lunes, 16 de mayo de 2016

Revista literaria “Aquarellen Cultura”




Seis poemas de Fernando Chelle: dos, de Poesía de los pájaros pintados (Colombia, 2013); dos, de Muelles de la palabra (Colombia, 2015); dos, inéditos

Dos poemas de: Poesía de los pájaros pintados (Colombia, 2013)

Farolito de papel

Excepcional exilio voluntario y voluptuoso
solitaria rebeldía
pasionalmente anárquica
sueño ensoñado de belleza
subjetiva, idílica,
terreno exquisitamente melancólico
en la naturaleza apacible,
divina
místicamente enamorada del poeta
llama de la eternidad.


Yo lírico

Poeta de la espuma circunstancial
cazador de recuerdos
de fragancias pasadas
avaro de ese cofre
donde descansa tu nombre
tallado a punta de diamante.

Poeta de un río, negro
como el abismo
y dulce como el oboe
alfarero de esa bohemia
hechicera de paso lento
ojos de fuego y manos de tierra.

Poeta del humo
cobijo del amor
que duerme y sueña,
descansa
en su nervio de ceniza alada.


Dos poemas de: Muelles de la palabra (Colombia, 2015)

Oda a la página en blanco

La página en blanco es generalmente blanca
y el blanco alude a su vacío
a la nada que contiene
a la posibilidad infinita de discursos
a la ausencia de letras, de palabras.

La página en blanco
es una invitación a la fiesta del lenguaje
quiere que la violen
pide que la transgredan
que la irrespeten
para dejar definitivamente de ser
ese vacío infinito del universo
ese material poroso sin corazón
ese desdichado fragmento de la nada.


Muelles de la palabra

La evanescencia de la palabra me salva del mundanal ruido,
las hay sentimentales, impresionistas, pintoras,
son muelles del verbo eterno
que nos roza en la garganta,
en los pulmones.
El himno gigante sigue anunciando
y corre, se ramifica y como siempre
se dilata en nuevas sombras.  
Las páginas brillan,
ahora resplandecen y se modifican,
pero son páginas,
no humo, perfume, sonido o viento.
La palabra
cabalga sus nuevos corceles,
compañeros del poeta
que sigue cantando, gritando, viviendo,
ahora despojado del métrico corsé
y de la rima represora,
ahora lejos del mármol y las escalinatas
camina por las calles con todo el pecho al viento.
La palabra ya no quiere ser el queso de las ratas,
quiere estar ahí, inmediata y cotidiana,
enamorada de los guantes, las calles,
la sopa y las colmenas.
Preferí beber tus ismos,
zurcirte, engarzarte y presentarte
pura, directa y palpitante,
con un verbo libre que viaje
hacia asideros que lo terminen de nacer,
donde habitan mis cómplices,
mis hermanos.   


Dos poemas inéditos

Cosmos, 1984

Una luz dulce de mandarina en otoño
calienta el viejo patio de mi niñez,
la fantasía es un colchón de hojas en el suelo
murmurando con un viento de lenguas invisibles,
lo poético ya está allí
es el silencio de ese patio a plena luz
ese niño amando su soledad
absorto en el diamante
que deja al pasar un caracol,
lo mágico es ese lugar sin mar
sin pantalones blancos
sin perfumes corrompidos,
la felicidad,
es la sombra de un árbol
donde viven los pájaros
la sombra que se arrastra en silencio
con olor a mandarinas
para comunicarse
con el viento
las hojas
y las ramas de diamante.


La hora intempestiva

Siento desierta la siesta de enero
todo es sol y chicharra
sequedad, polvo y silencio.
Será que seré el único
con los ojos abiertos
en medio de las llamas
de estas calles resecas.
Tal vez yo sea el sueño
de una almohada en el suelo
junto una cama grande
al pie de la simiente.

 Fernando Chelle

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