Un pilar en que descansó
el sueño del Romanticismo
En
la segunda mitad del siglo XVIII, cuando las ideas de la ilustración y la estética
neoclásica comenzaban a perder fuerza frente al advenimiento de ideas
revolucionarias y concepciones estéticas que priorizaban los sentimientos y la
individualidad, se publicó en Alemania, Las
cuitas del Joven Werther, una novela epistolar que asentó los pilares sobre
los que descansó el sueño del Romanticismo.
Por Fernando Chelle
En esta cuarta y última entrega del estudio de la
novela juvenil de Johann Wolfgang von Goethe, Las
cuitas del joven Werther (1774), trabajaré con la epístola que cierra el
Libro Primero, la del 10 de septiembre. El texto comprende la primera despedida
de Werther, y de alguna manera funciona como una anticipación de la carta del
20 de diciembre, porque aquí ya aparecen los aspectos que desencadenarán en el
suicidio del protagonista. Es una carta que presenta un clima trágico, oscuro,
sombrío, con un tono casi elegíaco. El tema del triángulo amoroso que se ha
venido desarrollando desde la carta del 16 de junio, ha llevado a que el joven
artista tome la decisión de alejarse del lugar. El pueblo de Wahlheim, sitio que Werther ha elegido
para vivir, para huir del mundo burgués y explorar su sensibilidad, ha dejado
de ser esa especie de paraíso aldeano. El gusto por la naturaleza y las
costumbres sencillas de los habitantes del lugar han pasado a un segundo plano,
ahora la importancia capital la ocupa el amor, un amor que vive allí y que no
le corresponde, por eso, para evitar un sufrimiento continuo, el joven y
enamorado protagonista decide abandonar el lugar. Hay un carácter heroico en
Werther, porque tiene el valor de alejarse y no revelar su secreto, de alguna
manera enmascara su despedida, aunque la desesperación que intenta detener, por
momentos lo desborda. Un tema interesante que también encontramos en esta carta
es el de la vida después de la muerte, ya que en la conversación entre los
personajes se hace referencia a un hipotético encuentro después de la vida, de
manera que la muerte no está considerada como un final, sino como el comienzo
de otra cosa.
En la introducción, el joven artista se queja
amargamente de su estado y lamenta no poder expresar a cabalidad a su amigo y
receptor, Guillermo, la situación opresiva por la que está pasando. A partir de
esta carta, asistiremos en la obra, al decaimiento de Werther. La desesperación
que lo embarga de ninguna manera es compartida por Carlota, la que duerme
tranquilamente. Werther referirá, pasará a contarle a Guillermo y por ende a
nosotros los lectores, la conversación que tuvo con Alberto y Carlota en la alameda.
Es importante el lugar en el cual
transcurre el encuentro, un sitio donde antiguamente el joven artista selló su
relación con Carlota y por el que ambos sentían una especie de empatía
misteriosa, inexplicable. El lugar es calificado con el término “romántico” y
esto es muy significativo, porque se trata de una palabra que en esa época no
tenía las connotaciones que le damos hoy en día, se la utilizaba para hacer
referencia a un tipo de relato sentimental. El marco escenográfico se plantea
nuevamente en un atardecer, aunque claro, este atardecer es muy distinto a los
anteriores. Es significativo que Werther diga que ve ocultarse el sol, porque
es justamente desde las sombras de su alma, desde la congoja, desde donde
recuerda los momentos de felicidad, vividos con Carlota más allá del valle, en
ese lugar ameno y apacible que divisa desde donde se encuentra. Aquel
arrobamiento en medio de la naturaleza que vimos en la carta del 10 de mayo,
aquella sensación casi mística, que le imposibilitaba a Werther trazar la menor
línea, ha quedado atrás. Aquí la naturaleza sigue estando presente como objeto
artístico, pero como telón de fondo de una escena de despedida. El sitio en que
se encuentra lo remite a un pasado que ya no existe, un pasado donde fue feliz
y esto lo llena aún más de dolor. Para describir su situación podríamos
utilizar las palabras de Francesca, en el Canto V de la Divina Comedia, cuando
refiere que “¡No hay mayor dolor, en la
miseria, que recordar el tiempo de la dicha!”. En la descripción que
Werther hace del lugar, sigue estando presente el tratamiento teatral y su
despedida no será sólo de Carlota, sino también de esos sitios donde ha sido
tan feliz. Werther experimenta una sensación ambigua en el lugar, entre
melancólica y dulce. Por un lado lo embarga la melancolía de la despedida, y
por el otro experimenta la dulzura de ver a Carlota. Pero lo que va a primar es
el dolor, porque si bien ve a Carlota, es consciente de que la está viendo por
última vez, y eso implica una sensación de desgarramiento, sabe que se alejará
de la mujer a quien ama profundamente. La intensidad emocional con que vive
Werther el presente es sustancialmente diferente a como lo viven Carlota y
Alberto, porque él es el único que sabe que se va a despedir.
Lo primero que hace Werther al ver llegar a Carlota
es ir corriendo a besarle la mano. La forma en que se sientan los tres
personajes es muy significativa, allí está representado el triángulo amoroso,
Carlota en el medio, y a sus costados sus pretendientes. Werther es el único
que se ve alterado, que se para, camina, se vuelve a sentar, Carlota y Alberto
están muy tranquilos. La tranquilidad de la muchacha le permite poner su
atención en la claridad de la luna y así se los hace ver a sus acompañantes.
Carlota refiere que en los paseos a la claridad de la luna siempre recuerda a
sus muertos. De aquí en más, pareciera como si los personajes dejaran de estar
allí como cuerpos definidos y concretos. Pasan a imaginarse siendo espíritus
ellos mismos y a preguntarse cómo será la existencia después de la vida. La
conversación comienza a transitar por un terreno metafísico, donde la muerte no
aparece como límite, sino como cambio. En este espacio Werther se siente a sus
anchas, escuchando la dulce voz de Carlota, en una especie de teatro onírico,
nocturno y espiritual. Para Werther todas las palabras de Carlota implican un
mensaje subliminal, y el “subsistiremos” funciona como una piedra fundacional
del futuro suicidio. El diálogo es fundamentalmente entre Werther y
Carlota, Alberto pareciera como si hubiera desaparecido. Es que hay una
afinidad muy notoria entre ellos, y muchas conversaciones similares han
mantenido en ese lugar. Esas charlas, que le apasionan a Carlota, quizás porque
no las puede sostener con Alberto, son las que han enamorado perdidamente al
joven pintor. Carlota, en sus palabras, resalta el papel de responsabilidad
maternal que ha heredado y que ha cumplido hasta las últimas consecuencias, e
instala en el discurso el tema de los muertos. El hecho de que se pregunte, si
ellos saben algo de nosotros, si son conscientes de que los recordamos, implica
ingresar a un territorio, si se quiere, fantasmal, de ultratumba. Las palabras
de Carlota son escuchadas por Werther como si vinieran de otra dimensión. El
joven protagonista parece tener una fe ciega de que realmente existirá después
de la vida, otro tiempo en que se podrán encontrar, incluso, en la última carta,
afirma que después de la vida volverán a estar juntos y se encontrarán con la
madre de Carlota. Quizás esas certezas, esa fe en el más allá, es lo que lo
lleva a tomar la decisión de matarse. El suicidio de Werther tiene un valor
trascendente, místico, está basado en la confianza de que en el más allá,
alcanzará la posesión final de su deseo.
Cuando termina el encuentro y Carlota se retira
junto a Alberto, Werther queda mirando a la pareja desde los altos tilos. El
encuentro ha sido una pequeña muerte para el joven artista, y desde ese lugar
de soledad donde se queda, su enamorada, es sólo un vestido blanco brillando a
lo lejos. La figura de Carlota, de aquí en más, se irá transformando en un
imposible, en una figura fantasmal. Durante el Libro Primero, Werther ha soñado
con establecer un vínculo amoroso con Carlota, pero en el Libro Segundo,
comprenderá que ese vínculo será imposible. Su pasión por Carlota se
transformará en una obsesión destructiva, que lo llevará a tomar la decisión
fatal, pero como vimos, para él, trascendental.
Artículo publicado en la revista digital Vadenuevo www.vadenuevo.com.uy . Julio de 2017.