Recital de Chiquinquirá
Sábado 21 de noviembre de 2020
De Poesía de
los pájaros pintados (2013)
Yo lírico
Poeta de la espuma circunstancial
cazador de recuerdos
de fragancias pasadas
avaro de ese cofre
donde descansa tu nombre
tallado a punta de diamante.
Poeta de un río, negro
como el abismo
y dulce como el oboe
alfarero de esa bohemia
hechicera de paso lento
ojos de fuego y manos de tierra.
Poeta del humo
cobijo del amor
que duerme y sueña,
descansa
en su nervio de ceniza alada.
Una tarde en La Coqueta
Me fui cazando los recuerdos y alguna fragancia al pasar.
Me suele suceder cuando miro brillar los adoquines del barrio.
Llego al río,
al único,
a ese que es Negro como el abismo pero dulce como el oboe.
Encallo en el puerto y me convierto en humo,
eso sí,
como ellos están atrás echo sobre mí un manto,
el manto de la vida,
el manto de los sueños,
ese que seguro no verán jamás.
Y ahí descanso, al menos hoy,
como descansa mi cigarro,
en su nervio de ceniza,
alada.
De Muelles de la palabra
(2015)
Muelles de la palabra
La evanescencia de la palabra
me salva del mundanal ruido,
las hay
sentimentales, impresionistas, pintoras,
son muelles del verbo
eterno
que nos roza en la
garganta,
en los pulmones.
El himno gigante
sigue anunciando
y corre, se ramifica
y como siempre
se dilata en nuevas
sombras.
Las páginas brillan,
ahora resplandecen y
se modifican,
pero son páginas,
no humo, perfume,
sonido o viento.
La palabra
cabalga sus nuevos
corceles,
compañeros del poeta
que sigue cantando,
gritando, viviendo,
ahora despojado del
métrico corsé
y de la rima
represora,
ahora lejos del
mármol y las escalinatas
camina por las calles
con todo el pecho al viento.
La palabra ya no
quiere ser el queso de las ratas,
quiere estar ahí,
inmediata y cotidiana,
enamorada de los
guantes, las calles,
la sopa y las
colmenas.
Preferí beber tus
ismos,
zurcirte, engarzarte
y presentarte
pura, directa y
palpitante,
con un verbo libre
que viaje
hacia asideros que lo
terminen de nacer,
donde habitan mis
cómplices,
mis hermanos.
En el principio será
la luz, entre otras cosas
Es un lindo día para
nacer
para ver la luz
filtrarse entre las hojas de los árboles
y sentir como el
viento sopla y muerde las ventanas.
Quien naciera en este
día
podría observar un
cuerpo que escribe
tapado en una cama,
un brazo solitario y
hacendoso fuera del abrigo
trasladando el
pensamiento
transmutando las
ideas
plasmando mundos en
un viejo cuaderno.
Pero hay más,
si alguien naciera en
este día,
al menos en este
sitio sin bombas ni lamentos,
podría oler el café y
la tierra mojada.
Quizá nazca llorando
por el impacto
por la violencia del
cambio,
pero al ver,
la luz filtrarse
entre las hojas de los árboles
al sentir,
el viento soplar y
morder las ventanas
al contemplar,
el cuerpo de un
hombre que escribe tapado en una cama
y oler,
el café y la tierra
mojada
pensaría,
¡qué lindo día para
nacer!
Oda a la página en
blanco
La página en blanco
es generalmente blanca
y el blanco alude a
su vacío
a la nada que
contiene
a la posibilidad
infinita de discursos
a la ausencia de letras,
de palabras.
La página en blanco
es una invitación a
la fiesta del lenguaje
quiere que la violen
pide que la
transgredan
que la irrespeten
para dejar
definitivamente de ser
ese vacío infinito
del universo
ese material poroso
sin corazón
ese desdichado
fragmento de la nada.
De Las flores del tiempo (2018)
La madeja
En la punta del ovillo estaba el
llanto,
dormido, agazapado en las tinieblas del
todo.
En ese lío a disiparse por calles
grises y ríos negros
se escondía, el primer acorde del
suspiro.
El sol en lo alto,
engendrado por el balbuceo sur de una
vieja guitarra
y el grito verde y llano de la pradera,
fue luz original de la poesía.
El después es el ahora,
el tiempo donde devano los sueños
donde las palabras,
cada vez más precisas,
no intentan llegar a la otra punta.
Arrepentimiento
Lo confieso,
he asesinado mariposas.
Solía salir junto a mi hermano
cuando el sol calcinaba la siesta
armado de una rama,
cuanto más frondosa mejor.
El día, que caía
cuesta abajo
a morir en el río
se fragmentaba en mariposas
las había amarillas
naranjas en su mayoría
y otras
que parecían tener un reloj entre las
alas.
Venían volando por la claridad
esquivando invisibles
como si supieran
de la existencia del gigante
que las esperaba.
Venían zigzagueando
su tiempo de serpentina
regalando su frágil belleza
sin prever
la precipitación de rama
de naturaleza violentada.
Venían con el sol de las chicharras
en su baile arrítmico y silencioso
a morir a plena luz
en lúdico asesinato.
¡Qué pena da confesarlo!
he asesinado mariposas
he sido un vil soldado
que levantó sus armas
contra la belleza.
Cosmos, 1984
Una luz dulce de mandarina en otoño
calienta el viejo patio de mi niñez,
la fantasía es un colchón de hojas en
el suelo
murmurando con un viento de lenguas
invisibles,
lo poético ya está allí
es el silencio de ese patio a plena luz
ese niño amando su soledad
absorto en el diamante
que deja al pasar un caracol,
lo mágico es ese lugar sin mar
sin pantalones blancos
sin perfumes corrompidos,
la felicidad,
es la sombra de un árbol
donde viven los pájaros
la sombra que se arrastra en silencio
con olor a mandarinas
para comunicarse
con el viento
las hojas
y las ramas de diamante.
Del mismo barro
A la memoria del pintor Carlos Federico
Sáez 1878 – 1901
Un 14 de noviembre,
noventaiocho años antes
de mi 14 de noviembre
naciste allí, igual que yo,
a orillas del Hum,
en la ciudad coqueta
del pequeño país.
Hoy estoy lejos de allí
como lo estuviste tú
y te recuerdo.
Las cosas de la vida, Federico,
tú pintando a la sombra del Coliseo
y yo escribiendo desde esta muralla
centenaria,
otros tiempos y otros espacios
para dos llamas de diferentes tiempos
encendidas en el mismo espacio.
Qué lindo sería manipular estos
conceptos
y encontrarnos de pronto
en un fantástico bar de cualquier país,
porque nuestra conversación, nuestro
diálogo,
nuestro vino compartido, sabría igual
en cualquier lugar,
porque la geografía se reduciría a
alguna mesa de madera.
Vernos por ejemplo en 1950,
un año sin nosotros,
sin un hombre
que cincuentaisiete años antes
se retrató con una flor en el ojal
y sin un hombre
que sesentaicinco años después
escribió sobre una muralla
hecha a punta de dolor ajeno.
Hablar de mi futura poesía
y de tu pasada pintura
de tus escasos y nerviosos trazos
y de mis pequeños poemas surrealistas.
Quizá te sirva para pintar
tu “cabeza de viejo”
y yo te use para escribir
y crear,
“del mismo barro”
ese que es fruto
de la tierra antigua
y del Río Negro
que sin ser el mismo nunca,
siempre será nuestro.
De Luna en el agua (inédito [2020?])
Cuerpo vivo que va
cantando II
Yo me celebro y yo me
canto
Walt Whitman
Este canto apócrifo y
antiguo
es la existencia de un
niño en soledad
la voz de un patio
soleado lleno de plantas y árboles frutales
donde palpita gozoso
el universo
y hace danzar las
flores con su brisa lejana.
Hay tanto silencio en
el suspenso,
en este asombro
aristotélico ante las cosas,
que el amor se reduce
al cobijo de los árboles
y al diamante que deja
al pasar un caracol.
Yo soy el niño que
está vivo y se canta
con esta lengua amada
de mis antepasados
que no fueron raíz de
este sueño de versos,
pero sí el justo barro
donde sopla la vida.
Poeta de un Río Negro,
donde pintados pájaros
nacidos para volar
hasta la muerte
se detienen, a veces,
en muelles de palabras
y en las flores del
tiempo de un patio interminable.
La soledad buscada,
necesaria, del niño a plena luz
la del lenguaje
cósmico donde lee el poeta
vive conmigo, incluso,
en medio de la noche
y lleva por el mundo
sus perfumes de siesta
cuando ya nadie duerme
y tiemblan las estrellas.
Soy un poeta con los
sueños intactos
y con la certeza, de
que su canto apócrifo y antiguo
es la existencia de un
niño en soledad.
Tul
Más allá del hierro forjado del zaguán
y del tul de la puerta cancel
tras el viejo escritorio de roble
con su Quijote, su Sancho y sus cuadernos
el aroma atemporal de los jazmines
en un patio de conejos y de pájaros
con enanos roídos por el tiempo.
Allí, ahora lo sé,
en esas tierras de la memoria
germinaba sin saberlo la poesía.
El
tiempo es el ahora
Este es el tiempo de mi poesía
voz de todos los tiempos que me
habitan
y a su vez
palabra cómplice de todos mis
hermanos.
A lo lejos, suena dulce una
guitarra
y me trae el recuerdo de ese oboe
verde como pradera
como el silencio de los campos.
Este es el tiempo de Homero y
también el de Bécquer
porque el himno gigante y extraño
siempre es presente
ya que todas las voces se vuelven
un ahora.
Sobre la faz de las aguas
Como
esos gritos que habitan
la
desolada vastedad del mar
son
mis recuerdos,
y
el mar, como la rosa, es sin porqué
renace
porque renace
es
porque es
y
esa es la cuestión
el
origen
la
poesía
renace
porque renace.
Las entrañas y el tiempo
Bajo el lomo de
brillante pez nocturno
más allá del pecho
líquido y sin ramas
tiembla el espejo del
tiempo.
Sumergido en un devenir
de ondulante luz
renace como dama de la
noche ante mis ojos
y allí permanece, en su
intermitente presencia
de panóptico eterno.
Cada noche, el brillante
pez nocturno
serpentea el tiempo y
se disipa
con un embrión de luz en las entrañas.
Poeta
en la noche junto al Río negro
“la
belleza es la verdad, la verdad belleza”; esto es todo
lo que sabes de la tierra, y todo lo que saber
necesitas.
John
Keats
Este
tajo de luz donde igual se mecen la noche y las chalanas
y
en sus entrañas líquidas tiemblan de frío las estrellas
es
un verso celestial, aunque sea Negro.
En
su cuna de tiempo, de rayo que no cesa en las orillas
duerme
llena la luna, con su caracol de plata
y
su huella de espejo destrozado.
Junto
al tajo de luz, como un cuchillo entre los eucaliptus,
cercano
a los arbustos donde anidan las garzas
está
el poeta con los ojos abiertos, brillante
como
los camalotes, y eterno como el arte.
Jazmín
del Cabo
Esperanza blanca de los
patios
vertida en una gloria
perfumada
que asombra los viejos
paredones.
Eres el cándido silencio matutino de la brisa
y la nocturna fragancia
de las sombras.
Quien pudiera con
justicia cantar tu blanco destino
tu frescura antigua de
manso río en los salones
y alzar temblando una
corona alba de palabras
para nombrarte a ti
fragante melodía del silencio
Lluvia
de enero
La lluvia es un repique de tiempo,
como un agua de barrio que
cae sobre la tierra de la memoria
y encharca los recuerdos
con su canto líquido y de altura.
Es un pincel celeste en las
paredes,
un látigo de vidrio sobre las hojas
que se desprenden y caen
sorprendidas
cargadas de misterio y de poesía.
Es un río caudaloso con los barcos
de la infancia
donde la triste realidad de los
periódicos
naufraga, en el milagro danzante de
las aguas.
Ceremonias de interior para una
tarde lluviosa de invierno
Todos los fuegos son el fuego de
esta sala
las mismas olas, las mismas lenguas
y hasta la misma madera desgarrada
con su abraso cálido y crepitar
antiguo.
Atrás de las ventanas y sus
cortinas de agua
en el patio, intemporal,
persistente,
sobre las baldosas que me
precedieron y me sucederán
y los maduros limoneros, como los
de Sevilla,
cae la misma lluvia.
El ingenioso hidalgo, el olor de
los jazmines
y una cresta ardiente en la
chimenea
sostienen un mundo que cede paso al
sueño.
El fuego en los troncos
la lluvia sobre los techos
el perfume del jazmín
siempre igual
lo mismo siempre
el sueño
siempre.
Continuidad
de los patios
¿Será
que todas las infancias son recuerdos de un patio
vasto
como la noche y más largo que la vida?
En
mi verde infancia,
los
patios de la memoria se continúan
y
llegan hasta esta página
como
los robles de la cabaña del monte
hasta
el terciopelo de aquel alto sillón.
Son
largas extensiones de flores y conejos
con
horizontes de perros y
sombras
que picotean la tierra
hasta
perderse en un pino inclinado donde viven los pájaros.
Todos
los patios de mi niño son un gran patio
soy
testigo de enredaderas, de enanos de jardín
de
naranjos que al evocarlos adquieren color y movimiento.
¿Será
que todas las infancias son recuerdos de un patio
vasto
como la noche y más largo que la vida?
Carne asada
La nave en llamas del horizonte
con su hoguera de pájaros y de
peces
es un réquiem por la luz en la
isla,
espejo celestial de los fuegos
mortales
que los hombres levantan en la
arena
como alto tributo a la amistad.
El sueño de la temprana noche
crece entre los eucaliptus
que danzantes sombrean
en el altar de hierro
la carne colocada.
Lejos, la ciudad con sus perros
ajena al noctámbulo culto
de vinos y de estrellas
comienza a descansar.
Campo
En
el naufragio verde y primitivo de la pradera
silvestre
galopa la poesía
el
árbol canta su copla de enramada
y
hay en el aire un perfume
de
pájaros que trovan las mañanas.
En
el silencio verde y remoto de los campos,
brillantes
como un río, relinchan las ancas de los caballos
y
todo es hondo, solo y profundo
como
la boca antigua de una guitarra.
Desafíos
del intelecto
Nombraré
el silencio para que sea eterno
la
tarde, el sol sobre las cosas y la vida
la
soledad, el asombro,
este
deslumbramiento que me habita.
Diré
pájaro y todo será plumas
canto
de viento entre las ramas.
Siempre
será esta tarde en que respiro
un
gerundio de los días y las cosas
un
perpetuo canto del arte de los hombres.
Variaciones del instante
Eres tú; te conozco
porque es igual la tarde
José García Nieto
Aunque no sepa de este llamado de palabras,
de esta resurrección apócrifa de roídas imágenes
con la que reconstruyo la vida que más quiero
¡Qué fácil has venido
a mi voz, y en qué instante!
Me recuerdas, verso mío,
que todo es lo mismo y no,
que estas madreselvas del jardín,
en flor, como en el tango, y
tupidas, como en las rimas,
son, en cambio, las de la vida.
Son otras y las mismas,
porque es igual y otra la pared
y yo también soy otro siendo el mismo.
Están bajo ese eterno cielo
con su luna, su estrella y su misterio.
¡Qué fácil has venido a recordarme, verso mío!
que todo es lo mismo y no…
El poema
A los antepasados de mi sangre y a los antepasados
de mis sueños he exaltado y
cantado.
Jorge Luis Borges
La tarde con su imperio de luz y de silencio
en el eterno patio de la infancia,
los cipreses danzantes de ese vecino
que era sordo y pintaba,
el palo borracho de mi abuela
la socialista, la costurera,
todos los paraísos del cerro y
hasta los sauces que lloran a la orilla del río.
El pino inclinado donde viven los pájaros
el de las sombras y los picos,
El naranjo que ha visto pasar al caracol
con su diamante y su espiral,
el limonero melancólico y
hasta la higuera que da a la vieja escuela.
La tarde con su imperio de luz y de silencio
bajo el reinado albo del fragante jazmín
y de la roja rosa de todos los poetas,
el estallido de pétalos que supone la dalia
en los canteros del fondo,
las hojas en el suelo de los otoños
y la nobleza de todos los perros que me han visto
pasar.
La tarde con su imperio de luz y de silencio,
las bibliotecas, los escritores queridos y admirados
y hasta los altos hombres que sé me precedieron,
viven en estos versos.
En estos días
En el antiguo andamio
de la lengua
en el aire, sonando
sola, se soporta la palabra
lo demás es el encierro
del hombre el necesario
yugo
que la somete
el imperioso triunfo a
la memoria
donde descansa la
literatura.
Más allá del papel y la
anquilosada tradición
de las pantallas y las
conservadoras resistencias
lo inaprensible de esta
vida canta.
Así que, nada de perros
del hortelano
ni de volver con la
frente marchita,
porque, cual la
generación de los hombres
así la de las hojas,
en estos días
digitales.
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