
siete siglos después de sucedidos los hechos que se cuentan en el relato.
Anthony Meredith, ficticio personaje que firma el prólogo y una de las dos
voces narrativas de la novela, asegura haber encontrado el manuscrito
perteneciente a Avis Everhard, una joven
de la alta sociedad, quien se enamora de Ernest, se casa con él, y pasa también
a ser una activista revolucionaria. La historia es narrada en primera persona,
por Avis Everhard, quien rememora con el escrito la imagen de su esposo ya fallecido,
contando su historia desde el momento en que se conocieron. El relato se centra
en los acontecimientos que sucedieron en los años en los que se consolidó El
talón de hierro, un poder político y económico inédito en la sociedad, que no
dudó en aplastar los levantamientos obreros de principios del siglo XX. Avis
Everhard,
a quien podríamos llamar la narradora principal, nos cuenta los acontecimientos
como una verdadera testigo de los hechos, hasta que su relato se interrumpe
bruscamente. La historia se completa entonces con las notas escritas varios
siglos después por Anthony Meredith, a quien podríamos llamar narrador
secundario, quien comenta y enriquece los acontecimientos históricos narrados
por Avis Everhard.
Internamente, la novela
presenta dos partes o momentos, claramente diferenciados. La primera parte del
relato se caracteriza por tener muy poca acción. Allí encontramos la
presentación de los personajes, fundamentalmente la del militante
revolucionario Ernest Everhard. London se sirve de los diálogos que Everhard
mantiene con diferentes representantes de la sociedad capitalista, para poder
abordar en la novela temas como la metafísica, la ética, los intereses de las
distintas clases y hacer también una fundamentada defensa del socialismo y del
determinismo histórico de acuerdo a las premisas establecidas por el marxismo.
Los primeros capítulos nos cuentan el proceso de enamoramiento de Avis y su
toma de consciencia revolucionaria. Ernest Everhard es un excelente conversador
y argumentador. Por medio de Avis, frecuenta reuniones donde asisten algunos
miembros de las clases privilegiadas. Estos, al principio, lo escuchan
atentamente porque lo ven como algo exótico, pero se terminan incomodando,
cuando Everhard les muestra una realidad, donde ellos son los responsables de
los males que aquejan a la sociedad. En los intercambios de opiniones, Everhard
deja en claro cuáles son los engranajes sobre los cuales se mueve el sistema
opresor. Conscientes del peligro que significa Ernest Everhard para sus
intereses, los miembros de la oligarquía comienzan a tratar por todos los
medios de frenar el ascenso político del joven revolucionario. En la segunda
parte, la narración se centra en la consolidación de la dictadura de la
oligarquía (El talón de hierro). Es una parte de la novela que presenta mucho
más acción que la primera. Se cuenta como en el año 1912 estuvo a punto de
concretarse un enfrentamiento bélico entre EE.UU. y Alemania, pero una huelga
general, llevada adelante por trabajadores socialistas de ambas naciones,
abortó el enfrentamiento. Tras la huelga, hay un triunfo revolucionario en
Alemania y en EE.UU. la lucha social se radicaliza. Para enfrentar este panorama,
los poderes económicos norteamericanos compran a los sindicatos más importantes
(ferrocarriles, acero y metalúrgicos), de esta forma el movimiento obrero se ve
debilitado y los capitalistas deciden imponer una tenaz tiranía (El talón de
hierro). La oligarquía, junto a ese grupo de trabajadores comprados, asume el
poder total de la sociedad, mientras la gran mayoría de la población
trabajadora cae en la miseria más extrema, conformando lo que en la novela se
denomina “el pueblo del abismo”. Los socialistas, los protagonistas entre
ellos, se ven obligados a seguir luchando desde la clandestinidad. Hay dos
revueltas referidas en la novela, en la primera, denominada "Comuna de
Chicago", la población trabajadora es aplastada. Posteriormente, mientras
los trabajadores preparan la segunda revuelta, Ernest es asesinado y el relato
de Avis Everhard se interrumpe bruscamente. El narrador secundario continúa
refiriendo como se siguieron dando las luchas sociales por varios siglos bajo
el poder del talón de hierro, hasta que por fin los trabajadores lograron
derrotarlo y establecer un gobierno llamado "fraternidad del Hombre".
En la novela se exponen,
comentan o cuestionan gran número de temas. Se habla tanto de los medios de
producción o comunicación, como de las leyes o de las creencias religiosas o
morales. A continuación, para que el lector de este trabajo tenga un acceso
directo a lo que dice la obra de London sobre algunos temas puntuales, se
citarán pequeños fragmentos.
Así justifica Avis Everhard
la necesidad de su escrito y así comienza la novela:
“He
aquí por qué quiero consagrar este período de espera y de ansiedad al recuerdo
de mi marido. Soy la única persona del mundo que puede, proyectar cierta luz
sobre esta personalidad, tan noble que es muy difícil darle su verdadero y vivo
relieve. Era un alma inmensa (...) No podemos fracasar, porque construyó
demasiado sólidamente, demasiado seguramente. ¡Del pecho de la humanidad
abatida arrancaremos el Talón de Hierro maldito! A una señal convenida, por
todas partes se levantarán legiones de trabajadores, y jamás se habrá visto
nada semejante en la historia. La solidaridad de las masas trabajadoras está
asegurada, y por primera vez estallará una revolución internacional tan vasta
como el vasto mundo”.
Así le habla Ernest Everhard
al obispo:
“¿Habéis
protestado ante vuestras congregaciones capitalistas contra el empleo de niños
en las hilanderas de algodón del Sur? Niños de seis a siete años que trabajan
toda la noche en equipos de doce horas. Los dividendos se pagan con su sangre.
Y con ese dinero se construyen magníficas iglesias en Nueva Inglaterra, en las
cuales sus colegas predican agradables simplezas ante los vientres repletos y
lustrosos de las alcancías de dividendos”.
Así le habla Ernest Everhard
al abogado:
“Dígame
coronel, ¿tiene algo que ver la ley con el derecho, con la justicia, con el
deber?”
Así le habla Ernest Everhard
al periodista:
“Me
parece que su tarea consiste en deformar la verdad de acuerdo con las órdenes
de sus patrones, los que, a su vez, obedecen la santísima voluntad de las
corporaciones”.
Algo similar le dice al
sacerdote, cuando ingenuamente espera que sus críticas al sistema capitalista
aparezcan en la prensa.
“Ni
una sola palabra de lo que dijo será publicado. Tú no tienes en cuenta a los
directores de diarios, cuyo salario depende de su línea de conducta, y su línea
de conducta consiste en no publicar nada que sea una amenaza para el poder
establecido”.
Ernest Everhard luchaba por
lo siguiente:
“Nuestra
intención es tomar no solamente las riquezas que están en las casas, sino todas
las fábricas, los bancos y los almacenes. Esto es la revolución. Queremos tomar
en nuestras manos las riendas del poder y el destino del género humano. ¡Estas
son nuestras manos, nuestras fuertes manos! Ellas os quitarán vuestro gobierno,
vuestros palacios y vuestra dorada comodidad, y llegará el día en que tendréis
que trabajar con vuestras manos para ganaros el pan, como lo hace el campesino
en el campo o el hortera reblandecido en vuestras metrópolis. Aquí están
nuestras manos. Miradlas: ¡son puños sólidos!”.
Sobre la desigualdad en el
reparto de los beneficios de la industrialización, Ernest Everhard dice:
“Cinco
hombres bastan ahora para producir pan para mil personas. Un solo hombre puede
producir tela de algodón para doscientas cincuenta personas, lana para
trescientas y calzado para mil. Uno se sentiría inclinado a concluir que con
una buena administración de la sociedad el individuo civilizado moderno debería
vivir mucho más cómodamente que el hombre prehistórico. ¿Ocurre así? (...) Si
el poder de producción del hombre moderno es mil veces superior al del hombre
de las cavernas, ¿por qué hay actualmente en los Estados Unidos quince millones
de habitantes que no están alimentados ni alojados convenientemente, y tres
millones de niños que trabajan? (...) Ante este hecho, este doble hecho –que el
hombre moderno vive más miserablemente que su antepasado salvaje, mientras su
poder productivo es mil veces superior–, no cabe otra explicación que la de la
mala administración de la clase capitalista; que sois malos administradores,
malos amos, y que vuestra mala gestión es imputable a vuestro egoísmo”.
Como se refirió en la
biografía, las posturas radicales de London no veían como viable un cambio de
sistema por la vía democrática. Respecto a esto, dice Ernest Everhard:
“Sabemos,
y lo sabemos al precio de una amarga experiencia, que ninguna apelación al
derecho, a la justicia o a la humanidad podría jamás conmoveros”.
Y cuando un miembro de la
oligarquía le refiere que no aceptarán ser sacados del poder, Ernest
Everhard le responde:
“Y
el día que hayamos conquistado la victoria en el escrutinio, si os rehusáis a
entregarnos el gobierno al cual llegaremos constitucional y pacíficamente,
entonces replicaremos como se debe, golpe por golpe, y nuestra respuesta estará
formulada por silbidos de obuses, estallidos de granadas y crepitar de
ametralladoras”.
Continúa Everhard con esta
sentencia:
“El
poder será el árbitro. Siempre lo fue. La lucha de clases es un problema de
fuerza. Pues bien, así como su clase derribó a la vieja nobleza feudal, así
también será abatida por una clase, la clase trabajadora”.
Everhard no cuestiona a
aquellos hombres que al conmoverse con la injusticia recurren a la caridad,
pero sostiene que es una conducta inútil si lo que se quiere es transformar la
sociedad. Es significativo también lo que sucede con el sacerdote, cuando
descubre dolorosamente como la iglesia es cómplice de la miseria existente en
la sociedad. Everhard sabe que cualquier denuncia o cambio de postura del
sacerdote, a nivel de la iglesia, será completamente inútil.
A los burgueses, desplazados
por las grandes compañías, que sueñan con volver a la época preindustrial, Ernest
Everhard les dice:
“En
lugar de destruir esas máquinas maravillosas, asumamos su dirección.
Aprovechémonos de su buen rendimiento y de su bajo precio. Desposeamos a sus
propietarios actuales y hagámoslas caminar nosotros mismos. Eso, señores, es el
socialismo. Venid a nosotros y sed nuestros compañeros en el bando ganador”
Sobre los partidos políticos
tradicionales y los sindicatos vendidos, sostiene Ernest Everhard:
“los
políticos de los viejos partidos (...), los criados, los sirvientes de la
plutocracia y los sindicatos sumisos se
esforzarán por transformar sus organizaciones en corporaciones cerradas, y lo
conseguirán”.
Sobre la guerra que
pretendían llevar adelante EE.UU y Alemania, dijo Ernest Everhard:
“la
oligarquía quería la guerra con Alemania por una docena de razones (...)
Además, el período de hostilidades debía consumir un volumen de excedentes
nacionales, reducir el ejército de parados que amenazaban en todos los países y
dar a la oligarquía tiempo para respirar, para madurar sus planes y realizarlos
(...) deberán gastar sus excesos de riqueza en obras públicas, como las clases
dominantes del antiguo Egipto erigían templos y pirámides con la acumulación de
lo que habían robado al pueblo”.
Finalmente, en cuanto a la
conducta que debían llevar adelante las masas trabajadoras para tumbar El talón
de hierro, Ernest Everhard sostenía:
“Es
inútil, estamos derrotados por anticipado. El Talón de Hierro está ahí. Había
puesto mis esperanzas en una victoria pacífica, lograda gracias a las urnas.
Seremos despojados de las escasas libertades que nos quedan; el Talón de Hierro
pisoteará nuestras caras; ya no cabe esperar otra cosa que una sangrienta
revolución de la clase trabajadora. Naturalmente, lograremos la victoria, pero
me estremezco al pensar en lo que nos costará”.
No
solo una distopía
Para finalizar el artículo,
una pequeña reflexión sobre este punto. El talón de hierro es una novela que
fácilmente podríamos catalogar como distópica. Los hechos transcurren en un
futuro próximo al tiempo en que fue
publicada. Es una obra de anticipación, que advierte sobre una posible sociedad
futura gobernada por un régimen tiránico, que controla la economía, la
información, la justicia, mientras los trabajadores viven en condiciones
miserables. Pero si bien la descripción social dejada por Avis Everhard nos
muestra una sociedad distópica, que la podríamos ver como una anticipación o
advertencia de los regímenes fascistas de la Europa de entreguerras, también
encontramos en la novela elementos utópicos y ucrónicos. Utópica es la sociedad
por la que lucha Ernest Everhard y su esposa, una sociedad igualitaria, justa,
libre y pacífica. Si bien este tipo de sociedad se termina estableciendo y es
desde donde se publica el manuscrito, en la novela no aparece descrita, aunque
siempre esté presente en los sueños de los protagonistas. London, en esta obra,
en lugar de mostrarnos una utopía socialista, nos muestra la lucha de los
personajes para llegar a ella en medio de una sociedad de características
distópicas. En cuanto al factor ucrónico, en menor medida, también está
presente. Si bien en la obra no encontramos un punto Jonbar donde la realidad
histórica toma otro rumbo, sí es una novela, que al igual que las ucronías,
está anclada en un lugar histórico real. Leyendo El talón de hierro, vemos que
también es válida la pregunta que podemos establecer en toda ucronía “¿qué
hubiera pasado sí? El talón de hierro, al igual que este tipo de obras,
conjetura y especula sobre cómo hubiera sido la vida si un régimen como el allí
descrito hubiera triunfado.
Artículo publicado en la revista digital Vadenuevo www.vadenuevo.com.uy . Marzo de 2016. Disponible: aquí
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