lunes, 27 de abril de 2020

Conferencia: Gabriel García Márquez y el cuento, esa mágica forma de contar

El martes 21 de abril, en el marco de la "Semana del Idioma" de la Universidad de Pamplona, a las 3 de la tarde, a través de f LIVE, brindé una conferencia sobre la obra cuentística de Gabriel García Márquez. Si bien se trató de una transmisión abierta, estuvo dirigida, fundamentalomente, a los estudiantes de la Licenciatura en Lengua Castellana y Comunicación , de dicha universidad.


Fernando Chelle

Lectura del poema "Arrepentimiento", por María Laura Duque Gómez

El poema "Arrepentimiento", texto ganador del PREMIO SACRA LEAL DE POESÍA, organizado por Cuentamontes, de Alicante, España (febrero de 2019), es leído por María Laura Duque Gómez, del Semillero de Declamadores Rosita Santos, de Chinú, Córdoba, Colombia.


Fernando Chelle



domingo, 26 de abril de 2020

POETAS DE ALLENDE LOS MARES (Josep Lleixà Fernández), textos de Fernando Chelle

La obra titulada POETAS DE ALLENDE LOS MARES, del poeta y traductor Josep Lleixà Fernández, comprende la traducción al catalán de sesenta y dos poetas de catorse países latinoamericanos. 


Poemas de Fernando Chelle, traducidos al Catalán por Josep Lleixà Fernández

RESSORTS DE LA PARAULA - MUELLES DE LA PALABRA


RESSORTS DE LA PARAULA

La evanescència de la paraula em salva del mundanal soroll,
n'hi ha de sentimentals, impressionistes, pintores,
són espirals del verb etern
que ens frega a la gola,
als pulmons.
L'himne gegant segueix anunciant i corre,
es ramifica i com sempre es dilata en noves ombres.
Les pàgines brillen,
ara resplendeixen i es modifiquen,
però són pàgines,
no fum, perfum, so o vent.
La paraula cavalca
sobre el nous corsers,
companys del poeta que segueix cantant,
cridant, vivint,
ara despullat de la mètrica encotillada i de la rima repressora,
ara lluny del marbre i les escalinates
camina pels carrers amb tot el pit al vent.
La paraula ja no vol ser el formatge de les rates,
vol ser, immediata i quotidiana,
enamorada dels guants,
carrers, la sopa i les arnes.

Vaig preferir beure els teus ismes,
sargir-te, encastar-te i presentar-te pura,
directa i palpitant,
amb un verb lliure que viatja
cap agafadors que l’acabin de fer néixer,
on habiten els meus col·laboradors
els meus germans. 


MUELLES DE LA PALABRA

La evanescencia de la palabra me salva del mundanal ruido,
las hay sentimentales, impresionistas, pintoras,
son muelles del verbo eterno
que nos roza en la garganta,
en los pulmones.
El himno gigante sigue anunciando
y corre, se ramifica y como siempre
se dilata en nuevas sombras. 
Las páginas brillan,
ahora resplandecen y se modifican,
pero son páginas,
no humo, perfume, sonido o viento.
La palabra
cabalga sus nuevos corceles,
compañeros del poeta
que sigue cantando, gritando, viviendo,
ahora despojado del métrico corsé
y de la rima represora,
ahora lejos del mármol y las escalinatas
camina por las calles con todo el pecho al viento.
La palabra ya no quiere ser el queso de las ratas,
quiere estar ahí, inmediata y cotidiana,
enamorada de los guantes, las calles,
la sopa y las colmenas.
Preferí beber tus ismos,
zurcirte, engarzarte y presentarte
pura, directa y palpitante,
con un verbo libre que viaje
hacia asideros que lo terminen de nacer,
donde habitan mis cómplices,
mis hermanos.  


PENEDIMENT - ARREPENTIMIENTO 


PENEDIMENT

Ho confesso,
he assassinat papallones.
Sovint sortia amb el meu germà
quan el sol calcinava la migdiada
armat d'una branca,
com més frondosa millor.
El dia, que queia
costa avall
a morir al riu
es fragmentava en papallones
n’hi havia de grogues
taronges majoritàriament
i altres
que semblaven tenir un rellotge entre les ales.
Venien volant per la claredat
esquivant invisibles
com si sabessin
de l'existència del gegant
que les esperava.
Venien zigzaguejant
el seu temps de serpentina
regalant la seva fràgil bellesa
sense preveure
la precipitació de la branca
de naturalesa violentada.
Venien amb el sol de les cigales
en el seu ball arítmic i silenciós
a morir a plena llum
en lúdic assassinat.
Quina pena dóna confessar!
he assassinat papallones
he estat un vil soldat
que va aixecar les seves armes
contra la bellesa.


ARREPENTIMIENTO

Lo confieso,
he asesinado mariposas.
Solía salir junto a mi hermano
cuando el sol calcinaba la siesta
armado de una rama,
cuanto más frondosa mejor.
El día, que caía
cuesta abajo
a morir en el río
se fragmentaba en mariposas
las había amarillas
naranjas en su mayoría
y otras
que parecían tener un reloj entre las alas.
Venían volando por la claridad
esquivando invisibles
como si supieran
de la existencia del gigante
que las esperaba.
Venían zigzagueando
su tiempo de serpentina
regalando su frágil belleza
sin prever
la precipitación de rama
de naturaleza violentada.
Venían con el sol de las chicharras
en su baile arrítmico y silencioso
a morir a plena luz
en lúdico asesinato.
¡Qué pena da confesarlo!
he asesinado mariposas
he sido un vil soldado
que levantó sus armas
contra la belleza.

Fernando Chelle
















viernes, 24 de abril de 2020

Prólogo del libro "Asepsia", de José Ignacio Cáceres Serna


Prólogo

Un asomo a la esterilización lingüística


“Bello como el encuentro fortuito, en una mesa de disección,
de una máquina de coser y un paraguas”

Isidore Ducasse, Conde de Lautréamont


Siempre es interesante entrar en contacto con una producción artística de José Ignacio Cáceres Serna. Y hablo de producción artística, así en general, porque tratándose de su persona, podría estar refiriéndome a artes plásticas, escénicas, producciones en formato acústico, o a una obra literaria, como es el caso que nos ocupa. Es algo atrayente, porque se trata de un artista integral, sensible ante las diferentes manifestaciones estéticas, alguien que en ocasiones hasta nos sorprende con artefactos híbridos, y sirva como ejemplo su poemario de 2016 Color inn color hado, un claro producto donde parecen fusionarse el pintor con el poeta. Pero quizás ese poemario de los colores no sea el texto más indicado para comenzar a decir algunas palabras sobre Asepsia. Este nuevo trabajo, si bien comparte con Color inn color hado el hecho de que se trata de un libro de poemas, técnicamente está mucho más próximo a otras obras poéticas del autor, como por ejemplo La poesía y el apotegma de 2015, como Oraciones y poblaciones de 2017, o incluso, como su último poemario, publicado el año pasado, titulado En silencio. Si reparamos en estas últimas tres obras, veremos que tienen en común que los textos comienzan con una misma palabra. En la obra de 2015, los poemas se abren con la palabra “ajenos”, en la de 2017 con la palabra “explosión” y en la de 2018, los textos se abren con las palabras que dan nombre a la obra “en silencio”. Esto es justamente lo que sucede con el poemario Asepsia, donde los diferentes poemas comienzan con el término que da título a la obra. Se trata de un conjunto de más de setenta textos breves (entre cinco y diez versos libres cada uno de ellos), en donde Cáceres desarrolla un universo literario muy diverso. Lo que hace justamente es diversificar el término “Asepsia” connotarlo de las formas más inimaginables, para que le permita referir múltiples temáticas. Conceptos trascendentales como el tiempo y el espacio, comentarios sobre el comportamiento del hombre en la sociedad y frente a la naturaleza, las pasiones, los sentimientos, el arte, la espiritualidad, en fin, todos los temas parecen ser abordados por el poeta, partiendo de un término que, en principio, parecería incluso poco relacionable con los numerosos aspectos que hacen a la vida del hombre, porque ese es, en definitiva, el pilar sobre el que se sostiene toda la obra. La voz lírica que encontramos en Asepsia es mucho más reflexiva y lúdica que anecdótica. No conocemos a través de estos poemas la vida de un hombre en particular, pero sí nos asomamos a aquello que trasciende cualquier tipo de cotidianeidad. Pero bueno, parece como si yo quisiera referirme a todo y me olvidara que usted, amable lector, todavía no ha leído el libro, así que lo mejor será que me vaya retirando para que usted se asome a la obra que tiene en las manos, la de un artista polifacético, además de muy querido. Hágalo, asómese, se lo recomiendo.

                                                                                                                              
Fernando Chelle
 San José de Cúcuta, 25 de julio de 2019

lunes, 13 de abril de 2020

miércoles, 1 de abril de 2020

ESTUDIO CRÍTICO Y ANALÍTICO DE LA POESÍA DE FEDERICO GARCÍA LORCA I


Romance de la luna, luna

Primer análisis literario, del poeta español más conocido y leído de todos los tiempos.

Por Fernando Chelle  

Después de haber allanado el camino, primero con un artículo sobre la generación del 27 y luego con otro sobre las características de la poesía de Federico García Lorca, hoy me enfrentaré, sin más rodeos, al análisis literario de uno de los textos más conocidos del poeta andaluz. Romance de la luna, luna, el poema con el que se abre el Romancero gitano (publicado en 1928), será el primero, de una serie de textos poéticos, del que ofreceré una lectura particular. Porque los estudios críticos y analíticos de la literatura que suelo realizar no son otra cosa que eso, una lectura personal de los textos.


Romance de la luna, luna

La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira, mira.
El niño la está mirando.
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.
Niño, déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.
Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
Niño, déjame, no pises
mi blancor almidonado.

El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño,
tiene los ojos cerrados.
Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.

Cómo canta la zumaya,
¡ay, cómo canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con un niño de la mano.

Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
El aire la está velando.


El tema central de este poema, primer romance escrito por Federico García Lorca y texto con el cual precisamente se abre el Romancero Gitano, es la dramática muerte en soledad de un niño dentro de una fragua. Se trata de un romance mítico, de profunda belleza poética, donde las fuerzas de la naturaleza cobran vida. Con él comienza el clima, la atmósfera que caracterizará a toda la obra, que es la de un mundo mítico-poético alejado de lo racional y de lo verosímil, un mundo que funciona como un tejido unitario, donde todo es solidario y donde no se establecen distinciones entre lo real y lo imaginario, ni entre lo natural y lo sobrenatural.
En este primer poema del libro, también, ya podemos apreciar otro aspecto que se repetirá en los demás textos, la síntesis entre la tradición poética popular española con la poesía culta, a través de la utilización del romance de verso octosílabo con rima asonante en los versos pares. Este es un romance de treinta y seis versos divididos en cuatro estrofas donde encontramos aspectos que son propios del Romancero viejo (tradicional), como el fuerte componente narrativo, lo dialógico y, si se quiere, hasta lo dramático, y también aspectos que pertenecen al romance nuevo, moderno o culto, ese que se originó en el Siglo de Oro, como por ejemplo, el estilo lingüístico depurado, enriquecido estéticamente. Otro aspecto del poema que presenta características tanto del romancero tradicional como del nuevo es la forma de estructurar la versificación. Del romancero tradicional, Lorca toma la clásica tirada de versos, mientras que de los cultores más modernos toma la cuarteta, o estrofa de cuatro versos. Sirva esta aclaración para decir que el Romance de la luna, luna está estructurado en cuatro estrofas, las dos primeras dignas herederas del Romancero viejo y las dos finales del nuevo: la primera (verso 1 al 20) es una tirada de veinte versos, la segunda (verso 21 al 28), es otra tirada de ocho versos, mientras que las dos últimas estrofas (verso 29 al 32) y (verso 33 al 36) son dos cuartetas. A su vez, esta estructuración externa del poema está directamente relacionada con la estructura narrativa interna que presenta, ya que podemos establecer en su construcción, a partir de los espacios en que transcurre la acción y la participación de los personajes intervinientes, cuatro momentos, cada uno coincidente con cada una de las estrofas. Por ejemplo, en la primera estrofa (tirada del verso 1 al 20) la acción transcurre en el interior de la fragua y participan la luna, el niño y el aire; en la segunda estrofa (tirada del verso 21 al 28) la acción continúa en la fragua, pero también está presente en el llano y en el olivar y se suman el jinete y los gitanos; en la tercera estrofa (cuarteta del verso 29 al 32) la acción se traslada a un árbol y al cielo y aparece la zumaya; finalmente, en la cuarta estrofa (cuarteta del verso 33 al 36) la acción regresa a la fragua, donde vuelve a aparecer el aire, aunque ahora con una actividad diferente a la desempeñada en la primera estrofa.

La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira, mira.
El niño la está mirando.

El inicio del poema responde, en todas sus líneas, a las características propias del romancero tradicional. No sólo porque comienza con una estrofa que es una tirada, sino porque además el material narrativo es presentado de forma abrupta. Hay un yo lírico (que a su vez es un yo narrador) con un punto de vista interno. La historia se nos contará desde adentro de la fragua, que es en donde se encuentra la voz lírica-narrativa, de ahí la utilización del “vino” (pretérito perfecto simple del verbo venir). Esa voz poética, es la de un testigo ocular de los acontecimientos, que presencia la llegada súbita, abrupta, de la luna a la fragua. Nos enfrentamos en este poema, desde el comienzo, con una personificación, una prosopopeya, donde el bello astro, satélite natural de la tierra, en la forma de una mujer elegante, se hace presente en el ámbito natural de trabajo del pueblo gitano, en la fragua. Estamos aquí en un mundo donde el plano de lo real o verosímil aparece fusionado con lo irreal o sobrehumano. El empleo del artículo determinado “la” utilizado por la voz poética para referirse a la fragua contribuye a darle ese carácter mítico también al lugar donde transcurrirá la acción, porque esta no es cualquier fragua, es “la “fragua”, un lugar al parecer conocido, familiar, para la voz, un lugar mítico-poético por excelencia.
En los cuatro primeros versos, con gran poder de síntesis, la voz lírica-narrativa nos muestra el panorama inicial, de lo que podríamos llamar la escena dramática, y nos presenta a los dos principales personajes, la luna (que representa de manera simbólica la presencia de la muerte), y el niño, la víctima de esa visita siniestra. A su vez, son versos que dividen la atención a los personajes de forma equilibrada, los dos primeros se ocupan de la luna y el tercero y el cuarto, del niño. La llegada a la fragua de la luna-mujer, ataviada de forma elegante y anacrónica establece, en principio, un contraste estético con el rústico lugar de trabajo de los gitanos. La joven víctima, que ya se encontraba en el lugar, parece quedar absorta ante la presencia de la luna, lo que el poeta ilustra muy bien con un recurso típico de los romances tradicionales, la repetición. Los dos versos que describen al niño, además de ser anafóricos, establecen un paralelismo sinonímico, donde la repetición del verbo mirar (en tercera persona del presente del indicativo) y la perífrasis verbal, (también en presente) donde el gerundio del verbo mirar parece alargar la acción, son muestras claras de la fascinación en la que se encuentra inmerso el niño. Y me detengo en las formas verbales y sus tiempos, porque este también es otro recurso que Federico García Lorca heredó del romancero tradicional, la alternancia del pasado de las narraciones con el presente del narrador. Aquí vemos que la luna “vino” (pasado), pero sin embargo el niño “la mira” (presente), este es un recurso que ayuda a renovar la acción y que le da un carácter dramático al discurso, es como si nosotros (lectores o escuchas) estuviéramos contemplando la escena que se está desarrollando en la fragua.

En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.

El aire es otro elemento de la naturaleza que aparece personificado (prosopopeya). El impacto que produce la presencia de la luna en la fragua no sólo deslumbra al niño, sino que otros elementos de la naturaleza también se ven afectados. Este es un recurso literario muy bien utilizado por Federico García Lorca, que se encuentra en numerosos textos del Romancero gitano. Es un encanto de la poesía de todos los tiempos dotar a la naturaleza de personalidad, de lenguaje, para que el hombre pueda entrar en una comunicación directa con ella. El poeta elige estructurar el discurso de esta micro unidad temática, que suponen los cuatro versos, en forma de hipérbaton, donde justamente se resalta la conmoción del aire que, a diferencia del niño, parece saber cuál será el final de los acontecimientos. Parece saber que, tras esa misteriosa danza ritual, casta, pero a su vez lujuriosa, como se expresa en la antítesis “lúbrica y pura”, se esconde una finalidad funesta, la de seducir al niño para llevárselo con ella, para llevarlo a la muerte. Es muy significativo que los senos de la luna sean de “duro estaño”, porque se trata de un metal, de una materia prima del trabajo de los gitanos, y si bien el atuendo elegante de la luna contrasta con ese lugar de trabajo que supone la fragua, también, de alguna manera, es como si ella estuviera mimetizada con el mundo de los gitanos a través de los metales.

Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.
Niño, déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.
Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
Niño, déjame, no pises
mi blancor almidonado.

En estos doce versos, con los que se cierra la primera tirada y el primer momento del poema, encontramos otro procedimiento típico de los romances, el diálogo. El poeta elige pasar al estilo directo, con lo que el texto se dramatiza y nos permite a los lectores (o a los escuchas llegado el caso) entrar en contacto con el sentir de los personajes. El diálogo, incluido en el texto sin ningún verbo introductorio, ya que entramos directamente en contacto con la voz del niño, está repartido entre los dos personajes principales de forma equilibrada, a cada uno de ellos se les otorgan seis versos, divididos en dos intervenciones, una de cuatro versos y otra de dos. Es importante reparar que los verbos en ambas intervenciones están en imperativo, porque esto nos sirve para descubrir el contraste que se establece entre las actitudes de los actores involucrados, ya que mientras el niño con su imperativo “Huye”, muestra afectividad, e intenta proteger a la luna, ésta, con su imperativo “déjame” está mostrándole al niño, su superioridad, su desprecio. El pedido, casi suplicante del niño, tiene la intención de proteger a la luna de la inminente llegada de los gitanos, muy próximos a la fragua, ya que se escuchan sus caballos. El pequeño protagonista, si bien se encuentra seducido por la luna y su baile misterioso, es consciente de que la naturaleza del astro es de metal y bien podría ser utilizada como material de trabajo por los gitanos. Esto hace que yo no vea a este niño como a un representante de la colectividad gitana (que es la lectura más generalizada que tiene este poema), sino que para mí este es un niño inocente, puro, que seguramente ha crecido mamando la opinión de que los gitanos, además de trabajar con metales, suelen ser gente peligrosa, con un estilo de vida al margen de lo convencional. Esto lleva a que el niño advierta a la luna del peligro que corre, ya que los gitanos, más que admirar su belleza, verán en ella una finalidad utilitaria. Pero poco le importan a la elegante, distante y aristocrática dama de la noche las advertencias del niño, ella lo que quiere es seguir bailando, continuar con su danza ritual. No permite ni siquiera que el niño se le acerque, sabe a lo que vino y también lo que sucederá, por eso lanza una profecía que finalmente se cumplirá, y a diferencia de los peligros profetizados por el niño, que no se concretan, el pequeño sí terminará con los ojillos cerrados.

El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño,
tiene los ojos cerrados.
Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.

En esta segunda tirada, correspondiente al segundo momento del romance, el poema retoma el tono narrativo con el que comenzó, se introducen nuevos personajes (el jinete y los gitanos) y también dos nuevos escenarios, el llano y el olivar. Este es un jinete, que al igual que la luna, es símbolo de la muerte. Mientras él se acerca, el niño yace muerto en la fragua, tal como lo profetizó la luna. El poema pasa a narrar los acontecimientos que se están dando en dos escenarios de forma paralela. La magnífica metáfora que alude al galope del caballo “tocando el tambor del llano”, muestra la proximidad a la fragua de este personaje y es como un anuncio siniestro de lo que ha sucedido con el niño. Se ha cumplido la profecía de la luna, el niño ha muerto, aunque el narrador elija para decírnoslo el eufemismo utilizado anteriormente por la luna “tiene los ojos cerrados”. Los gitanos aparecen por vez primera en el poema, ya habían sido aludidos por el niño, en el olivar, símbolo inequívoco de la geografía andaluza. Se los ve imponentes, altivos, poderosos, el yo lírico-narrativo, que deja ver su admiración hacia el pueblo gitano, los describe metafóricamente como estatuarios e idealistas “bronce y sueño”.

Cómo canta la zumaya,
¡ay, cómo canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con un niño de la mano.

Esta tercera estrofa, igual que la última, es una cuarteta, como dije cuando me referí a la estructura externa del poema, una estructura expresiva que se corresponde con los romances más modernos. Aquí encontramos otro personaje, la zumaya, y otros escenarios diferentes a los vistos, ya que la acción tendrá lugar en un árbol y en el cielo, y se desarrollará de forma paralela. Los dos primeros versos, los que abarcan el canto agorero y lastimero de la zumaya y el lamento del narrador, responden a lo que se nos describe en los dos versos finales de la estrofa. Esta estrofa encierra el desenlace de la historia, donde vemos como la luna, símbolo de la muerte en el poema, ha logrado su cometido y ahora sí toca al niño, lo lleva de la mano, pero claro, el pequeño va con los ojos cerrados.

Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
El aire la está velando.

Quizás esos gritos desgarrados de los gitanos en este final, por la muerte del niño, hayan llevado a la interpretación, casi de forma generalizada, de que se trata de la muerte de un niño perteneciente a la colectividad gitana. Si esto fuera así, el niño no se hubiera referido a los gitanos como gente ajena a su persona, y en cambio los gitanos sí podrían estar llorando la muerte de un niño sin que obligatoriamente pertenezca a los suyos. Pero bueno, esto no es lo importante y quizá sea un misterio hasta para el propio poeta. Lo cierto es que en el cierre del romance predominan los llantos lastimeros de los gitanos. La acción regresa a la fragua y culmina con la presencia del aire, fiel testigo de los acontecimientos, que vuelve a aparecer, para velarla. 

Artículo publicado en la Revista digital Vadenuevo  https://new.vadenuevo.com.uy. Montevideo, Uruguay.