Un pilar en que descansó
el sueño del Romanticismo
En
la segunda mitad del siglo XVIII, cuando las ideas de la ilustración y la estética
neoclásica comenzaban a perder fuerza frente al advenimiento de ideas
revolucionarias y concepciones estéticas que priorizaban los sentimientos y la
individualidad, se publicó en Alemania, Las
cuitas del Joven Werther, una novela epistolar que asentó los pilares sobre
los que descansó el sueño del romanticismo.
Por Fernando Chelle
El
prerromanticismo y el Sturm und Drang
Hace
poco tiempo, releí Las cuitas del joven
Werther (1774), para mí, uno de
los libros más entrañables del gigante de las letras alemanas, Johann Wolfgang
von Goethe (Fráncfort del Meno, Alemania, 28 de agosto de 1749 ‑ Weimar, Alemania, 22 de marzo
de 1832). Desde ese momento, me propuse escribir un artículo que reparara en la
importancia capital de la obra como precursora del Romanticismo, y que también
comentara algunos pasajes significativos de las cartas del sufrido personaje. No
se trata de la única obra que se apartó de las concepciones estéticas y el sistema
de pensamiento imperante en su siglo, pero quizá sea la más significativa y la
más influyente dentro del prerromanticismo europeo. La obra se publicó ya casi en
el ocaso del siglo XVIII, un siglo que estuvo marcado en su primera mitad por
la ilustración, la estética neoclásica, el racionalismo, un momento histórico
donde filosóficamente no solo se exaltó el papel de la razón en la adquisición
del conocimiento, sino también se rechazó el papel de los sentidos a la hora de
interpretar la realidad. En la segunda mitad del siglo comienzan a aparecer, en
diferentes países de Europa, obras que claramente se oponen al neoclasicismo,
no solo rechazando las reglas impuestas por ese movimiento estético, sino
también mostrando otra concepción de la vida del hombre, donde se deja de lado la
tan glorificada razón, para darle prioridad a los sentidos y expresar los
diferentes sentimientos de las formas más intensas. En Inglaterra, el
cuestionamiento al culto de la razón, se dio junto a la reivindicación de la
obra de Shakespeare, y muchos autores dejaron de lado ese culto de la primera mitad
del siglo, para dejarle lugar en sus obras literarias, al sentimiento y a la
individualidad. Las cuitas del joven
Werther, es una de las obras que podríamos inscribir dentro de ese clima
que se estaba dando en el viejo continente, y como referí, no fue la única, ni
tampoco la primera. Si tuviéramos que elegir la obra que funcionó como una
bisagra hacia el movimiento cultural que daría lugar con el tiempo al
romanticismo, tendríamos que detenernos en el Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los
hombres, una obra de 1755, del filósofo suizo Jean-Jacques Rousseau
(Ginebra, Suiza, 28 de junio de 1712 ‑
Ermenonville, Francia, 2 de julio de 1778). Esta es una obra que presenta una
visión del mundo radicalmente diferente en el siglo XVIII, con valores
revolucionarios, como la libertad y la igualdad, valores que serán las banderas
de la Revolución
Francesa en 1789 y que comprenden una idea del mundo completamente diferente a
la de la época. Allí Rousseau sostiene que es la sociedad la culpable de la
corrupción y degradación del hombre y que la salvación definitiva del individuo
estaría volviendo a un estado natural, primitivo, donde reencontraría su bondad
natural. También se refiere allí al origen del mal, haciendo una feroz crítica
a la propiedad privada:
“El primer hombre a quien,
cercando un terreno, se le ocurrió decir esto es mío y halló gentes bastante
simples para creerle fue el verdadero fundador de la sociedad civil. ¡Cuántos
crímenes, guerras, asesinatos; cuántas miserias y horrores habría evitado al
género humano aquel que, arrancando las estacas de la cerca o cubriendo el foso
hubiese gritado a sus semejantes: “¡Guardaos de escuchar a este impostor;
estáis perdidos si olvidáis que los frutos son de todos y la tierra de nadie!”
(Rousseau, 1755).
Después
de esta obra, irán surgiendo muchas otras que mostrarán nuevas concepciones, no
solo desde lo social, sino también desde lo estético. La naturaleza, que había
sido vista como un lugar estático y equilibrado por el neoclasicismo, pasa a
ser para el escritor prerromántico, que siempre preferirá lo misterioso a lo
manifiesto, como un lugar salvaje, como un lugar por explorar. Así la concibió
el poeta James Thomson (Ednam, Reino Unido, 11 de septiembre de 1700 ‑ Richmond,
Reino Unido, 27 de agosto de 1748), en su poema Las estaciones:
Las estaciones (fragmento)
" Pero ahí llega el
poderoso Rey del Día,
que se regocija en el Este: la
nube que mengua,
el encendido azur, la cima de
la montaña
que se ilumina con oro fluido,
la proximidad de su llegada
presagia alegría. ¡Mirad!
Ahora, todo manifiesto,
oblicuo sobre la tierra
brillante de rocío y el aire lleno de color,
mira hacia afuera con
ilimitada majestad
e ilumina el radiante día, que
bruñido juega
sobre las rocas, colinas,
torres y sinuosos arroyos
que en lo alto refulgen desde
la lejanía. " (Thomson, 1730).
James
Macpherson (Ruthven, Reino Unido, 27 de octubre de 1736 - Inverness, Reino Unido, 17 de febrero de 1796),
autor de Las obras de Ossian, fue uno
de los escritores que más influencia tuvo dentro de los escritores europeos de
la época, influencia que llegó claramente a Goethe y que aparece referida
explícitamente en un fragmento de Las
cuitas del joven Werther. Fueron muchos los escritores que podríamos
calificar de prerrománticos, y que contribuyeron a abonar el terreno donde
germinaría el sueño del romanticismo, los encontramos a lo largo y ancho de toda
Europa, pero, como mi interés en este estudio es centrarme específicamente en
la novela juvenil de Goethe, me detendré únicamente en Alemania y en el movimiento
juvenil del Sturm und Drang.
En el
año 1776, en Alemania, Maximilian Klinger (Fráncfort del Meno, Alemania, 17 de
febrero de 1752 - Tartu, Estonia, 25 de
febrero de 1831), publicó una comedia, titulada en alemán “Sturm und Drang” (tormenta
e impulso, en español), término que se asignó a un movimiento literario que
tuvo lugar en el antiguo país de los teutones, entre los años 1770 y 1785. El
miembro principal de este movimiento fue precisamente Johann Wolfgang von
Goethe. A comienzos de la década del 1770, Goethe se hizo amigo del pastor
luterano, filósofo e historiador Johann Gottfried von Herder (Morąg, Polonia,
25 de agosto de 1744 - Weimar, Alemania,
18 de diciembre de 1803), quien lo influenció en el interés por la obra de
Shakespeare. Este religioso, arduo defensor de la poesía popular alemana,
concebía al hombre como una expresión terrenal de la divinidad, sostenía que
cada individuo debía ser original e individual y eso debía ser exaltado en la
obra de arte. Cuestionaba el uso de la razón como la única vía hacia el
conocimiento, para él, el artista debía leer la realidad a partir de su
subjetividad, de su alma, de su instinto, de sus sentimientos. Estas ideas
calaron hondo en el joven Goethe, quien colaboró con un ensayo del pastor
luterano, publicado en el año 1773, titulado Sobre el estilo y el arte alemán, un verdadero manifiesto del Sturm
und Drang.
El
movimiento se caracterizó por escribir una poesía individualista, libre,
apasionada, tormentosa, inclinada hacia lo misterioso y lo salvaje. Rechazaron
fervientemente el racionalismo y se inclinaron por procesos vinculados al
misticismo. La naturaleza, que por lo general era vista como un gran organismo,
en Las cuitas del joven Werther, es a
su vez el origen y la inspiración del arte, hay una actitud casi científica por
parte del personaje a la hora de observar los fenómenos naturales, una visión
panteísta de la creación. En esta obra de la juventud de Goethe, publicada por
el autor alemán cuando solo contaba con veinticinco años, se encuentran los
pilares de la literatura romántica, es por eso que decidí titular este estudio
“Goethe, el joven Werther y el comienzo de un sueño”. La emancipación
espiritual, confesada íntimamente, mostrando la singularidad más profunda del
alma del artista, esencia de la poesía romántica, es lo que encontramos en Las cuitas del joven Werther.
La novela
Las cuitas del
joven Werther es
la obra más representativa de Johann Wolfgang von Goethe, del período en
que formó parte del movimiento literario Sturm und Drang. Se trata de
una novela epistolar publicada en el año 1774. El tema central es el
amor frustrado del joven Werther, situación que lo sumerge en un estado
melancólico y depresivo que lo lleva a tomar la decisión de suicidarse. La
acción del relato se encuentra contada en las cartas que el protagonista envía
a su amigo Guillermo. En líneas generales el argumento es el siguiente: Werther
es un joven artista que para huir del mundo burgués y explorar su sensibilidad
se retira al pueblo de Wahlheim. Allí vive gustoso en medio de la naturaleza y
completamente seducido por las costumbres sencillas y naturales de los habitantes
del lugar. En cierta oportunidad es invitado a un baile, donde conoce a
Carlota, una muchacha hermosa, hija de un personaje distinguido, que estaba
encargada de cuidar a sus hermanos desde la muerte de su madre. Werther se
enamora rápidamente de la muchacha, pero, lamentablemente, ella ya se encuentra
comprometida con Alberto. El protagonista traba amistad con la pareja, pero
cuando ya no puede soportar el dolor de ver a Carlota junto a su prometido
decide irse de Wahlheim, para ver si con la distancia logra olvidarla. En
Weimar, lugar donde pasa a residir, se entera del casamiento de la pareja, lo
que lo llena de dolor. Al volver a Wahlheim, continúa relacionándose con la
pareja. En determinado momento, Carlota, pone distancia con Werther y le dice
que por respeto a Alberto deje de visitarla tan seguido. En la última visita el
joven enamorado lee, a pedido de Carlota, algunos versos de los cantos de
Ossian y luego de la lectura, en medio de un llanto mutuo, se besan. Carlota,
después de decir “Esta es la
despedida, Werther, no me verá usted más”, se encierra en su
cuarto. Al otro día, el joven escribe una carta de despedida, y luego de
cerciorarse con su criado de que Alberto se encuentra en la casa le escribe una
esquela pidiéndole el favor de que le preste unas pistolas que necesita para un
viaje. Cuando llega el criado de Werther a la casa de Alberto, este se
encuentra con Carlota; después de leer la esquela que le ha entregado el
muchacho, le solicita a su esposa que entregue las pistolas al mozo y a este le
ordena decirle a Werther que le desea buen viaje. Carlota descuelga las
pistolas temblando, las entrega y se encierra en su cuarto temiendo lo peor. A
la medianoche Werther se dispara en la cabeza. Solo un vecino ve el fogonazo y
oye el estallido, pero no se ocupa del tema. A las seis de la mañana, ya con la
luz del día el cuerpo del joven y apasionado artista es encontrado por su
criado aún con vida, pero tras una larga agonía al mediodía deja de respirar.
El cuerpo es sepultado a las once de la noche sin acompañamiento de
eclesiásticos. [1]
Referencias
Rousseau,
Jean-Jacques. Discurso sobre el origen y
los fundamentos de la desigualdad entre los hombres, Madrid, Tecnos, 2010.
Thomson,
James. Las estaciones del año, Madrid,
Imprenta Real, 1801.
[1] De sobra conocidos son los hechos
biográficos en los que Goethe se inspiró para escribir la novela. Como mi
interés con este estudio, es mostrar que en esta obra de juventud del autor
alemán ya están presentes los elementos que caracterizarán posteriormente al
movimiento romántico, no veo como imprescindible referirme a la biografía del
autor, de todas maneras, el lector inquieto que quiera ahondar sobre el tema
fácilmente puede hacerlo, ya que hay bastante material al respecto.
En la segunda parte del artículo, que
se publicará en el siguiente número de vadenuevo, entraré de lleno en el
análisis literario de algunos pasajes de la obra, donde podremos apreciar
claramente la presencia de los elementos característicos del movimiento
prerromántico del Sturm und Drang, a los que hice referencia en esta primera
parte.