Importancia de los payadores
Precursores en ponerle letras a algunos estilos musicales criollos
del Río de la Plata, los payadores fueron los encargados
de transmitir los versos, las poesías y las canciones que fueron el origen del
tango canción.
Por Fernando Chelle
Antes de sumergirme en el mundo del tango y,
fundamentalmente, antes de detenerme en el estudio de algunas letras de
destacados representantes del tango canción, me referiré brevemente a sus
orígenes, porque principio tienen las cosas.
Para encontrar la génesis de lo que terminarían siendo las
letras del tango canción, debemos reparar en primer lugar en la importancia
capital que tuvo en ese proceso la figura tradicional del payador. Estos
artistas populares que solían (y suelen) acompañar sus versos rimados con la
guitarra, fueron los primeros que le pusieron letras a
algunos estilos musicales criollos rioplatenses, como, por ejemplo, a las
milongas. Herederos del verso romance octosilábico, desde fines del siglo XIX,
fueron los primeros que cantaron tangos o, mejor dicho, los primeros que
musicalizaron letras que luego se entenderían, o se interpretarían, como las
primeras manifestaciones del género. De manera que el payador, el trovador de
las tierras del Río de la Plata, ese cantor errante que recorría la campaña y
los pueblos del interior de ambas márgenes del río, fue el encargado de ir
transmitiendo oralmente los versos, las poesías y las canciones que fueron el
origen del tango canción.
Recordaré aquí el nombre de dos payadores
importantísimos, que hoy podríamos considerar como los precursores del tango
canción: Arturo de Nava (Arturo Navas Sosa, Montevideo, Uruguay, 17 de
diciembre de 1876 ‑ Buenos Aires, Argentina, 22 de octubre de 1932) y Ángel Villoldo
(Buenos Aires, Argentina, 16 de febrero de 1861 ‑ Buenos Aires, 14 de octubre de 1919).
Arturo
de Nava nos puede servir como claro ejemplo del payador itinerante rioplatense,
precursor del tango canción. Fue el mayor exponente de finales del siglo XIX y
comienzos del siglo XX del canto criollo, como cantor y como letrista. Nos
queda una imagen de él hablando con Carlos Gardel a finales de 1930, en uno de
esos quince cortometrajes musicales con los que el zorzal promocionó sus
últimas canciones. Allí Gardel canta El
carretero, una obra que Arturo de Nava había compuesto en el año 1894, y es
muy significativo el video, si pensamos que también el propio Carlos Gardel
comenzó su carrera de cantante con el canto criollo, antes de incursionar en el
tango. El breve diálogo del cortometraje mencionado, donde podemos percibir la
grandeza y a su vez la humildad de estos destacados artistas, es el siguiente:
Arturo
de Nava:
-Bueno, gracias botija.
Tengo mucho que agradecerte de que te hayas acordado de este pobre viejo y que
hayas sacado ese mancarroncito criollo que estaba enterrado en el potrero del
olvido, para que estas nuevas generaciones se den cuenta de lo que es el olor a
pasto, y olor a fogones, hermano.
Gardel:
-Nava, yo no he hecho más que
interpretar, en lo posible, tus canciones. Y que el público juzgue.
Las
primeras grabaciones de Arturo de Nava coinciden con la aparición de los
primeros discos de música criolla del Río de la Plata, que vieron la luz en la
ciudad de Buenos Aires en los primeros años del siglo XX. Grabó canciones con
letras de su autoría, también musicalizó letras de escritores uruguayos como
Elías Regules, Orosmán Moratorio, o Alcides de María, y también cantó las
canciones de su padre, Juan de Nava, payador precursor del género en el
Uruguay, conocido por el enfrentamiento que sostuvo en Montevideo, el 23 de
julio de 1884, con el payador argentino Gabino Ezeiza, primer combate de
payadores del que se tiene registro.
Es
importante destacar el tono risueño, juguetón, picaresco, que tienen las
primeras grabaciones de los payadores, un tono que heredó el tango primitivo y
que nada tenía que ver con la tristeza o la melancolía que luego caracterizaron
algunas composiciones del género. Veamos una de esas letras interpretadas por
Arturo de Nava para que nos sirva como ejemplo de lo dicho. En este caso, la
letra es la de un poema de Elías Regules que Arturo de Nava modificó levemente,
acortándola y cambiándole algún término, para dejarla al servicio de la
interpretación en forma de canción. Veamos como el personaje del viejo Tomás Paredes
es una especie de caricaturización del clásico hombre avaro, ese que podemos
encontrar dentro de la literatura en figuras como la de Ebenezer Scrooge, en Canción de Navidad de Charles Dickens
(1843), o como la de Harpagón, quizás el tacaño más conocido de la ficción, en El avaro de Molière (1868). Aquí, en la
canción interpretada por Arturo de Nava,
el personaje avaro está presentado de forma exagerada y humorística.
El viejo Tomás Paredes
(Letra:
Elías Regules. Intérprete: Arturo de Nava. Grabado en 1907)
Para alegrar la reunión (bis)
con el permiso de ustedes
voy a contarles la historia
del viejo Tomás Paredes.
Hombre rico por demás
y de fortuna cerrada
con ocho rodeos de vacas
y mucha plata enterrada.
Cuando tenía que carnear (bis)
sus vacas no estaban buenas
y pa comer carne gorda
volteaba vacas ajenas.
Con la carne hacía charque
pa vendérselo al pulpero
y él se comía las pezuñas
con las garritas del cuero.
Pitaba piola picada (bis)
hacía vino con tomate
y en unos zapatos viejos
era que tomaba mate.
Montaba con una silla
pa conservar el estribo
y una vez perdió un dinero
por no entregar el recibo.
Con cerda y lana de oveja
hacía cabrestos y lazos
y andaba en caballo herrado
pa no gastarle los vasos.
Y al final en un arroyo
como no quería dar nada
por no dar un grito fuerte
lo llevó la correntada.
Son
varios los nombres de payadores que se podrían citar como precursores del tango
canción, pero como el interés de este artículo es únicamente abrir un camino
que me llevará al estudio de algunas de las letras de tango que me interesan,
he decidido nombrar, reitero, solo a Arturo de Nava y a Ángel Villoldo, como
representativos.
Ángel
Villoldo, payador argentino, es el más importante precursor del tango canción.
Fue creador de melodías propias y, a su vez, comenzó a escribirle letras a
algunas melodías ya existentes, letras que, como ya hice referencia en el caso
de Arturo de Naba, tenían un carácter risueño, juguetón y picaresco, como por
ejemplo la de El choclo. Villoldo fue un autor que estuvo muy
influenciado por la literatura gauchesca. También, en ocasiones, tomó como
ejemplo literario y musical el cuplé español introducido por los inmigrantes,
para escribir letras como “La morocha”, e incluso escribió textos alusivos a la
vida prostibularia, algunos con temáticas que casi podríamos denominar como pornográficos,
como es el caso de la famosa Historia de Baldomero.
La
letra original de El choclo, escrita
entre 1903 y 1905 (no me refiero a la versión que el propio autor tituló Cariño puro, ni a la versión de Juan
Carlos Marambio Catán, ni tampoco a la más conocida, la de Enrique Santos
Discépolo), estaría dentro de esos textos que califiqué como de carácter
risueño, juguetón y picaresco. Veamos la letra que podemos encontrar en una
grabación de 1910.
El choclo
(Música
y letra: Ángel Villoldo)
De un grano nace la planta
que más tarde nos da el choclo
por eso de la garganta
dijo que estaba humilloso.
Y yo como no soy otro
más que un tanguero de fama
murmuro con alborozo
está muy de la banana.
Hay choclos que tienen (bis)
las espigas de oro
que son las que adoro
con tierna pasión,
cuando trabajando
llenito de abrojos
estoy con rastrojos
como humilde peón.
De lavada enrubia
en largas guedejas
contemplo parejas
si es como crecer,
con esos bigotes
que la tierra virgen
al noble paisano
le suele ofrecer.
A veces el choclo (bis)
asa en los fogones
calma las pasiones
y dichas de amor,
cuando algún paisano
lo está cocinando
y otro está cebando
un buen cimarrón.
Luego que la humita (bis)
está preparada,
bajo la enramada
se oye un pericón,
y junto al alero,
de un rancho deshecho
surge de algún pecho
la alegre canción.
Expuesta
queda la precariedad de esta letra, si la comparamos con la de Enrique Santos
Discépolo, texto que terminó convirtiendo a la melodía de Villoldo en uno de
los tangos más insignes de la historia, quizás superado únicamente por La cumparsita (1917) de Gerardo Matos
Rodríguez. Pero bien, el interés de la cita del texto primigenio era mostrar su
carácter jocoso y juguetón, tono completamente lejano al que luego presentaron
algunas manifestaciones del género. Es una letra a la cual, al menos yo,
tampoco le encuentro ningún tipo de doble sentido como algunos han querido ver,
por más que la palabra choclo pueda tener una fácil lectura metafórica.
Seguramente esa lectura está basada en los títulos de muchas melodías tangueras
de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, que jugaban con el doble
sentido, o eran directamente procaces, como, por ejemplo: Afeitate el 7 que
el 8 es fiesta; ¡Al palo!; Dejalo morir adentro; Dos sin
sacar; Concha sucia; Metele bomba al Primus; ¡Qué polvo
con tanto viento¡; Tocame La Carolina; Va Celina en punta… entre
otras. Es posible que Villoldo, en ese clima, haya querido jugar con el doble
sentido, pero lo cierto es que, concretamente, la letra de la canción se
refiere específicamente al alimento que da la planta de maíz, a la mazorca.
Antes
de centrarme en el texto de La morocha (en el que me detendré con un
poco más de interés), y ya que hice mención a algunos títulos de canciones que
podríamos considerar procaces, haré referencia, muy brevemente, a esa veta de
la obra de Villoldo que, más que abordar el tema prostibulario, roza casi con
lo pornográfico. Allí encontraremos algunos textos que don Ángel presentaba
bajo seudónimos como Lope de la Verga, Fray Pimiento, o Antonio Techotra. Es el
caso, por ejemplo, de una milonga grabada en el año 1907, titulada Historia
de Baldomero. Sirva aquí la cita de la primera estrofa, para que los
lectores se hagan una idea de las características de la canción, ya que
aquellos que se sientan interesados en el texto completo, lo podrán encontrar
con facilidad.
Historia de Baldomero 1907
Primera
estrofa
Voy a contarles señores, la
historia de Baldomero
el más grande putañero rompe
virgo bufarrón
el más grande compadrón que
hasta hoy se ha conocido
el canfinfle más temido de
todos los alcahuetes
y el que más de mil ojetes,
con su poronga ha partido.
(…)
Hablemos
ahora de La morocha, una canción que
tiene como ejemplo literario y musical el cuplé español introducido por los
inmigrantes. La letra nos presenta al primer personaje
femenino del tango canción, una mujer un tanto distinta al estereotipo que
luego ha dejado el género.
(Música:
Enrique Saborido. Letra: Ángel Villoldo)
Yo
soy la morocha,
la
más agraciada,
la
más renombrada
de
esta población.
Soy
la que al paisano
muy
de madrugada
brinda
un cimarrón.
Yo,
con dulce acento,
junto
a mi ranchito,
canto
un estilito
con
tierna pasión,
mientras
que mi dueño
sale
al trotecito
en
su redomón.
Soy
la morocha argentina,
la
que no siente pesares
y
alegre pasa la vida
con
sus cantares.
Soy
la gentil compañera
del
noble gaucho porteño,
la
que conserva el cariño
para
su dueño.
Yo
soy la morocha
de
mirar ardiente,
la
que en su alma siente
el
fuego de amor.
Soy
la que al criollito
más
noble y valiente
ama
con ardor.
En
mi amado rancho,
bajo
la enramada,
en
noche plateada,
con
dulce emoción,
le
canto al pampero,
a
mi patria amada
y
a mi fiel amor.
Soy
la morocha argentina,
la
que no siente pesares
y
alegre pasa la vida
con
sus cantares.
Soy
la gentil compañera
del
noble gaucho porteño,
la
que conserva el cariño
para
su dueño.
La
letra de esta canción, que para muchos llegó para adecentar el tango
(recordemos los títulos procaces y las letras como las de la Historia de Baldomero), fue escrita por
Ángel Villoldo el 25 de diciembre de 1905. La compuso en tres horas, a pedido
del propio compositor musical del tango, el pianista uruguayo Enrique Saborido,
quien se había comprometido la noche anterior con unos amigos a escribir un
tango inspirado en la bailarina y cantante, también uruguaya, Lola Candales,
para que esta lo pudiera cantar. El tango se estrenó esa noche en el mismo
lugar de la apuesta, en el Bar Reconquista, ubicado en Lavalle y Reconquista,
de la ciudad de Buenos Aires, lo cantó Lola Candales, y fue un éxito rotundo.
La
letra original de Villoldo está compuesta por seis estrofas, cinco estrofas
diferentes y la tercera estrofa que se repite al final de la canción. Si bien
esto es así, la mayor parte de las versiones que se han hecho de esta canción
solo toman en cuenta las estrofas 1, 3 y 4, repitiendo, en ocasiones la tercera
y la cuarta estrofa al final, o solo la tercera, salvo algunas excepciones como
las de la Srta. Santisteban (1908) y la de Lola Menbrives (1909), que cantan la
letra en su totalidad.
Se
podría decir que el gran tema de la canción es la presentación autobiográfica
de una mujer que se identifica como la morocha. Una mujer feliz, enamorada, servicial
con su compañero de vida, apasionada y patriota. Fijémonos la diferencia
abismal que presenta esta primera mujer del tango canción en su actuar, si la
comparamos con personajes femeninos como las de los tangos Ivette, Flor de fango, Milonguita, Zorro gris, o Margot, por solo referirme a algunas
obras que fueron popularizadas por Carlos Gardel en los años 20. Estas, a
diferencia de la morocha, son mujeres interesadas, que abandonan a quien las
quiere bien por irse tras el dinero, mujeres que, obnubiladas por el poder y la
juventud que tienen, se olvidan de sus orígenes humildes. Por eso, es normal
que las letras de los tangos citados, suelan advertir a esas jóvenes “dichosas”
de que sus triunfos, entre ellos los económicos, serán pasajeros, como también
lo será la belleza y la presencia de esos hombres que las acompañan, que las
utilizan, y las utilizarán mientras les dure su esplendor.
La
canción comienza con la presentación que hace La morocha de sí misma, en
primera persona. Este elemento deja a las claras que, este tango emblemático de
los comienzos del género, está destinado a ser cantado por una mujer.
Se
trata de una mujer feliz con la vida que le ha tocado vivir, al lado del
gaucho, su compañero, al que apoya y gustosamente le sirve el mate. La ternura
y la dulzura son dos ingredientes que acompañan la personalidad de esta
renombrada y agraciada mujer, siempre están presentes, ya sea cuando canta
junto a su rancho, como cuando apoya a su compañero.
También
hay lugar en la letra de la canción para que la morocha haga referencia a su
vida íntima, sentimental, ya que ella dice ser de “mirar ardiente”, llevar
dentro el fuego del amor y también amar con ardor. O sea que es una mujer, no
solo compañera, dulce y generosa, sino también, ardiente.
Otro
elemento que podríamos destacar de la personalidad de la protagonista es su
patriotismo. Este no es un elemento menor, ya que, si pensamos que nos estamos
enfrentando al primer personaje femenino del tango, podríamos interpretar la
intención por parte del autor de construir un personaje que encarnara el
estereotipo de mujer que se pretendía desde un ideal nacional, estereotipo de
mujer que, como referí anteriormente, cambió mucho con el paso de los años. Y
ese ideal nacional al que me refiero, ideal que podemos vincular a los
discursos de construcción del Estado Nación,
también podemos verlo en la exaltación que se hace en la canción de la
figura del gaucho y de ese mundo rural idílico, casi pastoril. Estos son
elementos que me parecen significativos y resaltables, porque nada tienen que
ver con ese género musical que siempre identificamos como una manifestación
ciudadana influenciada por la inmigración. Esto será así, pero no en esta
primera etapa del tango canción.
Artículo publicado en la Revista digital Vadenuevo https://new.vadenuevo.com.uy. Montevideo, Uruguay.