Un grito poético vanguardista
El poemario expresionista hijo de un impacto,
que terminó impactando.
Por Fernando Chelle
Este
trabajo se inscribe dentro de un estudio mayor, sobre la poesía de Federico
García Lorca. Después de la publicación de los artículos titulados Caminando
hacia la poesía de Federico García Lorca y Poética de Federico García
Lorca, y de los análisis literarios de los poemas del Romancero Gitano
(1927); Romance de la luna, luna, La casada infiel y Romance
de la pena negra, tenía pensado continuar con los análisis literarios de
los poemas Vuelta de paseo y La aurora, ambos textos
pertenecientes al poemario Poeta en Nueva York (1930).
He
decidido alterar esa planificación, para incluir, antes del abordaje analítico
de los textos de Poeta en Nueva York, este artículo, que se detendrá en el
poemario vanguardista en su conjunto. Lo haré por dos razones, fundamentalmente:
la primera, porque al tratarse quizá de la obra más compleja de Federico García
Lorca, veo como casi necesario hablar de unos lineamientos estéticos y unas
temáticas generales que se dan en ella y que se verán reflejadas en los poemas que
estudiaré a partir del próximo artículo; y la segunda, que es en definitiva la
que me exige la razón anterior, creo que no me ocupé debidamente de este libro
en el artículo titulado Poética de Federico García Lorca, como sí lo
hice con el Romancero Gitano.
El
primer aspecto que tenemos que tener en cuenta de Poeta en Nueva York,
es el de su publicación. Porque se trata de una obra que fue editada y
publicada de forma póstuma y nunca sabremos en realidad qué hubiera pensado el
propio Federico García Lorca del resultado final de su libro. La mayor parte de
los textos fueron escritos entre junio de 1929 y marzo de 1930, que fue la
época en la que el poeta estuvo radicado en Nueva York. Y también entre los
meses que van de marzo a junio de 1930, cuando el poeta vivió en Cuba. Antes de
la publicación póstuma y definitiva de 1940, solo algunos de los poemas eran conocidos
por los lectores de Federico García Lorca, como se informa en la nota de la
Editorial Séneca (1940), bajo la dirección del escritor José Bergamín, a quién
Federico le entregó el manuscrito en 1936, antes de partir a Granada, donde fue
asesinado.
Este
quizás sea el libro más complejo del poeta andaluz, en lo que respecta a su
estructura y también a sus temáticas. Es un poemario que estableció un cambio
radical con su poesía anterior, y que generó en los lectores, como era de
esperarse, un gran impacto. Con la aparición de los textos en su conjunto,
recién en 1940, quedó lejos la imagen de aquel poeta cercano a las formas
poéticas populares y al mundo de la gitanería. Ahora, el poeta está vinculado
estrictamente con el tema urbano, y todo el poemario gira en torno a la gran
ciudad de Nueva York, representación inequívoca de la modernidad.
Desde
el punto de vista de la estética, generalmente se ha calificado a esta obra preocupada
por lo social y lo existencial, de surrealista. Yo no la calificaría con ese
adjetivo. Sin duda que se trata de una obra de vanguardia, con imágenes muy
audaces, pero son textos todos controlados por la intelectualidad. No se trata
en lo más mínimo de una escritura automática al margen de preocupaciones
estéticas o morales, aspecto que veremos con detenimiento en los próximos
análisis literarios. Nos enfrentamos en esta obra, desde el punto de vista
temático, a una poesía difícil, oscura, con una fuerte tendencia a la
asociación, pero que está expresada con una sintaxis generalmente ordenada.
Yo
creo que convendría más hablar de expresionismo que de surrealismo. Porque lo
que verdaderamente encontramos en toda la obra es la expresión de la
interioridad del poeta. La realidad exterior, concreta, en este caso la de la
ciudad de Nueva York, se nos presenta filtrada por la mirada subjetiva de la
voz lírica. El tema de la sociedad industrializada, con la vida transcurriendo
en las grandes urbes, donde el hombre pierde su individualidad y pasa a ser
parte de una masa anónima alienada, fue fundamental para el expresionismo. Este
movimiento de vanguardia, que comenzó en Alemania y en la pintura, pero que
luego se extendió a otros países y también a otras manifestaciones artísticas,
apuntó a desnudar los aspectos más sórdidos de la realidad, esos que atentan
contra el ser humano. El artista expresionista, defensor de la libertad
individual en todos los aspectos, nos presenta una realidad muchas veces deformada
por su subjetividad. Los aspectos de la realidad que nos muestra son los más
terribles, los que lo llevan a una angustia existencial, a tener una visión
pesimista de las cosas. Esto es lo que hace Federico García Lorca en Poeta
en Nueva York, mediante un lenguaje, y a través de imágenes, de corte
vanguardista nos muestra una ciudad grotesca, inhumana, casi apocalíptica. Hay
una intención completamente buscada, ni siquiera comparable al automatismo
surrealista, de denunciar la catástrofe que supone la vida moderna en la gran
metrópolis. Esto se hace con un lenguaje violento, que protesta, que denuncia y
que a su vez exhorta. Hay momentos en la obra en los que la voz poética tiene
un carácter hasta profético, en el sentido bíblico, porque es una voz que no
solo acusa sobre la violencia y la inhumanidad de la sociedad, sino que también
advierte sobre lo que vendrá, si no hay una transformación en las conductas
sociales. El yo lírico en Poeta en Nueva York no se queda en lo poético,
siempre busca ir más allá y acusa, da testimonio, con un lenguaje enérgico,
impetuoso, con imágenes insospechadas, y esto es algo bien expresionista.
La
angustia existencial que le supone a la voz lírica enfrentarse a esa sociedad
moderna deshumanizada, entronca con algunos aspectos biográficos de la vida del
poeta, que por esa época estaba viviendo una crisis individual. Yo no suelo
referirme a aspectos biográficos para los análisis literarios, no es mi manera
de abordar los textos, pero en este caso creo que, al menos una mínima
referencia a la vida del autor es necesaria. Porque Poeta en Nueva York,
expresa una doble crisis de la voz lírica; la del enfrentamiento del yo a un
mundo adulto (encarnado en la ciudad) con el respectivo fin traumático de la
infancia y, la de la aceptación de una identidad sexual diferente. Y esta doble
crisis podría ser considerada incluso la misma crisis, porque el acceso a la
adultez de esa voz lírica significa asumir su identidad sexual. De manera que
el yo lírico en Poeta en Nueva York, si bien está en crisis con la
sociedad, fundamentalmente, está en crisis consigo mismo. Pero hay algo que es
importante señalar, si bien el yo lírico expresa su dolor, su crisis
individual, también expresa el dolor colectivo. Es una voz que habla del dolor
de todos, y ahí radica también su fuerza, su impacto. El poeta está solo frente
a esa gran ciudad, y a eso lo vemos desde el título de la obra, pero la gran
metrópolis, no solo lo margina y lo destruye a él, es el colectivo de
individuos el que se ve afectado por la deshumanización moderna. En este
poemario Nueva York aparece como un infierno creado por el hombre. Un lugar
donde se castiga a los inocentes, donde las cosas inanimadas aparecen dotadas
de vida, pero para destruir vidas. Lo que más se valora es el dinero, todo es
privado de vida, vuelto abstracto, convertido en cifra y degradado por el
dinero.
La
decisión de escribir este artículo sobre Poeta en Nueva York, respondió
a lo que expresé en el principio, y también al hecho de que la interpretación,
el comentario, el análisis literario que pueda llegar a hacer en el futuro de
cualquiera de los poemas que integran la obra, no puede prescindir del resto
del poemario. Porque esta es una obra difícil, que nos desconcierta, pero que
tiene su propio código.
Eliot
decía que toda gran poesía comunica antes de ser entendida. A Poeta en Nueva
York uno lo lee y por ahí no lo entiende completamente, pero siente que es
una poesía que comunica. Lo primero que a uno como lector le impacta de esta
obra son las imágenes, son violentas y a la vez las sentimos como irracionales.
Es una poesía visceral, con un ritmo avasallante, una poesía de vanguardia,
expresionista, una poesía que, compartiendo lo que dijo el autor de La
tierra baldía, impacta antes de ser entendida.