domingo, 22 de noviembre de 2020

Fernando Chelle 𝑬𝒏𝒄𝒖𝒆𝒏𝒕𝒓𝒐 𝒄𝒐𝒏 𝒍𝒂 𝑷𝒂𝒍𝒂𝒃𝒓𝒂 (Recital poético para la Fundación Cultural Jetón Ferro, de Chiquinquirá)

 


Recital de Chiquinquirá

Sábado 21 de noviembre de 2020



De Poesía de los pájaros pintados (2013)

 

 

Yo lírico

 

Poeta de la espuma circunstancial

cazador de recuerdos

de fragancias pasadas

avaro de ese cofre

donde descansa tu nombre

tallado a punta de diamante.

 

Poeta de un río, negro

como el abismo

y dulce como el oboe

alfarero de esa bohemia

hechicera de paso lento

ojos de fuego y manos de tierra.

 

Poeta del humo

cobijo del amor

que duerme y sueña,

descansa

en su nervio de ceniza alada. 

 

 

Una tarde en La Coqueta

 

Me fui cazando los recuerdos y alguna fragancia al pasar.

Me suele suceder cuando miro brillar los adoquines del barrio.

Llego al río,

al único,

a ese que es Negro como el abismo pero dulce como el oboe.

Encallo en el puerto y me convierto en humo,

eso sí,

como ellos están atrás echo sobre mí un manto,

el manto de la vida,

el manto de los sueños,

ese que seguro no verán jamás.

Y ahí descanso, al menos hoy,

como descansa mi cigarro,

en su nervio de ceniza,

alada. 

 


De Muelles de la palabra (2015)


 

Muelles de la palabra

 

La evanescencia de la palabra 

me salva del mundanal ruido,

las hay sentimentales, impresionistas, pintoras,

son muelles del verbo eterno

que nos roza en la garganta,

en los pulmones.

El himno gigante sigue anunciando

y corre, se ramifica y como siempre

se dilata en nuevas sombras.  

Las páginas brillan,

ahora resplandecen y se modifican,

pero son páginas,

no humo, perfume, sonido o viento.

La palabra

cabalga sus nuevos corceles,

compañeros del poeta

que sigue cantando, gritando, viviendo,

ahora despojado del métrico corsé

y de la rima represora,

ahora lejos del mármol y las escalinatas

camina por las calles con todo el pecho al viento.

La palabra ya no quiere ser el queso de las ratas,

quiere estar ahí, inmediata y cotidiana,

enamorada de los guantes, las calles,

la sopa y las colmenas.

Preferí beber tus ismos,

zurcirte, engarzarte y presentarte

pura, directa y palpitante,

con un verbo libre que viaje

hacia asideros que lo terminen de nacer,

donde habitan mis cómplices,

mis hermanos. 

 

 

En el principio será la luz, entre otras cosas

 

Es un lindo día para nacer

para ver la luz filtrarse entre las hojas de los árboles

y sentir como el viento sopla y muerde las ventanas.

Quien naciera en este día

podría observar un cuerpo que escribe

tapado en una cama,

un brazo solitario y hacendoso fuera del abrigo

trasladando el pensamiento

transmutando las ideas

plasmando mundos en un viejo cuaderno.

Pero hay más,

si alguien naciera en este día,

al menos en este sitio sin bombas ni lamentos,

podría oler el café y la tierra mojada.

Quizá nazca llorando por el impacto

por la violencia del cambio,

pero al ver,

la luz filtrarse entre las hojas de los árboles

al sentir,

el viento soplar y morder las ventanas

al contemplar,

el cuerpo de un hombre que escribe tapado en una cama

y oler,

el café y la tierra mojada

pensaría,

¡qué lindo día para nacer!

 

 

Oda a la página en blanco

 

La página en blanco es generalmente blanca

y el blanco alude a su vacío

a la nada que contiene

a la posibilidad infinita de discursos

a la ausencia de letras, de palabras.

 

La página en blanco

es una invitación a la fiesta del lenguaje

quiere que la violen

pide que la transgredan

que la irrespeten

para dejar definitivamente de ser

ese vacío infinito del universo

ese material poroso sin corazón

ese desdichado fragmento de la nada.



De Las flores del tiempo (2018)

 

 

La madeja

 

En la punta del ovillo estaba el llanto,

dormido, agazapado en las tinieblas del todo.

En ese lío a disiparse por calles grises y ríos negros

se escondía, el primer acorde del suspiro.

El sol en lo alto,

engendrado por el balbuceo sur de una vieja guitarra

y el grito verde y llano de la pradera,

fue luz original de la poesía.

El después es el ahora,

el tiempo donde devano los sueños

donde las palabras,

cada vez más precisas,

no intentan llegar a la otra punta.

 

 

Arrepentimiento

 

Lo confieso,

he asesinado mariposas.

Solía salir junto a mi hermano

cuando el sol calcinaba la siesta

armado de una rama,

cuanto más frondosa mejor.

El día, que caía

cuesta abajo

a morir en el río

se fragmentaba en mariposas

las había amarillas

naranjas en su mayoría

y otras

que parecían tener un reloj entre las alas.

Venían volando por la claridad

esquivando invisibles

como si supieran

de la existencia del gigante

que las esperaba.

Venían zigzagueando

su tiempo de serpentina

regalando su frágil belleza

sin prever

la precipitación de rama

de naturaleza violentada.

Venían con el sol de las chicharras

en su baile arrítmico y silencioso

a morir a plena luz

en lúdico asesinato.

¡Qué pena da confesarlo!

he asesinado mariposas

he sido un vil soldado

que levantó sus armas

contra la belleza.

 

 

Cosmos, 1984

 

Una luz dulce de mandarina en otoño

calienta el viejo patio de mi niñez,

la fantasía es un colchón de hojas en el suelo

murmurando con un viento de lenguas invisibles,

lo poético ya está allí

es el silencio de ese patio a plena luz

ese niño amando su soledad

absorto en el diamante

que deja al pasar un caracol,

lo mágico es ese lugar sin mar

sin pantalones blancos

sin perfumes corrompidos,

la felicidad,

es la sombra de un árbol

donde viven los pájaros

la sombra que se arrastra en silencio

con olor a mandarinas

para comunicarse

con el viento

las hojas

y las ramas de diamante.

 

 

Del mismo barro

 

A la memoria del pintor Carlos Federico Sáez 1878 – 1901

 

Un 14 de noviembre,

noventaiocho años antes

de mi 14 de noviembre

naciste allí, igual que yo,

a orillas del Hum,

en la ciudad coqueta

del pequeño país.

Hoy estoy lejos de allí

como lo estuviste tú

y te recuerdo.

Las cosas de la vida, Federico,

tú pintando a la sombra del Coliseo

y yo escribiendo desde esta muralla centenaria,

otros tiempos y otros espacios

para dos llamas de diferentes tiempos

encendidas en el mismo espacio.

Qué lindo sería manipular estos conceptos

 y encontrarnos de pronto

en un fantástico bar de cualquier país,

porque nuestra conversación, nuestro diálogo,

nuestro vino compartido, sabría igual en cualquier lugar,

porque la geografía se reduciría a alguna mesa de madera. 

Vernos por ejemplo en 1950,

un año sin nosotros,

sin un hombre

que cincuentaisiete años antes

se retrató con una flor en el ojal

y sin un hombre

que sesentaicinco años después

escribió sobre una muralla

hecha a punta de dolor ajeno.

Hablar de mi futura poesía

y de tu pasada pintura

de tus escasos y nerviosos trazos

y de mis pequeños poemas surrealistas.

Quizá te sirva para pintar

tu “cabeza de viejo”

y yo te use para escribir

y crear,

“del mismo barro”

ese que es fruto

de la tierra antigua

y del Río Negro

que sin ser el mismo nunca,

siempre será nuestro.



De Luna en el agua (inédito [2020?])

 

 

Cuerpo vivo que va cantando II

 

Yo me celebro y yo me canto

Walt Whitman

 

Este canto apócrifo y antiguo

es la existencia de un niño en soledad

la voz de un patio soleado lleno de plantas y árboles frutales

donde palpita gozoso el universo

y hace danzar las flores con su brisa lejana.

Hay tanto silencio en el suspenso,

en este asombro aristotélico ante las cosas,

que el amor se reduce al cobijo de los árboles

y al diamante que deja al pasar un caracol.

Yo soy el niño que está vivo y se canta

con esta lengua amada de mis antepasados

que no fueron raíz de este sueño de versos,

pero sí el justo barro donde sopla la vida.

Poeta de un Río Negro, donde pintados pájaros

nacidos para volar hasta la muerte

se detienen, a veces, en muelles de palabras

y en las flores del tiempo de un patio interminable.

La soledad buscada, necesaria, del niño a plena luz

la del lenguaje cósmico donde lee el poeta

vive conmigo, incluso, en medio de la noche

y lleva por el mundo sus perfumes de siesta

cuando ya nadie duerme y tiemblan las estrellas.

Soy un poeta con los sueños intactos

y con la certeza, de que su canto apócrifo y antiguo

es la existencia de un niño en soledad.

 

 

Tul

 

Más allá del hierro forjado del zaguán

y del tul de la puerta cancel

tras el viejo escritorio de roble

con su Quijote, su Sancho y sus cuadernos

el aroma atemporal de los jazmines

en un patio de conejos y de pájaros

con enanos roídos por el tiempo.

Allí, ahora lo sé,

en esas tierras de la memoria

germinaba sin saberlo la poesía.

 

 

El tiempo es el ahora

 

Este es el tiempo de mi poesía

voz de todos los tiempos que me habitan

y a su vez

palabra cómplice de todos mis hermanos.

A lo lejos, suena dulce una guitarra

y me trae el recuerdo de ese oboe

verde como pradera

como el silencio de los campos.

Este es el tiempo de Homero y también el de Bécquer

porque el himno gigante y extraño

siempre es presente

ya que todas las voces se vuelven un ahora.

 

 

Sobre la faz de las aguas

 

Como esos gritos que habitan

la desolada vastedad del mar

son mis recuerdos,

y el mar, como la rosa, es sin porqué

renace porque renace

es porque es

y esa es la cuestión

el origen

la poesía

renace porque renace.

 

 

Las entrañas y el tiempo

 

Bajo el lomo de brillante pez nocturno

más allá del pecho líquido y sin ramas

tiembla el espejo del tiempo.

Sumergido en un devenir de ondulante luz

renace como dama de la noche ante mis ojos

y allí permanece, en su intermitente presencia

de panóptico eterno.

Cada noche, el brillante pez nocturno

serpentea el tiempo y se disipa

con un embrión de luz en las entrañas.

 

 

Poeta en la noche junto al Río negro

 

“la belleza es la verdad, la verdad belleza”; esto es todo

 lo que sabes de la tierra, y todo lo que saber necesitas.

John Keats

 

Este tajo de luz donde igual se mecen la noche y las chalanas

y en sus entrañas líquidas tiemblan de frío las estrellas

es un verso celestial, aunque sea Negro.

En su cuna de tiempo, de rayo que no cesa en las orillas

duerme llena la luna, con su caracol de plata

y su huella de espejo destrozado.

Junto al tajo de luz, como un cuchillo entre los eucaliptus,

cercano a los arbustos donde anidan las garzas

está el poeta con los ojos abiertos, brillante

como los camalotes, y eterno como el arte.

 

 

Jazmín del Cabo

 

Esperanza blanca de los patios

vertida en una gloria perfumada

que asombra los viejos paredones.

 Eres el cándido silencio matutino de la brisa

y la nocturna fragancia de las sombras.

Quien pudiera con justicia cantar tu blanco destino

tu frescura antigua de manso río en los salones

y alzar temblando una corona alba de palabras

para nombrarte a ti fragante melodía del silencio

el rey de los jardines.

 

 

Lluvia de enero

 

La lluvia es un repique de tiempo,

como un agua de barrio que

cae sobre la tierra de la memoria

y encharca los recuerdos

con su canto líquido y de altura.

Es un pincel celeste en las paredes,

un látigo de vidrio sobre las hojas

que se desprenden y caen sorprendidas

cargadas de misterio y de poesía.

Es un río caudaloso con los barcos de la infancia

donde la triste realidad de los periódicos

naufraga, en el milagro danzante de las aguas.

 

 

Ceremonias de interior para una tarde lluviosa de invierno

 

Todos los fuegos son el fuego de esta sala

las mismas olas, las mismas lenguas

y hasta la misma madera desgarrada

con su abraso cálido y crepitar antiguo.     

Atrás de las ventanas y sus cortinas de agua

en el patio, intemporal, persistente,

sobre las baldosas que me precedieron y me sucederán

y los maduros limoneros, como los de Sevilla,

cae la misma lluvia.

El ingenioso hidalgo, el olor de los jazmines

y una cresta ardiente en la chimenea

sostienen un mundo que cede paso al sueño.

El fuego en los troncos

la lluvia sobre los techos

el perfume del jazmín

siempre igual

lo mismo siempre

el sueño

siempre.

 

 

Continuidad de los patios

 

¿Será que todas las infancias son recuerdos de un patio

vasto como la noche y más largo que la vida?

En mi verde infancia,

los patios de la memoria se continúan

y llegan hasta esta página

como los robles de la cabaña del monte

hasta el terciopelo de aquel alto sillón.

Son largas extensiones de flores y conejos

con horizontes de perros y

sombras que picotean la tierra

hasta perderse en un pino inclinado donde viven los pájaros.

Todos los patios de mi niño son un gran patio

soy testigo de enredaderas, de enanos de jardín

de naranjos que al evocarlos adquieren color y movimiento.

¿Será que todas las infancias son recuerdos de un patio

vasto como la noche y más largo que la vida?

 

 

Carne asada

 

La nave en llamas del horizonte

con su hoguera de pájaros y de peces 

es un réquiem por la luz en la isla,

espejo celestial de los fuegos mortales

que los hombres levantan en la arena

como alto tributo a la amistad.

El sueño de la temprana noche 

crece entre los eucaliptus

que danzantes sombrean

en el altar de hierro

la carne colocada.

Lejos, la ciudad con sus perros

ajena al noctámbulo culto

 de vinos y de estrellas

comienza a descansar.

 

 

Campo

 

En el naufragio verde y primitivo de la pradera

silvestre galopa la poesía 

el árbol canta su copla de enramada

y hay en el aire un perfume

de pájaros que trovan las mañanas.

En el silencio verde y remoto de los campos,

brillantes como un río, relinchan las ancas de los caballos

y todo es hondo, solo y profundo

como la boca antigua de una guitarra.

 

 

Desafíos del intelecto

 

Nombraré el silencio para que sea eterno

la tarde, el sol sobre las cosas y la vida

la soledad, el asombro,

este deslumbramiento que me habita.

 

Diré pájaro y todo será plumas

canto de viento entre las ramas.

 

Siempre será esta tarde en que respiro

un gerundio de los días y las cosas

un perpetuo canto del arte de los hombres.

 

 

Variaciones del instante

 

Eres tú; te conozco

porque es igual la tarde

José García Nieto

 

Aunque no sepa de este llamado de palabras,

de esta resurrección apócrifa de roídas imágenes

con la que reconstruyo la vida que más quiero

¡Qué fácil has venido

a mi voz, y en qué instante!

Me recuerdas, verso mío,

que todo es lo mismo y no,

que estas madreselvas del jardín,

en flor, como en el tango, y

tupidas, como en las rimas,

son, en cambio, las de la vida.

Son otras y las mismas,

porque es igual y otra la pared

y yo también soy otro siendo el mismo.

Están bajo ese eterno cielo

con su luna, su estrella y su misterio.

¡Qué fácil has venido a recordarme, verso mío!

que todo es lo mismo y no…

 

 

El poema

 

A los antepasados de mi sangre y a los antepasados de mis sueños he exaltado y

cantado.

Jorge Luis Borges

 

La tarde con su imperio de luz y de silencio

en el eterno patio de la infancia,

los cipreses danzantes de ese vecino

que era sordo y pintaba,

el palo borracho de mi abuela

la socialista, la costurera,

todos los paraísos del cerro y

hasta los sauces que lloran a la orilla del río.

El pino inclinado donde viven los pájaros

el de las sombras y los picos,

El naranjo que ha visto pasar al caracol

con su diamante y su espiral,

el limonero melancólico y

hasta la higuera que da a la vieja escuela.

 

La tarde con su imperio de luz y de silencio

bajo el reinado albo del fragante jazmín

y de la roja rosa de todos los poetas,

el estallido de pétalos que supone la dalia

en los canteros del fondo,

las hojas en el suelo de los otoños

y la nobleza de todos los perros que me han visto pasar.

 

La tarde con su imperio de luz y de silencio,

las bibliotecas, los escritores queridos y admirados

y hasta los altos hombres que sé me precedieron,

viven en estos versos.

 

 

En estos días

 

En el antiguo andamio de la lengua

en el aire, sonando sola, se soporta la palabra

lo demás es el encierro

del hombre el necesario yugo

que la somete

el imperioso triunfo a la memoria

donde descansa la literatura.

Más allá del papel y la anquilosada tradición

de las pantallas y las conservadoras resistencias

lo inaprensible de esta vida canta.

Así que, nada de perros del hortelano

ni de volver con la frente marchita,

porque, cual la generación de los hombres

así la de las hojas,

en estos días

digitales. 

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