Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza...
Gabriel García Márquez:
Fragmento del discurso
de aceptación del
Premio Nobel, 1982.
Un día de estos
Del libro de Gabriel García Márquez Los funerales de la Mamá grande (publicado por la Universidad Veracruzana de Xalapa en México en 1962), he elegido para el análisis literario el cuento titulado: Un día de estos.
Este relato concreto del nobel colombiano, donde nada sobra ni falta, está muy relacionado con el cuento titulado Espuma y nada más, del escritor bogotano Hernando Téllez. El cuento de Téllez, publicado en 1950 en el libro titulado Cenizas para el viento y otras historias, habla de un barbero y un capitán, los que serían comparables al dentista y al alcalde militar del cuento de Gabriel García Márquez. Ambos relatos transcurren en la misma época y si bien el de Téllez es más explícito, en cuanto a los papeles que juegan los protagonistas, las dos narraciones aluden inequívocamente al conflicto armado que se vivía en la sociedad.
La línea argumental del cuento que nos ocupa muestra el encuentro de un dentista empírico y un militar que ejerce como alcalde del pueblo, en un viejo consultorio, donde se lleva a cabo la extracción de una muela. Hay solo tres personajes, dos principales, Don Aurelio Escovar (el dentista) y el alcalde (teniente); finalmente, el hijo del dentista, un personaje secundario que funciona como intermediario entre los dos principales. Tras esta anécdota breve y hasta cotidiana, aparece en el relato un trasfondo de violencia social, corrupción, abuso de poder, tensión y enemistad entre los personajes principales.
Al igual que todos los cuentos de Los funerales de la Mamá Grande, este relato presenta algunos diálogos y un narrador omnisciente, que cuenta en tercera persona. Es una narración lineal, que se desarrolla en un único escenario y presenta una sola acción.
El tema central del relato es la tregua que se establece dentro del conflicto ideológico, entre el pueblo (representado por el dentista) y el Estado (representado por el alcalde), y la inversión de los poderes, donde el pueblo, al menos por un momento, va a imponer sus normas.
Internamente, encontramos tres momentos diferentes en la narración. En un primer momento se nos presenta al dentista y su entorno laboral. Hay un segundo momento, el más extenso, que abarca el diálogo de Escovar con su hijo, la irrupción del alcalde en el consultorio y la extracción de la muela. Finalmente, el tercer momento, muy breve, estaría constituido por el diálogo final de los personajes.
En el comienzo del relato todo parece tranquilo, cotidiano y hasta agradable. El narrador omnisciente se encarga de contarnos las características del dentista. Es importante el tratamiento que se le da desde el punto de vista narrativo a este personaje (representante del pueblo), de él se nos van a dar detalles significativos, cosa que no se va a hacer con el personaje del alcalde‑teniente (representante del Estado). El dentista tiene un nombre (Aurelio Escovar), se nos dice que es buen madrugador, trabajador, se lo ve ordenado, metódico y observador. En esta primera parte de la narración, además de conocer las características del dentista, conocemos el escenario donde se desarrollará el relato. La acción propiamente dicha correspondiente al segundo momento de la narración, comienza con las palabras del hijo de Escovar. La mediación del niño, de quien solo se oye la voz, y no hace más que trasladar la petición del alcalde, muestra la distancia inamistosa entre los dos personajes. El pedido consiste en un servicio profesional, la extracción de una muela. En un principio, el dentista se niega a recibir al alcalde, y le indica al niño que le diga que no está, pero el alcalde escucha su voz y lo amenaza con pegarle un tiro si no le saca la muela. El hecho de que Escovar se niegue a atender a su visitante y que sienta que es mejor que lo haya escuchado cuando dijo que no quería atenderlo, muestra una clara oposición por parte del dentista al poder que ostenta el militar. Hay elementos en el relato que nos permiten suponer cosas que no están referidas explícitamente. Escovar está armado, esto no solo muestra que está dispuesto a contrariar las órdenes del alcalde, sino que es un ciudadano preparado para acontecimientos militares. Quizá pertenezca a algún grupo de resistencia popular, esto no lo sabemos, aunque más adelante, cuando se disponga a extraerle la muela a su indeseado visitante, le va a decir que le cobra veinte muertos. Por su parte el militar actúa con la conducta estereotipada de los de su especie, se muestra prepotente, orgulloso, alguien que quiere imponer su voluntad a través de la violencia. Pero los acontecimientos de la narración no siguieron el rumbo que los lectores estábamos esperando. Escovar, antes de desafiar al alcalde a que haga efectiva su amenaza, se cercioró de que su revólver efectivamente estuviera en la gaveta inferior de la mesa. El alcalde por su parte irrumpió en el gabinete después de amenazar concretamente, de manera que lo más lógico habría sido que hubiera existido al menos un intercambio de disparos. Pero nada de esto pasó. Cuando el dentista ve las marcas del dolor en la cara del alcalde se compadece de su sufrimiento y es precisamente este sentimiento el que posibilita la prestación del servicio casi con normalidad. El alcalde tampoco se encontraba gustoso con la visita, de otra forma no hubiera pasado cinco noches de tormento, pero seguramente Escovar era el único dentista del pueblo, y aunque empírico, sabía hacer su trabajo.
El conflicto del cuento está vinculado con la salud, no con lo militar, y los personajes, en ese terreno, deben tratar de interactuar de la forma más civilizada posible. Esta situación lleva a que en ese viejo consultorio se inviertan los papeles en lo que respecta al poder. El militar pasa a estar a la merced de lo que pueda decir el dentista y no tiene otra alternativa que obedecer si quiere dejar de sufrir por la muela. Por esta razón es que dije en la definición del tema del relato que el pueblo, por un momento, va a imponer sus normas. Porque después, el conflicto social seguirá intacto. El alcalde aliviará su tormento y dejará en claro que es él quien ostenta el poder absoluto en esa sociedad. Conocedor de esa realidad transitoria, Escovar maneja el tiempo y la situación a su favor: hierve los instrumentos, los retira con unas pinzas frías sin ningún apuro, se lava las manos, todo bajo la atenta mirada de un desesperado alcalde. Incluso tiene la excusa perfecta para generarle al militar un sufrimiento extra: como tiene un absceso, la intervención debe ser sin anestesia. Esto puede llegar a ser verdad o no, es algo que queda librado a nuestra imaginación, lo cierto es que el dolor de ese momento para el alcalde sería tan intenso, que el dentista le dice: “Aquí nos paga veinte muertos, teniente”. Es muy significativo que el dentista no le diga alcalde, sino teniente, aludiendo a su condición de militar. Que le cobre veinte muertos, de los cuales este alcalde‑teniente seguramente es responsable y que hable de ese cobro en plural, lo que muestra que esos muertos son del pueblo, del que Escovar forma parte. Una vez que el dentista le saca la muela, le ofrece al alcalde con ironía un trapo limpio. Se encarga de especificarle que el trapo es para que se seque las lágrimas, con lo que se crea un contraste entre la situación y la altivez característica del militar.
El último momento del relato está constituido por un mínimo diálogo de los personajes. Allí queda al desnudo la corrupción de esa sociedad violenta. Ese militar, que seguramente se hizo del poder por las armas, que tiene sometida la población y que carga al menos con decenas de muertos, financia sus cuentas personales con las arcas del Estado. No tiene ningún tipo de vergüenza de decir que él y el municipio son la misma vaina.