lunes, 29 de agosto de 2016

Del dormir y sus caprichos (POETAS NOCTURNOS)

Presentación del poema que forma parte de la antología poética, POETAS NOCTURNOS.



La siguiente es la poesía que forma parte de la antología poética, POETAS NOCTURNOS. 



Del dormir y sus caprichos

En el silencio oscuro
respiro, respiro,
me desprendo y penetro,
me voy más allá
a recrear y crear
 tiempos y espacios
o simplemente a estar
momentáneamente muerto.

Fernando Chelle



sábado, 20 de agosto de 2016

ELEFANTESINDIENTES

A continuación, les dejo el enlace al blog literario ELEFANTESINDIENTES, donde encontrarán, el análisis literario del poema “Correspondencias” de Charles Baudelaire.



Fernando Chelle



el Pulso

A continuación, les dejo el enlace al diario digital “el Pulso", donde encontrarán, el análisis literario del poema “Correspondencias” de Charles Baudelaire.  



Fernando Chelle

Cuerpo vivo que va cantando (II Concurso Internacional De Poesía Homenaje a Mario Benedetti”)

Presentación del poema que forma parte de la antología poética, resultado del II Concurso Internacional De Poesía Homenaje a Mario Benedetti.






 La siguiente es la poesía que forma parte de la antología poética, resultado del II Concurso Internacional De Poesía Homenaje a Mario Benedetti. 


Cuerpo vivo que va cantando

Puedo respirar el instante fugitivo,
cuatro décadas, ocho lustros
ya pronto llegarán a mis rodillas cubiertas,
a mis pies calzados todavía ágiles y fuertes,
a este cuerpo vivo que canta
sus sueños intactos.
Me observo las manos,
se mueven seguras
como pinzas mecánicas, precisas,
que se estiran tanto como se encojen
siguiendo mi voluntad.
Cuatro años lejos del árbol de mi cuadra
con otros ríos fluyendo por mis venas
otras montañas soportando mis huesos
y un sol nuevo cada mañana
entibiando mi frente calva.
Mi nombre es el mismo que cuando niño
sigo escribiendo versos como en Mercedes
algunas canciones las he olvidado,
otras suenan más tristes
pero no todas …
He visto algunas cosas distintas
algunas vacas por ejemplo,
tienen joroba
aunque el mirar es igualmente triste.
Sigo siendo poeta,
constructor de sueños con andamios de palabras,
las busco, las palpo, las degusto
y las ubico en una cuerda celestial.
Ellas me preceden y me sucederán,
seguirán nombrando,
pintando, gritando, susurrando.

Fernando Chelle

lunes, 15 de agosto de 2016

CRÓNICA DEL XIII PARLAMENTO NACIONAL DE ESCRITORES DE COLOMBIA




“Un poeta en
Cartagena de Indias” (I)

Del 12 al 15 de agosto de 2015 se llevó a cabo en la hermosa ciudad de Cartagena de Indias, el XIII Parlamento Nacional de Escritores de Colombia. Al encuentro asistieron escritores de todas las regiones de Colombia y también representantes de diferentes países. He aquí, en su primera parte, la crónica personal de un escritor uruguayo.


Por Fernando Chelle

El gallo ya cantó, me dijo el guardia de seguridad del aeropuerto de Cartagena de Indias, la mañana del 12 de agosto de 2015. Eran las seis, yo me había quedado dormido sobre un banco. Había llegado en la madrugada y debía esperar a la mañana, para dirigirme al hotel Stil Cartagena y reportarme como uno de los asistentes al XIII Parlamento Nacional de Escritores de Colombia. Como todavía era temprano, busqué una de las mesas de la tienda Juan Valdés que estuviera cercana a un enchufe y aproveché para tomarme un capuchino y cargar el teléfono. A las ocho y media, ya estaba subido en el taxi y me dirigía al hotel. Me llamó la atención que el moreno conductor me dijera, cuando le indiqué la calle 34, que allí no tenían la costumbre de indicar o señalar los sitios por calles, sino por referencias o cercanías a otros lugares. Esto que es tan común en ciudades pequeñas, donde todos los lugares son conocidos, me sorprendió que lo fuera en una ciudad de más de un millón de habitantes. Las primeras cuadras que pude observar de la ciudad, una vez que el taxi abandonó definitivamente el aeropuerto, no se diferenciaban demasiado de otras urbes colombianas que yo ya conocía. La gente vestía de la misma forma que en otros lugares de tierra caliente, los vendedores ambulantes parecían repetirse, lo mismo que los clásicos puestos de comidas y de venta de minutos. Todo cambió cuando el taxi tomó por la costa de la ciudad y mis ojos pudieron divisar el esplendor del Mar Caribe y esa centenaria muralla patrimonio de la humanidad. Al principio, a la muralla la divisaba de lejos, a mi izquierda estaba la ciudad y a la derecha el mar. Cuando nos detuvimos en un semáforo, me entretuve mirando unos pelícanos que estaban en la costa parados sobre unas piedras. Unos parecían estar petrificados, otros eran mecidos suavemente por las aguas y había uno que desplegaba sus enormes alas como aprontándose para volar. El taxi dobló a la izquierda y la muralla quedó a mi derecha, próxima. Si bien estaba a cierta distancia, por un momento, y no sé por qué, me sentí como el Joven Ernesto en “Los ríos profundos” de Arguedas, cuando caminaba frente a aquel muro del Cuzco y se deslumbraba con las líneas que dejaban las junturas de los bloques de rocas. Al hotel lo reconocí ya desde el taxi, había visto sus fotos en internet y me había llamado la atención una inmensa pintura de una mujer negra con un prisma de colores en las manos, que se encuentra en una de las paredes laterales de la edificación. No solo el hotel había visto en internet, también conocía las caras y me había ocupado de leer algunas obras, de los miembros de la Asociación de Escritores de la Costa, organización responsable del Parlamento. La primera cara conocida que vi fue la del profesor Juan Gutiérrez Magallanes. Estaba parado en la puerta del Hotel Stil, vestido completamente de blanco, atuendo característico de muchos hombres costeños. Me acerqué hacia él y me presenté, se mostró muy amable y me indicó la recepción del hotel, lugar donde me tenía que dirigir para reportarme. Ese miércoles apenas nos saludamos con Juan Gutiérrez, pero dos días después íbamos a tener la oportunidad de caminar unas cuadras por el centro histórico, rumbo al Colegio Mayor de Bolívar, conversando del barrio Getsemaní, de un diplomático que había llegado quien sabe de donde en ese momento a la ciudad y por eso el tránsito estaba interrumpido y de la figura del Pepe Mujica. En la recepción del hotel, mientras buscaban mi nombre en la lista de invitados, conocí dos escritores argentinos, de la Provincia de Santa Fe, la narradora Artemia Luisa Spangenberg y el poeta Héctor de León. En ese momento no imaginaba que estos dos amigos rioplatenses, junto al querido profesor y poeta cartagenero Argemiro Menco Mendoza, serían mis compañeros de almuerzo en mis días por la costa. Antes de que me indicaran definitivamente mi habitación, junto con Artemia y Héctor subí al tercer piso del hotel. Allí, además de recibir una carpeta con materiales, la credencial que me identificaba y los correspondientes bonos de comidas, también me encontré con algunos escritores de la costa atlántica colombiana que yo, como ya dije, identificaba por haberlos visto en fotografías. Estaba Enrique Jatib, con quien estuve conversando brevemente sobre los distintos eventos, Antonio Mora Vélez, uno de los padres de la ciencia ficción colombiana, a quien apenas tuve la oportunidad de saludar y el propio Joce G Daniels G (Marqués de la Taruya), quien para sorpresa mía me reconocía. Con Daniels, luego tuve el placer de conversar el viernes 14 en un restaurante del barrio Getsemaní, después de mi lectura en la Plaza de la Trinidad y fue quien me acompañó en la presentación de mi libro “El cuento fantástico en el Río de la Plata”, que se llevó a cabo el sábado 15 por la mañana en la Casa‑Museo Rafael Núñez.
Este encuentro de escritores colombianos y extranjeros que se desarrolla todos los años en el mes de agosto en la ciudad de Cartagena de Indias presenta en cada una de sus ediciones unos ejes temáticos determinados que son desarrollados por los diferentes panelistas. Este 2015, los temas fueron: el centenario del nacimiento del compositor José Benito Barros Palomino, el centenario de la publicación de la Metamorfosis, de Franz Kafka y la exaltación de la vida y obra de Giovanni Quessep Esguerra y de Andrés Elías Flórez Brum. A estos temas tenemos que sumarles las diferentes presentaciones de libros y los distintos recitales de poesía que se hicieron durante todos los días que duró el Parlamento. También en este 2015, junto al Parlamento tradicional, se realizó por primera vez el Parlamento Joven, que sesionó en sitios alternos.
El hotel en el cual nos alojamos está ubicado en el centro histórico de Cartagena y la gran mayoría de las actividades que se realizaron fueron en lugares cercanos al hotel. La primera actividad, el miércoles 12 de agosto, se realizó en la Universidad Jorge Tadeo Lozano. No me fue difícil llegar hasta allí, y el camino desde el hotel fue realmente grato. Me había encontrado por casualidad, con la poeta yopaleña Pilar León Martínez, quien al siguiente día presentaría, en la misma universidad, su poemario “El otro color del infinito”. Con ella fui caminando y charlando hasta llegar a la Tadeo, como comúnmente se identifica a ese centro de estudios. El barrio histórico es realmente mágico, y si bien mientras caminaba iba sufriendo de un intenso calor, me sentía extasiado por ese viaje en el tiempo que supone introducirse en medio de esas estrechas calles, donde todavía transitan antiguos carruajes tirados por caballos y donde las viejas casas de arquitectura colonial, enamoran a cualquier visitante. Mientras caminaba recordé a Gabriel García Márquez, de quien se cuenta que solo le bastó cruzar las murallas para enamorarse de esta ciudad, y pensé que no era para menos. Y es que es todo, no solo las casas con sus balcones floridos y las calles adoquinadas, son las antiguas iglesias, las ventanas de madera tallada, los inmensos portales y hasta la estética de los diferentes comercios, como hoteles, bares, restaurantes y heladerías que hay en el lugar. En fin, la caminata me sirvió para comprobar que existe un mundo mágico y antiguo, que vive a las costas del Mar Caribe, cercado por una muralla.
Llegamos con Pilar a la universidad aproximadamente a las 2 y 20 de la tarde. La actividad comenzó puntual a las 2 y 30. Allí nos encontramos gran parte de los asistentes al Parlamento, no todos, ya que algunos escritores todavía no habían llegado a la ciudad. Estaban algunos integrantes de la comisión directiva de la Asociación de Escritores de la Costa, los miembros del Parlamento Joven y los numerosos escritores nacionales y extranjeros. El periodista y escritor cienaguero Delfín Sierra Tejada fue el encargado de moderar esta y la mayoría de actividades literarias del Parlamento y también fue el maestro de ceremonia en la gala de instalación oficial, que se llevó a cabo ese mismo día en el teatro Adolfo Mejía. Uno a uno, los participantes nos presentamos y luego comenzaron las diferentes exposiciones. En primer lugar, escuchamos al presidente de la Academia de Historia de Ocaña, el escritor Luis Eduardo Páez García, que leyó una brillante ponencia, titulada “El quehacer del escritor en Provincia: soledades y desengaños”. También de gran nivel fue la segunda intervención de esa tarde, la del escritor, historiador y crítico de la literatura del Caribe, el señor Roberto Montes Mathieu. Habló de los 200 años del nacimiento del escritor y político, Manuel María Madiedo, y del triste olvido en que se lo ha tenido dentro de la cultura colombiana. La última participación de esa tarde le correspondió al escritor y documentalista de Popayán, Gerardo Frey Campo, que se refirió a la nueva poesía juglar y recitó algunos de sus poemas. Tuve la dicha de que Gerardo me regalara su obra “Ritual del silencio”, aunque en la dedicatoria cometiera una equivocación y comenzara diciendo: “Al poeta argentino Fernando…”, pero bueno, lo importante es la actitud, como dicen por ahí.
Debíamos apurarnos, esa primera actividad duró hasta las 5 de la tarde, y la denominada “Gala blanca”, que se desarrollaría en el Teatro Adolfo Mejía y con la que se instalaría oficialmente el XIII Parlamento Nacional de Escritores de Colombia, comenzaría a las 6. Conocía perfectamente el camino de regreso al hotel, pero de todas formas, junto con otros escritores amigos, decidimos desviarnos al menos un par de cuadras para seguir disfrutando del pintoresco paseo. Allí, junto conmigo iban: la poeta caleña Mónica Patricia Ossa Grain, el escritor y poeta Ibaguereño Alirio Quimbayo Durán, el Poeta Bardo Adalin Aldana Misath (quien también tuvo la gentileza de regalarme dedicado su último trabajo “Las alas del viento”). En un momento acertamos a pasar por la Plaza de Santo Domingo, donde se encuentra la iglesia del mismo nombre. Allí conocimos a Gertrudis, una gordita completamente desnuda, tumbada de costado y apoyada sobre uno de sus codos. Se trata de una escultura de Fernando Botero que, según nos dijeron, tiene un peso de 650 kilos y está en la plaza desde el año 2000. Por supuesto que nos tomamos fotos. Yo desconocía la creencia popular que sostiene que hay que tocarle los senos a la gordita para asegurarse largas relaciones amorosas, así que mis fotos fueron muy formales. Mis amigos, Alirio y Adalin se ve que estaban al tanto de la creencia o quisieron tomarse fotos graciosas porque no dudaron en descansar sus manos en los voluptuosos senos de Gertrudis y posar sonrientes para la cámara.
Del hotel al teatro, también me fui caminando, esta vez acompañado nada más y nada menos que por el maestro de ceremonia, el ya mencionado Delfín Sierra Tejada y por el vicepresidente del Parlamento, el escritor, investigador y docente bolivarense Rogelio España Vera. En el camino, Delfín me comentó de su proyecto radial‑cultural Delfín Stereo en la web, que sale al mundo desde Ciénaga‑Magdalena, y me invitó cordialmente a colaborar, si así lo deseaba, con algún texto. De manera que estas líneas que está leyendo, querido y desocupado lector, guardan la firme esperanza de algún día tener eco en ese proyecto cultural cienaguero. Paso a paso llegamos al teatro. Si bien yo ya estaba deslumbrado con la arquitectura de las casas de la zona amurallada, me faltaba todavía impresionarme con esta magnífica edificación. Me comentaron que su diseño está basado en el teatro Tacón de La Habana, de estilo italiano pero con una fuerte influencia caribeña, y que su arquitecto, Luis Felipe Jaspe, es responsable también de la icónica Torre del Reloj y de la Puerta de la Boca del Puente. A la fachada la adornan hermosas esculturas de las musas, allí, a los pies de Euterpe, antes de entrar a ese templo de las artes escénicas, me tomé una foto junto al poeta Gonzalo Alvarino Montañez. Al levantarse el telón, quedó al descubierto una mesa blanca, donde se encontraban ubicados: la poetisa Guiomar Cuesta Escobar (Presidente Honoraria del Parlamento en este 2015), el escritor Andrés Elías Flórez Brum (a quien se reconoció con la entrega del “Libro de Oro”), el escritor José G. Daniels G (Presidente del Parlamento), el escritor Antonio Mora Vélez (Canciller del Parlamento) y el escritor Félix Manzur Jattin (Presidente Honorario del próximo Parlamento). Como ya dije, uno de los temas elegidos para esta edición 2015 del Parlamento fue el centenario del nacimiento del compositor José Benito Barros Palomino. En esa noche se interpretó parte de su obra, primero lo hizo un grupo de estudiantes cartageneros que cantaron y danzaron y luego un grupo musical llamado “Black dew trío”. Todos los integrantes de la mesa que referí dieron sus discursos. Hubo algunos reconocimientos, entre los que destaco el del “Libro de oro” a Andrés Elías Flórez Brum. Leyeron sus poemas esa noche: la poeta de Medellín, Anna Francisca Rodas Iglesias, la mexicana Francia Perales (Parlamento Joven), la barranquillera Laura Luz Ballestas Gil (Parlamento Joven), la también barranquillera Susana Jiménez, la argentina Yamila Silvero y el poeta cartagenero Pedro Blas Julio, un poeta que si lo hubiera visto Federico García Lorca, no hubiera dudado en decir que tiene duende.

Artículo publicado en la revista digital Vadenuevo www.vadenuevo.com.uy . Septiembre de 2015. Disponible: Aquí 

CRÓNICA DEL XIII PARLAMENTO NACIONAL DE ESCRITORES DE COLOMBIA


“Un poeta en Cartagena
de Indias” (II)

Segunda parte de la evocación del XIII Parlamento Nacional de Escritores de Colombia. A ese encuentro asistieron escritores de todas las regiones de Colombia y también representantes de diferentes países. 


Por Fernando Chelle

El jueves 13 de agosto amaneció radiante en el corralito de piedra. Lo primero que hice fue abrir la ventana de mi habitación y dejar que la claridad de la mañana la invadiera. Me detuve a mirar por un instante el ir y venir de los cartageneros por la antiguamente llamada plazoleta Telecom, hoy denominada plazoleta Benkos Biohó, en honor a ese gran líder cimarrón que luchó por la liberación del yugo esclavista. Desde el séptimo piso del hotel Stil Cartagena, gozaba de una visión amplia de la plazoleta y sus alrededores. Todo en esta ciudad parecía traerme recuerdos literarios, ya les conté cuando me sentí como el joven Ernesto de Los ríos profundos, al enfrentarme a las murallas centenarias. En ese momento, desde la ventana del hotel, no pude dejar de sentirme como el personaje del escritor Holly Martins, el protagonista de El tercer hombre, la famosa novela de Graham Greene. La imagen que evoqué de la novela de Green fue aquella del parque de diversiones, cuando desde lo más alto de una rueda gigante, Harry Lime le muestra a su amigo Martins como los habitantes de Viena, vistos desde allí, parecían simplemente puntitos movedizos. Aquí no parecían puntitos, porque seguramente la altura era menor, pero uno no elige los recuerdos ni las imágenes que le vienen a la mente, simplemente llegan y ya, y a mí me llegó esa del novelista británico. La vista era magnífica, hacia la izquierda podía divisar claramente el Castillo San Felipe de Barajas, una fortificación construida por los españoles en el siglo XVI, ubicada sobre el cerro San Lázaro. Casualmente, yo me había referido a este castillo en un artículo que escribí sobre la casa del General Francisco de Paula Santander, ubicada en el municipio de Villa del Rosario. Porque cuentan que las piedras de esta última edificación fueron unidas con argamasa de cal, arena del río y sangre de res, la misma técnica que se empleó en algunas partes del castillo, aunque también se dice, y hoy parece estar confirmado, que en la construcción cartagenera la sangre no fue solo de res sino también de personas. Pero dejando de lado esa triste historia, yo me sentía contento que el castillo siguiera en pie, y celebraba el estar viéndolo en el siglo XXI, después de los diversos ataques ingleses y franceses que tuvo que soportar. Allí estaba, con su bandera colombiana flameante, como un testimonio histórico, ahora visitado por turistas de todos los rincones del mundo, que se acercan hasta el lugar para contemplar una de las obras arquitectónicas más grandes de todo el continente americano.
Ese jueves estuve descompuesto durante todo el día, de manera que recién salí del hotel para la actividad que teníamos en la noche. Lamento haberme perdido las conferencias referentes a José Benito Barros Palomino y a Giovanni Quessep, como también la presentación de numerosas obras que se hicieron en esa jornada. Mi compañero de habitación, el escritor loriquero Alexis Jattin Torralvo, autor deHaten ‑ Jattin. Una familia libanesa en el mundo, atribuyó mi mal a una virosis que por esos días había copado Cartagena. Sea como fuere, lo cierto es que ese día, hasta la noche, no me moví de mi habitación.
La actividad nocturna se llevaría a cabo en el Club Unión de Cartagena, el primer lugar alejado del hotel donde nos alojábamos los escritores, de manera que para llegar allí había que tomar transporte. De forma similar a lo que me había sucedido el día anterior, cuando me encontré por casualidad en la puerta del hotel con la poeta yopaleña Pilar León Martínez, con quien fui caminando hasta la Universidad Jorge Tadeo Lozano, me encontré ese jueves con dos poetas amigas, la argentina Antonia Russo y la bogotana Alejandra Nieto, a quienes había conocido la noche anterior en la gala blanca. Con estas amigas tomamos un taxi y nos dirigimos al lugar donde se realizaría la actividad. El viaje me sirvió para conocer una zona de la ciudad que todavía no había visto. El Club Unión de Cartagena está ubicado en el barrio llamado Castillo Grande, localizado al sur de la ciudad amurallada. Para llegar allí, debimos atravesar el barrio Bocagrande, que al igual que Castillo Grande, es un barrio turístico y comercial. Independientemente de las bellas casas modernas y de los imponentes edificios, en lo personal estos barrios no me resultaron tan atractivos como la ciudad amurallada. Además de carecer de la magia que tiene el barrio histórico, esta zona de Cartagena de Indias es una repetición arquitectónica y comercial de lo que uno puede llegar a ver en muchos sitios. Un hotel Holiday o una tienda de Nike no se diferencian mucho en Cartagena, Buenos Aires o Paris, es algo así como los centros comerciales, el que vio uno los vio todos. Llegamos al club alrededor de las 7 de la tarde, hora a la que se había previsto el comienzo de la actividad, pero como el número de asistentes todavía era escaso, decidimos cruzar la calle y tomarnos unas fotos en la playa con la ciudad de fondo. Cuando vimos que los distintos escritores comenzaban a llegar, cruzamos y nos integramos al evento. El Club Unión es una edificación de dos pisos, con una entrada principal en forma de arcada y una puerta de vidrio en la cual está grabado el logo de la institución, una C y una U enlazadas. El agasajo fue en el salón principal del club, donde se encontraban distribuidas numerosas mesas adornadas para la ocasión, y un atril principal, donde su ubicó un pendón oficial del XIII Parlamento Nacional de Escritores de Colombia. La velada fue un homenaje a la cultura colombo-árabe, donde pudimos disfrutar del arte de la danza, la gastronomía y por supuesto la literatura. Comenzó con unas palabras de bienvenida, a cargo del presidente del club, el Dr. Miguel Raad Hernández. El espectáculo dancístico consistió en una Belly Dance (danza del vientre) que contribuyó a darle color arábico a la noche cartagenera. Estuvo a cargo de la escritora sogamoseña Milena Barrera, quien además de presentar en el Parlamento su trabajo titulado La danza del recuerdo, nos deleitó esa noche con una presentación impactante. La recuerdo desplazándose por el salón del club, con su atuendo azul y su pelo rojo mientras daba vueltas moviendo los brazos y la cadera. Las lecturas de esa noche las podríamos dividir en tres representaciones. No es que esto estuviera pensado así por los organizadores, es algo que yo hago ahora por una finalidad práctica, sobre todo para recordar, aunque estoy seguro que, aunque no es mi deseo, de algún escritor me voy a olvidar. La representación más numerosa de esa noche, fue la de los escritores anfitriones, los cartageneros. Recuerdo la intervención de Lidia Carcione, la de Alicia Haydar Ghisays, la del profesor y poeta Argemiro Menco Mendoza y la de la escritora representante de la “Generación fallida” Nilva Galbán. En segundo lugar, estarían los escritores colombianos de otros lugares, este es el caso del escritor monteriano Félix Manzur Jattin (Presidente Honorario del próximo Parlamento) y de la poeta bogotana Alejandra Nieto. Finalmente, también tuvimos el gusto de escuchar lecturas poéticas de algunos escritores extranjeros. Entre ellos, la representante mexicana del Parlamento Joven, la poeta Francia Perales, a quien ya habíamos tenido el placer de escucharla en la gala blanca, con la que se inauguró oficialmente el Parlamento. También escuchamos la comprometida poesía de la poeta hondureña Lety Elvir. Finalmente, la delegación argentina estuvo representada por el cálido verso de la poeta Antonia Russo y la lectura de un texto en prosa, del querido poeta Héctor de León. Como no podía ser de otra manera, la cena brindada consistió en un plato típico de la gastronomía árabe, repollitos rellenos, hojitas de parra, berenjena rellena y arroz de almendras. La velada culminó aproximadamente a las diez de la noche. Para retornar al hotel, una gran cantidad de escritores tuvimos la suerte de poder tomar una buseta que estaba vacía, porque ya había terminado su recorrido. El trayecto estuvo marcado por la risa y como no podía ser menos entre una mayoría de colombianos, por el canto. Allí estuvieron presentes los vallenatos que tanto le gustaban a Gabriel García Márquez. Nadie más indicado que el poeta vallenato Adalin Aldana Misath, para entonar las canciones de Rafael Escalona. Adalin cantaba, “¡Ay! El que no vuela no sube” y la muchedumbre en la buseta le contestaba, “a ver a Ada Luz en las nubes”. Adalin continuaba, “¡Ay! El que no vuela no llega allá” y la muchedumbre volvía a responder, “a ver a Ada Luz en la inmensidad”.
El viernes 14 de agosto llegó por fin. Era el día de mi lectura, nada más y nada menos que en la Plaza de la Trinidad, corazón del barrio Getsemaní. Me encontraba totalmente recuperado de mis males y dispuesto a disfrutar de un día de mucha literatura, como realmente terminó siéndolo. La actividad matinal se desarrollaría en la Institución tecnológica, Colegio Mayor de Bolívar, y hasta allí me dirigí en compañía del poeta vallenato Adalin Aldana Misath y del poeta mexicano Francis Mestries Benquet, quien presentaría en esa instancia, su poemario Remedios para el mal de ojo: visiones de Remedios Varo. Hasta las 11 de la mañana se fueron sucediendo las conferencias referidas a Andrés Elías Flores Brum, y a La Metamorfosis de Franz Kafka. Disertó la escritora y docente universitaria bogotana, Carolina Mayorga Rodríguez; el escritor y docente universitario loriquero, José Hipólito Palomo Zurique; el escritor envigadeño Edgar Trejos Velásquez; la poeta y gestora cultural porteña Astrid Sofía Pedraza; el gran novelista, poeta y pintor nacido en Huila, pero radicado en Ibagué, el señor Benhur Sánchez Suárez; el poeta argentino Jorge Alberto Giordano; el escritor itagüiseño José Rafael Aguirre Sepúlveda; el escritor loriquero Antonio Dumett Sevilla; el gran poeta monteriano Galo Alarcón Contreras, quien tuvo la gentileza de obsequiarme con una dedicatoria su obra en homenaje a Franz Kafka Huellas de la palabra alucinada, y finalmente, se cerró esta etapa de conferencias con la brillante exposición sobreLa Metamorfosis que hizo el también monteriano, el escritor y docente universitario Nelson Castillo Pérez. Una vez terminada la parte de las conferencias, se continuó con la presentación de obras literarias. La primera obra que se presentó, se titula Urbanos, Humanos, extraños, de la actriz y productora cultural brasilera, María Prado de Oliveira. Seguidamente, fue el turno de Remedios para el mal de ojo: visiones de Remedios Varo, del poeta mexicano Francis Mestries Benquet. Finalmente, la última presentación antes del receso del almuerzo, fue la del escritor brasilero Valdeck Almeida De Jesus Lotado, quien leyó algunos poemas seleccionados.
El Colegio Mayor de Bolívar también está ubicado dentro de la ciudad amurallada, de manera que el regreso al hotel es un paseo más que agradable. En esa oportunidad, un tramo de la caminata lo compartí con el poeta ecuatoriano Marcos Rivadaneira y otro con la poeta de Medellín, Anna Francisca Rodas Iglesias. No recuerdo el motivo por el cual caminé conversando un tramo con cada uno, pero así fue. La jornada vespertina comenzaría a las 2 y 20 de la tarde, de manera que el tiempo para almorzar, darse una ducha y descansar un poco no era mucho. Ese día, en el restaurante del hotel, almorcé con quienes serían, junto con el poeta vallenato Adalin Aldana Misath y la poeta bogotana Alejandra Nieto, mis compinches hasta el final del Parlamento, los escritores argentinos Antonia Russo, Elizabeth Bustos y Jorge Alacevich. Después de almorzar, subí a mi habitación con la intención de ducharme y descansar un poco, no de dormir, porque no quería perderme ninguna presentación. Me despedí de mi compañero Alexis Jattin Torralvo, que regresó a Lorica, y me quede disfrutando del fresco de la habitación, hojeando el Magazín del Caribe, un periódico de la asociación de escritores del Caribe, que me había regalado el historiador y crítico literario Roberto Montes Mathieu. También aproveché para leer el primer número deEco Literario, una publicación de la Asociación de Escritores de Aguachica, que había tenido la gentileza de obsequiarme el escritor aguachiquense José Orlando Blanco Toscano. Pasadas las 2 de la tarde, retorné al Colegio Mayor de Bolívar para presenciar las distintas presentaciones de libros que estaban estipuladas. La jornada vespertina comenzó con el último miembro de la delegación brasilera, el señor Luis Menezes Miranda. No hizo la presentación de una obra, sino que se refirió al nacimiento del colectivo literario brasilero Sarau da Onça. Le siguió el escritor monteriano Félix Manzur Jattin, que presentó su poemario Infierno y Paraíso, a quien también debo agradecerle la gentileza de haberme obsequiado un trabajo discográfico que contiene, además del poemario mencionado, las obras Poemas Malditos y Rompiendo Cadenas. El poeta ecuatoriano Marcos Rivadeneira presentó su obra Los días de la aldaba. El poeta peruano Johnny Barbieri presentó su último poemario, titulado Bandera de herejes. La poeta caleña radicada en Alemania Sonia Solarte Orejuela presentó su obra La orfandad de los espejos. El maestro Antonio Mora Vélez, de quien acabo de leer uno de sus últimos cuentos, Trasplante de cabeza, presentó su poemario Los jinetes del recuerdo. La poeta pamplonesa Johanna Marcela Rozo, quien recientemente ha sido seleccionada como jurado del Concurso Nacional de Cuento MEN- RCN, presentó su trabajo La sombra y el relámpago. El poeta doradense Néstor Augusto Esquivel Donato declamó, con acompañamiento de guitarra, algunos poemas de su libro Poemas soñados en un mar de ilusiones. El escritor monteriano Serafín Velásquez Acosta, representante del “Bocachico letrado”, leyó uno de sus relatos inspirados en la defensa de la naturaleza. La poeta caleña Mónica Patricia Ossa Grain se refirió a ese gran proyecto cultural llamado “Lecturas Urgentes de Poesía”. La escritora sogamoseña Milena Barrera presentó su trabajo titulado La danza del recuerdo. Finalmente, la escritora mexicana Celeste Alba Iris presentó un ensayo titulado Proximidades y distancia a la poesía tamaulipeca.
La actividad siguiente, de ese viernes 14 de agosto de 2015, sería el encuentro nocturno en la Plaza de la Trinidad del Barrio Getsemaní, donde por fin me tocaría leer una selección poética de mi primer libro Poesía de los pájaros pintados. Getsemaní es un barrio cercano al centro, contiguo a la ciudad amurallada, de manera que la distancia desde el hotel a la Plaza de la Trinidad no es mucha y se puede hacer caminando. Así lo hice y fue como seguir viajando en el tiempo. El barrio, uno de los más representativos de la ciudad, donde se dio el grito de independencia en 1811, es una fiesta para los sentidos, al menos para los míos, porque en esto de los gustos hay para todos. Allí, donde vivían los esclavos en la época de la Colonia, hoy se nuclea lo más colorido de la vida bohemia cartagenera. Hoteles de arquitectura colonial con sus balcones floridos, tiendas de distintas artesanías, lugares donde se alquilan bicicletas, bares, restaurantes y sitios donde se desarrollan numerosas actividades culturales, hacen que este barrio sea el elegido por viajeros jóvenes de diferentes lugares del mundo. El sitio donde se desarrolló la actividad del Parlamento, la Plaza de la Trinidad, es el corazón del barrio. Se encuentra situada frente a la Parroquia de la Santísima Trinidad, una edificación del siglo XVI, hoy pintada completamente de color amarillo. Allí aproveché para tomarme una foto en el monumento, compuesto de tres estatuas, en homenaje al mulato cubano Pedro Romero, líder del movimiento de los lanceros de Getsemaní, ese grupo de artesanos que combatieron por la independencia de Cartagena, allá por 1811. Como en la gran mayoría de las actividades del Parlamento, el presentador fue el periodista y escritor cienaguero Delfín Sierra Tejada. El primero en leer fue el poeta vallenato, conocido entre los amigos como el “Poeta Bardo”, el señor Adalin Aldana Misath. Tomó el micrófono, se apartó del atril, bajó los escalones que lo separaban del público y desde allí recitó su poesía. En segundo lugar, leyó otro poeta amigo, que como ustedes recordarán se tomó una foto tocándole los senos a Gertrudis, me refiero al poeta Ibaguereño Alirio Quimbayo Durán. Y así se fueron sucediendo las distintas intervenciones: el poeta vallenato, Álvaro Maestre García; la escritora argentina Antonia Russo; el profesor y poeta cartagenero Argemiro Menco Mendoza; el poeta argentino Héctor de León; la poeta y gestora cultural porteña Astrid Sofía Pedraza; el poeta momilero, representante del Parlamento Joven, el señor Naiver Urango; el poeta envigadeño Omar Darío Gallo Quintero; la poeta cartagenera Rosemary Macía, representante de la “Generación Fallida”, el taller literario que lidera el poeta cartagenero Gonzalo Alvarino; la poeta envigadeña Xiomara García, también perteneciente al Parlamento Joven; la poeta y artista textil argentina Elizabeth Bustos, y luego me tocó a mí. Hasta el momento había permanecido sentado, muy atento a las distintas intervenciones. Tenía en las manos mi libro Poesía de los pájaros pintados con una nota en un papel suelto que decía: Yo lírico, página 1; Nervios, página 2; Al gran Sol, página 5; Caeré en tu pecho, página 25; Recuérdame, página 42; Una tarde en La Coqueta, página 66. Aparte de esta nota, tenía también dentro del libro una hoja con el poema Muelles de la palabra, texto que abre el poemario homónimo, todavía inédito en aquel mes de agosto. Sabía que no podía leer esa cantidad de poemas, pero no importaba, me decidiría por alguno de ellos una vez en el atril. Saludé al público presente, y agradecí a los miembros de la directiva del Parlamento. Esa noche se encontraban sentados, en una mesa exquisitamente adornada con las obras de la poeta y artista textil argentina Elizabeth Bustos, el profesor Juan Gutiérrez Magallanes, la poetisa Guiomar Cuesta Escobar, el escritor Andrés Elías Flórez Brum y el escritor Antonio Mora Vélez. Me decidí por la lectura de Yo lírico, texto con que se abre Poesía de los pájaros pintados, y por Muelles de la palabra, texto con que se abre el poemario del mismo nombre. No quise leer más, porque los textos elegidos son relativamente extensos y quedaban todavía bastantes poetas por intervenir. Yo quedé completamente conforme, en primer lugar porque sentí la aceptación del público y en segundo término porque tuve la oportunidad de presentar, al menos un texto de cada uno de mis poemarios. Después de mí, leyeron: el poeta cartagenero Gonzalo Alvarino; el poeta argentino Jorge Alacevich, que entre otras cosas, acaba de publicar su obra Desde el alma; la poeta hondureña Lety Elvir; la poeta de Medellín, Lina María Gómez Ramírez; el representante del Parlamento Joven, también de Medellín, el señor Cristian Camilo Hidalgo; la barranquillera Laura Luz Ballestas Gil, también del Parlamento Joven; la cartagenera Ruth Patricia Diado y finalmente el gran poeta cartagenero, el señor Pedro Blas Julio Romero.
Al finalizar la actividad en la Plaza de la Trinidad, todos los escritores nos dirigimos a “Las Indias Boutique Gourmet”, un restaurante ubicado también en el barrio Getsemaní, a escasos metros de la plazoleta del pozo, otro de los lugares emblemáticos de esta maravillosa ciudad. El restaurante tiene un salón principal, que da a la calle, y luego un largo patio adornado con diferentes plantas, que fue donde nos ubicamos para cenar los escritores. Fue una noche fantástica, ideal para confraternizar y hacer amigos. En ese lugar surgió la representación nortesantandereana de “Lecturas Urgentes de Poesía”, y por ahí anda la foto de ese casual encuentro entre el escritor ocañero Luis Eduardo Páez García, la poeta pamplonesa Johanna Marcela Rozo y quien escribe, con la poeta caleña Mónica Patricia Ossa Grain, directora de ese movimiento literario. La noche estaba demasiado linda para retirarnos al hotel. Junto a mis compinches, los ya referidos: Adalin Aldana Misath, Antonia Russo, Elizabeth Bustos y Jorge Alacevich hicimos una primera escala en la plazoleta del pozo. Allí nos tomamos fotos con las distintas esculturas de hierro forjado que adornan el lugar. Todas representan actos que podríamos llamar cotidianos; un niño que escapa de un perro que le muerde el pantalón; un hombre que golpea a otro; un borracho que orina contra el poste de un farol, acompañado por un perro que también está orinando. Enfrente de la plazoleta también hay una escultura, se trata de un hombre tocando la guitarra. Seguimos caminando, estuvimos en otro de los pintorescos bares que se multiplican en el lugar y finalmente terminamos aquel maravilloso día charlando enfrente del hotel, hasta que nos comenzó a ganar el sueño.
Así llegó el sábado 15 de agosto de 2015, último día del XIII Parlamento Nacional de Escritores de Colombia. Ya había leído mis poesías, ahora había llegado el día de hacer la presentación de mi último libro publicado hasta ese momento, El cuento fantástico en el Río de la Plata. La actividad se realizaría en la Casa Museo Rafael Núñez, donde antiguamente vivió ese ilustre cartagenero que ocupó la presidencia de Colombia en cuatro ocasiones. La residencia está situada en el antiguo barrio de pescadores llamado El Cabrero, hasta allí fui caminando junto con mis compinches. La casa es una edificación de dos pisos, con techos de tejas, con mucha madera, ya sea en sus múltiples ventanales como en el balcón que la rodea. Es más, el segundo piso es todo de madera, tiene un amplio patio, con muchas flores y palmeras, y en su interior se pueden ver los muebles de época, que pertenecieron a Rafael Núñez. En esa última jornada, se presentaron libros, hubo algunas lecturas y se cerró el Parlamento 2015 con una evaluación general y una declaración pública. Comenzó la jornada con la presentación del libro Kanú, el hijo de la selva profunda, del escritor cartagenero ganador del premio Gauchupe de Oro 2015, el señor Antonio Prada Fortul. Le siguió la presentación de Sigilos paralelos, último poemario del también cartagenero, Argemiro Menco Mendoza. Leyeron los miembros de la Asociación de Literatura Duitama, el escritor Elkin Jiménez Jaimes y la poeta Elizabeth Córdova Pérez, y después de ellos me tocó a mí. Quién me presentó y acompañó en la mesa, fue el escritor Joce G. Daniels G (Marqués de la Taruya), Presidente del Parlamento Nacional de Escritores de Colombia. Mi exposición consistió en la lectura del prólogo del libro El cuento fantástico en el Río de la Plata. Comencé contando, como el libro es la reunión de cinco artículos de carácter literario, donde comento y analizo las principales características de cuatro cuentistas rioplatenses. Referí también que en un principio los artículos se habían difundido en revistas y que posteriormente decidí juntarlos, escribir un prólogo, que de alguna manera los nucleara, y publicarlos en forma de libro. Hecho este comentario, pasé a leer el prólogo del libro, que fue lo que constituyó el núcleo de mi presentación. Me sucedió la poeta de Medellín Anna Francisca Rodas Iglesias, que dio lectura a un ensayo titulado Medellín, ciudad tomada por el fuego de la palabra. Con la intervención de Anna, culminaron las presentaciones y se pasó a hacer una evaluación general del Parlamento Nacional de Escritores de Colombia 2015. También se pusieron a consideración de los escritores presentes dos propuestas: el rechazo público a las actuaciones del “Pacificador” Pablo Morillo, durante el sitio de Cartagena, y una proclama con respecto al proceso de paz en Colombia que se viene desarrollando en la ciudad de La Habana, Cuba. Las dos propuestas fueron aprobadas por unanimidad.
Después de aquí, solo queda la despedida, pero esa no la cuento. Prefiero pensar que pronto he de volver a esta ciudad maravillosa, llena de poesía. Hablando de poesía, Cartagena de Indias, te debo una.


Artículo publicado en la revista digital Vadenuevo www.vadenuevo.com.uy . Octubre de 2015. Disponible: Aquí 
  

viernes, 5 de agosto de 2016

AURORA BOREAL

A continuación, les dejo el enlace a la página de “AURORA BOREAL” - El portal de la literatura y la cultura para los amantes del español, donde encontrarán, un artículo sobre el cuento “Continuidad de los parques”, perteneciente al libro “El cuento fantástico en el Río de la Plata” (Colombia, 2015).







Fernando Chelle

miércoles, 3 de agosto de 2016

EL POZO, CUENTO DE AUGUSTO CÉSPEDES



Cuando el primer objetivo es saciar la sed

Las páginas escogidas del diario del suboficial boliviano Miguel Navajo, nos muestran la realidad trágica de un grupo de soldados bolivianos durante la Guerra del Chaco. En ellas conocemos las anécdotas alrededor de la excavación de un pozo estéril y el combate que se libra por su posesión. Al leer El pozo, nos enfrentamos a un relato magistral, que muestra, la cara más absurda de una guerra inútil.

Por Fernando Chelle


Hace unos cuatro meses, aproximadamente, publiqué un estudio del cuento La excavación, perteneciente al libro El trueno entre las hojas (1953), del escritor Augusto Roa Bastos (Asunción, Paraguay, 13 de junio de 1917 – ídem, 26 de abril de 2005). Allí, el Cervantes paraguayo, nos da a conocer la historia del recluso Perucho Rodi, un antiguo combatiente de la Guerra del Chaco, que se encuentra recluido, en condiciones infrahumanas en una cárcel paraguaya. Si bien en ese relato, Roa Bastos no se centra en el conflicto bélico que mantuvieron paraguayos y bolivianos, sino en la lucha de Rodi por alcanzar la libertad, la guerra es un telón de fondo, ya que Rodi, en sus momentos de asfixia y alucinaciones recuerda su etapa de combatiente en el Chaco. Allí, en el frente de Gondra, había excavado un túnel de ochenta metros desde su trinchera hasta la parte posterior de la retaguardia de los bolivianos, estrategia con que los paraguayos lograron tomar por sorpresa al enemigo y por ende lograron ganar esa batalla. Pero mi interés ahora, no es detenerme en el análisis de ese relato paraguayo, sino que hago referencia a él, por el simple hecho de que, en el presente artículo, trabajaré con una ficción con el mismo telón de fondo, pero visto desde el otro bando, trabajaré con un cuento boliviano.
El autor que he elegido para el estudio es Augusto Céspedes (Cochabamba, Bolivia, 6 de febrero de 1904 - La Paz, Bolivia, 9 de mayo de 1997), de quien analizaré el relato titulado El pozo, perteneciente a su libro Sangre de mestizos, publicado en Santiago de Chile, en el año 1936 por Ediciones Ercilla. Libro y cuento, considerados “joyas insuperables de la literatura de postguerra”, por el referido Augusto Roa Bastos. [1] 
Sangre de mestizos es el primer libro de Augusto Céspedes. Vio la luz inmediatamente después de finalizada la Guerra del Chaco, que enfrentó a bolivianos y paraguayos entre los años 1932 y 1935. Es considerado por gran parte de la crítica literaria uno de los mejores libros de cuentos de la literatura boliviana. Se podría decir que Céspedes, quien participó activamente en el conflicto bélico, primero como corresponsal del vespertino El Universal (1933-1934) y luego como combatiente (1934-1935), escribió estos relatos durante el propio conflicto, ya sea, desde la retaguardia o desde el campo de batalla. Es una obra que forma parte, fundacional si se quiere, de la extensa narrativa que se refiere a la Guerra del Chaco, que tan fecunda ha sido, dentro de las letras bolivianas y también de las paraguayas. La obra consta de nueve relatos, en donde siempre un personaje mestizo narra de forma detallada la realidad vivida en la guerra. En esas historias de vida y de guerra que presenta la obra, Céspedes muestra lo trágico del conflicto, las tácticas militares, las debilidades de los hombres que intervienen en la contienda, hace crítica social, y por momentos, hasta poesía.   
Si bien al comienzo del artículo hice referencia al cuento de Roa Bastos, para mostrar, digámoslo así, la otra cara de una moneda que se completará en el presente trabajo, lo cierto es que, como lectores, en el cuento de Céspedes nos adentramos muchísimo más en las vivencias de esa guerra absurda entre bolivianos y paraguayos. En el libro del boliviano, y en el cuento en particular, conocemos las características de esa tierra inhóspita, de clima caliente y seco, despoblada, cubierta solamente de bosque autóctono, donde se carecía de agua dulce y por tal razón el acceso a pozos y lagos pasaba a ser estratégico para la guerra. Este tema, el de la falta de agua, que será la columna vertebral del relato que analizaremos, aparece mencionado por Eduardo Galeano, en Memoria del fuego, como el principal causante de muerte de los soldados.

Están en guerra Bolivia y el Paraguay. Los dos pueblos más pobres de América del Sur, los que no tienen mar, los más vencidos y despojados, se aniquilan mutuamente por un pedazo de mapa. Escondidas entre los pliegues de ambas banderas, la Standard Oil Company y la Royal Dutch Shell disputan el posible petróleo del Chaco. Metidos en la guerra, paraguayos y bolivianos están obligados a odiarse en nombre de una tierra que no aman, que nadie ama: el Chaco es un desierto gris, habitado por espinas y serpientes, sin un pájaro cantor ni una huella de gente. Todo tiene sed en este mundo de espanto. Las mariposas se apiñan, desesperadas, sobre las pocas gotas de agua. Los bolivianos vienen de la heladera al horno: han sido arrancados de las cumbres de los Andes y arrojados a estos calcinados matorrales. Aquí mueren de bala, pero más mueren de sed… [2] 

El pozo

Sobre la configuración estructural del relato
El texto se encuentra dividido en tres partes, encabezadas por números romanos la segunda y la tercera, no entiendo por qué no la primera, si es que ha sido un descuido de Céspedes o qué, lo cierto es que no aparece numerada. La primera parte abarca la explicación que hace el suboficial boliviano Miguel Navajo de su condición actual y la decisión de darnos a conocer la historia de un pozo, escogiendo algunos pasajes de su diario personal. En esta primera parte del relato se citan diferentes días del diario, que muestran como es la vida de unos sacrificados zapadores, en medio de un lugar inhóspito, sin agua, donde viven acechados por el sol y el polvo. Se cierra la primera parte de la narración con la referencia al hallazgo de un pozo, elemento que será el centro de interés del segundo momento. La segunda parte del relato, la más extensa, comienza el día 2 de marzo. En esta parte conoceremos de cerca las desdichas y esperanzas de un grupo de soldados bolivianos en torno a un pozo estéril del que buscan inútilmente sacar agua. La tercera y última parte del relato, que cita únicamente la fecha del 7 de diciembre, cuenta el sangriento y desdichado desenlace en torno a la defensa de un pozo estéril e inútil, como esa propia guerra.

Líneas generales del argumento
El relato contiene la reproducción de algunas páginas escogidas del diario del suboficial boliviano Miguel Navajo. En el comienzo de la narración, desde un presente, Navajo nos cuenta de su estado actual, nos dice que lleva 50 días con avitaminosis beribérica internado en el hospital de Tarairí y nos informa que estuvo dos años y medio en campaña. Aclara que a pesar de padecer esa enfermedad y de haber recibido un balazo en las costillas el año anterior, no ha podido lograr que lo liberen y lo envíen de regreso a La Paz. Como se aburre de su situación en el hospital, Navajo se pone a releer su diario y decide ofrecernos, a nosotros los lectores, algunos pasajes escogidos, “exprimidos”, de lo que allí se encuentra. A partir de esa decisión notamos un cambio de tono en el relato, se abandona la primera persona inmediata, próxima a la oralidad que se venía dando en el discurso de Navajo y pasamos a conocer lo que dicen las páginas del diario. Allí, el militar narrador, en primera persona, cuenta las anécdotas que se suscitaron a lo largo del año 1933 alrededor de la excavación de un pozo. Los personajes, incluido el suboficial narrador, forman parte de la línea de zapadores, soldados que se encargan de abrir caminos en la espesura, tender puentes o excavar zanjas. De manera que, más que la referencia al enemigo, o a las batallas que se estaban dando por esas fechas en la guerra, la referencia constante en el relato es a la sed, la verdadera enemiga de esos hombres. Después de recibir la orden de un teniente calificado como “rubio y pequeñito”, de que hay que buscar pozos, los soldados encuentran un “buraco” antiguo, de pocos metros de profundidad, que alguien, no saben quién, comenzó y abandonó. Deciden continuar excavando sobre aquel hallazgo, con la esperanza de encontrar agua, de manera que el pozo, poco a poco comienza a ganar profundidad. Por un momento, la esperanza se afianza en los soldados porque encuentran barro, pero solo resulta ser una capa de arcilla húmeda, más abajo, lo único que encuentran es tierra y más tierra seca. Veinte, treinta, cuarenta metros y nada, el pozo pasa a ser la verdadera guerra de estos soldados, mucho más real que la que se libra en la superficie. En la profundidad los hombres pierden la noción del tiempo, solo sobreviven con sed en una oscuridad perpetua, hasta que algunos comienzan a delirar y a desmayarse por la asfixia. En determinado momento, los paraguayos se enteran que los bolivianos tienen un pozo, lo que desconocen es que está seco. Esto los lleva a atacar, quieren adueñarse del pozo y por ende del agua. Los bolivianos defienden al pozo como algo precioso, como si no fuera estéril y realmente contuviera el preciado y salvador líquido. El combate por el pozo vacío dura cinco horas y deja un saldo de trece muertos entre ambos bandos. Ese enfrentamiento inútil, por un pozo inútil, podría funcionar como una gran metáfora de lo absurdo de esa guerra. La tierra seca y estéril, se termina tragando la vida de aquellos hombres.

Una breve reflexión final
Indudablemente lo que se propuso Céspedes con este relato, fue mostrar la inutilidad y el sinsentido de la Guerra del Chaco. Ese pozo seco, que para lo único que sirvió fue para sepultar a los soldados de ambos bandos, sin duda que es un gran símbolo de esa inutilidad y de ese sinsentido. A la batalla que se libró por el pozo estéril, no la suscitó el deseo de ganar territorio, ni la defensa de una ideología determinada, la suscitó la sed, el instinto de supervivencia y también la estupidez de algunos y la ignorancia de otros.









[1] Entrevista a Augusto Roa Bastos, Palabras de un hombre de América, NUEVO PERIODISMO PUNTO COM, disponible aquí

[2] Galeano, Eduardo. Memoria del fuego, Montevideo, Del Chanchito, 1982.


Artículo publicado en la revista digital Vadenuevo www.vadenuevo.com.uy. Agosto de 2016. Disponible: aquí